Desde el más allá. 6.

VI

TABLILLA V

“Ambos se quedaron inmóviles en el lindero del bosque, contemplaron maravillados la altura de los cedros. Por donde Khumbaba suele pasear existe un sendero. Se ve a lo lejos la montaña de los cedros que despliegan su lujuriosa frondosidad; deliciosa es su sombra, todo está lleno de perfumes; los matorrales allí se entrelazan. Prontamente tomaron sus espadas de duro hierro, untado con veneno. Atacaron con puñales y espadas, uno tras otro. Enkidu dijo: la fuerza de Khumbaba es muy peligrosa. Uno solo no puede afrontarlo, pero dos sí que pueden; si son extraños dispersan sus fuerzas, si amigos las unen. Amigo mío, si capturas a un pájaro, ¿dónde irán sus pajarillos? Dominémoslo y golpeémoslo de nuevo y luego podrás abatir a sus servidores.

Khumbaba, buscando salvar su vida, se dirigió a Gilgamesh: Perdóname la vida, seré tu servidor y te entregaré tantos árboles como me pidas.

Enkidu dijo a Gilgamesh: Amigo mío, a Khumbaba acábalo, mátalo, tritúralo, destrúyelo antes de que Enlil, el jefe de los dioses, pueda oír su llamada y se encolerice contra nosotros.

Cuando Gilgamesh vio en alto al dios Sol del cielo le pidió ayuda. El dios Sol atendió la plegaria del divino Gilgamesh y se levantaron poderosos huracanes contra Khumbaba: la borrasca, la ventisca, el ciclón, hasta ocho vientos se levantaron contra él y le golpearon los ojos. Entonces se rindió y dijo: Déjame marchar, divino Gilgamesh, sé mi señor y yo seré tu esclavo. Cortaré los cedros que yo he hecho grandes en la montaña y con ellos construiré casas para ti.

Pero el divino Gilgamesh asintió a las palabras de su compañero, cogió su hacha con la mano y desenvainó la espada de su cintura. Gilgamesh le golpeó en la cabeza. Al tercer golpe cayó. Se produjo una gran confusión y luego un silencio de muerte. Ellos cortaron la cabeza de Khumbaba. Así habían matado al poderoso guardián Khumbaba. El bosque se lamentó y los cedros gimieron. Gilgamesh cortó los árboles, Enkidu desenterró los troncos y le dijo: Amigo mío, hemos abatido un cedro gigante, cuya copa horadaba los cielos. Voy a hacer una puerta que sea transportada por el Eúfrates al templo del dios Enlil en Nippur.”

TABLILLA VI

Tras la muerte de Khumbaba, Gilgamesh debe purificarse de la contaminación sufrida en el Bosque de los cedros. Ya están los dos amigos de nuevo en Uruk.

“Gilgamesh lavó sus cabellos, limpió su cinta del pelo, después se soltó su cabellera sobre su espalda, arrojó sus vestidos sucios y se puso otro limpios y se envolvió con un manto. Cuando se cubrió con una tiara, la noble diosa Ishtar quedó fascinada por la belleza de Gilgamesh:

— Ven, Gilgamesh, sé tú mi amante, ofréceme como regalo tu fruto. Sé tú mi esposo y yo seré tu esposa. Te haré equipar un carro de lapislázuli y de oro. Entra en nuestra casa bajo la fragancia del cedro.

Cuando entres en nuestra casa, los sacerdotes purificadores te besarán los pies, se prosternarán ante ti reyes, nobles y príncipes y te aportarán como tributo los productos de la montaña y del país. Tus cabras parirán crías triples, tus ovejas mellizos.

Gilgamesh tomó la palabra: ¿Cuánto tendré que pagarte si me caso contigo? ¿Acaso perfumes y vestidos para tu cuerpo? ¿Debería mantenerte con manjares propios de la divinidad? No eres más que un brasero que se apaga con el hielo. ¿A quién de tus amantes le has permanecido siempre fiel? ¿Cuál es tu pájaro que ha escapado a tus lazos? Ven, te voy a recordar uno a uno a tus amantes, a aquellos que has poseído ardientemente. Y continúa una relación de amantes, seducidos y abandonados. Has amado a Allalu, pájaro multicolor, pero le has roto las alas. Has amado al boyero que te preparaba panes cocidos entre las cenizas, pero pronto lo golpeaste y lo transformaste en lobo.

