Historia de tres maratones
Hay experiencias que por mucho que te las cuenten, por mucha atención que pongas nunca eres capaz de entender. El narrar algo que has vivido intensamente no es como sentirlo en tus carnes por mucho empeño que pongas en la explicación, es como tratar de describir qué sientes al recibir una descarga eléctrica o la sensación de ahogo cuando te falta el aire, es como ver nacer a tu hijo o ver morir, ver como alguien muere no puede explicarse, son cosas que has de vivirlas en tu propio pellejo para saber lo que son, no se pueden contar.
Hace un año estuve en Gran Canaria disfrutando como espectador de la Transgrancanaria HG, 125 km de puro trailrunning con 7500 m de desnivel positivo. Entonces pude ver como alguien a quien admiro y considero amigo hizo la carrera con bastantes dificultades y el estado en que terminó, aun estando como está curtido en grandísimas batallas me hizo suponer que la Transgrancanaria no era cosa fácil.
Preámbulo
En junio pasado y justo después de nuestra aventura en tierras anglo-escocesas, con las piernas aún calientes a alguien de los allí presentes se le ocurrió plantear el siguiente reto que no resultó ser otro que el que hiciera Josemi hace un año y que a mí me dejara exhausto con sólo escuchar su narración.
Pues bien, una vez diseñado el plan ya no había marcha atrás y sólo nos quedaba organizar el viaje y preparar piernas y cabeza para algo que hasta entonces era nuevo para los tres, a saber: mi primo José Miguel, mi compadre Lisardo y el redactor del presente. Ahora sólo quedaba empezar a rellenar el cuaderno de bitácora y tratar de escribirlo hasta la última página huyendo a toda costa de tormentas y derivas.
Trazando estábamos ya las primeras coordenadas de la ruta cuando nos percatamos de que sin duda otro par de piernas sería de gran ayuda y muy bien venido y efectivamente, Miriam vino a sumarse al grupo con idea de correr la maratón, otra distancia de la Trans.
Preparación
Nunca antes había yo corrido una carrera tan larga y un desnivel acumulado de tantos metros era para mí sin duda un grandísimo reto. Al principio las dudas empezaron a asaltarme y ante las cifras a manejar llegué a la decisión de intentar no obsesionarme con los entrenamientos ya que como bien supuse en una prueba tan larga es más importante entrenar el músculo gris que el rojo y aparte de varios rodajes de más de 30 km, un par de salidas nocturnas y algún que otro entrenamiento con desnivel decidí que poco más podía hacer salvo cambiar la percepción del espacio-tiempo y que el día de la prueba sería la cabeza la que debía mandar.
Inicio
Llegamos a Gran Canaria el miércoles 20 de febrero. A esas horas la 360, la modalidad de 250 km ya había salido, Esteban ya estaba moviendo sus huesos por la isla. Sin palabras.
Esa misma noche ya en Las Palmas decidimos dar un último rodaje por la playa de las Canteras los cuatro solos, disfrutando de un momento íntimo, inhalando la brisa del Atlántico y terminando con un baño reponedor en el inmenso océano. Fue como un instante mágico, liberador, depurativo, un acto provocativo de sacar pecho, de pisar firme, de imprimir nuestras huellas sin miedo en la blanca arena de la playa que nos vería partir horas después.
La carrera
La maratón se celebró el viernes con el amanecer y para la salida hubimos de desplazarnos al Garañón, un paraje precioso en medio de la isla, de senda vegetación y altísimos pinos canarios, se trata de un campamento de recreo con unas instalaciones básicas e infraestructura adecuada para dar soporte a un evento deportivo.
La maratón decidía este año quiénes serían los primeros seleccionados para el próximo campeonato del mundo de Trail-running lo cual la hacía especialmente atractiva. Una carrera rápida y cruelmente engañosa ya que se trata de una prueba con mucho más desnivel negativo que positivo, hecho que en este terreno sólo es bueno si estás muy fuerte y has entrenado sobre escombros y tachuelas.
Miriam salió sonriente, se le veía contenta y ligera, nos desplazamos a verla a varios lugares del recorrido y puntual aparecía desde detrás de aquella piedra o de ese árbol. A pesar de hacer calor supo dosificarse y libró el compromiso con muy buen resultado. Considerando que se trataba de su primera maratón de montaña he de decir que aprobó con altísima nota, rozando el diez.
Una vez recuperada nuestra representación femenina, hecho que le costó poco, volvimos a Las Palmas con la mente puesta ya en las 23.00 h. en que llegaría nuestro turno.
