Tannhäuser, una ópera en tres actos
Primer acto
Cuadro I
Por primera vez, lo prometo, me he quedado en blanco y sin ideas, es como si las musas, las ninfas y hadas bailaran a mi alrededor tratando de distraerme. La grandeza de lo vivido, las sensaciones de lo que va más allá de lo material me han seducido y me han transportado a otro mundo en un viaje al que no he podido resistirme, Munich me ha alejado de la esencia de lo terrenal y así he emprendido un alucinante viaje entre lo fantástico y lo real.
La salida de la maratón se dio puntual en la Coubertainplatz, explanada anexa al estadio olímpico que se hallara como encajada en un valle próximo a un castillo dominador del paisaje, imponente arquitectura de diseño impresionante aún, moderno incluso para hoy.
Pronto nos dirigimos colina abajo hacia el centro de la ciudad. Entre amplias avenidas nos movíamos alegremente en esos primeros metros, como siguiendo el canto hechizante que nos alejaba cada vez más de lo humano en busca de una “Venus” seductora, pecadora.
Fue pasado el km 5 cuando el circuito entró en un tramo de ida-vuelta en que busqué desesperadamente al resto de la expedición algún rostro conocido, necesitaba mirarles a los ojos, preguntarles si sentían lo mismo que yo y si como yo se movían embriagados porque a esas alturas eran las piernas las que mandaban, no la cabeza. Busqué el verde de la equipación entre la multitud y no lo pude hallar. Tras esto emprendimos camino hacia el norte, hasta llegar casi a rozar el “ring” de la ciudad, siendo allí donde giramos a la derecha (el tema del anillo corresponde a otra ópera, quizá para otro día), dirigiendo nuestros pasos a la Munich verde de jardines generosamente arbolados, de lomas y prados de jugosa hierba que crece casi sin querer. Aquí fue cuando sentí que algo empezaba a cambiar.
Cuadro II
Englischer Garten, pulmón de la ciudad, de una densidad sobrecogedora, umbroso, oscuro, casi inhóspito. A mí que el frío me anula me costó muchísimo recorrer sus entrañas. Desde el primer metro sentí como si hubiera entrado en otro mundo en el que me desplazaba casi reptando, serpenteando el interior del resbaladizo intestino kilométrico de un formidable ser. Enseguida se impregnó todo mi cuerpo de los vahos húmedos que exhalaban los árboles que flanqueaban las sendas asfaltadas. Por aquí y hasta abandonar el parque la carrera discurrió entre claroscuros por un paisaje de ensueño, fresco como digo y encharcado en ocasiones. Sobre el km 16 salimos de allí para volver a entrar y abandonarlo definitivamente sobre el 19.
Al punto, la maratón volvió a encaminarse de nuevo al casco urbano puro. El asfalto volvió a ofrecernos su cara más dura, lejos ya de la amabilidad del parque, cuyo negro alquitrán era suavizado por el verde del contorno en un engañoso efecto placebo. Al poco alcanzamos la zona de salida de la carrera pequeña, donde volví a buscar a parte de los nuestros por si andaban ya por allí pero no, era demasiado pronto, el inicio de la media maratón quedaba muy lejano aún en el tiempo.
Fue a partir de aquí cuando la maratón de Munich entró en su lado menos amable, el camino al sur nos muestra un paisaje urbano monótono de ciudad vulgar, lejos del encanto del Altstadt. En algún momento debimos cruzar el Isar pero no lo vi, así me transportaba la enajenación que anulaba mi consciencia.
Segundo acto
Empieza el conflicto. Tenía que llegar, así lo marca el guión. Finalmente me encontré con mi particular “Biterolf” el cual me esperaba paciente y con mano dura se empeñó en castigar la osadía que me llevara a anhelar acabar esta aventura intacto, triunfador. Sería el km 28 cuando tocado me decidí a abandonar el grupo que me acompañaba ya que a ello me obligaron los pesados pertrechos que cargaba desde hace más de un mes en modo de una tendinitis fastidiosa por un lado y una maldita condromalacia, herida de representaciones anteriores y que sólo puede empeorar, es lo que tiene pisar tantas tablas. Mas como en la ópera original supe sobrevivir y con sólo bajar el ritmo puede seguir dignamente y aunque los harapos que me cubrían habrían confundido incluso a mi buen amigo “Wolfram” (aunque esto corresponda al tercer acto), salí del enfrentamiento victorioso y el hecho feliz de encontrar caras conocidas allí donde más se necesita me dio la vida. La visión de Mª Carmen con Rosa y poco después Dámaris y el pequeño Jacobo me insuflaron la fuerza que me faltaba. El paso por la Marienplatz rondando los kilómetros 30-32 según la perspectiva, fue como un chute de energía, allí volví a ver a mi gente y allá en lo alto, aunque creo que nadie más lo vio y sinceramente no me importa que la alucinación forme parte de mi particular esquizofrenia pude ver, digo, cómo los toneleros habían dejado de bailar y descendidos de su carrusel en lo alto del Neues Rathaus se cogían de la repisa asomados hombro con hombro mientras susurraban en un tono casi inaudible un continuo “prost” a cada corredor como con miedo a ser descubiertos mientras ofrecían cariñosos sus jarras en un incansable vaivén.