Cuando Ishtar hubo oído estas palabras se enfureció y ascendió a los cielos; se presentó sollozando ante Anu, su padre y ante Antu, su madre: Padre mío, Gilgamesh me ha llenado de insultos, ha pronunciado contra mi injurias, murmuraciones e infamias. Anu, su padre, le dijo. ¡Cómo! Ya habrás provocado tú al rey Gilgamesh para que él haya pronunciado injurias contra ti. Ishtar le dijo: Padre mío, te lo ruego, crea al Toro Celeste para que mate a Gilgamesh e incendie su casa porque quiero vengarme de él. Cuando el Toro Celeste llegó al país de Uruk, comenzó a patear la hierba y el cañaveral, descendió al río y en siete grandes tragos lo desecó. Al primer resoplido del Toro Celeste se abrió una fosa en la que cayeron cien hombres de Uruk, doscientos, trescientos. Al tercer resoplido se abrió una fosa muy cerca de Enkidu y cayó allí dentro hasta la cintura, pero pudo saltar y coger al Toro por los cuernos. El Toro echó por delante babas y desde lo espeso de su cola arrojó excrementos. Enkidu dijo a Gilgamesh: Amigo mío, nosotros hemos salido airosos del Bosque de los Cedros, ¿cómo actuaremos ahora frente a este nuevo peligro? Amigo mío, dijo Gilgamesh, he observado a las bestias de la estepa, nuestras fuerzas serán suficientes para matar al Toro. Quiero arrebatarle su corazón para ofrecérselo a Shamash. Enkidu dijo: yo lo voy a hostigar, cogeré al Toro por el grueso de su cola y lo retendré fuertemente con mis dos manos; tú te situarás por delante de él y entre la cerviz, las astas y el crucero lo herirás de muerte con tu puñal. Entonces Gilgamesh, valeroso y fuerte, golpeó al Toro Celeste e hincó su puñal entre la cerviz, las astas y el crucero. Tras abatirlo le arrancaron el corazón y lo colocaron delante de Shamash. Ishtar, subida en la muralla de Uruk, moviéndose en la desesperación, prorrumpió en un lamento. ¡Ah, Gilgamesh me ha humillado matando al Toro Celeste. Cuando Enkidu oyó estas palabras de Ishtar arrancó una pata del Toro Celeste y se la arrojó a su cara. Entonces Ishtar congregó a las hieródulas, a las mozas del placer y a las prostitutas para hacer un lamento ante la pata del Toro. Gilgamesh entretanto convocó a los artesanos, admiraron el espesor de los cuernos del toro y se los llevó para colgarlos en la alcoba del jefe de su familia, su dios Lugalbanda. Luego purificaron sus manos en el Eúfrates, después, cogidos uno al otro se pusieron en camino y recorrieron en carro la gran calle de Uruk; la gente estaba reunida para verlos pasar. Gilgamesh dio una fiesta en su palacio. Después de la fiesta, Enkidu tuvo un sueño mientras dormía. Levantándose dijo a su amigo: Amigo mío ¿por qué los grandes dioses celebraban Consejo?”

San Juan, julio de 2020.
José Luis Simón Cámara.

Desde el más allá. 5.

V

TABLILLA IV

“Al cabo de 20 dobles leguas, comieron un poco, al cabo de otras 30 dobles leguas se prepararon para la noche; así, en un día hicieron 50 dobles leguas. Todo este camino se había hecho a paso de gigante; lo que realmente eran. Recorrido habitual de un mes y medio para un humano, unos 540 kilómetros. Al tercer día alcanzaron la montaña. Gilgamesh subió a la cima y dijo: Montaña, envíame un sueño con un mensaje favorable. Enkidu preparó entonces el ritual, le hizo acostar en un círculo mágico y Gilgamesh, acurrucado, apoyaba el mentón sobre sus rodillas y el sueño que se derrama sobre los humanos cayó sobre él. A media noche se despertó bruscamente, se levantó y dijo a su amigo: Te voy a contar, amigo mío, el sueño que he tenido: avanzábamos por los barrancos de la montaña, cuando la montaña se desplomó encima de nosotros, pero pudimos huir como moscas de cañaveral. El que nació en la estepa le explicó el sueño. Amigo mío, tu sueño es favorable. Es un sueño excelente. La montaña que tú has visto es Khumbaba y quiere decir que lo cogeremos y lo mataremos.

