Este fin de semana he repetido una carrera que disfruté y sufrí a partes iguales hace dos años.
Se trata de la Cursa de Muntanya d’Olocau, en la Sierra Calderona, de 30 km y 1550 m de desnivel positivo acumulado. Bah, números… Como los 28 meses que tiene mi perrita Roma y que con apenas cuatro (cuando era una cachorra) ya conoció el trajín al que la sometería varios fines de semana.
Esta carrera me dejó una huella especial porque, tal y como conté en la crónica de 2014, tuve un dolor de pie que me hizo ser muy conservadora en los primeros kilómetros. Este año las complicaciones serían otras: falta de entrenamiento en las dos semanas anteriores a la carrera y cierta indulgencia en la dieta que vaya si se nota… En fin, sin presión pero con presión… Porque este año he cumplido los 40 y tengo un medio trauma, porque yo nunca pensé verme con estos años encima, os juro que no…
El recorrido era exactamente el mismo que el de años anteriores. Lo recordaba muy bien, pues me impresionó lo bien trazado que estaba: un grado de dureza alto, sendas limpiadas (que es más que limpias), zonas muy técnicas, algo de pista, mínimo asfalto (solo el del inicio, la vuelta al pueblo, de 1 km). En fin, dura y bonita. Mucho.
Volví a ver la misma entrega del pueblo de Olocau (alcalde, voluntarios de la carrera…). Otra vez estaba Jaime González, el espíquer y la causa benéfica de la carrera (AVAPACE). Cambiaban los rostros de los participantes. Sobre todo de las chicas, no conocía a casi nadie pero ya muchos me iban dando referencias del gran nivel que había y de quién sería la ganadora presumiblemente (presunción confirmada finalmente, carrerón de Eva Bernat).
Sin presión, que yo he venido a rodar y mantener la costumbre de ponerme un dorsal de vez en cuando. Sin embargo, los de la carrera me sugirieron que me pusiera delante en la salida (“para la foto”). Qué risa, que yo soy una cuarentona ahora. Pero salí pisando con alegría desde el inicio, porque me gusta este ambiente y esta gente. Me encontraba muy a gusto cuando veo la marca del km 5 y mi reloj marca 34 minutos. Voy rápida, para lo que soy yo. Llevaba las zapatillas Topo que son súper ligeras y notaba que daba algunas zancadas en bajada bastante osadas para mi forma de correr.
Me sentí alegre hasta el km 12, que es el segundo avituallamiento y que tiene lugar en el pueblo tras entrar por una bonita senda. Y allí no estaba Luis como hace dos años. Me sentí sola y me dio un bajón anímico. Tampoco en carrera conocía a nadie, todas caras nuevas, como he dicho más arriba. Nadie a quien saludar o quien compartir un ratillo de conversación… Así que me iba fijando en las chicas que tenía algunas veces por delante y otras veces por detrás. No quería adelantar a nadie a menos que realmente fuera necesario. Hasta que me pasa una chancletera corredora minimalista. Y bueno, como en Leadville ya disfruté comiéndome a todos los “tarahumara wannabe” que me encontré en el camino, pensé que, puesto que me sentía un poco aburrida en carrera, un objetivo le añadiría diversión a lo que quedaba. Y a falta de uno me tracé dos: dejar a la de las sandalias bien atrás y hacer menos de cuatro horas (4h13’ hice en 2014). ¡Ah!, porque si he de ser honesta, sí que salí de casa más que dispuesta a hacer mejor que nadie el tramo de Kilómetro Vertical de la carrera, que al final no pudo ser y que me dejó algo tristona.
Yo creo que es sano querer ganarle a algunos corredores. Eso me lo enseñó mi amigo Diego hace como diez años: ver por detrás alguna camiseta cuyo color no te guste e intentar darle alcance. Y los dos objetivos que me inventé en el km 18 los conseguí gracias, creo, a que me gusta trepar riscos y correr en las subidas.
Y poco más que añadir. Que esta carrera me gusta mucho y que la recomiendo a todo el mundo. No es demasiado larga y el ambiente es genial.
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Enlaces sobre esta prueba
Nombre | Categoría | Tiempo | Puesto General | Puesto Categoría |
Verena | Vet. F | 3:56:38 | 65 | 1 |
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