Su nombramiento como miembro de la Real Academia Española de la Lengua levantó gran polémica. Los medios se poblaron de artículos y cartas reprobando tal designación. La causa era el histórico maltrato que Don Servando había dado a la lengua, en sus crónicas periodísticas, durante los últimos cinco años.
Especial rechifla provocó el que le asignaran el sillón “g” minúscula, una letra cuyas normas de uso en la escritura, evidentemente desconocía.
Don Servando no se inmutó, tomó posesión del cargo con un discurso de entrada en el que no faltaron algunas de las perlas que le daban fama pero en el que manifestó firme propósito de enmienda.
Su búsqueda de redención no tardó en llegar. En la primera sesión de trabajo presentó una propuesta para incorporar al diccionario cinco nuevos vocablos que, con sus acepciones, eran:
– Preveer.- Verbo Irregular. Acción de prever pero con más anticipación. (Participio: preveído. Gerundio: preveyendo).
– Ostentóreo.- Adjetivo. Suntuoso a la par que ruidoso.
– Fuertísimo.- Superlativo de fuerte. (En castellano antiguo: fortísimo).
– Miembra.- Femenino de miembro o miembro de las mujeres.
– Trivote.- Grupo de tres.
También propuso validar, y por tanto normalizar, el uso de todo tipo de “queísmos” y “dequeísmos” cuyo uso correcto nunca había logrado dominar.
Finalmente planteó que la aprobación de estas propuestas tuvieran efectos retroactivos de un lustro.
Fue en ese preciso instante, y con gran estruendo, cuando el retrato al óleo de Don Fernando Lázaro Carreter, con su gran marco tallado, se desplomó hasta el suelo.
LA BAÑA = si hay DOS, hay TRES.