¿Qué puede necesitar un niño que se despierta solo en su cama a media noche sino la caricia de algún ser querido? Todas las preocupaciones del adulto se desvanecen ante hechos tan frecuentes y comunes como éste. Cuando en las noticias te dicen que un millón de niños están mal atendidos en Siria por la guerra: abandonados, huérfanos, huidos, exiliados, hacinados en campamentos,.. y ves a los tuyos cerca y desvalidos, se enternecen los sentimientos más rebeldes. Esto solo en Siria, un país con apenas 20 millones de habitantes, que ya no habitan. Y la mente luego viaja a todos esos otros países vecinos que parecían haber sido agraciados con la llamada primavera árabe: Túnez, Libia, Argelia, Marruecos, Líbano y ahora especialmente, Egipto, con más de 80 millones de habitantes. ¡Qué ironía del lenguaje llamar a estas horribles situaciones primavera! No hace falta expresar lo que denota y connota esta hermosa estación, aunque no recordemos más que Las Tres Gracias de Botticelli. Allí la primavera se ha convertido en la estación más sangrienta que podamos imaginarnos y ha rebasado su ciclo natural para prolongarse como una estación en el infierno, no ya de Dante, ¡bien lo quisiéramos para estos pueblos! Porque no hace falta buscarlo en la otra vida. Ya Sartre decía en su obra de teatro “A puerta cerrada” y en plena 2ª guerra mundial que “el infierno son los otros”. ¿Qué mayor infierno que las violaciones, mutilaciones, torturas, prisiones y asesinatos con los que estamos familiarizados? ¿Cómo podríamos explicar todo esto a un niño si ni siquiera un adulto es capaz de entenderlo? ¿Cómo es posible, con tanta dedicación, cuidado y cariño que necesita un niño, que los humanos provoquen situaciones en las que son ellos los que más sufren? A un niño se le puede decir que se tome la leche porque hay niños en el mundo que ni siquiera pueden tomarse un trago cada día, pero ¿cómo decirle que a su padre lo han matado porque adoraba a un dios equivocado? Porque nadamos en un mar de tiburones, mantengamos a flote y, libres de sus ataques, a esos desvalidos seres aunque sea a costa de nuestra integridad física, que la moral quedaría a salvo de esas y cualesquiera otras dentelladas .
José Luis Simón Cámara
San Juan, 24 de Agosto de 2013