Todavía con la imborrable imagen del Coliseo en nuestras retinas, hoy pensamos visitar el Vaticano y por suerte hemos echado un vistazo al libro de viajes. Ni hombres ni mujeres pueden entrar al templo en camiseta o pantalón corto, detalle insignificante pero significativo
Vuelvo a acordarme de la Meca, de los velos,..
Comenzamos la visita de la ciudad con la Roma pagana.Hoy nos adentramos en la cristiana.
¿Qué movimiento religioso perdurable no se ha incrustado en el poder político y económico de su época?
Bajamos del autobús después de atravesar el río por el puente Vittorio Enmanuele II junto a la Via Della Conciliazione, que enfila a la plaza de Pio XII -el conciliador- y ésta a la inmensa columnata de Bernini.
Dejamos atrás sedes de institutos religiosos de distinta índole, de embajadas ante el Vaticano, que recorren esta avenida y llegamos al corazón de la cristiandad.
Cientos de vallas, de madera y metálicas, van formando los anillos de una anaconda humana que será finalmente engullida por la imponente Basílica de San Pedro, el humilde pescador de Galilea.
Sobre la mismísima cúpula de Miguel Ángel nos fumamos la pipa de la paz acordándonos de la meada que los del 27 echaron sobre las paredes de la Real Academia Española de la Lengua.
Ante la grandiosidad del templo y su entorno, todo lleno de pinturas, cúpulas, habitaciones decoradas por Rafael para los Borgia, capillas, pasillos, la Sixtina -ni un alfiler hubiera caido al suelo-, gigante Miguel Ángel, claustros octogonales, Laocoonte y sus hijos devorados por la serpiente, los desnudos tapados, el suelo, todo es arte, hasta el polvo que disimula los descoloridos sombreros papales y las sillas, cubiertos de plata, anillos, todas las muestras del poder, hasta el martillo con que golpean la frente del pontífice para certificar su muerte, a través de las ventanas los jardines papales, la chimenea del humo negro o blanco, las ventanas desde donde a veces se asoma, y un ir y venir de talki-walkis, miles de ojos pendientes de las cámaras de fotos, dependencias, pasillos y más pasillos, laberintos de estancias y pasillos,… ya estábamos tan saturados de arte que la capacidad de sorpresa y asimilación se había reducido hasta mínimos,..de todo esto, columnata, San Pedro, Cúpula, Capilla Sixtina, ..nada me ha emocionado tanto como ver a un pobre hombre sentado por las escaleras con los muñones de un brazo en un lado y el costado sin brazo en el otro.
Me ha sobrecogido pensar que todo este montaje ostentoso, principesco, nada tiene que ver con aquel carpintero de Nazaret que paseaba por los trigales junto al lago, rodeado de gente sencilla.
Los mendigos ahondan su miseria en las puertas de estas suntuosas estancias, si es que pueden acercarse a ellas con sus perros guardianes.
Después de la inmersión artística nos sentamos, rendidos, en la terraza de un bar. Allí, enfrente, al otro lado de la calle, sobre la acera, veo a cientos de vendedores negros, apoyados en los inexpugnables muros que rodean el Vaticano, mientras tomamos una cerveza gigante.
Súbitamente y, cargados con todos sus enseres, comienzan a cruzar precipitada y peligrosamente la transitada calle interrumpiendo el tráfico.
En un santiamén han desaparecido todos.
Ha llegado un coche de policía que los sigue por callejones hasta perderlos.
Todo el mundo ( urbi et orbi) mira la escena.
A los cinco minutos vuelven a ir apareciendo y ocupando sus sitios junto a la muralla.
José Luis Simón Cámara.
Roma, 3 de Octubre 2007.