Me encontraba en casa de mi hijo arreglándole el cierre de una puerta corredera, siempre hay cosas en las casas de los hijos que requieren el trabajo de los padres. Sonó el teléfono. Inma me cuenta. Ha llamado la Guardia Civil preguntando por ti.
¿Vive ahí José Luis Simón Cámara?
Sí, claro. ¿por qué?
Llamamos desde Soria. Hay aquí un señor que dice llamarse Antonio Santaclotilde Ruiz, pero su nombre no corresponde al carnet que lleva que es el de José Luis Simón Cámara. ¿Lleva su marido su carnet?
No está en casa, pero ahora lo llamo y le pregunto.
Vale. Volvemos a llamar dentro de 10 minutos.
Es entonces cuando Inma me llama y me dice que compruebe si llevo mi carnet. Le respondo que claro que lo llevo, pero de todos modos saco la cartera para comprobarlo. Es un documento que siempre llevo encima, pero rara vez miro a no ser que lo exija la circunstancia: en un banco, en el hospital… Y no salgo de mi sorpresa cuando al sacar el carnet veo la cara envejecida y de pelo canoso de un señor que no tiene nada que ver conmigo y que no he visto en mi vida. Se llama, efectivamente, Antonio Santaclotilde Ruiz, el mismo nombre dado por la Guardia Civil a mi mujer.
¿Cómo es posible? Se lo digo a mi mujer y cuelga el teléfono para dejarlo libre porque espera de nuevo la llamada de la guardia civil.
Paralizo provisionalmente el arreglo de la puerta. Mi hijo está conmigo y no sale tampoco de su asombro. Miro y remiro el carnet. Un señor del año 1949, es decir, dos años más joven que yo, aunque su aspecto no lo diría.
De Ágreda. Miro en el móvil y es un pueblo de unos 3.000 habitantes, de la provincia de Soria, muy cerca ya de Tudela y de la Rioja.
Minutos después vuelve a llamar Inma y me confirma que los datos proporcionados por ambos son correctos. Este señor tiene mi carnet de identidad y yo tengo el suyo. En algún punto hemos coincidido semanas atrás y se ha producido el cambio de documentos. Este señor viene con frecuencia a Alicante porque tiene allí un piso. ¿Nos enviamos los respectivos carnets por correo? No, me responde Inma, porque el jueves próximo, hoy es martes, él vuelve a Alicante. La guardia civil me ha dado su número de teléfono y yo le he dado el tuyo para que os pongáis en contacto cuando él venga.
Mi cabeza comenzó a carburar. ¿Dónde es posible que se haya producido el cambio? No recordaba ningún lugar de la ciudad en el que yo hubiera sacado el carnet para cualquier operación. Dándole vueltas recordé que días atrás fuimos Inma, Marina, sus hijos y yo mismo de compras a la ciudad. Se hizo tarde y nos quedamos a comer en el gourmet del Corte Inglés, en ese salón con amplios ventanales hacia Maisonnave, Gadea y la plaza de Calvo Sotelo. Ya de regreso en casa, Marina se dio cuenta de que nos habíamos dejado una bolsa con la camiseta de Juan en el restaurante. Llamó y le confirmaron que estaba allí la bolsa. Ellos la depositarían en Seguridad que era donde teníamos que ir a recogerla. Días después fui a Alicante en busca de un libro y aproveché para recoger la bolsa con la camiseta. Seguridad está en la calle de detrás de la entrada principal del Corte Inglés, en la paralela a Maisonnave, justo enfrente del Apartotel Riscal. Que yo recuerde es allí donde únicamente me han pedido el carnet en las últimas semanas. El responsable de seguridad, al ver en el carnet mi lugar de nacimiento comentó, mi novia es también de Murcia y vive allí. Comprobada mi identidad fue a buscar la bolsa, me la entregó y a continuación cogió el carnet de encima del mostrador donde lo había dejado y me lo entregó. Yo lo cogí y, sin comprobar si era o no el mío, lo metí mecánicamente en la cartera y me marché. Nunca dudé de que el carnet que llevaba era el mío.
