De tres millones y medio de palestinos en territorio de Israel
más de dos millones viven con un euro y sesenta y cinco céntimos al día
por debajo de la línea de pobreza y casi un millón y medio están en paro.
Están todos ellos repartidos en dos grandes campos
-Gaza y Cisjordania-
de concentración, sin poder comunicarse.
Una muralla de más de 600 kilómetros los aísla de los israelíes.
Han sido arrojados de su tierra,
han sido expulsados a otros países
-Jordania, Líbano, Egipto-
y no se les permite volver.
El mismo año
-1947-
en que la ONU o, mejor, EEUU e Inglaterra, decidió la creación del estado de Israel
se decidió la del estado palestino.
Casi sesenta años después
la comunidad internacional o el cuarteto para la paz
-la Unión Europea, la ONU, Rusia y EEUU-
condiciona su ayuda financiera y la supervivencia
de la Autoridad Nacional Palestina
a que el futuro gobierno de Hamás
“reconozca el estado de Israel”
que nunca ha reconocido ni respetado al inexistente estado palestino,
“renuncie a la violencia”,
es decir, a que siga tirando piedras contra los tanques y aviones cargados de misiles teledirigidos de los israelíes que son palomas de la paz
y “acepte los acuerdos y obligaciones previos, incluida la Hoja de Ruta”
en la que no han participado.
¿Cómo es posible tanta hipocresía?
¿Cómo puede un pueblo que ha sido devastado
convertirse en devastador de los palestinos con el aplauso internacional
que encima se cree respaldado por la cultura democrática occidental?
¿En nombre de quién pretende Occidente humillar aún más a un pueblo
que ha sido desterrado, expoliado, machacado, encerrado, bombardeado
y casi aniquilado?
Occidente que ha trazado las fronteras de tantos países en otro tiempo colonias,
Occidente que ha desarrollado las armas más mortíferas de destrucción masiva,
Occidente en cuyo seno han surgido los derechos humanos y la democracia,
es quien ahora sigue decidiendo qué murallas y quiénes las construyen
qué países disponen de armas nucleares y cuáles son o no las petrodemocracias.
¡Viva Occidente! ¡Viva su democracia!
¡Mueran los pobres de la tierra!
José Luis Simón Cámara.
San Juan, 31 de enero de 2006.