Invitados por la peña excursionista de Elda, personificada en este caso en dos de sus miembros más ilustres, Paco Herrero e Ismael Verdú, algunos corredores de Atotrapo de San Juan, hemos acudido a su llamada. Un entrenamiento entre amigos. Aún amaneciendo, eran las 7.30, y con un fresco otoñal, último día de la estación, arremolinados y enmascarados junto a los coches, protegiéndonos del viento frío, hemos hecho entrega de un búho cerámico, símbolo de la sabiduría, a Paco Herrero que hoy hacía su maratón 116. Otro grupo, también reducido, hacía la media maratón. Con una separación de 200 metros, salíamos ambos grupos a las 8 de la mañana tan distanciados a causa de la pandemia, que parecíamos más enemigos que amigos. Buen ritmo inicial para entrar en calor, casi siempre siguiendo el accidentado cauce del Vinalopó, riachuelo arriba,, rodeados de vegetación, parques, ciclistas, alguna bandada de pájaros cruzando el horizonte, hemos avistado a lo lejos el perfil del primer castillo. ¿Será el de Villena?. No, es el de Sax. La subida al caserío de Santa Eulalia está suavizada a tramos por rellanos y algunas bajadas que alivian del esfuerzo. El camino, mezcla de tierra, piedras y grava. Ya a la vista el 2º avituallamiento, en una bajada suave, mi compañero tropieza en una piedra grande que apenas sobresale del sendero y cae golpeándose rodilla, codo y frente. Una arista puntiaguda de otra piedra le hiere en el entrecejo que comienza a manar sangre aparatosamente. Estamos los dos solos en ese momento. El ciclista escoba que suele precedernos o seguirnos de cerca para indicarnos el camino con frecuentes cruces y bifurcaciones está justamente ahora algo alejado. Con los escasos medios de que disponemos, un pañuelo y dos mascarillas intentamos cortar la hemorragia que ya le ha cubierto nariz, cara, manos, orejas y camiseta.. El ciclista, desde lejos, aprecia algo raro y viene en nuestra ayuda. Nos acompaña hasta el puesto de avituallamiento donde apenas tienen unas servilletas de papel y agua para limpiar las heridas. Ismael, viejo amigo de Rafa, y su lazarillo, Ismael ha perdido mucha visión, nos llevan en coche hasta el centro excursionista donde somos objeto de todas las atenciones posibles. Nos cambiamos de ropa, calada de sangre o de sudor y llega una patrulla de la policía nacional que nos ofrece sus servicios. Sugieren llamar al hospital para que envíen una ambulancia pero les agradecemos el ofrecimiento, aunque poco después Ismael y su lazarillo nos llevan al hospital donde Rafa es atendido impecablemente por el personal, todo chicas. Limpieza de heridas, anestesia del entrecejo y dos puntos. Además de antitetánica porque la herida se produjo en un camino de cabras. Jesús y Martina, ya alertados por Ismael de la caída, nos han recogido del hospital y nos han llevado hasta el centro excursionista donde teníamos el coche. Montaditos de jamón, tortilla y sobrasada con cerveza. Todo obsequio de la organización, incluido abastecimiento en la carrera, camiseta de recuerdo y libro de lujo de las 100 maratones de Paco Herrero con recetas culinarias de todas las ciudades del mundo donde las ha llevado a cabo. Antes de marcharnos, rodeados de atenciones por todos los que nos acompañaban y preguntaban por el estado del lesionado, hemos entrado al bar para tomarnos un café y hasta allí ha llegado la larga mano de Paco porque al intentar pagar, la camarera nos ha dicho, mirando a una señora, que estábamos invitados. Me he dirigido a la señora que, interesándose por el estado del herido, nos ha dicho que era la mujer de Paco Herrero. Abrumados por tanta atención nos ha costado despedirnos de aquellas amables gentes del valle del Vinalopó.
San Juan, 20 de diciembre de 2020.
José Luis Simón Cámara