12 de julio de 2019, 17:50, Plaza de Beasain (Guipuzkoa)… Espera, no, esto empieza mucho, mucho antes. 23 de enero de 2005, 9:50, Puerto de Santa Pola; ahora sí. Manolo (Papá), Ignacio y yo apostamos por mi estreno como corredor amateur en la primera media maratón. Casi 2 horas de eterno sufrimiento que marcan el inicio de lo que hoy contamos: una vida zancada a zancada.
Luego llegaste tú, montaña, opiácea de mis entrañas, a su vez fuente de sabiduría, energía y, como no, vía de escape de las obligaciones diarias. Sin siquiera poder ni imaginarme cómo, después de miles de horas y kilómetros sufridos/disfrutados, aquí estamos.
Ahora sí: 17:50, Plaza de Beasain. Sergio, Josemi y yo entramos en el arco de salida preparados para afrontar los más de 170 km con 11.000 metros de desnivel positivo en una de mis tierras favoritas: mi país vasco.
¿Estás nervioso? No, estoy temblando de miedo. Ya no hay vuelta atrás; somos un equipo indisociable de 3 que tiene que volver a este punto de salida en, como tarde, un par de días. Nos despedimos del grupo de los 90 km (David, Ángel, Enri, Elías y Carlos – ¡gracias por estar ahí! -) y con lágrimas en los ojos espero con ahínco el empiece de esta aventura.
Pelos de punta al recordar los primeros pasos. No puedo evitar bañar mi cara de lloro relativamente controlado al ver que el pueblo refleja lo que iba a ser la tónica de la carrera: calles y familias volcadas junto con voluntarios que te hacen sentir mejor que en casa.
Muchas horas y más distancia. Intentaré ser breve al describir los momentos más reseñables de la carrera. La primera tarde se hace cómoda y al pasar Zumárraga el atardecer nos recuerda lo impresionante de estas tierras. La noche se espesa y entre risas, anécdotas y – por qué no – miedos internos, después de una ración de flan y bizcocho de 10 preparado por una familia entera (en serio, nunca había visto tal disposición voluntaria), un amanecer de escándalo nos da los buenos días tras la dura subida a Zelatun (km 66).
Vamos bien; que coño, vamos muy bien. El calor empieza a apretar pero se mitiga con algún que otro manguerazo que encontramos por el camino. Pese a los dolores de pies de mi amigo Sergio, conseguimos el objetivo de llegar vivos y con ganas al que se dice que es el inicio de la carrera: km 96, Amezketa, base del Txindoki. La visita de los Aitores y Eder a este remoto lugar me llena de fuerza y hace sentirme un afortunado por lo vivido (¡eternamente agradecido!).
Subida muy dura, el sol insiste en que son las 3 de la tarde (21 horas de carrera) y echamos el resto para llegar arriba. Pero como siempre, llegamos. Pasamos la casa del pastor (me flipa que alguien pueda vivir en soledad con sus cabras a 1200 metros en un terreno tan escarpado) y coronamos el Txindokiko Lepoa. Algo más de sufrimiento y bajamos a uno de mis lugares favoritos: Lizarrusti.
A través de un ensoñador bosque de hayas que me traslada años atrás alcanzamos el km 116 donde nos espera Ignacio y Jako: ¡vamos Tío Borja! Ver a Jako con esa sonrisa respaldado por papacho me dice que esto tiene que salir bien. Bocata, cerveza sin alcohol y salimos hacia la – temida – segunda noche.
Crisis. Crisis absoluta. El sueño empieza a invadir el cuerpo y mi cabeza me dice que ya basta. Intento no pensar, mirar al suelo y tirar; pero la forma de los árboles se torna distinta y veo cosas que creo que no debería. “¡Hey, Sergio, no me jodas, pero eso es un hombre!”, “¡Sí, un señor con una capa!”. Me acerco y el árbol me mira fijamente diciendo que no, que coño, que no es más que un árbol.
Borja, para. Fíjate en tus mentores Sergio y Josemi y ya verás como todo pasa. Y pasó. La noche se hace frondosa y encendemos el frontal a sabiendas de lo superado. A pesar de las sensaciones extremadamente opuestas, mi mente disfruta.