Y así tuvo varios sueños. Con un búfalo, después en otro los cielos bramaban, la tierra retumbaba. Finalmente Gilgamesh dijo a Enkidu. Éste es un lugar lleno de cosas misteriosas, es un terreno resbaladizo. Uno solo no puede caminar, pero dos sí que pueden. Una cuerda de tres hilos es difícil de romper. Hemos franqueado todos los obstáculos. El final de nuestro viaje está ante nosotros; no retrocederemos antes de cortar los cedros. Amigo mío, ¿por qué vamos a rendirnos como unos cobardes? Tú, experto en combates, diestro en batallas, puesto que te has frotado con hierbas, no debes temer a la muerte. Amigo, cógeme la mano, marchemos juntos. Ambos llegaron a la linde de la verde montaña. Se quedaron allí, mudos e inmóviles.”

¿Quién me puede reprochar que me sirva de los sueños para recrear el presente, para reinventar el pasado, para enriquecer el futuro si ya en tiempos tan remotos y con menos licencias poéticas, apenas descubiertas, se atrevían, y con qué fortuna, a hacerlo? ¿Quién podría censurarle a Calderón “La vida es sueño”? Cómo me gustaría seguir creyendo que es por culpa del confinamiento por lo que seguimos sin poder vernos un tiempo más que, desgraciadamente, se va a prolongar ¿hasta cuándo?. Demasiado ya en cualquier caso. Con razón se ha recurrido a los sueños desde el principio de los tiempos, cuando los hombres querían conocer el destino o querían cambiarlo. Sobre todo cambiarlo porque era adverso y en el sueño tenemos la capacidad para, por encima del tiempo, volver a encontrarnos con personas amadas que la realidad nos ha arrebatado. ¿Quién nos va a impedir soñar con personas, lugares o situaciones queridas? ¿Quién puede controlar los sueños? El que está preso en la más negra mazmorra sueña con alas que lo elevan sobre las más altas murallas.

Me convertiré en pastor de sueños para cuidar el rebaño y guiarlo donde estén los mejores pastos y crezcan tan lustrosos que puedan rivalizar con la realidad, con esta realidad, a veces, tan triste.

Paso estos escritos a algunos de los que también disfrutaron de su amistad. Y mirad lo que uno de sus más próximos me envía:

“Aparte de mis dos Lillian y Concha Seco, que pasó un rato por casa para ver a Lillian, eres la primera persona con la que hablo, es un decir, de nuestra amiga Mercedes, cuya muerte me ha dejado descentrado, conmovido, desmadejado. A veces todavía pienso en ella como si nada hubiese sucedido y se me ocurre llamarla por si podemos vernos, aunque sea un momento, en el Blanco y Negro. Evito ir allí porque sin ella ya no tiene el mismo atractivo. Ya lo había perdido en los últimos tiempos de su enfermedad. Y siento que el confinamiento del virus nos robara las pocas veces que hubiéramos podido estar con ella en esos últimos meses. Cuánto añoro aquellas charlas con ella que siempre duraban menos de lo que yo hubiera querido. Su inquietud casi permanente le impedía estar quieta mucho tiempo y las solíamos terminar con un paseo por las cercanías. Y me duele su ausencia como pocas cosas me han dolido. Dios quiera que este dolor de ahora se convierta con el tiempo en el recuerdo nostálgico, pero dulce e incluso alegre, que una mujer tan hermosa como Mercedes merece. Haber coincidido con ella en la vida y haber disfrutado de su amistad ha sido una de las mejores cosas que le agradezco a la vida. Que tú hayas sido parte de esa coincidencia y de esa amistad también me hace sentir muy afortunado. Un abrazo de tu siempre amigo, Pepe.”

¿Para qué hablar de la ternura que muestran estas palabras de un amigo, cuando estamos quizá delante del primer poema de la historia donde sobre todo se hace un canto a la amistad?

Hay una frase en este escrito “Cuánto añoro aquellas charlas con ella que siempre duraban menos de lo que yo hubiera querido. Su inquietud casi permanente le impedía estar quieta mucho tiempo..” que me recuerda la que Ninsún le dirige a la diosa Shamash: “Por qué, habiéndome dado a Gilgamesh por hijo, lo dotaste de un corazón sin reposo?”

