43 kilómetros no son nada. Ya nadie presume de maratones. Pero, qué le vamos a hacer, a mí todo lo que vaya entre los 30 y 65 km me gusta y se me ajusta bien al cuerpo. Es esa sensación de darlo todo, incluido el punto masoquista de sufrir y la gloria divina que se siente al darse una buena ducha el mismo día… Eso tiene precio…
El TDB era una de las carreras que tenía claro desde principios de año que iba hacer. Había estado en estos mismos montes de la Sierra de Albarracín (Teruel) hace muchísimos años y podría volver a pasear corriendo por “el pinar más denso de Europa”.
Esta carrera está hecha de tres ingredientes principales: 1. el cariño de toda la gente de Bronchales y Noguera, que miman hasta lo indecible a todos los visitantes (prácticamente todos llegados de la provincia de Valencia). 2. La implicación de un montón de personas y negocios locales dispuestos a trabajar más horas de las que nos pensamos para que el fin de semana fuera inolvidable. 3. El entorno natural con que cuentan y que merece la pena ser conocido y disfrutado.
La Organización había preparado otras varias carreras (10K, 20K, 24K) para ese día, que compartían parte del recorrido y de las cumbres de la carrera más larga. Con 43K y 2.000 m acumulados de desnivel positivo, la carrera no debería llevarme más de 6 horas. Pero no contaba con el calor de ese día. Unas temperaturas inusualmente altas, según comentaban los del lugar, me convencieron para tomar precauciones adicionales a las habituales. Bebería agua de forma calculada (no solo por sensaciones) y cada hora ingeriría una cantidad pequeña de sal para combatir los efectos de mi excesiva sudoración cuando corro.
Estas dos cosas las decidí durante la charla técnica del sábado por la tarde, donde una nutricionista y un médico nos dieron valiosísimos consejos para afrontar esta y cualquier otra carrera de larga distancia. También me encontré con Gloria Fuller y su hermana, que me insistieron mucho en ingerir sales, sobre todo Mg. Yo, como no tengo costumbre de ingerir estas cosas y hace tres años justos que no ingiero ni una gota de isotónico ni de geles, me eché esta vez en una bolsita plástica un poco de la sal de mesa (NaCl) que me había llevado al camping para aderezar el tomate de la cena.
Tomé la salida con bastante tranquilidad, fiel a mi estilo. Cada vez soy de menos agobios y al final uno queda donde las piernas ese día te permiten estar, como bien demuestra el haber visto prácticamente las mismas caras (y culos) durante gran parte del recorrido.
Los avituallamientos estaban bien surtidos y planificados. Siete en total, cada uno con los alimentos claves que la nutricionista de la carrera había estipulado. Un lujo contar con este detalle pues todo me pareció rico, sano y nutricionalmente perfecto para cada etapa de la carrera.
Entro otros, alcanzamos los dos picos más altos de estos montes: el Caimodorro y por último la Sierra Alta tras una penosa subida con la mayor diferencia de desnivel de toda la carrera. Pero el tramo que realmente me hizo agonizar fueron los “supuestamente” últimos 5 km, desde Sierra Alta hasta la menta en la plaza de la Fuente en Bronchales. Y digo lo de supuestamente, porque para mí que eran al menos 3 km más de lo marcado. No es que en total hiciéramos 46 km, pero sí ha sido como que las marcas de km anteriores estuvieran desplazadas y esa diferencia se corregía todo al final. Esto lo comenté en meta con un par de corredores que sí llevaban GPS y al parecer ha sido así, pero no lo he confirmado de manera irrefutable.
Además, el perfil escondía una subida hasta el camping Las Corralizas que era mucho más larga y empinada de lo que mostraba el perfil dibujado en el dorsal. Yo, que conocía el camping pues es donde nos hemos alojado este fin de semana, no salía de mi asombro cuando hemos tenido que rodearlo y atravesarlo. Sí, es el camping a más altitud de España (1.720 msnm), pero el domingo me pareció también el más grande del mundo.
Fue a 2 km de meta donde me vine abajo. Hacía ya más de media hora que me habían dicho aquello de “te queda 1,5 km”. Así varias veces. Y a mi mente y a mis piernas les costó mucho readaptarse al esfuerzo adicional que no me esperaba a esas alturas. Cuando vi que ser sub-6H ya no iba a poder ser, me sentí un poco engañada. Había hecho hasta entonces una buena carrera, con mucha cabeza a pesar de que el calor no es lo mío y no me había dado por vencida en ningún momento, siempre positiva y remontando. Hasta 2 km antes de meta en que las ganas de llorar pudieron conmigo.
Finalmente llegué a meta sprintando los últimos metros. Mucha animación y bonitos regalos además de los que ya nos habían dado el sábado al recoger los dorsales. Luis y Roma felices y contentos de verme. El verles tan felices y las dos cervezas con que me homenajeé en meta me hicieron olvidar el gusto amargo de los minutos de más que tardé.
Ahora me tomaré un breve descanso estival y me prepararé para mi próxima aventura, que será nocturna, muy probablemente.
Notas con algunas reflexiones:
Esta carrera quedaría mejor en mayo o en septiembre. O un julio de otro año más benévolo.
El camping que cito más arriba es el alojamiento perfecto. Si se quiere descansar, allí la paz es envidiable, sobre todo si se quiere descansar la noche antes de la carrera, que en el pueblo más abajo había fiesta con batucada. Además, a los corredores no nos imponían hora de desalojo y podíamos ducharnos a la hora que acabáramos. Los trabajadores del camping son realmente encantadores y cuando pasé corriendo por el tramo que lo atraviesa, me animaron como si hubieran sido de mi familia.
Información de la carrera de 43K (también hay de 10K, 20K y 24K).
paisajes que seducen, habrá que ir ya que todo son piropos, enhorabuena.