Planteamiento:
Existe una teoría increíble que afirma que cualquier pequeño acto tiene la capacidad de determinar unas consecuencias incluso de dimensiones descomunales, que puede tener la facultad de modificar la rutina previsible del cosmos e incluso cambiar el desarrollo del futuro. Así, si una mariposa aletease al otro lado de la tierra, ese sutil y apenas perceptible hecho podría repercutir en el inicio de una cadena de acontecimientos que concluirían en un huracán en las antípodas, a miles de kilómetros.
El hecho de correr es algo natural, los niños lo hacen en cuanto adquieren la verticalidad sin necesitar que se les enseñe, los animales herbívoros corren nada más nacer, sin siquiera haberse desprendido del cordón que los unió a su madre. Correr es un acto reflejo de cualquier ser vivo, sea ante una amenaza o frente a una presa que también corre, todos los seres vivos corren arrastrándose, reptando, movidos por primitivos seudópodos o usando las extremidades. Las plantas también corren en vertical, a la búsqueda del sol y de este modo, también volar es en cierto modo correr, correr sobre las montañas, en el espacio, movidos por la brisa.
Todos corremos y cuando lo hacemos pensamos, amasamos nuestros problemas e incluso les encontramos solución. Recordamos momentos vividos y soñamos. Correr es un acto terapéutico que nos llena y que sólo entendemos los que lo hacemos con asiduidad. Yo, por ejemplo, en ocasiones dejo volar mi mente y me dedico a calcular, suponer y llegar a conclusiones, así los kilómetros se digieren suave y no hacen daño. Hay días en que miro a lo lejos y me asombro de la grandeza que me rodea y pienso en qué habrá detrás. Otros observo la línea casi recta del horizonte en el mar y sé que soy un hombre afortunado. Me agrada mojarme en la lluvia y sudar en verano mientras corro. Incluso cuando corro por la ciudad me siento bien, me gusta saludar a otros corredores y disculparme con un gesto y dar las gracias a los conductores cuando cruzo la carretera por donde no se debe. Hay días en que me acuerdo de mis seres queridos, de los que están y los que estuvieron y hay otros en que imagino a mis amigos y a otros corredores detrás de aquella loma, en el fondo de ese barranco o cuatro calles más allá pero que no alcanzo a verlos porque soy un ser insignificante, sé que están ahí. Al fin y al cabo, los otros también entrenan y en algún sitio deben estar cuando lo hacen.
Fue uno de esos días cuando me dio por pensar en lo bonito que sería poder correr con quienes me quisieran acompañar, entrenar al mismo tiempo, sincronizarnos y de ese modo vernos sin usar los ojos, con lo que de verdad importa, el corazón y los sentimientos. Tener la certeza esta vez de que detrás de aquella montaña, al otro lado de la ciudad o incluso a cientos de kilómetros estaría acompañado y haciendo lo que nos gusta.
Así construí un acto de imaginación, pensé que estaría muy bien volar como un ave, crecer como los árboles y correr como hace unos meses, acompañado de mi gente y para ello no pude encontrar mejor plan que una maratón solidaria cuyos ingresos servirán para empujar hacia algo bueno.
El aleteo:
Al lanzar la idea supuse que la gente me seguiría al menos por un pequeño motivo de los de los que se me ocurrían, ya fuera por correr a mi lado o por hacerlo por una buena causa, sea cual fuere me doy por satisfecho, al fin y al cabo, cualquiera de los dos actos no es más que un leve movimiento, un pequeño gesto, un frágil aleteo.
El primero motivo, el correr juntos, no tenía otro fin que mostrar entereza y luchar por un futuro próximo, confiar en lo que vendrá. La segunda razón era poner una pequeña piedra en los cimientos de la lucha contra el cáncer.
Las carreras:
Finalmente, y con las restricciones espaciales a que nos vemos sometidos, todos cumplimos con el plan previsto.
Pili, como siempre, fiable como un vehículo alemán, no falló, nunca falla. Decidió salir antes de lo previsto y así evitar alguna limitación. Añadió otra muesca a su larga culata y con su madrugón contribuyó a que el tiempo de conexión fuera más amplio.
Poco después inició sus andares el bueno de “J” que se enzarzó literalmente con una media maratón, de las que le gustan a él, de piedras, montes y como digo, zarzas, ya que buscando caminos inhóspitos se perdió y acabó con las piernas como si se hubiera exfoliado con una lima de carpintero. Es lo que tiene ser una tortuga aventurera (saludos Jaime y enhorabuena por adelantado).
A las 8:00 h., puntuales iniciaron su 10 k. Reme y su amiga Tati desde Petrer, estoy seguro de que todo les fue bien. Ambas cumplieron con su parte del trato y se lo agradezco de corazón. Ha sido un placer correr con vosotras.
Jesús y Martina hicieron también diez kilómetros y ni que decir tiene que no hay qué contar. Dos metrónomos que se mueven al mismo compás, eso es algo grande.
A las 9:00 h. iniciamos las andadas mi compadre Lisardo y yo junto a mi primo José Miguel a 300 km. De distancia. La hora no fue algo caprichoso, simplemente éste hizo el esfuerzo de correr con viento y a una temperatura de inicio de 1º C., era justo dejarle elegir hora.
La maratón:
Es difícil hacer 42 km. cuando no has entrenado para ello. La idea era buscar un apoyo mutuo y así lo hicimos hasta el final, siempre es reconfortante tener a alguien a tu lado cuando sufres.
Lisardo, como siempre cumplió sin problemas, digiriendo los kilómetros finales como pudo pues arrastró dolores que en otras circunstancias no hubieran aparecido.
El calor de la última parte y una molestia en la rodilla izquierda a mí me llevaron a ascender mi propio Gólgota, gracias a que mi Cirineo particular me echó una mano.
La Alcoraya, el Verdegás, el Moralet, el Rebolledo, las pedanías del término municipal de Alicante fueron testigos de nuestra historia, nuestro pequeño logro, supieron que siempre es más importante saber quién está a tu lado que la empresa que te ocupa en cuestión, que no importa hacer una de las peores carreras de tu vida si el fin lo justifica.
Conclusión:
Gracias Pili, gracias Jesús y Martina, Reme y Tati, gracias “J” y gracias Lisardo por acompañarme en mis desvaríos. Gracias a mi sangre que me acompañó a mas de 300 km. de distancia sin dudarlo.
Gracias a todos, a los que estuvisteis conmigo y a los que no ya fuera porque no pudisteis o simplemente no quisisteis.
Julián
Emocionante, enriquecedora y como siempre que las escribes, entrañable crónica. Cualquier carrera contigo es siempre un placer y doy gracias del día que me metiste en este gran grupo.
y tan cierto Julián, al correr ordeno el armario y pongo en orden algún que otro desorden, enhorabuena .