Llegamos a Lisboa pegados de hora el sábado 19/3 para recoger el dorsal. Fue difícil, porque el centro de Lisboa estaba cortado por una manifestación “antirecortes de pelas” y casi llegamos a hora para que no nos bajaran la persiana de recogida de dorsales. La organización era muy cacahuera. Cualquier media maratón de España está mucho mejor organizada. Santa Pola es un ejemplo. Pero la ilusión puede y de la “organizaçao” ni caso.
Al día siguiente, bien prontito, empezamos a preparar el cuerpo y la mente en el hotel para afrontar la mañana, que se presentó calurosa, con 23º de temperatura. El ambientazo era espectacular. Fuimos 36.000 personas, de las cuales 6.000 corríamos la media maratón y el resto una prueba popular de 7 km, pero todos salíamos del mismo sitio: el puente 25 de abril. El puente rojo de Lisboa, que ofrece unas magníficas vistas de la bahía y de la ciudad. Situado frente a la Torre de Belem tuvimos la oportunidad de darle gas a las piernas mientras teníamos ante nosotros una de las mejores vistas de Lisboa, y todo ello suspendidos a más de 80m de altura. Era un espectáculo maravilloso e impagable. Sólo por esa vista y ese ambientazo, ya valía la pena el viaje. Supongo que vosotros no disfrutaréis menos en París, que bien vale una misa…
Bien, pues como siempre, ganaron los keniatas, a mí me costó mucho acabar por las altas temperaturas, de hecho hice un tiempo bastante malo: 1h 59m. Nunca en una carrera me había echado tanta agua por encima. Menos mal que Dios aprieta pero no ahoga, y un madrileño, a pesar de mi samarreta del Barça, apareció en los 3 últimos km y me animó y ayudó a terminar aquellos kilómetros que se hicieron interminables y asfixiantes de calor.
Por fin, el Monasterio de los Jerónimos nos ofreció su mejor cara para la llegada, y con medalla incluida, ofrecí mi mejor sonrisa a mi mujer por su apoyo, su reportaje fotográfico y, como no, por su gran corazón.
All runners never die…
Saludos.
Rafa S.
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