VII Ultra Coronavirus (26-Abril-2020)

VII Ultra Coronavirus A TO TRAPO, y por favor que sea la última. Significará que hemos sido responsables, que hemos actuado conscientes de que todo depende de lo que hagamos nosotros y nadie más. De que mantengamos la distancia social y seamos cuidadosos. Confío en todos nosotros.

Hoy viernes ya olemos la tierra, notamos el viento en nuestras caras, el sudor que nos empapa y nos sentimos casi libres, solo quedan unas horas. Hay una euforia contenida. Estudiamos geografía, descubrimos lo que es un municipio y un término municipal, estudiamos las fronteras casi invisibles que no separan, como dice Gosa, para hacer tiempo y que pasen las horas más rápido para volver a madrugar, a la carretera o a la montaña, a ponernos las zapatillas y el reloj, coger la mochila y los botellines, los geles y las sales. A hacer lo que nos gusta, lo que nos motiva, lo que nos hace felices. A correr, pasear o montar en bicicleta.

Han sido 7 ultras en casa porque a Borja se le ocurrió lanzar el reto en uno de los grupos de WhatsApp, que yo tardé cero coma en entrar al trapo y que enseguida Jesús y otros tantos pusieron la maquinaria en marcha.

1.500€ recaudados para la cruz roja, 80-100 participantes cada domingo, concurso de dorsales coloreados y collages recordatorios.

Gracias a todos por participar. La próxima espero veros en persona no a través de una pantalla.

Azar

Ayer salí ¡qué remedio! No me refiero a esas salidas ya casi olvidadas, salidas despreocupadas, en las que incluso podía elegir entre este bar donde me sirven el café corto, ristretto, con el vasito de agua sin pedirla, todo un lujo, o el otro donde una amable y simpática señorita con novio italiano me facilita decirle ¡buongiorno!, o aquel donde el café no es tan rico pero el dueño es un viejo y afectuoso conocido. No, esos tiempos con tantas posibilidades de elección, casi ilimitadas, han pasado a la historia, al menos de momento. O bien pasar por Licorea, esa pequeña y familiar bodega de vinos y licores, con una trastienda super abastecida. Porque la posibilidad de ir a Bardisa, tras el Mercado, en la confluencia de Manuel Antón con Capitán Segarra, con vinos, embutidos, jamones y salazones selectos, ya ni me la planteo. Hace tanto tiempo que no he podido salir de la pequeña demarcación de este pequeño pueblo. Como si de no ejercitar las alas se perdiera la costumbre del vuelo y al final quizá no solo las ganas de volar sino hasta el recuerdo de ese antiguo y lejano privilegio. Por no hablar de mis antiguos, añorados y casi olvidados viajes al pueblo en que nací, donde solía ir tan a menudo, sobre todo cuando vivían mis padres, como me lo permitía el trabajo o las obligaciones familiares. Al pueblo donde vive mi hermano y su familia, al pueblo donde tengo aún muchos primos, sobrinos y sobre todo amigos, aunque el paso de las semanas va haciendo cada vez más borrosos sus rostros, sus gestos, sus ademanes. No, claro que no se me han olvidado, pero es como si una densa cortina de arena del desierto los difuminara, un sueño en la madrugada, un oasis que sabes de antemano inexistente. Porque para qué hablar de los otros pueblos donde he tenido y sigo conservando amigos. Borrados del mapa, casi inexistentes. Por no hablar, claro, no ya de pueblos, provincias o regiones a las que las nuevas disposiciones nos impiden desplazarnos. De otros países. Mi hijo y su mujer y su recién nacida hija, allá en Bruselas. Sin posibilidades de abrazarlos y arrullarla. De que nos vea las caras de verdad, y no a través de pantallas. Pero no quería hablar de nada de esto que, no sé cómo, sin pretenderlo se ha interpuesto en mi relato. Salí, como decía, a comprar lo necesario para la supervivencia, pan, verduras, carne, pescado. Alimentos de andar por casa, aceite, sal, lentejas, arroz, vamos, nada extraordinario. Ya en el supermercado, el más grande de la zona, donde vienen hasta de la capital, caminando por sus amplios pasillos lo vi detrás de las lechugas, a él que nunca había mostrado especial entusiasmo por las verduras. Abstraído como estaba mirando la larga lista de compras, ya llevaba el carro grande hasta los topes, no se dio cuenta de mi proximidad hasta que le propiné un cariñoso puñetazo enguantado en la espalda. Chico, qué coincidencia. Cuánto tiempo. No has aguantado las ganas. Se refería a mi desaparecida cabellera. Recién pelado al cero en casa. Éramos casi como extraños. No sabíamos qué decirnos, cómo comportarnos. Habituados como estábamos a abrazarnos, a golpearnos, a tocarnos la cara, a empujarnos, a tener contacto en última instancia, y allí, alejados, guardando la distancia, no sé si las distancias, cuánta diferencia en unas pocas eses. Qué sabes del Pariente. Cuándo podremos volver a juntarnos en el Susarón para de allí salir cortando a la comida semanal. Yo creo que pronto, aunque comamos en mesas separadas. No sé cuándo vamos a poder volver a estar juntos. Ni si podremos algún día. Hombre, no seas tan pesimista. No hay mal que cien años dure. Sí, eso es el refrán, pero no se ven las cosas claras. Asun dice que esto va para largo y no se le ve el final.