Ya en el apartamento José Miguel optó por echar una larga siesta mientras que ni Lisardo ni yo fuimos capaces. Entonces fue cuando por primera vez las dudas empezaron a atacarme, no solo fui incapaz de dormir un solo minuto, sino que la indecisión me empezó a atosigar, comencé a temer lo peor, el no ser capaz de acabar algo que ya estaba a punto de terminar. Afortunadamente Maricarmen, mi mujer, estaba como siempre a mi lado y su ánimo me recompuso. Mi carrera ya había empezado.
El momento
23.00 h. en la playa de las Canteras. Este momento ya lo había vivido hace un año, pero como dije antes, como espectador y no es igual que te lo cuenten a que seas tú el que se esfuerce por poner la mente en orden, el que trate de no pensar y sobre todo intente convencerse de que no se ha equivocado.
La salida se dio puntual y pronto la arena amiga volvió a acariciar nuestras suelas, una hilera inacabable de luces blancas y rojas parpadeantes se dirigía a la negrura del campo a través y en las primeras rampas era como asistir a un festival de luciérnagas que amistosamente hicieran cola para avanzar de forma ordenada, en fila, cadenciosas, a ritmo.
A partir de este momento me di cuenta de que ya no había marcha atrás ni otro camino que el de las sendas, piedras y barrancos que como finos capilares cubren la isla en toda su extensión. Los primeros kilómetros sirvieron para que Lisardo fiel a su estilo pusiera la reductora y adoptase un ritmo homogéneo y constante mientras que José Miguel y yo anduvimos dudando hasta que la fuerza del primero y la realidad me llevaran a dejarme caer para recomponerme. Así mi primo se marchó con cierta facilidad y en alguna parte detrás de mí estaba el tercero. Los avituallamientos comenzaron a aparecer puntuales y bien abastecidos, las poblaciones siempre te regalaban con la presencia de espectadores animosos incluso a altas horas de la noche. Los cortes se iban librando holgadamente. Arucas, Teror, primera maratón, Fontanales.
La magia
Amanecía para mí en una zona de verdes praderas, húmedas por el relente y de una frescura agradable cuando alcancé por fin el lugar más alucinante que me podía imaginar, la bajada a la Presa de los Pérez. Ya me lo advirtió Josemi hace un año, pero claro, repito que no es igual vivirlo que te lo cuenten.
El descenso a la Presa de los Pérez es un zig-zag trepidante para disfrutar, el agua resbala por las paredes y las rocas cubiertas de musgo te hacen preguntarte dónde estás. El sol empezaba a esas horas a romper en el horizonte y el rocío de la densa vegetación reflejaba miles de lucecitas destellantes. En ese momento me paré, hinché los pulmones y recordé las palabras de mi amigo “J” que días antes me dijo: “disfruta de la carrera, si sientes que tienes necesidad de parar por parar, hazlo y disfruta del momento”, a esas alturas aún me faltaba más de la mitad, pero sentí más que en ningún momento que podía terminar.
Artenara, maratón y media
Artenara es el pueblo más alto de la isla, una población muy bonita y a la que prometí volver hace un año para tomarme un “leche-leche” como dicen por aquí y como siempre, cuando prometo algo intento cumplirlo.
A la entrada del pueblo estaban Margarita, Miriam y Maricarmen esperando. José Miguel hacía un rato que había pasado por allí y como no podía ser de otra manera nos tomamos el cafelito prometido. La verdad es que me vino muy bien, aunque mucho mejor fue encontrarme con nuestras acompañantes que se curraron una buena intendencia.
El viaje a la Luna
Después del paso por Tejeda la siguiente subida era la que llevaba al roque Nublo, un descomunal monolito rocoso en el medio de una llanura de piedra que te hace sentir como un explorador en la luna, como un viajero del espacio. El roque Nublo es el mayor monumento natural de la isla, un regalo que te hacen en la Transgrancanaria, es como si te abrieran la puerta de su capilla más sagrada, de su rincón más secreto, del lugar más íntimo de su casa. Una vez llegas a los pies del roque sólo puedes mirar hacia arriba y sobrecogerte por la inmensidad, por la bravura de la naturaleza que formó estás islas tanto tiempo atrás. Es impresionante.
El Garañón, última maratón
Otra vez aquí, pero esta vez lo que Miriam hiciera horas atrás nos alcanzó ya con las fuerzas al límite, ¡ojalá hubiera estado ella allí!, al fin y al cabo, ya se conocía el terreno y me habría llevado de la mano, fuerzas le habían quedado de sobra.
