Hace ya unos meses que mi compadre Lisardo y yo decidimos repetir la experiencia de la maratón de Snowdonia del año pasado pero esta vez en otras tierras y aunque desgraciadamente él no pudo acompañarme finalmente, la elección de esta temporada fue la maratón de montaña de Dorset.
Esta maratón forma parte de un circuito de carreras por diversas zonas de la geografía inglesa organizadas por “Endurancelife”. Se puede ver de lo que hablo en este enlace.
La prueba de Dorset consta de cuatro carreras: 10 km, media maratón, maratón y ultra (52 km) las cuales se desarrollan la misma mañana con salidas escalonadas y las dos últimas son puntuables para el Montblanc.
Dorset es un condado del sur de Inglaterra y la carrera en cuestión partió de “West Lulworth”, concretamente de “Lulworth Cove”, una playa fósil que hace miles de años fue la desembocadura de un río. De hecho la zona se denomina “costa jurásica” y es patrimonio de la humanidad, un lugar de belleza singular.
Salimos a las 9:00 a.m. y para empezar nos encontramos con la primera rampa, de un desnivel enorme y larga, muy larga. A partir de ahí todo fue un constante sube y baja siguiendo toda la costa, pasando por parajes de ensueño, sendas cubiertas por las hojas caídas de los árboles, riachuelos, puentes, cercas, pasarelas, vallas (hubo que saltar unas cuantas) que estaban allí para que no se escaparan las vacas, ovejas y caballos, testigos perplejos de nuestra presencia y cuyo aliento tibio casi se podía sentir. Llegamos así, dirección oeste casi hasta la isla de Porland en Weimouth (sede olímpica de la competición de vela).
Mediada la carrera, ya había perdido toda esperanza de encontrar alguna indicación kilométrica (perdón, “millométrica”) ya que hasta los dos únicos checkpoints no sabíamos dónde ni cuándo estábamos, así nos pasó que alguien cogió un camino equivocado y anduvimos perdidos un grupo de 20-30 corredores por al menos 2 kilómetros (y vuelta, claro).
A todo lo dicho hay que añadir la complicación que suponía la prohibición ABSOLUTA de abandonar el trazado de la carrera (si no te perdías claro), ya que paradójicamente, aun tratándose de un lugar de especial belleza y protección es además zona de maniobras militares por lo que las sendas -marcadas someramente- están abiertas en contadas ocasiones ya que existe un riesgo auténtico de toparse con artefactos sin explosionar…¡tela! Seguimos así en dirección este para dirigirnos de nuevo a Lulworth Cove.
Pues bien, así discurrió toda la carrera, con constates subidas y bajadas: algo similar a la Sierra Helada de Benidorm pero con más desniveles y todo cubierto de hierba resbaladiza, ¡como eché de menos alguna piedra donde apoyar siquiera un poquito!, con viento fuerte en algunos tramos y frío. Al menos no llovió.
En definitiva, una carrera dura y hermosa, de las que dejan una marca indeleble en la culata.
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