En las primeras líneas de esta historia que vuelvo a contar, ahora a petición y en recuerdo de nuestra amiga, hacía referencia a unas palabras suyas escuchadas a esas horas de la madrugada en que aún se confunden el sueño y la vigilia. Digo que vuelvo a contar porque hace ya tiempo que no es la primera vez. Después de haber quedado impresionado la primera vez que me llegó a las manos a través de mi compañera de alegrías y tristezas y de su grupo de trabajo en el Instituto de El Campello, la di a conocer a los alumnos del Instituto de San Juan y disfrutaba viendo cómo seguían mi relato con los ojos enfebrecidos. La he contado después en largas caminatas y carreras a compañeros, en muchos casos ajenos al mundo de la literatura, pero que también se han quedado enganchados. Los más recalcitrantes han sido unos compañeros de comidas, a los que aún no he conseguido contarla de viva voz. Pero estoy seguro de que ahora, y aunque solo sea por el cariñoso y triste recuerdo, la leerán, saborearán y disfrutarán como jamás lo habían hecho, lamentando, ahora sí, no haberla conocido antes completa.

San Juan, julio de 2020.
José Luis Simón Cámara.

Desde el más allá. 4.

IV

¡Amigo! Así acaba la tablilla segunda. Hermosa palabra. Necesitaban enfrentarse, rivalizar, pero enseguida se dieron cuenta de que era mucho más lo que los unía que lo que los separaba. ¡Cuántas veces nos ha pasado en la vida como a ellos! Después de muchos enfrentamientos hemos descubierto que nos sentíamos mucho más cerca de aquellos con los que discutíamos que de otros con los que no habíamos cruzado una palabra siquiera, que de otros con los que parecíamos coincidir en todo. Del revolcón al abrazo. Cuántas veces ocurre en la vida.

TABLILLA III

“Enkidu se sentía atormentado. Entonces Gilgamesh, volviendo su rostro, habló así a Enkidu: Amigo mío ¿por qué tus ojos están llenos de lágrimas? ¿Por qué tu corazón está lleno de tristeza y te sientes atormentado? Enkidu abrió su boca y habló así a Gilgamesh. Amigo mío, a causa de mis lamentos, los sollozos han oprimido mi garganta, mis brazos están débiles y mi fuerza aniquilada.”

— Oye, escúchame, ¿qué le ha ocurrido a Enkidu ahora que está civilizado, que come pan y bebe cerveza, que vive en la ciudad y tiene un amigo?

— No está muy claro porque, como sabes, algunas de las tablillas de arcilla están desaparecidas y otras incompletas o rotas, pero parece que la tristeza y abatimiento de Enkidu se debían a su nuevo tipo de vida, muy diferente al que había llevado en la estepa. Para evitar este estado Gilgamesh le sugiere la realización de un viaje y una gran aventura: ir a combatir a Khumbaba, el guardián del bosque de los cedros. No te cuento, por no aburrirte con datos intra y extraliterarios algunos pormenores pero todo esto que estamos leyendo pertenece a tablillas y columnas encontradas en distintos lugares de Mesopotamia como Nínive, Sippar, Khatusha, Uruk con versiones en distintas lenguas como la asiria, hitita, babilónica, acadia y que hoy se conservan en museos de Londres, Filadelfia de Pensilvania, Yale, etc.. y que han sido objeto de traducción y estudio por muchos investigadores fascinados por su riqueza humana y literaria.

El viaje y la lucha contra Khumbaba se interpreta como un conflicto entre agricultores de la llanura (Uruk) y pastores de la montaña. También están documentadas las expediciones que efectuaron sumerios, asirios, babilonios y acadios a las regiones montañosas occidentales en busca de madera y resina.

“Enlil ha destinado a Khumbaba para proteger el Bosque de los Cedros, para ser el terror de las gentes. Su bramido es el diluvio, su boca es fuego, su aliento es la muerte. Sobre sesenta dobles leguas oye todos los ruidos del bosque. ¿Quién puede, pues, adentrarse en su interior? Enkidu dijo a Gilgamesh: Amigo, es imposible que vayamos al encuentro de Khumbaba. Gilgamesh le respondió: Tú y yo iremos a abatirlo y cortaremos los cedros. Pero Enkidu le dijo: Amigo mío, yo sabía eso desde que en la montaña yo andaba vagabundeando con la manada. ¿Por qué quieres acometer tal empresa? Es un combate imposible. Gilgamesh le respondió:¿Quién, amigo mío, puede escalar el cielo? Sólo allí viven los dioses.

En cuanto a la humanidad, tiene los días contados. Todo lo que un hombre hace no es más que viento. Tú mismo, si tienes miedo de morir ¿en qué se ha convertido tu coraje? Voy a partir delante de ti. Si sucumbo, al menos me habré hecho un renombre. Gilgamesh, se dirá, contra el feroz Khumbaba entabló la lucha. Tú, nacido y criado en la estepa, tú a quien han atacado los leones, tú debes comprender todo esto. Diciendo estas cosas has afligido mi corazón. Sea lo que sea, he decidido ir a cortar los cedros, así haré un nombre eterno. Vayamos, amigo, quiero asignar el trabajo a la fragua para que, ante nuestros ojos, se forjen las armas.

