¿No han muerto todos los papas ancianos o enfermos o disminuidos o envenenados o presos? ¿Es acaso éste una excepción? Desde luego, casi nadie muere lleno de salud a menos que como al joven Héctor, un accidente o una lanza de Aquiles le atraviese el cuello y lamente mientras muere abandonar su cuerpo lleno de vida.
¿No le habrán dicho de morirse y él, sabiamente, ha preferido posponer su encuentro con el altísimo (que en última instancia siempre está allí) y seguir con vida aunque pierda el papado? (Siempre le quedará la papada). Además, el placer de ver cuáles son los designios del altísimo sobre su sucesor, las intrigas, las presiones, las amenazas, las promesas, los chantajes, todo lo que va a cocerse en la Capilla Sixtina y en sus cocinas, ese placer no tiene parangón, quizá, con el aburrido final de su ya corta y cansada vida.
¿Habrá quedado exhausto de la difícil lucha por destapar parte de los innumerables crímenes de pederastia que acorralan a la iglesia, donde se han cobijado muchos de los que han preferido cubrir sus vergüenzas con la opaca y larga túnica que los protegía?
¿Habrá sucumbido al cerco de los inmisericordes administradores de la riqueza de la iglesia, la siniestra (como todas)banca vaticana, algunos de cuyos responsables ya aparecieron hace años colgados de un puente de Londres o escondidos en las fronteras infranqueables del estado vaticano o defenestrados por los silencios comprados por la mafia?
¿Se habrá sentido traicionado por aquellos en los que tenía puesta su confianza, los que lo vestían y desvestían, los que le llevaban la manzanilla caliente junto a la cama, con las píldoras correspondientes para su artrosis o sus ictus?
¿Cuál será la razón profunda que lo ha hecho abandonar a su rebaño al acecho de los lobos? ¿Por qué se ha bajado de la cruz antes de tiempo?
¿Tenía que machacarse hasta la muerte, como han hecho casi todos a lo largo de la historia, como él vio en primera línea con la larga agonía de su predecesor? ¿No era ya hora de que precisamente un paisano de Kant y de Hegel, heredero involuntario de sus influencias, utilizara el raciocinio para quitarse el muerto de encima?
¿Por qué tener que prescindir de los pequeños placeres de quedarse tumbado en la cama o tomarse una manzanilla mientras dormita en la mecedora o ver por televisión cómo sus colegas buscan la palabra precisa para salir del paso o cómo la fumata es negra o blanca?
Posiblemente vaya ahora a disfrutar más que a lo largo de toda su vida de luchas y enfrentamientos, pensando además “ ahora os vais a enterar de lo que vale un peine”, “ahora me vais a decir que si el viento me levanta la sotana o si los zapatos llevan demasiado carmín o si la mano de mi brazo levantado resulta poco viril o si…”
Pero él sabe muy bien que posiblemente nunca se sepa todo eso, como nunca se ha sabido lo que pasó con Juan Pablo I o con Tutankamon o con Kennedy. Quizá todo eso nunca se sepa.
José Luis Simón Cámara.
San Juan 13 de febrero de 2013