Las Perseidas son, sin duda, la referencia astronómica del verano, todo un reclamo para trasnochar una noche (o varias) y volver a mirar al cielo. Eso que, en las grandes ciudades, sólo lo hacemos para saber si hay que coger o no el paraguas.
Y es que para mirar las estrellas —más aún si son fugaces— hay que huir de la contaminación lumínica de las ciudades. Cuanto menos luz, mejor. Y cuanto más elevado sea el lugar, mucho mejor, porque el aire es más limpio. Un lugar como ese, en plena comarca de l’Alacantí, sólo tiene un nombre: la cima del Cabeçó d’Or.
La primera vez que subí al Cabeçó también lo hice de noche, antes del amanecer. Han pasado nueve años desde entonces, pero parece que fue ayer. Tuvimos el Cabeçó para nosotros solos.
En esta ocasión también coincidí con nuestro presi, Jesús, que elegió el mejor día para el avistamiento: el jueves, 13 de agosto. Sí, porque el martes cayeron chuzos de punta; y el miércoles, que la tele anunciaba como «mejor día de observación», el Cabeçó anocheció cubierto de nubes. El jueves, sin embargo, fue perfecto: totalmente despejado, con la temperatura perfecta y una ligera brisa. La luna, en cuarto menguante, no saldría hasta bien pasadas las 2 de la madrugada, así que tendríamos tiempo suficiente para contar estrellas.
A la llamada, tanto en el punto de encuentro, como en el aparcamiento del Cabeçó, acudimos un selecto y animado grupo. Las primeras conversaciones las dedicamos, como siempre hacemos, a interesarnos por quienes no han podido venir, especialmente por los que habían tenido que pasar por el taller recientemente (¡mucho ánimo, Juan Enrique!… esperamos que te gustara la sorpresa que te preparamos el domingo).
Desde el inicio de la marcha anticipábamos el momento de llegar a la cumbre y degustar el bocata que cada uno se había preparado preparado. No habíamos cenado, y las botellas de cerveza, tintineando en la mochila de María, no hacían sino despertar el apetito y las ganas de llegar.
Pero parece que algunos tenían más hambre que otros 😀 porque, al poco de iniciar el sendero, Pablo y yo nos quedamos rezagados a la cola del grupo. Para evitarlo, Jesús, que conoce esta montaña como la palma de su mano, se quedó con nosotros y nos guió hasta la cumbre, dándonos instrucciones sobre la forma de caminar por montaña —«pasitos cortos, poco a poco, sin perder la concentración»— y señalándonos los pasos comprometidos del sendero.
5 kms exactos y algo más de 700 mts de desnivel después llegamos a la cima.
El Cabeçó d’Or tiene un significado especial para el grupo. Aquí es donde nos reunimos para celebrar el final de año (la bienvenida al año nuevo se celebra con «la bañá»). Jesús aprovecha para contarnos que este lazo se ha hecho aún más fuerte. A To Trapo ha restaurado la base del punto geodésico que marca la cumbre. Muchos ayudaron a subir, piedra a piedra, los materiales necesarios, y el padre de Christian, como maestro de obra, acometió la tarea. Da gusto ver cómo ha quedado.
Muchos de la partida tenían prisa por volver a bajar. Había que atender a la familia y madrugar para ir trabajar a la mañana siguiente. Pablo, Jesús y yo, sin embargo, no teníamos ninguna prisa (ventajas de estar de vacaciones y/o jubilado) por lo que nos dedicamos a buscar Perseidas.
Las Perseidas son restos del cometa Swift-Tuttle que, al entrar en la atmósfera de la tierra, se funden, produciendo la imagen de estrellas que cruzan el cielo. A pesar de que el cometa sólo se acerca a la Tierra una vez cada 135 años, la lluvia de las Perseidas sucede anualmente cuando la Tierra se cruza en el sendero del cometa.
Había que buscar un buen lugar para observarlas y Jesús lo conocía. A escasos 20 metros del punto geodésico de la cumbre, hay una pequeña explanada, libre de piedras. Allí extendimos las esterillas de la playa, colocamos las toallas como almohadas y nos tumbamos, bien abrigados, para mirar el cielo.
El punto radiante de las Perseidas se ubica en la constelación de Perseo (de ahí el título de esta entrada, «Las hijas de Perseo»). Aunque no es necesario buscar el punto radiante para ver más estrellas fugaces (se ven por todo el cielo), Pablo nos enseñó dónde se encontraba Perseo con ayuda de una app astronómica del móvil en la que colabora la Agencia Espacial Europea (desde aquí podéis descargar la aplicación Star Walk 2).
Perdí la cuenta de cuántas vimos. Algunas fueron espectaculares. Sin embargo, me quedo con el comentario de Jesús, de que «nunca antes había visto el cielo tan cerca».
efectivamente , un gran espectaculo con una compañía excepcional, GRACIAS
Así es. Tremendo espectáculo con insuperable compañía.
La próxima vez despejamos cualquier compromiso para el día siguiente y nos quedamos a dormir en la cima, tumbados en las esterillas de la playa y arrullados por las estrellas.
Por cierto, que viendo la entrada de hace (casi) 10 años, también entonces con las estrellas fugaces pasando por nuestras cabezas (lo recordaba Verena-Atalanta)… Pero entonces nos fijábamos en otras cosas. ¡Caray, cómo pasa el tiempo!