Yo creo que este verano podremos volver al Camino de Santiago. Ni lo sueñes. ¿Cómo que no? Ten en cuenta que lo hacemos en Septiembre y estamos en Abril. Faltan todavía cinco meses. No creo que se prolongue hasta entonces esta situación. Dios te oiga, pero no lo tengo yo tan claro. Ten en cuenta además que el Camino es por zonas casi despobladas, lejos de los densos núcleos urbanos, por zonas de montaña. Sí, pero ¿habrá albergues abiertos?

Si no, dormimos en el suelo, como otras veces años atrás, cuando jóvenes, escuchando bajo un árbol los aullidos de los lobos y encendiendo el fuego sobre cuatro piedras para calentar la perola como en el viejo Oeste. Este Saimon siempre tan fantástico. Cuando presentí que un amago de lágrima asomaba por sus mejillas, Manolo es un sentimental, no quise prolongar más la congoja y aún entre las verduras, nos despedimos sin rozarnos siquiera. Luego volvimos a encontrarnos alguna vez más por aquel laberinto de pasillos repletos de todo tipo de existencias excepto de las más necesarias y escasas ahora, mascarillas, guantes, y geles desinfectantes o alcoholes. Vamos, una nueva versión de la ley seca.

Alcohol ni en los supermercados ni en las farmacias. Sólo en los bares cerrados y guardado bajo siete llaves.

San Juan, 29 de abril de 2020
José Luis Simón Cámara.

Estragos.

Soy incapaz de imaginarme cómo pueden estar conviviendo familias que apenas dispongan de 15 ó 20 metros cuadrados por persona durante este ya largo período de reclusión. Situación en la que se encuentra la mayoría de las familias, en el mejor de los casos. Porque queda todavía una franja de la población peor. El caso de las familias numerosas o muy numerosas, como hemos tenido ocasión de saber estos días. Familias de 10 miembros viviendo en 60 metros cuadrados. Por no hablar ya de los desahuciados que viven directamente hacinados en un campamento con el territorio acotado por alambradas de espino.

