Dos años y medio hace que me rompí la meseta tibial, en un entrenamiento en Onil preparando la maratón de montaña de esa localidad que tenía lugar unas semanas después.
Dos años desde que corrí la última carrera de ultra distancia (UTMB), ya que acabé muy tocado, cojo y con un edema óseo importante.
Tanto fue así, que tocó pasar por quirófano para tratar de irrigar el edema, quitarle tensión e inyectar plasma rico en plaquetas.
En definitiva, 2 años de “travesía por el desierto” y de no poder disfrutar de la montaña, de carreras por la montaña y de compartir kms en la naturaleza con tantos amigos que disfrutan de esta misma pasión por el deporte y las montañas.
Pero bien… tras un proceso de rehabilitación, readaptación y de entrenamiento de fuerza y propiocepción, poco a poco… las molestias disminuyeron y comencé el camino que me ha llevado a volver a hacer ultradistancia.
Decidí lanzarme con una carrera, a priori, muy corredera y de baja tecnicidad para evitar problemas y así poder testear cuánta carga era capaz de aguantar la pierna. Pues bien, la carrera no fue lo que parecía, si bien, comenzó con un trazado inicial hasta el km 20, que podría describir como uno de los más bonitos en los que he corrido.
Un paisaje que me recordaba una combinación de Montsant, Calar del Río Mundo, incluso alguna zona era comparable a algún lugar especialmente bonito de la Sierra de Biar, y que hace unas semanas descubrí o me lo hizo descubrir Esteban, al cual por cierto, debo de agradecer la ayuda y los entrenamientos juntos, que me han hecho mejorar muchísimo en las últimas semanas. Cuando entrenas con deportistas mucho mejores que tú, tu nivel aumenta y ha sido un lujo compartir km con él.
Tras este primer tramo, un cresteo similar al que podemos encontrar en la Sierra de Oltá no llevaba a bajar al mismo collado por el que habíamos subido unos kms antes y cerraba el bucle de la primera parte de carrera.
Siguieron unos cuantos kms en suave descenso donde se disfrutaba del correr por senda bonita, en umbría, entre pinos, donde el tiempo y los km pasaban rápido.
En los km centrales, el descenso y recorrido junto al río, resultaba un trote agradable, aunque no exento de la leve dificultad de ir esquivando las zarzas que nos dejaron brazos, piernas e incluso cara, con marcas visibles de arañazos… llegando al punto de verme con sangre por todas partes cuando llegaba al avituallamiento… más escandaloso que otra cosa.
En el km 48, se llega a la pequeña y bonita localidad de Pontones (donde además estuvimos alojados) y tras el avituallamiento, comenzaba una suave subida por unas praderas, donde ingenuamente pensé y pensábamos todos que estábamos a las puertas de los últimos km de ascenso y además de escasa dificultad.
Fue aquí donde nos dimos de bruces con la realidad de una organización de carrera “floja” queriendo ser sutil, puesto que habían cambiado el trazado 2 días antes de la salida y no se envió mensaje alguno, no se avisó ni en recogida de dorsal, ni en la propia salida e incluso ni en los avituallamientos sabían lo que quedaba, o cómo era esa parte final… un fallo que podría haber sido un problema de haber salido un día algo más caluroso… nada extraño a estas alturas del año y en esa zona.
Pues bien, en el km 56 aprox. (último avituallamiento de carrera) recargamos líquido y pregunto ¿qué nos queda? A lo que me responden 10 km a meta (lo previsto según la descripción inicial),1 km de bajada, 3 km de subida de piedras algo sueltas y el resto bajada al pueblo.
Pues no, salvo lo del km de bajada… el resto no fue lo descrito y resultó un tramo complicado de subida a lo que siguió una bajada de nuevo con terreno al que casi todos nos hemos encontrado en La Perimetral de Benissa, Sierra de Oltá, etc… es decir, como si coges el mar le quitas el agua y corres sobre las piedras del fondo marino… Roca perfilada, en la que no encuentras apoyos buenos para la zapatilla y donde el esguince está casi garantizado o donde un fallo y una caída… podría ser el fin de la carrera y un problema para la integridad física.
No obstante, a mí no se me da mal bajar y en este terreno me defendí muy bien y conseguí superar con nota el examen de la pierna, que aguantó todo el movimiento y exigencia de la zona.
Por fin, llegan los últimos km donde se suponía que eran bajadas… A estas alturas ya no hacía caso del track del reloj y sólo buscaba cintas naranjas para no perderme. que ya lo había hecho un par de veces unos kms atrás.
Bajo a ritmo vivo y con piernas, ya satisfecho de una gestión de carrera muy buena y que me hace pensar que, tras 2 años, no he perdido facultades para la gestión de la alimentación, hidratación y ritmos de ultra, que me hacen llegar a la parte final con ritmos que casi extrañan a los que voy adelantando.
Tras una parte final de nuevo larga y con alguna subida innecesaria y desconcertante… por fin llego al pueblo de Santiago de la Espada (bastante feo por cierto) y encaro los metros finales con la mente llena de alegría por ver la luz al final del túnel, por volver a estar 10 horas en la montaña disfrutando/sufriendo y porque además, obtuve un resultado incluso inesperado para mí después de todo este tiempo de parón.
No siempre se consigue salir de una situación mala por lesión o enfermedad, no voy a caer en ese mensaje de optimismo exaltado, pero hay situaciones en las que si se tiene paciencia (yo no la tuve inicialmente) si se escucha, se “pelea” y se trabaja con constancia, se consigue salir y en este caso, volver a hacer una de las cosas más importantes de mi vida y uno de los pilares de mi felicidad.
Así que, mientras que el cuerpo aguante, vamos a seguir disfrutando de la naturaleza de la forma en la que podamos, de las carreras mientras podamos y de compartirlo con amigos… que son ya casi familia.
Gracias A TO TRAPO por formar esa familia y que compartamos nuestros momentos… buenos, regulares, malos… pero siempre siendo un apoyo de unos y otros. Yo así lo he tenido todo este tiempo de mis grandes amigos de esta familia a los que siempre he sentido cercanos y trasladándome cariño y ánimo. Gracias!
Pablo Molina