Tercer acto
Karolinenplatz, km 34. A lo lejos la Frauenkirche de torres asimétricas que sirvieran en un pasado próximo de mirilla para hechos desdichados, nos observaba amable empinándose, de puntillas entre los edificios colindantes para que no perdiéramos el norte en nuestro camino, hacia allá nos encaminábamos. En el km 35 la Theresienstrasse y la Siegestor, puerta de la victoria en castellano, mi particular “puerta de Tannhäuser” (quien sea aficionado al buen cine de ciencia ficción sabe de qué hablo). El barrio de las pinacotecas y la zona cultural de edificios de media altura, recios, de un uniforme equilibrio arquitectónico que hacen de este un lugar de aspecto señorial, cerca Lopoldstarsse y el barrio universitario.
A partir de aquí, como en todas las maratones es cuando anhelas alcanzar el final, resucitar, despertar del sueño, de hecho de esto se trata este acto.
Franz-Joseph-Strauss no era un compositor sino un político de gran impronta que da nombre al aeropuerto de la ciudad y a la avenida que nos llevó hasta Ackermannstrasse para a lo lejos vislumbrar la altísima torre de comunicaciones, el edificio más elevado de Munich, imponente estructura que como un altísimo hito parecía emerger de las entrañas de la tierra para señalarnos el camino al cielo, a la gloria. A sus pies el estadio olímpico.
Se accede al estadio olímpico por la puerta de maratón, la misma que atravesara Frank Shorter en los JJ.OO. del 72, las mujeres aun tendrían que esperar a Joan Benoit 12 años después en Los Ángeles. El túnel iluminado con luces alucinantes y ambientado con una música eléctrica, te catapulta al interior de un espaldarazo. Tras ello… no soy capaz de describirlo, se puede decir que aquí terminé muriendo para alcanzar la redención póstuma, de este modo termina esta obra.
Si no lo has vivido no lo puedes contar y aún así a mí, como dije al principio, me cuesta.
Como apunte final sólo decir tres cosas:
- Habría sido fácil hablar de Munich usando a otros temas recurrentes, repito, eso habría sido lo fácil.
- Quiero dar un abrazo a aquél que me mostró su lado más humano confesándome la gran emoción que sintió al pisar el estadio de aquellos JJ.OO. que recuerda como los primeros de que tiene uso de razón (él sabe). Me llegó profundo.
- Gracias A to trapo, hay ratos en que me hacéis sentir vivo.
Julián
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Nombre | Categoría | Tiempo | Puesto General | Puesto Categoría |
Julián | M45 | 3:14:07 | 391 | 92 |
Pili | F45 | 3:18:06 | 19 | 4 |
Josemi | M45 | 3:32:49 | 1014 | 210 |
J.Ant.Mejías | M40 | 3:44:33 | 1490 | 247 |
Juanma | M55 | 3:56:50 | 2076 | 103 |
Martina | F50 | 3:56:51 | 291 | 27 |
Lisardo | M55 | 4:00:53 | 2312 | 121 |
Jose Castelló | M45 | 4:01:09 | 2324 | 454 |
Maripaz | F50 | 4:22:39 | 565 | 54 |
Jordi G. | M | 4:27:36 | 3163 | 404 |
Vicente G. | M | 4:27:37 | 3164 | 405 |
Muffy | M45 | 4:31:59 | 3248 | 628 |
Nacho | M40 | 4:31:59 | 3249 | 536 |
Manolo | M70 | 4:31:59 | 3250 | 6 |
Borja | M | 4:31:59 | 3251 | 406 |
Jesús | M55 | 4:35:23 | 3308 | 210 |
Roberto | M50 | 4:51:05 | 3549 | 482 |
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