En la plaza de Vía Manuel, hermoso enclave junto a la subida al Seminario, se concentra desde hace un tiempo gran parte de la numerosa comunidad árabe, esencialmente marroquí, que malvive de trabajos esporádicos en la agricultura, de pequeños hurtos en huertos y establos o no se sabe muy bien de qué, porque la mayoría del tiempo se les puede ver conversando indolentes en las plazas y calles de la ciudad. Aprovechan mucho más que los nativos estos espacios al aire libre en esta tierra de clima tan benigno. Una de las razones por la que se aglomeran por este entorno es que por allí pasa un autobús o guagua que comunica la ciudad con las pedanías en las que viven muchos de ellos. Pero además, una vez a la semana, sale de allí un autobús que va directamente a distintas localidades del norte de Marruecos, como tiempo atrás ocurría con Callosa, desde donde salía un autobús semanal a París, lugar de concentración de la población emigrante cuando se hundió la industria del cáñamo en esta localidad. Esta zona de Orihuela alberga los barrios más antiguos de la ciudad, a la izquierda del río Segura, pegados a la sierra que le sirve de protección de los fríos del norte y de las periódicas inundaciones del río que se desborda por su margen derecha. Rodeando la sierra se encuentra el Rabaloche, la Calle Comedias, la Catedral, la plaza de santa Lucía, la calle Arriba, donde nació el cabrero poeta y el colegio de Santo Domingo. Por esta parte de la ciudad paseo a veces con mi amigo Vicente. Pegado al palacio de Vía Manuel, que da nombre a la plaza, se encuentra una vieja taberna, “El Chaquetas”, donde aún se puede tomar café de puchero y donde años atrás nos reuníamos algunos amigos para desde allí hacer auto-stop en dirección a Murcia, en cuya Universidad estudiábamos. Aunque no teníamos mucha relación con la población magrebí, sus caras, al menos las de los más asiduos de la zona, nos eran conocidas y también las nuestras para ellos. Una de las tardes se nos acercaron tres o cuatro de ellos y sin más preámbulos nos dijeron que a uno de ellos, Alí, le habían quitado la cartera con 2.000 Euros, ahorrados durante varios meses y que llevaba a su familia en Marraquech. Pensaron que nosotros podíamos tener influencia como para conseguir que recuperara su, para él, gran fortuna. Sin darle mucha esperanza nos pusimos manos a la obra y lo primero que hicimos fue dirigirnos al chófer del autobús. Simultáneamente fuimos por distintos corros de los que se forman en la plaza, junto al bar y frente a las antiguas caballerizas del palacio, informando de la desaparición de la cartera con el dinero. Aún faltaban varias horas para la salida del autobús y en la consigna de la pequeña portería que servía de Administración de la línea de autobuses se iban acumulando bolsas y maletas de los viajeros. Vicente y yo dimos el paseo acostumbrado que nos llevaba por la calle Mayor desde el puente del Casino al puente Viejo y, a veces, prolongábamos hasta Santiago y Monserrate, donde un viejo amigo, ”El niño Simón”, poseía una taberna en la que se podía tomar patatas hervidas con ajo y alguna loncha de hueva con un buen vaso de vino. Hasta allí llegamos aquel día. Al regreso y ya casi olvidados de la desaparición de la cartera, se nos acercó Alí para darnos las gracias por nuestra ayuda. Minutos antes el conductor del autobús había encontrado la cartera bajo un asiento con la documentación intacta y casi todo el dinero. El Mohamed no parecía darle importancia a la falta de 500 euros por la alegría que tenía con la aparición de los documentos, sin los cuales no hubiera podido regresar a su tierra, y de la mayor parte del dinero. A la sombra de la torre de Santa Justa y observados por sus viejas gárgolas fuimos perdiéndonos por las callejuelas que atraviesan la nueva Universidad de esta vieja ciudad.
San Juan, 27-Diciembre-2016.
José Luis Simón Cámara.