Paradójicamente nos es más fácil quedar para correr una media maratón que para tomar unas cervezas, así que nos apuntamos a la Media de Elda y para allá nos fuimos con grandes ansias de contarnos mil y una cosas cual marujas enloquecidas. El día salió templado y con pocas nubes, fuimos a recoger dorsales y nos preparamos para la prueba. El resto de corredores calentaban mientras nosotros, sentados en una repisa, recordábamos los tiempos en que también lo hacíamos. Ahora también, pero mientras corremos los 21 kms, es una técnica poco conocida que siempre nos ha dado excelentes resultados así que, ¿para qué cambiar?.

500 Corredores tomaron la salida, de nuevo la formula de 7, 14 y 21 kms en una misma prueba demostró ser un atractivo para más gente, tanto veterana como iniciada en esto de trotar. Se echó de menos algo más de gente animando en la prueba pero los kilómetros empezaron a pasar rápido, distraídos en nuestra atlética tertulia que se fue animando por momentos. En la segunda vuelta nos dimos cuenta que el avituallamiento era cada 7 kms y en la tercera vuelta que no había suficiente para todos los corredores y que a los de cola se nos penalizaba con una vuelta sin agua, no solo nos quedamos sin la gloria de la victoria sino también sin la posibilidad de hidratarnos cuando más calor hacía, para que luego digan que los últimos no sufren. Pese a todo ello llegamos al último kilómetro y a Eduardo se le ocurrió que era un buen momento para recoger flores y hojas para plantárselas en la cabeza y así lo hicimos para que las incrédulas miradas de otros corredores en el límite de sus fuerzas no dieran crédito a los dos frikis que paraban a recoger adornos florales.

Enfilamos meta, donde mi sobrino nos esperaba ansioso por hacer, a sus casi 3 años de edad, una gloriosa entrada corriendo.

La prueba bien, una bolsa del corredor completísima y la única pega la falta de agua, aunque para eso estaba el bar de la esquina donde nos repusimos a gusto de otra carrera juntos.

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