El rey de Uruk plantea su proyecto a sus consejeros y ancianos. Éstos se levantaron y comunicaron su decisión a Gilgamesh: Tú eres todavía un niño, tu pasión te arrastra, tú no sabes de qué estás hablando. Si alguien se interna en el bosque queda paralizado. Entonces Gilgamesh lanzó una mirada burlona a su amigo y le dijo: Escucha, amigo mío, mi respuesta debería ser: Tengo miedo de él, voy a permanecer aquí. ¡No! Iré al bosque de los cedros! Se marcharon, pues, juntos a la fragua y les forjaron hachas, machetes, espadas, arco y carcaj, armas todas de gran tamaño.

Cuando se conoció la noticia, el pueblo se amontonó y manifestó su alegría por las calles de Uruk. Los ancianos lo bendecían y le daban consejos sobre el viaje.

No confíes únicamente en tu fuerza. Ten los ojos abiertos, estáte atento. Que Enkidu vaya delante de ti, pues ya conoce la ruta, ha recorrido el camino, conoce los accesos al bosque y todas las astucias de Khumbaba. Es experto en el combate. Que Enkidu proteja a su amigo, salve a su compañero, que transporte su cuerpo por encima de las trampas. Nosotros, Enkidu, en nuestra asamblea te confiamos al rey, cuando regreses, devuélvenoslo otra vez.

Gilgamesh entonces tomó la palabra y dijo: Ven, amigo mío, vayamos a visitar a la gran reina Ninsún, la sabia, mi madre, hará de nuestros pasos una marcha prudente. Cogiéndose de la mano el uno al otro fueron a visitarla y pedir su protección. Y dijo Ninsún, dirigiéndose a la diosa Shamash. ¿Por qué, habiéndome dado a Gilgamesh por hijo, lo dotaste de un corazón sin reposo? ¡Oh, Enkidu, te confío a Gilgamesh!”

Y así, con las advertencias del Consejo de ancianos y la blanda oposición de Enkidu, vencida por Gilgamesh con la ironía y amagos acusadores de cobardía, se encaminaron ambos, con la bendición de sus dioses protectores, hacia el bosque de los cedros donde se enfrentarían con Khumbaba. Siempre o casi, han sido los viajes un bálsamo para las inquietudes y monotonía cotidianas. Nunca se sabe lo que puede deparar un viaje. En cualquier momento puede surgir algo imprevisto. Otro aliciente más.

San Juan, julio de 2020
José Luis Simón Cámara.

Desde el más allá. 3.

