Después de comer en la terraza de un bar y descansar en el hostel B&B Eur, en la calle dei mille, junto a la estación Términi, sacamos un billete multiuso (metro, bus, tranvía) para tres días y bajamos a las modernas catacumbas del metro.
Pasadas dos estaciones del metro bajamos en Colosseo.
Subimos nerviosos las escaleras y ¿qué ven nuestros ojos?
Ahí está, como hace dos mil años, el circo romano, llamado Colosseo porque enfrente habían colocado una estatua colosal de Nerón.
Fieras, gladiadores, cristianos, atletas, juegos, carreras, todo se supoerponía en aquellas paredes que han soportado las inclemencias del tiempo y el saqueo de quienes han ido haciéndose palacios o templos a los dioses de Constantino, incluyendo aquelloa a los que debemos su conservación.
La arena está levantada y deja ver los pasillos y pasadizos por donde antes de que goteara su sangre, caminaban fieras, gladiadores,..
Las plantas silvestres florecen en los suelos y paredes, la parietaria, donde tiempo atrás florecieron plantas exóticas cuyas semillas habían sido trasportadas en el vientre de los animales salvajes traidos de los confines del imperio y que allí morían y fecundaban la tierra: leones, cebras, cocodrilos, osos, tigres, rinocerontes, hipopótamos,…
Por poner un ejemplo, el emperador Trajano, precisamente de origen hispano, para festejar la victoria sobre los dacios celebró unos juegos que duraron 117 días y durante los cuales 9.000 gladiadores y 10.000 bestias pelearon hasta la muerte.
El recinto tenía capacidad para 50.000 personas, distribuidas en sus tres niveles por categorías sociales.
Allí, el populacho y los patricios, común la barbarie, saciaba sus bajos instintos y se distraía de sus miserias cotidianas, contemplando las desgracias ajenas.
¡Qué pensarían los bárbaros, los esclavos, los gladiadores, los cristianos, todos los que iban allí a dar su sangre, cuando se vieran ante tan colosal construcción, sobre el poder de Roma, que así quería mostrar su indestructibilidad!
Quizá pensaran que la única rebeldía posible ante tamaña crueldad era morir matando.
Quizá pensaran, porque os recuerdo que la mayoría de planteamientos filosóficos y éticos, que ahora nos hacemos ante los imperios de turno, ya eran discutidos en el ágora, quizá pensaran, digo, que la justicia y el derecho siempre eran dictados por los poderosos del momento que los imponían a sangre y fuego.
O ¿eran ya un anticipo de Benetton, la invasiva y atrevida moda italiana que conjuntaba las blancas togas de los ciudadanos romanos con la roja sangre de los que morían, personas o animales?
Lo circunvalamos pisando algunas grandes piedras que fueron pisadas sin duda por todas aquellas gentes, y levantamos la vista para mirar a través de sus altos arcos la misma luna que ocultaría la sangre sobre la arena.
José Luis Simón Cámara.
Roma, 3 de Octubre 2007.