Monólogos en el bar.
Ojeando el periódico en el rincón más cobijado de la barra del bar donde me sirven el “ristreto” a mi gusto, con el vaso de agua, como en las cafeterías romanas, se sienta en el taburete de al lado del mío un señor de unos 80 años, al menos esos aparenta, con pinta y modales de antiguo agricultor, asiduo en sus visitas mañaneras. Aparta el periódico deportivo que tiene sobre la barra delante de los ojos y pide el café con leche.
En la televisión el programa de Susana Grisó entrevista a un tal Lluis Bassat, icono de la publicidad, catalán. Apenas se escucha la conversación entre el movimiento de vasos y bandejas, el arrastre de los taburetes y, sobre todo, el familiar ruido de la cafetera cuando esa membrana externa calienta la leche. Frases sueltas como “¿Qué le parece a usted el veto del ayuntamiento de Girona a la entrega de premios por el rey?”
–“¡Lamenteibol, como diría Forges”.
Forges está hoy y ayer en boca de todos porque acaba de subir al olimpo de sus dibujos.
Poco después, eran ya casi las 9 de la mañana, en la calle se escuchan los pasos precipitados de los padres que llevan a sus hijos al cole con un poco de retraso, comienza una tertulia donde el primer tema del día es la citación judicial del exmayor Trapero, hasta hace unos meses responsable de los Mossos de escuadra o fuerzas autonómicas de seguridad de Cataluña.
Mi vecino en un soliloquio, pues no va dirigido a nadie en concreto dice:
“El carro está atascado y no hay quien lo desatasque, ni para un lado ni para otro. Solo marear la perdiz. ¡Qué hartura! Por la mañana, por la noche, a todas horas, todos los días lo mismo”.
No sé si antes o después le pregunto al camarero:
–¿Cuántos grados había esta mañana cuando llegabas al bar, Pepe?
Pepe suele abrir el bar hacia las 5 de la mañana. Enfrascado en la máquina de café no me ha escuchado. Su mujer le dice:
–“Te están hablando, Pepe”.
–Perdona, Simón, no te escuchaba.
Le repito la pregunta.
–“5 grados. Parece que ha nevado algo otra vez en la montaña”.
Como si no escuchara sigo hojeando el periódico. Otro cliente pide cambio al camarero para seguir echando monedas en la máquina tragaperras. La mujer del camarero le pregunta si hace falta algo más del mercado y así van pasando los minutos. Entra entonces un chico que fue amigo de mi amigo Chimo, muerto ya hace más de un año. Siempre lleva una bolsa de plástico en la mano con algo dentro, no sé si alguna botella, alguna verdura. Más bien, pienso, lo primero, porque parece consistente. Nunca la suelta de la mano. Sin pedirlo le ponen siempre un chupito de wisky en vaso fino y pequeño. Deja el dinero justo sobre el mostrador, se bebe el chupito, saluda y se va con su marcha siempre un poco renqueante. Poco después, nunca suelo estar más de 15 minutos, sigo los pasos del último que ha salido y atravieso la plaza o bien en busca del periódico, si es día de comprarlo o me dirijo al coche para regresar a casa.
San Juan, 26 de Febrero de 2018.
José Luis Simón Cámara.