La rutina del corredor. Levantarse antes que el sol, desayunar muchos hidratos y sentir el hormigueo en las piernas que quieren ya salir corriendo. Esperad un poco, les digo, antes hay que llegar a la línea de salida.
Son las ocho de la mañana. He llegado a Salinas con mi amigo Juan. Es un buen corredor, pero está un poco nervioso porque es su primera carrera de montaña. Decido acompañarle en la primera parte del recorrido. “Tranquilo, a tu ritmo, mira dónde pones lo pies para no resbalar con alguna piedra”. Le digo esto y miro a mi alrededor, y qué veo. Nada, no veo nada. Bueno, casi nada. Una espesa niebla ha querido acompañarnos, y cubre de blanco la popular Plaza de San Isidro. El sol es como la luz de posición de los coches, que no la ve nadie. “Bueno, ya cogerá fuerza más tarde”, confío para mis adentros.
Esta plaza es el principio y el fin de esta carrera. Fin por dos veces, porque en la VII Edición de la Carrera de Montaña de Salinas, organizada por la agrupación eldense Jabalí Dorado, la prueba se ha desdoblado en dos modalidades. Una, de 12 km (+700m) para los que empiezan a coger forma; y otra, de 19,4 km (+1.245 m) para los que ya llevamos algo más de preparación.
Mi amigo Juan se ha inscrito en la de 12 km, quiere probarse primero antes de mayores aventuras. Yo, que mido mi tiempo en horas de 70 minutos, todos los que puedo los dedico a machacarme, y voy a por la de 19,4 km. Tengo en mente afrontar el reto de la Ultra Trail Puig Campana-Aitana de 85 km, que no es moco de pavo, y no hay que andarse con chiquitas. Miro mis piernas. Están donde siempre, debajo de la cadera, pero no sé si estarán de acuerdo conmigo. “A trabajar”, les digo, que para eso soy el jefe.
En la plaza hay más de 300 corredores, todos expectantes, como yo. Lástima que no se ha llenado el cupo de 400, pero es que ayer y hoy han coincidido varias carreras importantes, y ¡no se puede estar en todas! Ayer recibo una llamada de mi hermano Ramonet (ostras, él sí que está en forma). Me cuenta que él, Antoñito, (con quien regresa) y todos los demás miembros del grupo Ñ habían felizmente acabado la prueba de 70 km en Botamargues del día anterior. Les felicito, y la hazaña de este grupo me da fuerzas.
Las 9:15h. Dan la salida. Salimos en tropel, mi amigo Juan, yo, los otros 300 y la niebla. Tap a tap, tap a tap. Allá vamos. Me digo, voy a fijarme en lo que pasa, no solo pensar en mis cosas, que para eso Jesús, el “presi”, me ha “invitado” amablemente a ser el cronista de esta carrera.
Llevo un año con A To Trapo, pero es la primera vez que participo con el grupo en una prueba de montaña. Sí, hace ya un año que Jesús, al empezar la carrera en la Foia de Castalla, se me puso enfrente, me dio una camiseta con el logo de A To Trapo y me dijo: “Ya eres del club”. Y aquí sigo. Y así es como ahora me veo de “cronista”. Gracias, Jesús, pero un licor de herbero de la montaña a tu salud no te lo quita nadie.
Salinas queda atrás y comienza el ascenso por el sendero que conduce a la cima de El Caire, con una cumbre de 1.048 metros de altitud, que coronaremos tras 8 km de carrera. Bellas vistas de la sierra de Salinas. Almendros, matorral, senda entre pinos, estrecha, entre barrancos y muy rocosa.
Me fijo en el calzado que porta mi amigo Juan. Vaya, no es el más adecuado, lo está pasando un poco mal y nuestro ritmo es tranquilo. Aun así, la subida es dura.
Subiendo, me saluda José Manuel Peña, un gran corredor. Me da recuerdos para Jesús y Juanma. “Claro, de tu parte”.
Llegamos a la cima tras algo más de una hora de carrera, son cerca de las 10:30 de la mañana, y el sol arriba, por fin, nos muestra su cara brillante y sonriente (la niebla no ha aguantado el ritmo de la subida, pienso).
Pero no ha pasado lo peor. Tras la cima llega una bajada pronunciada de unos 2 km (y la niebla se había quedado allí, esperándonos). Rastros de lluvia, las rocas están resbaladizas. Algún corredor se golpea, cae. Decidimos descender con precaución. Entre piedra y piedra, salto esta rama, pasamos cerca de la ermita vieja de San Isidro. “Alguno entraría ahí a descansar”, me digo.
Cerca está ya la primera meta, de nuevo en la plaza San Isidro de Salinas, y me despido de Juan. Él ya ha cumplido, y muy bien. Ahora empieza mi segunda carrera. Me noto con fuerzas, “sobrado”, y los últimos 7,5 km aprieto el ritmo, con rabia a veces. En mi cabeza, una visión (o casi una obsesión), “Puig Campana… 85 Km…”.
En esta parte subimos bordeando un barranco hacia lo alto de las Lomas de Salinas, hasta los 980 metros de altitud. Luego, bajada de 2 km. Aprieto lo que puedo, me desfogo, adelanto a 10 o 12 corredores. Muy buenas sensaciones.
Por fin llego de nuevo a Salinas y su plaza. Línea de Meta. He completado el recorrido en 2h 54m. Me llevo muy buen sabor de boca de esta prueba. ¿Y mis piernas? Siguen ahí.
¿La organización? Un diez. Por el trayecto habían preparado 5 o 6 puestos de avituallamiento, con bebidas isotónicas, frutos secos, dátiles, plátanos, todo lo que aprecia el corredor que se emplea a fondo.
Sobre la una de la tarde todos los corredores han llegado a la meta. Nos entregan una camiseta, una gorra… y un fabuloso almuerzo: bocadillos, salchichas, panceta, bebidas y hasta han montado un castillo hinchable para los niños. ¿Se puede pedir más a una mañana de domingo?
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Enlaces sobre esta prueba
Nombre | Categoría | Tiempo | Puesto General | Puesto Categoría |
Sergio | MASC | 2:54:02 | 68 | 64 |
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