III

TABLILLAS I y II

“Quiero dar a conocer a mi país a aquel que todo lo ha visto, a aquel que ha conocido lo profundo, que ha sabido todas las cosas, que ha examinado en su totalidad todos los misterios, que ha descubierto los secretos y que nos ha transmitido noticias anteriores al Diluvio. Dos tercios de él son divinos, un tercio es humano. Tenía un rostro imponente, un cuerpo gigantesco, de esbelta estatura. Sus armas están siempre dispuestas, los jóvenes de Uruk no cesan de temblar, no deja un hijo a su padre, día y noche su comportamiento es opresivo. No deja ninguna hija a su madre, incluso ya prometida. Gilgamesh no deja a ninguna muchacha a su marido. Los dioses oyeron las repetidas quejas de los habitantes de Uruk y entonces interpelaron a Aruru, la Grande: Aruru, tú que has creado la humanidad, crea ahora su doble y que rivalicen entre sí para que haya paz en Uruk. Cuando Aruru oyó estas palabras, se lavó las manos, cogió un pedazo de arcilla y en la estepa modeló al valiente Enkidu. Todo su cuerpo está cubierto de pelo, no conoce ni humanos ni país civilizado. Con las gacelas mordisquea la hierba, con la manada abreva en las orillas del río, con las bestias salvajes se satisface. Un día un cazador, trampero de oficio, se topó con él, frente a frente. Cuando el cazador lo vio, su rostro se contrajo de temor, el miedo atenazó sus entrañas. El cazador dijo a su padre: Padre mío, hay un hombre que ha venido de la estepa, dotado de gran fuerza. Estoy tan asustado que no me atrevo a acercarme a él. Ha tapado las trampas que yo había abierto, ha destruido las redes que yo había tendido, ha hecho que escapen de mis manos manada y bestias de la estepa. Me impide que cace. Su padre abrió la boca para hablar y dijo al cazador: Hijo mío, Gilgamesh reside en Uruk, no hay nadie que tenga más fuerza que él. Dirige tus pasos hacia él y háblale de la fuerza de ese hombre. Siguiendo el consejo de su padre el cazador decidió ir a ver a Gilgamesh y le contó lo que había visto. Dirigiéndose al cazador, Gilgamesh le dijo: Ve, cazador, lleva contigo a la hieródula Shamkhat (una puta sagrada), en cuanto él llegue con sus bestias junto al río, que ella se quite sus vestidos y le ofrezca sus encantos. Llegó la manada y alegró su corazón en el agua. Shamkhat vio a aquel hombre salvaje. Es él, le dijo el cazador. Deja caer tu ropa, descubre tu sexo y que posea tus encantos. No lo rechaces. Acoge su ardor. En cuanto te vea así, se acercará a ti, quítate entonces tus vestidos para que yazga sobre ti y para tal salvaje desempeña tu arte de mujer. Shamkhat dejó caer su ropa, descubrió su cuerpo y él poseyó sus encantos; sin rechazarlo, ella acogió su ardor y él sació con ella su codicia amorosa. Durante seis días y siete noches, Enkidu, excitado, cohabitó con Shamkhat. Después que hubo saciado su voluptuosidad, volvió su mirada en busca de su manada, pero al ver a Enkidu las gacelas huyeron. Enkidu había perdido sus fuerzas, su cuerpo estaba flojo, sus rodillas quedaban inmóviles, al tiempo que huía su manada. Enkidu estaba débil, no podía correr como antes, pero había desarrollado su saber, su inteligencia estaba despierta. Se sentó a los pies de la hieródula y se puso a contemplar su rostro. Ahora comprendían sus oídos lo que le decía la hieródula. Ésta le dijo: Eres hermoso, Enkidu, ¿por qué quieres todavía vagabundear por la estepa con las bestias? La leche de las bestias salvajes solía él mamar. Le pusieron ahora pan ante él, entornó los ojos, lo miró y lo examinó con desconfianza.

Enkidu no sabía comer pan; a beber cerveza nadie le había enseñado. La hieródula le dijo a Enkidu: Come pan, Enkidu, es necesario para vivir. Bebe cerveza, es la costumbre del país. Enkidu comió pan, hasta saciar su hambre. Bebió cerveza, ¡siete cántaras! Con el ánimo distendido, se puso a cantar: su corazón estaba alegre y su rostro se iluminó. Después limpió con agua su cuerpo, se friccionó con aceite, se puso un vestido y pareció un hombre. Ven, deja que te lleve a Uruk, en donde reside Gilgamesh, perfecto en fuerza, y donde, como un búfalo salvaje, sobrepasa en fuerza a los demás hombres. Mientras ella le hablaba él asentía a sus palabras. Era un confidente lo que su corazón ansiaba, un amigo. El divino Enkidu contestó a la hieródula: Vamos, condúceme a él. Yo quiero provocarlo, lanzarle un desafío. Vamos, pues, Enkidu, a Uruk la amurallada, donde los hombres se ciñen fajas, donde cada día es fiesta, donde las rameras, de espléndida belleza, adornadas de voluptuosidad, plenas de felicidad, yacen en sus lechos, de noche, con los más altos personajes. A ti, Enkidu, que no conoces la vida, te mostraré a Gilgamesh, el hombre de alegrías y desgracias. Todo su cuerpo emana una seducción fascinante y su fuerza es superior, con mucho, a la tuya. Él no descansa nunca, ni de día ni de noche. ¡Oh, Enkidu, renuncia a tu presunción! Antes de que tú vinieras de lo hondo de la estepa, Gilgamesh ya te veía en sueños y su madre Rimat-Ninsún le explicaba el sueño. Hijo mío, el hacha que tú has visto es un hombre. Y Gilgamesh, dirigiéndose a su madre le dijo: Madre mía, que pueda tener un amigo como consejero. Shamkhat contaba a Enkidu los sueños de Gilgamesh, mientras situados al borde del abrevadero, ambos prolongaban sus caricias.”