En el Garañón decidí cambiarme de ropa y obligarme a comer un puñado de macarrones. Yo no soy de comer mucho en carrera, no me entra nada, rellenar la bolsa y a por la última maratón.
Fue al rato de iniciar este último tramo y coincidiendo con un descenso agresivo cuando empecé a sentir que algo no iba bien en el primer dedo de mi pie izquierdo y a partir de aquí un calvario me torturó sin compasión. Es muy duro correr más de 35kms. por montaña con un pie que te castiga dolorosamente a cada paso. La noche se me vino encima y al llegar a Tunte decidí parar un rato para resetear la mente. El momento que tanto temía había llegado, mi cabeza tenía que ser capaz de ganar al dolor así que faltando unos 30 km me pude convencer de que tenía que seguir.
Descenso, dolor, bajada, dolor, salto, dolor, Ayagaures.
Ayagaures
El corte en Ayagaures era la 1.00 h. y llegué sobre las 00.10 h., allí sin atreverme a descalzarme decidí esperar a Lisardo que supuse no debería andar muy lejos y así permanecí hasta las 00.45 h. donde finalmente pensé que no podía demorarme más puesto que sin darme cuenta estaba flirteando con una línea roja.
Este año subieron el kilometraje y su correspondiente desnivel con respecto al pasado, además en un comunicado de última hora anunciaron otra pequeña ampliación todo ello manteniendo los cortes de la anterior edición así que fueron casi 130 km Este hecho sin duda ahogó la zancada de mi amigo, le paró los pies que avanzaban firmes hasta que lo retiraron tras 100 km en sus piernas, no porque se rindiera sino porque le pillaron a traición. En todo caso, mi espera en Ayagaures nunca tuvo sentido, Lisardo sencillamente ya no estaba y yo no lo supe hasta horas después. A partir de aquí fui pillado de tiempo.
El cementerio
El Barranco de Ayagaures es conocido por “El Cementerio” sin duda porque los corredores a su paso parecemos zombies salidos de las tumbas, la gente se arrastra más que correr y millones de piedras sueltas parecen tener vida propia. Lápidas redondeadas por el tiempo. Piedra, dolor, piedra, dolor, piedra, dolor, me quería morir, descansar en paz en mi sepulcro, reposar en aquel cementerio maldito.
Maspalomas
Iba yo con el teléfono móvil en silencio por miedo a que me llamaran y con miedo a llamar, veía que el tiempo corría y que andaba tan justo que no podía perder ni un segundo siendo que me propuse llamar a mi mujer sólo cuando divisase la estatua de Colón que se halla a escaso kilómetro de meta y así lo hice. Mi esposa aguardaba en meta, me había llamado varias veces y estaba muy preocupada, aunque enseguida me regaló su alegría sabedora de que algo de lo que ella también formaba parte afortunadamente tocaba a su fin. El único trago amargo para mí fue el ver a mi fiel acompañante en tantas ocasiones esperándome bajo la escultura del navegante. Lejos de hundirse, decidió aguardar para acompañarme en mis últimos metros en un acto de generosidad.
El final
Allí estaban José Miguel, que había terminado unas horas antes, Miriam con las piernas nerviosas y Margarita y Maricarmen, todos esperando por mí. No hay más que decir. Gracias.
Balance
- Si algo he aprendido con esta experiencia es que siempre somos capaces de más de lo que creemos, que sólo necesitamos preparación y que si te rodeas de buena gente nada puede salir mal.
- La gente que va a la Transgrancanaria sabe a lo que va y sólo el terminar es un enorme logro. El hecho de que en una carrera un tercio de los corredores son retirados o se retiran habla sobradamente de su dureza
- Miriam hizo una carrera impecable y es capaz de más.
- José Miguel tiene un futuro amplísimo por delante y fuerza suficiente.
- Lisardo no terminó porque no le dejaron no porque no hubiera podido.
- Se puede vivir sin uñas en los pies.
Julián
dorsal | nombre | prueba | puesto | puesto categoría | club |
2302 | Miriam | Maratón | 139 | 16 | El Trote Gorrinero |
414 | José Miguel | HG-128 | 302 | 117 | El Trote Gorrinero |
602 | Julián | HG-128 | 516 | 66 | A To Trapo |
599 | Lisardo | HG-128 | DNF | DNF | A To Trapo |
sin lugar a duda un viaje & experiencias para no olvidar y totalmente de acuerdo ” preparación ” y un poco de suerte tb 😉 , acojonable.
Cómo siempre un relato que hace sentir, que no vivir, lo vuestro. Increíble carrera, hazaña descomunal, no sé, se me acaban los adjetivos. Enhorabuena, amigo