Llegó el jueves, día en que el usurpador involuntario de mi personalidad, también yo lo era de la suya, venía de Soria a Alicante y a primeras horas de la tarde lo llamé. Pensé que si venía en tren podría coger el teléfono. También pensé que podría venir en coche y en ese caso era muy probable que no lo cogiera. Fue pasando el día y hacia las 6 de la tarde recibí su llamada. Ya estaba en Alicante. Había visto mi llamada, pero iba conduciendo y no pudo responderme. Dijo de encontrarnos en algún punto de la ciudad o incluso de acercarse a San Juan. Le dije que no. Yo iría a la dirección que me dijera. Después de un largo viaje desde Soria me parecía demasiado hacerlo desplazarse otra vez.
Avenida de Villajoyosa, 37, 7º F era su dirección. Enfrente de la estación de ferrocarril del Tranvía, en la prolongación del Postiguet. Consigo malaparcar en un vado sobre la acera de esa carretera de tráfico intenso que lleva hacia el Cabo, justo enfrente del viejo y controvertido edificio de la Sangueta, varias veces ya a punto de ser demolido por las palas de los planes generales del Ayuntamiento de Alicante y, por el momento, paralizado. Allí está, efectivamente, el número 37, 7º F. En lugar de llamar y adentrarme en aquel laberinto de escaleras y ascensores, me habían advertido en casa que llevara cuidado y no confiara demasiado por si había alguna encerrona, llamé al móvil de mi usurpador. Ya bajo, me dijo, le estoy viendo desde el balcón.
Minutos después, un caballero robusto, casi musculoso, algo más bajo que yo, calvo, pero de apariencia más joven que en la foto del carnet, se dirigió a mí, nos estrechamos la mano. ¿Usted es Antonio? Sí, y usted José Luis.
Estará cansado del largo viaje. No, ya tengo costumbre. Un amago de acento vasco en su entonación. ¡Qué provincia tan hermosa! He estado alguna vez en Soria, la Laguna Negra y sus bosques, pero sobre todo he pasado algún día en Oncala. ¡Ah! Eso está muy al norte. Yo vivo en Ágreda, más cerca de Navarra, casi enfrente de Tudela.
Bueno y ¿dónde cree usted que pudieron mezclarse nuestros carnets?
Yo estuve, me dijo, en las últimas semanas en el Hospital General de Alicante. Hace mucho tiempo que yo no he ido por allí, le respondí.
¿Podría ser en el ADA, la sede de conciertos y conferencias?
Sí, he ido alguna vez, pero hace ya más de tres años. ¿Ha estado usted últimamente en el Corte Inglés? Porque en la sección de seguridad estuve yo hace unos días y allí me pidieron el carnet.
No, hace tiempo que no he ido a esos almacenes.
¿Cómo se dio cuenta usted de que llevaba un carnet que no era el suyo?
Fui al Banco y tuve que presentarlo. No se puede imaginar la sorpresa que me llevé cuando el oficinista me dijo: Este carnet no es el suyo. Es de otra persona. Lo miré fijamente, porque hasta ese momento no me había fijado y me quedé de piedra. Fue entonces cuando decidí dirigirme a la Guardia Civil que averiguó el teléfono de su casa y a partir de ahí ya conoce usted el resto.
Habían pasado unos minutos. Me insistió varias veces en que podía haberse acercado él a San Juan. Finalmente saqué la cartera del bolsillo, cogí su carnet y se lo tendí a la vez que él se metía la mano al bolsillo y la sacó con mi carnet. Hicimos intercambio asegurándonos ambos de que era el nuestro. Nos chocamos la mano y nos despedimos. Nada más sabemos el uno del otro. Únicamente conservamos como punto de contacto el teléfono móvil. En mi lista de teléfonos consta como carnet de Antonio. Soria.
San Juan, 15 de junio de 2022
José Luis Simón Cámara.
Nota. Por raro que parezca, esta historia no es un sueño ni una ficción, es real punto por punto como queda reflejada aquí y ocurrió en los primeros días de junio de 2022.