Cuarentena

Sábado, 9 de Enero

También tiene su encanto tomarse el café, hecho por uno mismo, aquí arriba en el salón, solo, con las amplias cristaleras mostrándome el paisaje como si estuviera fuera en la calle. Silencio acompañado hoy por el suave movimiento de las hojas de los árboles. ¡Siempre los árboles! Mudos excepto cuando la brisa nos susurra a través de sus hojas o cuando el vendaval resquebraja con estrépito sus ramas. En el estanque vecino la luz cabrillea en el agua y las nubes, siempre por los aires, hoy quietas, casi paralizadas. Apenas perceptible su movimiento si no lo alineas con los barrotes del ventanal. Vuelvo a mirar el horizonte y ya ha cambiado totalmente el escenario de las nubes. Se diría que esperan a cambiar de posición cuando no son observadas. Inma ha pasado mejor la noche que el día. Ayer llegó a tener 38.8. Mucha fiebre. Pronto le bajó. Esta noche a las 3.30 sólo llegó a 37.5 y enseguida le bajó. Ella sigue abajo: habitación, aseo, salón. Yo arriba: Habitación, salón, aseo. Bajo con mascarilla a llevarle el desayuno, bien poca cosa: pastillas, infusiones y termómetro.

Se habían tomado un descanso las nubes, a lo que veo, porque han vuelto a la carga. Quizá estuvieran descansando, quizá estuvieran reagrupándose para dar un golpe definitivo, contundente. ¿Quién sabe si en sus estudios de historia añorarán un episodio como aquel diluvio de hace ya no sé cuántos años? Todo depende, claro, de las latitudes, pero por las noticias que llegan hay zonas de Castilla donde los coches llevan horas atascados por una nevada que les impide el menor movimiento. Inevitablemente, ante esa situación, yo aquí, cobijado, disfrutando de la lluvia, viendo la nieve a lo lejos, en las montañas, confortablemente sentado y lejos de esas inclemencias, bueno y acompañado o invadido o yo no sé, por el virus de los cojones, no es que me conforme, pero qué remedio.

Domingo, 10 de Enero.

Por tercer día consecutivo sigue esta lluvia pertinaz. No sé cómo la denominarán esos países en que es capaz de prolongarse meses y meses. Los árboles, las plantas, quietos, como si la lluvia ejerciera una influencia relajante. Hoy, sentado a la mesa de despacho de mi padre, en la que tan pocas veces lo vi sentarse, tomo estas notas como las que él tenía afición a tomar, sobre todo cuando hacían algún viaje, del que le gustaba tener recuerdos. Ahora no llueve, no hace viento, no hay ruidos, todo en calma. Sólo el leve aleteo blanquinegro de una urraca saltando de rama en rama. Y las tórtolas, siempre las tórtolas formando parte del paisaje como pegadas a los cables que recorren las calles de poste en poste. Cuando levanto la vista y contemplo la variedad del arbolado me pregunto si en la nueva casa echaré de menos estos espacios. También es placentera la visión de unas plantas a pocos metros de distancia que pueden tapar el infinito de detrás. Como si los primeros árboles te impidieran ver el bosque. Desde el jueves, 7 de Enero en que nos hicieron la última PCR, positiva, con algunos picos altos de fiebre, en cama, amodorrada, mal cuerpo, sin ganas de tomar nada, hoy es el primer día que ha comido en la cocina: por la mañana tostadas, al mediodía hervido, queso, jamón.

Parece que se va viendo la luz.

San Juan, 10 de Enero de 2021.
José Luis Simón Cámara.