Cómo imaginarme estas situaciones si se hace insostenible en familias que disponen de 200 metros cuadrados por persona, con dependencias privadas en las que pueden aislarse y crear su pequeño mundo, con patios y jardines para tomar el sol, pasear, correr, para mirar a lo lejos con un panorama lleno de arbolado, sin edificios muralla encima que te impidan mirar a lo lejos. Si con todas esas ventajas la situación se convierte en explosiva, ¿qué puede ocurrir en hogares donde todo eso es inaccesible, donde la presencia física permanente de sus miembros es inevitable? Todo esto me recuerda aquella famosa frase de Sartre en Huis clos, “El infierno son los otros”. Un niño que convierte su vida virtual con los modernos videojuegos en su vida real porque es en la que está en contacto con sus amigos. Irritable cuando se pretende sustraerlo a ese mundo en el que queda atrapado, quizá porque le recuerda más que ningún otro su mundo real, su mundo habitual, el contacto con los niños de su edad, con sus amigos en la calle o en el cole, el ambiente al que asocia sus deberes y su expansión en el patio. Todo ese mundo no puede reemplazarlo el ejercicio o el juego con sus padres o sus abuelos en el patio o en el jardín de la casa. Una joven adolescente, en proceso de búsqueda de independencia, de su identidad, deseosa de intimidad, todas las características de esa edad, egocéntrica, susceptible, con la sensación de sentirse incomprendida y con reacciones impulsivas de agresividad, respondona, de humor cambiante, reducida al estrecho y pequeño mundo familiar, sin la habitual y necesaria expansión en la calle, en el instituto, en los deportes. Solo con las redes. Su joven madre, con hijos y sin pareja. También recluida y desbordada por sus hijos, por sus rivalidades, por sus celos. Sin su habitual expansión en el trabajo. Sin otros contactos. Ni relaciones personales directas. Ocupando ahora su poco tiempo libre del día en disfrazarse de algo, menos de ella, para mostrarse en videoconferencias con sus amigas, ayer atuendo playero, hoy de Frida Kahlo, con un vaso de vino, que no suele beber, sobre la mesa, como un elemento más de la decoración ambiental. Con sus hijos de los abrazos al llanto. Y luego los abuelos. Intentando irradiar orden y disciplina a este pequeño ejército sin uniforme. Las órdenes cayendo de arriba abajo en hilera, como fichas de dominó. El fantasma del virus rondando en informativos todo el día, a cualquier hora. Afortunadamente oídos sordos a las redes que vomitan todo tipo de venenos. La mayoría no contrastados. Soliviantando. ¿Quién no tose o estornuda, síntomas más claros del virus, alguna vez a lo largo del día, después de tantos días, después de tantas semanas? Como en cualquier época del año, como todos los años en los cambios de estación. Sobre todo cuando han pasado ya muchas estaciones. Sobre todo cuando han pasado ya muchos años. Una tos obstinada, incesante, especialmente al anochecer, si intentas dormir y no lo consigues porque los accesos te lo impiden. Si ves, interesado, una película y la tos te obstaculiza parte del diálogo.

O cuando los instintos primitivos se despiertan y la prudencia impide darles salida adecuadamente. O cuando quien habitualmente se ocupa de sacar y airear alfombras, pasar la aspiradora, restregar la fregona, no viene ya hace tiempo y tus ratos de lectura o de descanso, sentado en el sofá, se cambian por alfombras y fregonas…

El confinamiento va haciendo estragos en la convivencia. Cambios imprevistos de humor en adultos y menores que chocan, incapaces a veces de darles salida a través de la ironía o de la broma, y te enzarzas en discusiones interminables, levantas la voz, recurres al grito, a la amenaza. No queda más, a veces, que encerrarte en tu pequeño espacio aislado, privado, donde te puedes abstraer del medio más próximo y reflexionar, poner todo en su contexto, analizar con frialdad el entorno próximo y lejano, relativizarlo todo, desde la disciplina y el orden y la racionalidad que nos obliga a un comportamiento determinado para sobrevivir en estas circunstancias, a la comprensión del cansancio, del aburrimiento, del hastío, de la desesperación de esta situación que se está prolongando demasiado. Todo esto sin asomarnos siquiera a cualquiera de los hogares visitados por el virus. Qué decir en estos casos que van desde los menos graves, aquellos en que los afectados han podido recuperarse a aquellos otros en los que ha habido víctimas. En éstos solo cabe la compasión y el silencio.

El confinamiento hace estragos en la convivencia.

San Juan, 28 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.

El gran teatro del mundo. 2.

Allí están los personajes por la escena. Unos reales, otros imaginarios. Aquí están los personajes por la calle. Reales e imaginarios. Cada uno representa o, mejor, presenta su papel. Desde el rey hasta el plebeyo pasando por todos los oficios imaginables y reales de estos tiempos. ¿Hay acaso diferencias entre el ayer y el ahora en los distintos papeles de la representación? Veamos lo que dice Calderón y trasladémoslo al presente.

EL RICO:
“Pues pródigamente el cielo / hacienda y poder me dio / Pródigamente se gaste / en lo que delicias son.”…”De nuestra vida gocemos / el rato que la tenemos / dios a nuestro vientre hagamos / comamos hoy y bebamos / que mañana moriremos.”

EL POBRE:
“De cuantos el mundo viven / ¿quién mayor miseria vio / que la mía?”… “ Perezca la noche fría / en que concebido fui / para tanta pena mía.”… “En fin, este mundo triste / al que está vestido viste / y al desnudo lo desnuda”. …”Es mi papel la aflicción / es la angustia, es la miseria / la sed, la penalidad / y es la vil necesidad / que todo esto es la pobreza.”

