La mañana del sábado viene a casa una señora a limpiar. Inma me manda a la carnicería-tienda a comprar algo y allí me encuentro con algunos vecinos haciendo cola. Por suerte veo el producto por el que he ido, lo cojo y dejo el precio justo encima del mostrador.
Encarna, vecina de casa desde la infancia, que está entre los que esperan su turno, me saluda y pregunta:
— José Luis, ¿conoces a este chico?
— Pues no caigo. ¿Quién es?
— Es José Luis, el hijo de Carlos el de la Salud.
Empiezo a recordar el aspecto de un niño al que se le parece desde hace muchos años. Lo saludo.
— Eres entonces el hijo de Carlos y nieto de Carlos y Salud.
— Sí, el mismo. Pero hace tiempo que no vivo aquí.
— ¿Dónde vives?
— En Alemania.
— Y, claro, trabajas allí.
— Sí vivo y trabajo en Francfurt.
— Y ¿a qué te dedicas?
— Doy clase en la Universidad.
— ¡Ah, hombre! ¡Qué interesante! Y ¿de qué das clase?
— Explico a los filósofos del siglo XVI.
— ¡No me digas! Y ¿hay una o varias universidades en Francfurt?
— Hay solo una.
— Pues yo tengo un hijo que vive y trabaja en Bruselas, también en la Universidad.
— ¡Vaya! ¡Qué curioso! Y ¿en qué especialidad?
— En Relaciones Internacionales. Dirige además el Real Instituto Elcano en Bruselas.
— ¡Ah! Muy interesante.
Le pregunto el nombre por la posibilidad de que algún día puedan encontrarse.
— José Luis Egío García.
— Viel spaas, le digo, “Que lo pases bien”, haciendo pinitos en alemán por mi próximo viaje a Viena.
Él me corrige amablemente la pronunciación.
No salgo de mi asombro. Su padre, Carlos, es bastante burdo al menos. Y recuerdo a sus abuelos. Carlos, con su eterna camiseta blanca de tirantes durante casi todo el año y sus largas patillas, sin más cultura que la poca de la calle. Y Salud, su mujer, hermana del Pablo, siempre con las cabras y el cayado colgado del antebrazo, de una humildísima familia de la sierra, autor de la teoría de la mujer del hueso fino, que desarrollaré en otra ocasión. Es realmente sorprendente que este chico esté ahora explicando en la Universidad de Francfurt a los filósofos del siglo XVI, nada menos que a Erasmo, Montaigne, Maquiavelo, Luis Vives, Francisco de Vitoria, Suárez, a los padres de la Europa moderna. Un joven del Siscar dando clases de filosofía en alemán a los teutones en el corazón de Europa.
Se lo cuento a mi hijo, que se acuerda de los dos mellizos de pequeños, casi de su edad, cuando correteaban por la calle, y también asombrado, comprueba la veracidad de su historial.
San Juan, 28 de abril de 2017.
José Luis Simón Cámara.
Josele, tengo alguna experiencia en el mismo sentido y recuerdo el axioma de “las dificultades generan fortalezas y las facilidades debilidades”
Me quedo con las ganas de saber más sobre el misterio que desencadena esa fuerza de la evolución intelectual.
Un abrazo