En las páginas de sucesos del periódico regional había un amplio y detallado eco del recibimiento de que fue objeto el féretro con el cadáver del ilustre hijo de la población, antiguo miembro del cuerpo de inspectores de policía y, ya abandonado el cuerpo, empresario de éxito en el mundo de las agencias de viaje. No cabía ninguna duda. Había algún tipo de relación entre el antiguo policía y los tres tipos de la camioneta a la que él subió y en la que encontró la muerte junto a los otros.
¿Cuál era esa relación? Ya tenía más de 70 años. Bastante mayor que los otros que estarían entre los 40 y los 50. ¿Habría organizado, sirviéndose de la infraestructura de las agencias de viaje una red de extorsión, un grupo de acción directa, al servicio de intereses inconfesables, aprovechando sus relaciones y su conocimiento del mundo policial y también del mundo criminal, con algunos de cuyos miembros había tenido contacto? No es ningún secreto que algunos departamentos de la policía tienen una red de contactos y chivatos en el mundo del hampa que les proporciona información dependiendo de los respectivos intereses. Incluso hay unos presupuestos dedicados a ese fin. Los llamados fondos reservados o fondos de reptiles que son de uso discrecional de la policía y solo son controlados por alguna reducida comisión parlamentaria que lo mantiene como secreto de Estado. Después de lo ocurrido sería ingenuo atribuir a la casualidad su presencia aquel día en aquel bar de Ricote, coincidiendo con los tres tipos de la camioneta. Es cierto que no los vi hablar entre sí. Eso no quería decir nada. Podrían haberlo hecho antes. Seguro que lo hicieron después ya que salieron juntos y se montaron los cuatro en la camioneta. Quizá no cruzaron una palabra por la Benemérita. No querrían exponerse a que por cualquier razón los relacionaran. ¿De qué información se habrían servido uno y otros para converger allí, en ese pequeño y perdido pueblo de la extensa provincia de Murcia? ¿Cuáles eran sus servicios de información? Una posibilidad podrá ser el seguimiento de los móviles. Esto se parece cada vez más a China, a esos países donde los ciudadanos están permanentemente controlados por el poder. Pero ¿quiere eso decir que ellos tienen acceso a las informaciones del poder, es decir, de la autoridad, de la policía?
¿Significaría esto que estarían en connivencia con la policía? ¿Sería esa la conexión del ex -policía y los otros tres? Me parecía tan fuerte esa hipótesis que la rechacé de plano. Aunque con algunas reservas. ¿Qué otra posibilidad quedaba? El seguimiento de la matrícula del coche. He pensado, ya tarde, que quizá hubiera sido práctico haber hecho lo de tiempo atrás cuando para salir a distribuir propaganda subversiva o hacer pintadas en las paredes, manchábamos la matrícula del coche con barro para dificultar la identificación. También esa información está en manos de la Dirección General de Tráfico, es decir, de la policía. Volvíamos al punto de partida. A menos que fuera a través de la pensión donde pasamos la primera noche cerca del Ayuntamiento, para sentirnos más seguros. Porque tengo entendido que las pensiones y hoteles tienen la obligación de comunicar diariamente a la policía la identidad de los inquilinos o pasajeros. También esta pista nos llevaría a la policía. Todo apunta hacia la policía. Cada vez me huele peor esta historia. Tengo que llegar hasta el final. O esto será mi final. No hay otra alternativa. Porque no pienso pasarme la vida huyendo ni tampoco marcharme a ninguna parte. Sería una posibilidad, aunque por una parte no me aseguraría escapar a sus largos tentáculos y por otra sería rendirme a sus propósitos. Quitarme de en medio.
San Juan, 3 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.