Sin 1 de mayo.

Aunque con los años ha ido decreciendo el entusiasmo, la ilusión, nunca he dejado de asistir a la celebración de esta fecha, símbolo de las reivindicaciones obreras. Y todo ha ido sucediendo paulatinamente. Al principio una participación ardorosa, si no encabezando, por seguir en algo las recomendaciones paternas, sí en segunda línea. Un día me dijo que a quienes primero fusilaron en la guerra fue a los que aparecían en las fotos de los periódicos encabezando las manifestaciones proletarias. No es que se desmoronaran las ideas de igualdad, fraternidad y libertad, que siguen vigentes. Sino su puesta en práctica. Los experimentos o experiencias de aplicación estatal fracasados con mayores aberraciones aún que las ya existentes en los países llamados capitalistas. Los líderes o abanderados de las ideas, ejemplos vergonzosos de hipocresía. Nunca han faltado en sus mesas y en sus casas los mayores lujos mientras sometían a la austeridad, a la pobreza o a la miseria a sus conciudadanos, a aquellos por los que, decían, sacrificaban todo y entregaban su vida. En el ámbito doméstico he conocido a algunos de esos líderes y ninguno me sirve de modelo y menos aún como estímulo y guía de lo que pueda ser esa sociedad ideal dirigida por ellos. Aun así seguía yendo a la manifestación del 1 de Mayo. Los objetivos seguían siendo los mismos. Los eslóganes…¡Qué decir! Algunos trasnochados, otros ridículos. Bueno, hacía oídos sordos. Me encontraba con muchos conocidos que recordaban otras épocas peores en las que nos unía la defensa de la libertad individual. Y sobre todo y sin necesidad de cita previa, me encontraba con amigos que tomábamos la manifestación más que como tal como punto de encuentro para ya allí solazarnos, salir del río humano, ahora ya riachuelo, tomar cañas, fumar canutos y abandonando los monótonos y repetitivos discursos manidos de los líderes, seguir por bares y más bares nuestras indagaciones etílicas salpicadas de tapeo que en algunas ocasiones nos servían de comida. Ha habido ya algún año en que me he sentido tan ajeno a las pancartas, a los eslóganes, a las consignas repetidas de viva voz o con megáfonos que no me encontraba cómodo en ningún grupo, bajo ninguna sigla. Aunque en los últimos años más que las siglas de las pancartas miraba las caras para elegir dónde ubicarme. Ya me resbalaban unos u otros anagramas. Habían perdido para mí aquel fervor cuasi religioso de otro tiempo. Junto a la desaparición física de algunos de los de siempre, de algunos amigos que o ya no pueden asistir porque sus espíritus vuelan libremente por las praderas de nuestros antepasados o porque no quieren sencillamente verse asociados a esos gritos huecos. Una cosa está clara, que con avances y retrocesos, con errores, muchos errores repetidos una y otra vez, el camino de la libertad está lleno de trampas, algo se ha avanzado en la historia y ese algo no vamos a echarlo por tierra, defraudados por los capataces de siempre, que con uniformes cambiantes han estado y siguen estando al servicio de sus señores, de sus dueños, de sus caciques de antes y de ahora. Que viva por tanto el 1 de mayo, en todo lo que tiene de positivo en el largo camino ¿adónde?. Cada cual que fije su destino. Pero hasta llegar a él, hay mucho camino juntos, tanto quizá que loas ansias, que las fuerzas desfallezcan antes de llegar a la bifurcación que los haga distintos, que los haga diferentes. Es muy posible que, con distintos nombres, todos busquemos el mismo lugar. Ese lugar en el que no haya que extender la mano suplicante para recibir el pan ni echarse el brazo a la cabeza para protegerse del castigo.

San Juan, 1 de Mayo de 2020.
José Luis Simón Cámara.