Vengo de un pequeño país centroamericano rodeado de mares. Su territorio, plagado de costas, lagos y volcanes alcanza más de 130.000 mil kilómetros cuadrados, pero sus habitantes, a mediados del siglo XX, cuando yo nací, apenas llegaban al millón. En este casi despoblado país había un poeta que veíamos desde niños retratado en las monedas y billetes de 500 córdobas y en las paredes de las escuelas. Todos aprendíamos a leer recitando sus poesías que nos sabíamos de memoria:
“Margarita, está linda la mar,
Y el viento,
Lleva esencia sutil de azahar…”
Esto aún lo medio entendíamos, pero:
“Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania
Fecunda…”
¿Quién podía entenderlo a los nueve o diez años?
Voy a hablarles de un país donde los embajadores no son políticos ni diplomáticos ni economistas, voy a hablarles de un país donde los embajadores son poetas. Sí, sí, poetas. Así como aquí ustedes se saludan ¿Cómo estás, tío?, allá se saludan ¿Cómo estás, poeta? O ¿Qué es de tu vida, poeta? Porque en mi pequeño país no hace falta ir a la Universidad y ser profesor o farmacéutico o escritor para ser poeta. Allá, primero todos son poetas y después pueden tener cualquier oficio, agricultor, barrendero, profesor o tendero, pero lo que sí son todos es poetas.
Como habrán adivinado hace rato, desde los primeros versos, les estoy hablando de Rubén Darío. Y de este poeta que fue embajador paso ahora a hablar de alguien que cambió la pluma por la espada para desalojar a Somoza y volvió a la pluma en defensa de la libertad.
Las tiranías no tienen color. Siembran miedo, hambre, miseria, torturas, exilios y muerte. Mantienen al pueblo en permanente sufrimiento. Es igual que sean de derechas o de izquierdas. Las diferencias, los matices se difuminan, y al que las sufre, sean de uno u otro color, le importa bien poco. Sólo quiere quitárselas de encima. Ese deseo fue el que animó a luchar contra Somoza en los años 70 del siglo pasado y el que mueve ahora a los jóvenes que se rebelan contra Ortega, antiguo sandinista y ahora más tirano aún que Somoza, al que conseguimos derrocar. ¿Quién nos iba a decir, cuando volvemos la vista atrás, que aquel compañero de armas, acusado como nosotros, de traición a la patria por Somoza, nos acusaría a nosotros de lo mismo 40 años después? Y ha dado orden de busca y captura a la fiscalía para privarnos de la libertad ya que no puede cerrarnos la boca y silenciar nuestras palabras. En esto somos privilegiados los que disfrutamos de la lengua española, porque aunque nos censuren en nuestro pequeño país, ahora ya de 5 millones de habitantes, hay aún cientos de millones que pueden leernos en nuestra lengua. Y digo que somos privilegiados si nos comparamos con autores como Milan Kundera o Sándor Maray porque la prohibición en sus países, Checoslovaquia y Hungría, los condenaba al ostracismo ya que su lengua se hablaba sólo en sus países de origen. Nunca los exilios son dorados pero por fortuna yo puedo moverme en mi lengua y entre ustedes por muchos países y por muchos lectores.
San Juan, 4 de marzo de 2022. José Luis Simón Cámara.
[1] Charla del escritor en la sede de la universidad de Alicante en Canalejas el 22 del 2 de 2022.