Cuando veo, sin pretenderlo,
esas imágenes de procesiones y via crucis
con gente cristiana golpeándose las espaldas
con látigos o cañas de bambú
hasta que la sangre chorrea.
Cuando veo, sin pretenderlo,
ese via crucis en Filipinas
donde a un hombre le martillean los clavos en pies y manos.
Cuando veo esas multitudes dando vueltas a la Meca
y a otros muchos golpeándose la cabeza
con espadas
o golpeándose con látigos la espalda.
Cuando veo los bombardeos de Gaza o Cisjordania,
los asesinatos selectivos
de la gente a la que le han quitado la tierra.
Ahí no son representaciones teatrales
previamente escritas
ahí es teatro improvisado escrito con sangre en el instante.
Cuando veo todo esto
no sé qué pensar del dios que inspira
todas estas maravillas.
Porque es el mismo y único dios con distintos nombres:
Yavhé, Alá o Jehová.
Y me acuerdo de aquellos terribles dioses de la mitología
que necesitaban del sufrimiento humano
para distraerse de su aburrimiento celestial.
¿Qué diferencia la transformación de Zeus en cisne
para acostarse con Leda
y la de Yavhé en paloma
para hacerlo con María?
San Juan, 1 de abril de 2010.
José Luis Simón Cámara.