Lo que más me ha gustado de esta asimetría desconfinatoria, ¿para qué lo voy a ocultar o disimular?, ha sido la clara determinación del Gobierno de la Nación de decidir en última instancia quiénes sí y quiénes no pasaban a una u otra fase. Me parece que en temas tan importantes y delicados no se puede andar con veleidades autonómicas. Se trate de quien se trate. Si en esta ocasión la indómita Cataluña ha dado muestras de racionalidad, la aplaudo. Y si la centralista Madrid las ha dado de infantilismo, la censuro. Lo que no puede ser es que cada cual haga de su capa un sayo. Si queremos ser un país serio, si queremos ser un país respetable, como en otras épocas de nuestra historia, hemos de conducirnos con inteligencia, con sagacidad. Y eso siempre se ha conseguido unidos. Todos juntos. Es comprensible que el presidente de una comunidad autónoma se vea sometido a intereses enfrentados. Por una parte el sector sanitario que, lógicamente, trata de frenar las medidas de desconfinamiento para asegurar una desescalada eficaz de los contagios. Por otra los sectores empresariales que tratan de acelerarlas para volver a la actividad laboral, tan necesaria para todo el entramado social. No cabe duda de que su deber es ante todo proteger la salud y la vida de los ciudadanos, pero también lo es, para poder vivir en condiciones, reiniciar la actividad laboral. La frontera entre uno y otro es a veces difusa. No siempre es clara y los ciudadanos pueden pensar, según sea la decisión que adopte, que se ha rendido a unas u otras presiones. ¿Puede eso influir en el electorado cuando llegue el momento de unas nuevas elecciones? Indudablemente. Es la motivación que dan algunos para explicar los posicionamientos de los distintos partidos en las distintas autonomías. Pero por otra parte, esta misma situación se da a nivel nacional. ¿No sufre acaso las mismas presiones enfrentadas el presidente del gobierno de España que los presidentes autonómicos en sus respectivas autonomías? ¿Vamos a pensar que premia con el paso a la fase 1 de la desescalada a aquellas autonomías que le son fieles, que le han apoyado en su investidura o en la prolongación del estado de alarma? ¿También en ese caso y, puesto que no ha permitido el paso a la fase 1 a alguna comunidad de gobierno correligionario, que la ha sacrificado en el altar de la imparcialidad para justificar el castigo de las comunidades díscolas? ¿ O es que quiere quizá hacer gala con sus incoherencias de su capacidad de discriminación para dar una muestra más de su omnímodo poder? Metidos en esa dinámica maquiavélica ¿estarían afilando todos sus armas para, sirviéndose del virus y todo lo que hay a su alrededor, intentar dar el golpe de gracia al diferente, al adversario, al enemigo, a todo el que piensa distinto? Me parece que si andan por ahí los tiros, unos y otros yerran el blanco. Para acabar, una pregunta. No salgo de mi sorpresa al ver esas inusitadas manifestaciones con gritos de libertad por los barrios más ricos del país, sobre todo en la capital. ¿Se habrán cansado los pobres del silencio y la opresión a los que han estado sometidos durante tantos años de dictaduras insoportables o creerán que se avecinan otras de signo contrario a las que durante tantos años fueron impulsadas o apoyadas por ellos?
Líbrenos el destino y nuestro esfuerzo de unas y de otras.
San Juan, 14 de mayo de 2020.
José Luis Simón Cámara.