Claraboya

El libro, la historia, los sueños: “Claraboya“, de José Saramago. Recomendar una obra de Saramago es apostar sobre seguro. Su prosa sencilla, irónica, irreverente, es capaz de cautivar a cualquier lector. La curiosidad de “Claraboya“, su última obra publicada, radica en que fue la primera que escribió, en 1953. La mandó a una editorial con la esperanza de su publicación y nunca recibió respuesta hasta cuarenta años después, con el escritor ya consagrado, al encontrarla en una mudanza. La editorial se dirigió a Saramago proponiéndole la publicación y el Nobel rehusó indicando que no se publicaría mientras viviera. Ahora, su viuda y traductora, Pilar del Río, nos ha hecho el regalo de su edición.

Las sugerencias, las reflexiones: Saramago nos introduce en las vidas de los distintos habitantes de un edificio del Lisboa de los años 50. Sus ideales, sus miserias, sus anhelos, sus mezquindades, con el transfondo de la dictadura, pasan ante nuestros ojos con la lucidez compasiva del autor.

Una cita del libro: “Había bastantes aspirantes, lo supe después, pero el dueño de la tienda me eligió a mí. Tuve suerte. Tal vez influyese en la elección mi traje limpio y mis modos corteses. Hice más tarde la prueba, cuando quise encontrar un nuevo empleo. Me presenté sucio y maleducado… Me pusieron de patitas en la calle, como se dice en argot. Ni me miraron”.

Te presento al escritor: José Saramago. Azinhaga, 1922- Lanzarote, 2010. Premio Nobel de Literatura. Entre sus obras más relevantes se puede citar La Caverna, El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte, El viaje del Elefante y Caín.

Rafa O.

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Acerca de Fele

Ni corre rápido ni megadistancias, y la verdad es que debe dar pena verlo trotar, pero ¡mira!, parece que es el único que corrió las 25 ediciones de la Marathon de Benidorm, además de otras 32 más por diversos lugares. Aunque no presume de ello, simplemente permite que los amigos, de vez en cuando, lo recuerden. Seguirá en A to Trapo mientras nadie se dé cuenta de que lo desprestigia.

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