EL REY:
“De cuanto circunda el mar / y de cuanto alumbra el sol / soy el absoluto dueño / soy el supremo señor.”. ..”Los vasallos de mi imperio / se postran por donde voy. / ¿Qué he menester yo en el mundo?”…”Hice, escribí, dejé raras historias /
vestí, imprimí, ceñí en ricos doseles, / las púrpuras, los cetros y laureles”

VOZ (responde al rey):
“Rey de ese caduco imperio, / cese, cese tu ambición, /
Que en el teatro del mundo / ya tu papel se acabó”

LA DISCRECIÓN:
“Ya sabes que nunca gusto / de salir de casa yo,/ quebrantando la clausura / de mi apacible prisión.”…”Yo no he de salir de casa; / ya escogí esta religión / para sepultar mi vida, / por eso soy Discreción”.

LA HERMOSURA:
“¿Todo ha de ser para ti / austeridad y rigor? / No ha de haber placer un día? / … ¿Para qué hizo Dios, en fin / montes, valles, cielo, sol / si no han de verlo los ojos?”…”Pródiga estoy de colores; / servidme de alfombra, flores, / sed, cristales, mis espejos.”…”¿Qué galas me están más bien?, / ¿qué rizos me están mejor?”.

VOZ: (responde a la hermosura)
“Toda la hermosura humana / es una temprana flor: / marchítese, pues la noche / ya de su aurora llegó”.

EL LABRADOR:
“Hoz y azada son mis armas, / con ellas riñendo estoy / con las cepas con la azada,/ con las mieses con la hoz”…”En el mes de Abril y Mayo / tengo hidrópica pasión, / y si me quitan el agua / entonces estoy peor”… “Mas, pues trabajo y los sudo / los frutos de mi labor, / me ha de pagar quien los compre / el precio que quiera yo”.

EL MUNDO:
“Corta fue la comedia, pero ¿cuándo / no lo fue la comedia de la vida?
“… Puesta la cuna boca arriba / recibe al hombre, y esta misma cuna /
vuelta al revés la tumba suya ha sido: / si cuna os recibí, tumba os despido”.

Casi 400 años nos separan de Calderón. También nos separan el verso, la rima, la cadencia. Ahora no están de moda en el teatro ni en la novela. Las formas van cambiando con el paso de los años. El arte se recrea, se reinventa. Siempre ha habido una pugna secreta o abierta entre poetas, dramaturgos, novelistas, por la forma. Desde los que la desnudan y dejan en los puros huesos hasta quienes la revisten de adornos y ropajes. Las generaciones nuevas, para reafirmarse en el panorama literario, tratan de alterar las formas del pasado tachándolas de caducas. Pero el fondo. Pero el tema. ¡Qué poco han cambiado desde los tiempos más antiguos! Los temas son los de siempre. El amor, la libertad, la soledad, la tristeza, la enfermedad, el desengaño, y al final, de una u otra forma y en una u otra forma, de poema, de danza, de comedia, de tragedia, de tragicomedia, el tema sempiterno, el tema de la muerte. Casi siempre llega en el momento más inoportuno, excepto para los pobres, para los desafortunados que llaman a su puerta, que desean ser invitados al baile, a pesar de los encantos de la vida. Y aun para ellos, quizá, en el último instante, todavía quede un objetivo no alcanzado, un amago de ilusión, un rayo de esperanza, un fogonazo incontrolable de la vida. Hasta el pobre lamenta verse despojado de su pobreza. En cualquier caso, deseada o no, ha llegado el momento. Ha llegado el último actor, el que nos iguala, el que baila con cualquier estamento, el que, queramos o no, nos invita a la danza final, a la danza de la muerte, que, como en tantas ocasiones en la historia, sigue invitando al baile definitivo. Ya sea en Wuhan o Manhattan, en Ámsterdam o Madrid.

Una gran bacanal de muerte sin brindis ni celebraciones. En silencio. Sin multitudes. La muerte con su aspecto real. Porque cada cual tiene su muerte. Porque cada cual se muere solo. Aunque junto a ti, aunque a tu lado haya otro muriendo. Cada cual muere su muerte. El acto de morir es solitario. Ya no hay compañía. Por mucho que unos coloquen vasijas llenas de alimentos y caballos para el viaje o flores para el recuerdo. La muerte es algo solitario. Y la danza previa es macabra. La risa o el llanto se convierten en una mueca. Son una mueca.

Quizá la gran diferencia entre ambos teatros sea que en aquél, en el de Calderón, sólo a través de la muerte se llega a la verdadera vida y en éste no sabemos adónde. Este mundo ha estado desde el principio y sigue estando lleno de incógnitas, de las que apenas conocemos el disfraz que nos ha tocado en suerte en el gran teatro del mundo.

