VI
TABLILLA V
“Ambos se quedaron inmóviles en el lindero del bosque, contemplaron maravillados la altura de los cedros. Por donde Khumbaba suele pasear existe un sendero. Se ve a lo lejos la montaña de los cedros que despliegan su lujuriosa frondosidad; deliciosa es su sombra, todo está lleno de perfumes; los matorrales allí se entrelazan. Prontamente tomaron sus espadas de duro hierro, untado con veneno. Atacaron con puñales y espadas, uno tras otro. Enkidu dijo: la fuerza de Khumbaba es muy peligrosa. Uno solo no puede afrontarlo, pero dos sí que pueden; si son extraños dispersan sus fuerzas, si amigos las unen. Amigo mío, si capturas a un pájaro, ¿dónde irán sus pajarillos? Dominémoslo y golpeémoslo de nuevo y luego podrás abatir a sus servidores.
Khumbaba, buscando salvar su vida, se dirigió a Gilgamesh: Perdóname la vida, seré tu servidor y te entregaré tantos árboles como me pidas.
Enkidu dijo a Gilgamesh: Amigo mío, a Khumbaba acábalo, mátalo, tritúralo, destrúyelo antes de que Enlil, el jefe de los dioses, pueda oír su llamada y se encolerice contra nosotros.
Cuando Gilgamesh vio en alto al dios Sol del cielo le pidió ayuda. El dios Sol atendió la plegaria del divino Gilgamesh y se levantaron poderosos huracanes contra Khumbaba: la borrasca, la ventisca, el ciclón, hasta ocho vientos se levantaron contra él y le golpearon los ojos. Entonces se rindió y dijo: Déjame marchar, divino Gilgamesh, sé mi señor y yo seré tu esclavo. Cortaré los cedros que yo he hecho grandes en la montaña y con ellos construiré casas para ti.
Pero el divino Gilgamesh asintió a las palabras de su compañero, cogió su hacha con la mano y desenvainó la espada de su cintura. Gilgamesh le golpeó en la cabeza. Al tercer golpe cayó. Se produjo una gran confusión y luego un silencio de muerte. Ellos cortaron la cabeza de Khumbaba. Así habían matado al poderoso guardián Khumbaba. El bosque se lamentó y los cedros gimieron. Gilgamesh cortó los árboles, Enkidu desenterró los troncos y le dijo: Amigo mío, hemos abatido un cedro gigante, cuya copa horadaba los cielos. Voy a hacer una puerta que sea transportada por el Eúfrates al templo del dios Enlil en Nippur.”
TABLILLA VI
Tras la muerte de Khumbaba, Gilgamesh debe purificarse de la contaminación sufrida en el Bosque de los cedros. Ya están los dos amigos de nuevo en Uruk.
“Gilgamesh lavó sus cabellos, limpió su cinta del pelo, después se soltó su cabellera sobre su espalda, arrojó sus vestidos sucios y se puso otro limpios y se envolvió con un manto. Cuando se cubrió con una tiara, la noble diosa Ishtar quedó fascinada por la belleza de Gilgamesh:
— Ven, Gilgamesh, sé tú mi amante, ofréceme como regalo tu fruto. Sé tú mi esposo y yo seré tu esposa. Te haré equipar un carro de lapislázuli y de oro. Entra en nuestra casa bajo la fragancia del cedro.
Cuando entres en nuestra casa, los sacerdotes purificadores te besarán los pies, se prosternarán ante ti reyes, nobles y príncipes y te aportarán como tributo los productos de la montaña y del país. Tus cabras parirán crías triples, tus ovejas mellizos.
Gilgamesh tomó la palabra: ¿Cuánto tendré que pagarte si me caso contigo? ¿Acaso perfumes y vestidos para tu cuerpo? ¿Debería mantenerte con manjares propios de la divinidad? No eres más que un brasero que se apaga con el hielo. ¿A quién de tus amantes le has permanecido siempre fiel? ¿Cuál es tu pájaro que ha escapado a tus lazos? Ven, te voy a recordar uno a uno a tus amantes, a aquellos que has poseído ardientemente. Y continúa una relación de amantes, seducidos y abandonados. Has amado a Allalu, pájaro multicolor, pero le has roto las alas. Has amado al boyero que te preparaba panes cocidos entre las cenizas, pero pronto lo golpeaste y lo transformaste en lobo.
Cuando Ishtar hubo oído estas palabras se enfureció y ascendió a los cielos; se presentó sollozando ante Anu, su padre y ante Antu, su madre: Padre mío, Gilgamesh me ha llenado de insultos, ha pronunciado contra mi injurias, murmuraciones e infamias. Anu, su padre, le dijo. ¡Cómo! Ya habrás provocado tú al rey Gilgamesh para que él haya pronunciado injurias contra ti. Ishtar le dijo: Padre mío, te lo ruego, crea al Toro Celeste para que mate a Gilgamesh e incendie su casa porque quiero vengarme de él. Cuando el Toro Celeste llegó al país de Uruk, comenzó a patear la hierba y el cañaveral, descendió al río y en siete grandes tragos lo desecó. Al primer resoplido del Toro Celeste se abrió una fosa en la que cayeron cien hombres de Uruk, doscientos, trescientos. Al tercer resoplido se abrió una fosa muy cerca de Enkidu y cayó allí dentro hasta la cintura, pero pudo saltar y coger al Toro por los cuernos. El Toro echó por delante babas y desde lo espeso de su cola arrojó excrementos. Enkidu dijo a Gilgamesh: Amigo mío, nosotros hemos salido airosos del Bosque de los Cedros, ¿cómo actuaremos ahora frente a este nuevo peligro? Amigo mío, dijo Gilgamesh, he observado a las bestias de la estepa, nuestras fuerzas serán suficientes para matar al Toro. Quiero arrebatarle su corazón para ofrecérselo a Shamash. Enkidu dijo: yo lo voy a hostigar, cogeré al Toro por el grueso de su cola y lo retendré fuertemente con mis dos manos; tú te situarás por delante de él y entre la cerviz, las astas y el crucero lo herirás de muerte con tu puñal. Entonces Gilgamesh, valeroso y fuerte, golpeó al Toro Celeste e hincó su puñal entre la cerviz, las astas y el crucero. Tras abatirlo le arrancaron el corazón y lo colocaron delante de Shamash. Ishtar, subida en la muralla de Uruk, moviéndose en la desesperación, prorrumpió en un lamento. ¡Ah, Gilgamesh me ha humillado matando al Toro Celeste. Cuando Enkidu oyó estas palabras de Ishtar arrancó una pata del Toro Celeste y se la arrojó a su cara. Entonces Ishtar congregó a las hieródulas, a las mozas del placer y a las prostitutas para hacer un lamento ante la pata del Toro. Gilgamesh entretanto convocó a los artesanos, admiraron el espesor de los cuernos del toro y se los llevó para colgarlos en la alcoba del jefe de su familia, su dios Lugalbanda. Luego purificaron sus manos en el Eúfrates, después, cogidos uno al otro se pusieron en camino y recorrieron en carro la gran calle de Uruk; la gente estaba reunida para verlos pasar. Gilgamesh dio una fiesta en su palacio. Después de la fiesta, Enkidu tuvo un sueño mientras dormía. Levantándose dijo a su amigo: Amigo mío ¿por qué los grandes dioses celebraban Consejo?”
San Juan, julio de 2020.
José Luis Simón Cámara.