Pensando en aventurarnos en una carrera diferente a las acostumbradas y aprovechar así para conocer otras tierras, hace un tiempo nos decidimos a probar suerte allende los mares. Así que saltamos el canal de la mancha o “british channel” como dicen por allí y el resultado fue así de fácil: “Snowdonia Marathon 2012”, maratón considerada la mejor de UK en dos ocasiones.
Llegado el día aterrizamos en el John Lennon International Airport de Liverpool y pillamos un coche que en un principio nos pareció defectuoso, pues no tenía volante pero resultó que no: allí siempre conduce el copiloto. Tras una jornada (en la que aún no sé quien condujo), de unos 120 kms. (o algo así porque tampoco hay puntos kilométricos, más bien “millétricos”), llegamos a Llanberis (léase Clánberis, ¡el gaélico es así!) en el norte de Gales, zona montañosa, parque nacional y antigua explotación de pizarra (¡allí todo el mundo tiene una letra excelente!), lugar de salida y retorno de la maratón.
Tras un par de días de aclimatación (salchichas, baked beans, fish and chips y cerveza) llegó el momento de la verdad.
Eran las 10.30 de la mañana hora local. El sol asomaba tímidamente tras el majestuoso monte Snowdon. El coso estaba abarrotado, con el cartel de “no hay billetes” desde hace meses y unos 2000 diestros se disponían a iniciar su paseillo. Los del tendido 7, siempre tan exigentes, estallaron el una ovación cuando aparecieron los dos espadas alicantinos (¡ Ni Esplá y Manzanares en sus mejores tiempos !).
La faena pintaba bien, pese a que el día anterior fuimos castigados por las inclemencias (viento, granizo y bajas temperaturas).
Con el permiso de la autoridad, disparo de salida y … paisajes de ensueño, montes y praderas de un verde que hacía daño a la vista, riachuelos cuyo alegre sonido se unía a la banda sonora de la sincopada percusión de las pisadas de los corredores cuesta arriba, arriba, arriba: el primero del lote resultó mal encarado y con duro embestir. Se le mató en los medios dignamente.
Segundo. Un marmolillo de fácil manejo. Cuesta abajo, a tumba abierta. ¡Cuánto hubieran disfrutado los diestros de la escuela alicantina de A to trapo! … caminos-sendas cómodos y de velocidad con grandes pendientes.
Tercera fiera. En un constante sube-baja fuimos dando derechazos pues era lo que terciaba. Kilómetros (perdón, millas) y kilómetros rompepiernas hasta la media maratón.
Cuarto, en tierra de nadie. Un “Mihura”. Mal encastado, de los chungos, de los que tienen querencia, duro, incansable nos embestía con sus rachas de viento helado, lagos de origen glaciar, verde, verde, verde, colinas, en las gradas no se movía nadie. Y mientras templábamos al bicho pensando: “¿dónde estará el tío del mazo?, si una milla es 1609 m., 30 kms. son … ¡joer! ¿cuánto son?”. Perdidos entre sol y sombra. Estoconazo en la cruz y adelante”.
Quinto de la tarde. Dicen que no hay quinto malo. Pues éste no lo fue. Vitorino martín de 490 kgs. (de los peligrosos). Negro zahino. Una cuesta que quitaba el sentido, allá por el kilómetro 35. Ahí es nada, por si no habíamos tenido suficiente. Allí todos los cálculos previos de tiempos de paso desaparecieron de un plumazo. Sólo quedaba sobrevivir. Subida, subida, subida. El público se agolpaba para dar ánimos. El tío del mazo no pudo subir la cuesta. Fue espectacular. Allí estaba nuestra moza de espadas Anita Grey. Encantadora propietaria de los corrales en que reposamos estos días, que en un simpático spanglish aprendido en la playa de levante de Benidorm nos animaba emocionada. Gran persona, de las que hay que conocer. Al final, pinchazo y descabello … ¡adelante!
Torrestrella. Sexto. Ligero, con bravío. Astifino. Cuesta abajo vertiginosa hacia el pueblo. Sólo me repetía mentalmente: qué afortunados hemos sido, ¡si llega a llover morimos en la enfermería de la plaza!. Bajada, bajada, bajada. Una senda encharcada sembrada de afiladas lascas de pizarra que amenazaban emergiendo del suelo.
Entrada en el pueblo. Por fin asfalto. La sensación de una faena bien hecha.
Al final, saludo en los medios, dos orejas y rabo, entrevista para la televisión local en línea de meta y admiración absoluta hacia la expedición atotrapera (¡es que la equipación mola mucho!).
Tras todo ello, una sensación de bienestar y orgullo con la única pena de no haber sido más numerosos. Nos habría gustado tanto compartir con el resto que … ¡bueno! un par de brindis no faltaron a la salud de todo el club.
A partir de ésta siempre podremos decir que “en peores plazas hemos toreado”
Saludos.
Julián
—
Enlaces sobre esta prueba |
Total llegados a meta 1531
|
—