KM 130. Etzegarate. Ciertos problemas de rozaduras solventados – permitidme evitar que narre la experiencia de cura de trasero por el médico de referencia -, ducha, cena amenizada por la incombustible seguidora Rosa (¡gracias por el apoyo!) y hacia San Adrián.
KM 140, tocamos la mítica cueva de San Adrián y no queda otra que echarnos una siestecina de 15 minutos para afrontar lo que queda. ¡Arriba! Dice el voluntario. Encaramos el Aizkorri y a eso de las 5 de la mañana del domingo coronamos uno de los techos del País Vasco. Exhaustos, Josemi nos espera y recibo a Sergio con un abrazo que nunca olvidaré. Vuelvo a llorar: si hemos llegado aquí, llegamos a meta.
Pero aun queda mucho. Los metros se hacen millas y todo cuesta un mundo. No sin esfuerzo, a las 6 de la mañana picamos algo en Oazurtza y empieza el infierno para Sergio: el mazo ha llegado en forma de pájara. Quedan unos 25 km y 1500 de desnivel positivo que se harán muy duros. Admiro tu entereza, amigo.
Entre risas provocadas, este equipo que salió hace más de 40 horas supera el último escollo y gracias a la fuerza de Josemi – eres un gladiador – y al espíritu de superación de Sergio, volvemos a pisar Beasain.
Ahí nos espera la incombustible Rosa, todo el grupo A To Trapo y las fuerzas de Enri con su maltrecho tobillo (¡ánimo que en nada estás dando guerra!). ¡Agradecimiento por esos últimos kilómetros en compañía, gracias! Y un poco más adelante, Dama, Jako, Nicolás e Ignacio hacen lo propio.
Y, 43 horas y pico después, entro en meta de la mano de mis mentores de esta distancia, de mi padrino deportivo y de uno de mis sobrinos preferidos (nótese la falta de agravio comparativo). EHUNMILAK, eres nuestra!
Carrera muy muy dura. Sergio me dijo que “Euforia” (la locura andorrana que estos jabatos superaron el año pasado) le cambió la vida. No sé si llega a ese punto, pero bien seguro que este fin de semana me ha dejado una huella profunda.
Ehunmilak es el ejemplo del puro significado de montaña: libertad, paz, compañerismo, individualismo, subidas, bajadas, en fin, vida. Lejos de marketing, merchan y florituras, esta carrera ensalza la realidad y lo salvaje de la naturaleza.
Gracias a Sergio y Josemi. Dos días de aprendizaje continuo, risas y, también algún momento complicado, son causa y consecuencia de consideraros parte de mí: no pude elegir mejores mentores para iniciarme en esta distancia.
Gracias a Ignacio, Dama, Nicolás y Jako. Fieles seguidores de este trotamundos sin cabeza.
Gracias a los firmantes de las pinzas. No os separasteis de mi cabeza (literalmente) en todo el fin de semana.
Gracias a la familia del golf, esa llamada el sábado noche fue motivo de remontada. Y gracias, gracias, gracias a Papá y Mamá: poco sentido tendría esto si no hubiera aprendido lo aprehendido.
Muchos (me) preguntáis, ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé. Supongo que estar un fin de semana sin móvil, disfrutar de atardeceres y amaneceres de ensueño y seguir explorando el cuerpo podría ser una respuesta; pero esta claro que no es suficiente. ¿Por qué? Sólo el poder escribir esta crónica recordando cada momento vivido, hace que merezca la pena.
Y ahora, ¿qué? A seguir. A seguir en busca de experiencias y momentos que puedan ser narrados. A seguir explorando esta aventura que es la vida.
Borja
—
Enlaces sobre esta prueba
Nombre | Categoría | Tiempo | Puesto General | Puesto Equipos |
Borja | Por equipos | 43:43:05 | 233 de 510 | |
Sergio | Por equipos | 43:43:05 | 234 de 510 | 5º |
Josemi | Por equipos | 43:43:06 | 235 de 510 |
(231 retirados)
—