Estamos acostumbrados a escuchar necedades del vicepresidente segundo del Gobierno de España. Como comparar la huida de Puigdemont y otros de la justicia española con el exilio de miles de republicanos españoles tras la guerra civil. Pero alinearse ahora con el ministro de asuntos exteriores ruso, Labrov, o con el discurso tradicional del Maduro de Venezuela y posiblemente con los de algunos regímenes islamistas, todos ellos en las antípodas de lo que se entiende por democracia en Occidente es ya demasiado. Aunque, claro, también llamaban en la Alemania del Este a su régimen político, del que los que huían se arriesgaban a morir agujereados en las alambradas, República Democrática Alemana. ¿Se refiere implícitamente a esas democracias cuando dice que la nuestra es mejorable? ¿Tiene acaso nostalgia de ese negro período de la historia en cualquiera de sus modalidades? ¿Alguno de esos países del llamado socialismo real ha levantado muros para evitar que acudieran a ellos los desheredados del mundo ansiosos de llegar a la tierra prometida? ¿O se trataba más bien de murallas y alambradas para impedir por la fuerza que salieran de los regímenes más sangrientos y crueles que conoce la historia? Justamente al revés de lo que ocurre en esos países occidentales tan denostados por el vicepresidente, los países capitalistas con democracias deficientes. Es a esos países precisamente a los que desean venir de todas partes del mundo, especialmente de esos envidiables países del socialismo real. ¿Algún día faltaron los mejores vinos y manjares en la mesa de Fidel, de Honecker, de Ceaucescu o de cualquier dirigente “comunista”, mientras el hambre se extendía entre sus súbditos? Resulta curioso además que todos los “protegidos” del vicepresidente que se han fugado de la justicia española se hayan refugiado también en esos apestosos países capitalistas europeos y no en aquellos que coinciden contigo en la valoración política de los encausados. No se refugian en Rusia ni en Venezuela ni en Cuba. Ya he sugerido en alguna ocasión que deberían ser revisados los títulos y diplomas universitarios del señor Iglesias porque su desconocimiento de la historia del siglo XX y más reciente se muestra palmario, su ausencia de contrastes notable, aún parece no haberse enterado del discurso secreto de Jrushchov en el año 56 denunciando los crímenes de Stalin, parece que no haya leído las crónicas de los últimos años de la dictadura franquista ni las más recientes de la Transición. Ya sabemos, no hace falta que él nos lo diga, que toda democracia es mejorable, pero denostar la imagen pública de nuestro país ante el mundo ¿a qué intereses sirve? Quizá a los mismos de los que desde otros países nos atacan hoy para justificar sus vergüenzas, como lo han hecho tantos a lo largo de la historia. Los trapos sucios, si los hay, se lavan en casa. No hay por qué ir pregonándolos a los cuatro vientos. Te reúnes todas las semanas con el resto de ministros y con el presidente. Puedes hacerlo con más frecuencia si quieres. ¿No es ése el lugar donde plantear tus discrepancias, donde presentar tus sugerencias? ¿Tiene que ser siempre rodeado de focos y altavoces? Muchas veces, las más, el trabajo discreto y silencioso es más efectivo que las estridencias de cara a la galería. La altanería se puede tolerar en los oprimidos, porque poco más les queda, pero no en los poderosos, y ahora, tú, lo quieras o no, perteneces a estos últimos, no a aquellos de donde dices proceder y a los que dices defender. Una pequeña dosis de humildad no te vendría mal, señor vicepresidente.
San Juan, 13 de febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.
[1] En recuerdo del “Elogio de la estulticia” (locura) de Erasmo de Róterdam.