Mientras celebraba un festín con Shamkhat, vio a un hombre y le dijo a la hieródula. Aleja a este hombre. ¿Por qué ha venido aquí?. Y preguntó al hombre: Hombre, ¿adónde vas tan deprisa? He sido invitado, le dijo, a la Casa de los Esponsales. A la esposa elegida, Gilgamesh la posee, él, el primero, ¡el marido después! Así se decretó en el consejo de los dioses. Al oir estas palabras del hombre, el rostro de Enkidu palideció y se puso encolerizado. Enkidu delante y Shamkhat detrás se dirigen a la ciudad. Cuando entraron en Uruk, la de las amplias plazas, la gente se reunió a su alrededor y decía: ¡Cómo se parece a Gilgamesh!

Se dispuso un lecho a fin de que Gilgamesh, con la novia, se uniese aquella noche. Y cuando se dirigió allí Enkidu bloqueó la puerta de la Casa de los Esponsales y no permitió que pudiera entrar cortando el camino a Gilgamesh. Gilgamesh lo miró con atención. Enkidu estaba totalmente encolerizado. Ambos se enfrentaron en la gran plaza del país. Enkidu obstruyó la puerta con su pie; no dejó entrar a Gilgamesh. Se agarraron y, como toros, se acometieron fuertemente. Derrumbaron el umbral, los muros temblaron. Entonces Gilgamesh hincó la rodilla, con el pie en el suelo su cólera se calmó y desvió su pecho. Enkidu se sentó en el suelo, sus ojos se llenaron de lágrimas, ellos se abrazaron el uno al otro, unieron sus manos como hermanos. Y Enkidu le dirigió estas palabras a Gilgamesh. ¡Amigo!.

(Texto tomado, como los siguientes, de la traducción y notas de Federico Lara Peinado, en Tecnos, 2005)

San Juan, julio de 2020.
José Luis Simón Cámara.

Sierra Nevada (2-Julio-2020)

Ocurre que, a veces, aquello que no planeamos demasiado, luego al final resulta que es lo que mejor sale o simplemente sale bien. No lo sé, lo cierto, es que en esta ocasión así fue. Me refiero a la salida, como llamarla: “quitapenas”, “matagusanillo”, ”estoesloquehayqueselevaahacer”, que hicimos el autodenominado “escuadrón tortuga” o lo que es lo mismo: José Pablo Carbonell, Jaime “cangrejo” Castells y yo mismo, el pasado fin de semana del 2 y 3 de julio al Parque Natural de Sierra Nevada, para correr una ruta que los amigos David Gil, Esteban and company, hicieron el año anterior.

Ni que decir tiene la emoción que sentí cuando con una semana de antelación, de ahí lo de la improvisación, el amigo Jaime me planteó hacer esta ruta a la que enseguida se sumó José Pablo. Tras meses de parón, demasiados y muy duros, iba a salir a la montaña de nuevo. Emoción y terror, porque, este proceso de recuperación en el que estoy, está siendo largo y no termino de arrancar. La ruta iba a ser de unos 30 kilómetros y 2.000 de desnivel positivo, algo que, en situaciones normales sería un entrenamiento duro de cara a una gran carrera. Pero como digo, todo está siendo tan raro este año, en general y en lo personal, que a punto estuve de retirarme de la aventura. No quería que mis dos compañeros, fuertes como el vinagre que ya no son tortuga, sino gacelas, tuvieran que cargar con el mi lastre, porque ahora es lo que soy.

Pero no, por encima de todo, pudieron las ganas de volver, de sentir el viento y el Sol en la cara. Las de recordar sensaciones vividas, las de decir aquí estoy de nuevo. Eso y que Jaime y José Pablo, en todo momento, estuvieron pendientes de mi cuando me quedaba atrás y me hicieron sentir, de nuevo, como en casa.

Pues al lío. El viaje iba a ser corto: salida el viernes en dirección al refugio de Postero Alto, a 1.900 metros de altitud, dentro del parque natural de Sierra Nevada, pero entrando por Guadix, pasando por Jerez del Marquesado y cogiendo una pista, a la salida del pueblo, no apta para vehículos normales en varios de sus 9 kilómetros hasta llegar al refugio. Carrera el sábado, como ya he dicho, de unos 30k, en, aproximadamente, unas 8-9 horas.

Para los que quieran ir y alojarse en el refugio la reserva para dormir hay que hacerla sí o sí en esta situación de nueva normalidad y también si se quiere cenar, comer o desayunar. Todo en el refugio está muy bien organizado, con protocolos de seguridad fiables. La reserva a través de la página del refugio: refugioposteroalto.es. Recomiendo hacer uso de las instalaciones, no recordaba lo bien que se come en los refugios, sin grandes alardes y el ambiente que se respira en los comedores: grupos de montañeros, algún runnner como nosotros, rodeados de recuerdos de ascensiones a picos de la zona en condiciones difíciles.

