En Santa Pola 2012 conseguí, lo que nunca me hubiera esperado, una marca que me permitiría tener acceso a una entrada “garantizada” para el maratón de Nueva York. Tuve muchísima suerte, ya que sería el último año que el baremo que me correspondía sería alcanzable para el ser humano normal que soy.
Así que tanta suerte no se puede desperdiciar, y menos cuando se trata de correr Nueva York. Pero pasaría otro año hasta que vendría a la Gran Manzana, ya que en 2012 el huracán Sandy obligó a la cancelación de la carrera. Gracias a Pili ya con anterioridad había decidido posponer mi estreno neoyorquino hasta el 2013 y así no me encontré entre los miles de corredores que se presentaron en 2012 sin poder correr al final.
Me fui sola en esta ocasión, aunque bien acompañada de los buenos deseos y consejos de A To Trapo. Como en otras ocasiones había seguido el plan de entrenamiento de Pili, con lo cual sabía que había hecho mis deberes. Por gran suerte mía, cuento con unos amigos fabulosos en Nueva York, así que no necesitaba hotel y podía alojarme en sus casas y disfrutar de su compañía.
La feria del corredor es espectacular, grande y bien organizada, y como todo el evento, contando con un despliegue de seguridad impresionante. Recojo mi dorsal, pero cuán grande es mi sorpresa cuando además me entregan la medalla del 2012 en reconocimiento de la doble inscripción.
El sábado queda el último flequillo de preparación: trotar unos 30 minutos. ¿Dónde mejor que en Central Park? Así que cojo el subway y para arriba voy, donde me encuentro con otros tantos centenares de corredores que han tenido la misma idea. Me pongo en la meta para sacarme la foto y aquí es donde unos minutos más tarde entrarían los corredores apuntados en una carrera de calentamiento de 5km (dash to the finish line). El parque brinda los colores del otoño y un cielo azul y limpio que se refleja en el lago.
Con esto ya está todo y no queda nada más que acostarse pronto y asegurar que toda la indumentaria (que es mucha) está lista para salir de casa a las 5h00 (esto sí que duele) de la mañana. Esta noche cambian la hora, así que al menos nos regalan una hora. Dicho y hecho, salgo de noche de casa con mi ropa traída de España para dejarla después en la salida. Me había inscrito para ir en Ferry desde la punta de Manhattan, así que voy en busca de un taxi, que finalmente comparto con dos chicos ingleses (su primer maratón).
La travesía a Staten Island es preciosa. Salimos aun de noche, pero se ve perfectamente la Estatua de la Libertad y la silueta de Downtown. En la llegada nos esperan los autobuses que nos llevan a los Villages de la salida. Son las 6 y media cuando llego allí, así que quedan 3 horas y media de espera. Hace un frío que pela y hay gente tiritando durante un par de horas. Por fin nos llaman para meternos en los cajones (corrals), y tengo que quitarme mis capas adicionales y esperar la última media hora con un frío del demonio en el cuerpo. Así es como he conocido a Monica, una chica americana con la que finalmente compartiría la carrera.
Para la salida nos ponen a Frank Sinatra, y por fin salimos por el Puente de Verazzano, y con el cuerpo aún tan frío, y el viento que pela. Salimos con un ritmo bastante rápido para entrar en calor, sabiendo que vamos por encima del ritmo que nos habíamos propuesto. Pero cuesta frenar en el grupo en el que vamos, así que nos dejamos llevar. Monica y yo nos acoplamos muy bien, y así puedo disfrutar de su compañía súper simpática: Siempre con una sonrisa, y como había tenido la genial idea de ponerse el nombre delante en su camiseta, la gente va animándola por todo el recorrido y es fácil no perderla: siempre está por donde la aclaman con “Monica you are great, Monica go, Monica you can do it…..Monica, Monica…”
Los barrios de Brooklyn son una auténtica fiesta, y hay gente que nos anima en todas partes. Subimos toda la Cuarta Avenida de Brooklyn que parece eterna hasta arriba donde finalmente entramos en Queens. Sólo hay tramos tranquilos en los puentes donde no hay gente. En uno de ellos pierdo a Mónica, (ya que falta la gente para animar), y la echo de menos.
De Queens a Manhattan entramos por el puente de Queensboro. Subimos la Primera Avenida hasta arriba para llegar al quinto barrio, que es el Bronx, donde pasamos una milla y pico para luego dar la vuelta y volver a entrar en Manhattan. Hace viento, y Manhattan se me hace bastante cuesta arriba, como luego se puede apreciar en los ritmos de cada milla. Pero ya no importa porque nos estamos acercando por la Quinta Avenida al Central Park con todo el mundo aplaudiendo. ¡Qué baño de aplausos y gente saludando a amigos, familiares y desconocidos por igual! Y así nos llevan en volandas hasta la meta, que está dentro del parque mismo.
Cuando llegas a la meta la emoción es total, es alegría, exaltación, relax y triunfo. Enseguida nos ponen la medalla y una manta de calentamiento, que aún así nuevamente hace frío. Los que hemos optado por no “facturar” equipaje también recibimos un poncho precioso naranja. Y es así como Monica y yo nos volvemos a encontrar y pedimos una foto juntas para guardar el recuerdo de nuestro NYC Marathon.
Como premio adicional, me invito por la tarde a un masaje chino (de los que trabajan 7 días a la semana) que me relaja el cuerpo entero, seguida por una cena en Chinatown. Gracias a la buena preparación y el masaje, al día siguiente estoy como nueva.
Después me lanzo a la segunda parte de este viaje: me quedan 5 días para descubrir rincones de la ciudad aún desconocidos o reencontrarme con lugares del pasado. Aprovecho cada momento en esta maravillosa ciudad y me empapo de la energía positiva disfrutando de la compañía de unos maravillosos amigos, y pateando las calles de Brooklyn y Manhattan.
Gracias a todos que me habéis animado a mantener mi plan de ir a Nueva York, y ante todo a Pili por haberme preparado tan bien para esta carrera dura, emocionante y preciosa. Desde luego, un fuerte abrazo a Daniela, Pietro, Pat y su familia por brindarme el calor de vuestra amistad y permitirme vivir esta aventura desde vuestros hogares.
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