San Juan, 23 de abril de 2020
José Luis Simón Cámara.

El gran teatro del mundo1. 1.

Ayer fui a la farmacia a recoger mi lote de 3 mascarillas asignadas a mayores de 65 y personas de riesgo. Al salir con las mascarillas en el bolsillo, una ya en la cara, había otras personas esperando en la calle, también enmascaradas. Entre ellas, y a pesar de la mascarilla, reconocí a un conocido. ¿Qué tal?, me preguntó. A la representación teatral, le dije. Y de súbito me asaltó la idea. Todos enmascarados, estábamos representando una gran obra de teatro. Y me acordé de las máscaras del teatro griego. La máscara de la comedia y la de la tragedia. Aún conservo colgada en la pared de mi casa una de la tragedia que compré en Atenas en aquel, hasta ahora, único viaje hecho allí con mi inolvidable amigo Santi. Algunas veces, cuando mis hijos y luego mis nietos eran pequeños estuve tentado de quitarla por si los asustaba pero siempre ha seguido allí porque en última instancia la tragedia también forma parte de la vida. Qué sensación caminar por donde habían pisado las plantas de Sócrates y Fidias, aquellos escultores de la palabra o de la piedra. Incluso colocar los pies en la misma muesca, aún conservada, de la piedra donde los pusieron los atletas en Delfos o en Olimpia para impulsarse en la carrera en las pistas donde celebraban los juegos junto a sus templos paganos. Sentarme sobre las piedras desde las que los ciudadanos escuchaban declamar a los actores la trágica historia de Edipo. El teatro. Tanta gente que conocemos haciendo teatro. Y de allí me fui, cómo no, a Calderón. Sí, era la situación ideal, el período por el que estábamos pasando era el gran teatro del mundo. Todos con máscaras para representar esa función universal con todos sobre el escenario del mundo. Ya no había camerinos en el teatro para las estrellas. Todos teníamos el camerino en casa. Y todos salíamos a la calle, al gran teatro del mundo, a representar nuestro papel. Infinidad de actores, cada cual con su papel bien aprendido. Este no hay que estudiarlo. Sólo representarlo. Esta vez sí, muy bien aprendido porque es el papel de nuestra vida, el papel que cada uno desempeñamos. Y ahí no podemos equivocarnos porque también los errores están dentro del papel. Jamás se había visto, ni en los mejores teatros de Broadway interpretaciones tan realistas, valga la palabra, como las que estamos viendo por cualquier plaza, pueblo, calle o supermercado. Una interpretación perfectamente ajustada al papel. El autor no puede quejarse de falseamiento, de sobreactuación, de falta de captación de matices por parte de los actores. Y todo esto sin necesidad de director, tan satisfecho de los primeros ensayos, que ni siquiera asiste ya a las pruebas, eliminadas por innecesarias. No sé yo si cuando Calderón de la Barca escribió su auto sacramental coincidió o fue a raíz de una gran epidemia como la que en 1348 asoló a Europa e inspiró el marco de Boccaccio para escribir “El Decamerón”. Aunque a esta peste del siglo XIV siguieron otras periódicamente por toda Europa, incluida España. Baste recordar como dato curioso que para prevenir que las epidemias de peste de 1640 a 1650 [2] entraran en Madrid, se tomaron precauciones como “mojar en vinagre las cartas y documentos provenientes de Valencia y que la correspondencia de Alicante y Orihuela se trajese a la Corte directamente sin pasar por Valencia” Y se ordenó que ninguna persona admitiera en su casa, posada o mesón a nadie que viniera de dichos lugares. Años antes Mateo Alemán alude a la peste en “El Guzmán de Alfarache”: “Líbrenos Dios de la enfermedad que baja de Castilla y del hambre que sube de Andalucía”. Hubo, por simplificar, muchos episodios de peste a lo largo de estos siglos, casi siempre coincidiendo con malas cosechas y afectando sobre todo a gente pobre. Nos sorprendería contrastar aquella obra de Calderón con los tiempos que estamos viviendo. Ni siquiera habría que cambiar los personajes. Siguen siendo, esencialmente, los mismos.

(Continúa).

San Juan, 22 de abril de 2020.
José Luis Simón Cámara.

[1] Obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca, representada en Valencia el año 1641.
[2] Fechas por las que Calderón escribió su auto sacramental.