Llegamos a media tarde, tras dos horas y media de viaje, con charla y cabezada incluida y ya nada más llegar se siente uno como aislado del mundanal ruido. La tarde comenzaba a declinar y una vez que el Sol se puso, llegó el fresco de la montaña, los olores y los ruidos. Lo que he dicho, como en casa o como en nuestra segunda casa.

Al día siguiente y tras un buen desayuno, comenzamos la ruta que sale desde el refugio en dirección a la loma de En medio que va hacia el Peñón de Jérez, pero que nosotros íbamos a alargar, dando un rodeo. La salida ya en ascensión y el camino bien definido en zigzag. Por delante de nosotros los montañeros que estaban el refugio a los que pronto dejamos atrás. El rodeo que dimos es el que nos llevó al Puerto de Trevélez. Llama la atención  la cantidad de agua que lleva en esta época del año la sierra, con arroyos y canales de deshielo. No en vano aún quedan neveros en esta zona.

Desde el puerto, un bonito descenso que nos llevó a una zona de pasto, con hierba fresca, mojada por el agua que baja en forma de arroyo desde bien arriba. Un rebaño de vacas en medio de la senda por la que teníamos que pasar, nos hizo dar algún pequeño rodeo para evitarlas. Voy retomando sensaciones olvidadas, desentumeciendo el cuerpo y dejando atrás dolores musculares del comienzo. El ritmo bueno, ese que te permite pararte a escuchar el viento a saborear lo que estás viendo, hacer fotos, cambiar impresiones. Calma, hemos venido a disfrutar y lo hacemos los tres.

Jaime se para a hablar con los pastores de las vacas, que nos preguntan si somos militares. José Pablo con el GPS del móvil, atento a que no nos salgamos de la ruta. Pero sí, nos salimos y bastante, pero dio lo mismo.

Pasado este valle y tras una curva en la montaña, nos encontramos con el Mulhacén en su cara posterior, la contraria a Sierra Nevada y hacia allí vamos. Pasamos la verja de una finca, como ya digo, algo perdidos y continuamos hasta que el camino nos obliga a pasar al otro lado del arroyo que íbamos siguiendo y a empezar a subir. El Sol calienta ya y la subida se hace un poco más dura. Tenemos claro que hay que subir hasta el final pero no tenemos claro que vayamos a enlazar con el camino que hicieron el año anterior nuestros compañeros.

Por fin llegamos arriba, dejando atrás circos glaciares y pequeños ibones, hasta que nos encontramos en la otra cara de la sierra, la que da a las pistas de esquí. Aquí ya se distinguen mejor las siluetas del Pico Veleta y el Mulhacén e incluso se puede ver el Observatorio de Sierra Nevada y Granada al fondo. Desde aquí hacia la derecha, volviendo a la ruta inicial, por fin, por un terreno poco gratificante con demasiada pizarra suelta, que la verdad se hace algo largo. Ya queda menos para el Picón de Jérez, al que llegamos sobre las 15 horas. Estamos a más de 3.000 metros de altura, ya llevamos casi todo el desnivel hecho. Hemos dado una buena vuelta. Una especie de dolmen marca el pico. Hace fresco. En estas alturas sientes lo frágil que eres ante un cambio brusco de temperatura o de condiciones climáticas.

Iniciamos el último descenso, muy vertical, vamos buscando el barranco del río Alhorí, tenemos que coger agua y llegamos al nacimiento del río, que brota de las piedras. El agua fresca es un regalo. Se os acercan varias cabras salvajes a las que les gustan los anacardos de José Pablo que les da Jaime. Unos metros más abajo, el río ya baja fuerte, con rápidos y pequeñas cascadas. Pasamos un manto de césped verde empapado, con algún que otro resbalón. Nos vamos a la derecha, subiendo hasta un cerro, con dudas pero en esta ocasión, José Pablo tenía razón y esa era la ruta a seguir. Enlazamos con la subida que habíamos hecho por la mañana pero esta vez de bajada, trialera y larga, ya con el Refugio al fondo, al que llegamos como habíamos salido, entre risas, charla y ahora sí sólo satisfacción, nada de miedos.

De ahí a casa, tras haber conocido una zona realmente interesante de Sierra Nevada y haber compartido con mis compañeros un día genial, algo por lo que les doy sinceramente las gracias.

Seguimos para adelante, contra viento y marea, coronavirus y enfermedades, en el camino.

Un abrazo a todos.

Jota