Estulticia [1]

Estamos acostumbrados a escuchar necedades del vicepresidente segundo del Gobierno de España. Como comparar la huida de Puigdemont y otros de la justicia española con el exilio de miles de republicanos españoles tras la guerra civil. Pero alinearse ahora con el ministro de asuntos exteriores ruso, Labrov, o con el discurso tradicional del Maduro de Venezuela y posiblemente con los de algunos regímenes islamistas, todos ellos en las antípodas de lo que se entiende por democracia en Occidente es ya demasiado. Aunque, claro, también llamaban en la Alemania del Este a su régimen político, del que los que huían se arriesgaban a morir agujereados en las alambradas, República Democrática Alemana. ¿Se refiere implícitamente a esas democracias cuando dice que la nuestra es mejorable? ¿Tiene acaso nostalgia de ese negro período de la historia en cualquiera de sus modalidades? ¿Alguno de esos países del llamado socialismo real ha levantado muros para evitar que acudieran a ellos los desheredados del mundo ansiosos de llegar a la tierra prometida? ¿O se trataba más bien de murallas y alambradas para impedir por la fuerza que salieran de los regímenes más sangrientos y crueles que conoce la historia? Justamente al revés de lo que ocurre en esos países occidentales tan denostados por el vicepresidente, los países capitalistas con democracias deficientes. Es a esos países precisamente a los que desean venir de todas partes del mundo, especialmente de esos envidiables países del socialismo real. ¿Algún día faltaron los mejores vinos y manjares en la mesa de Fidel, de Honecker, de Ceaucescu o de cualquier dirigente “comunista”, mientras el hambre se extendía entre sus súbditos? Resulta curioso además que todos los “protegidos” del vicepresidente que se han fugado de la justicia española se hayan refugiado también en esos apestosos países capitalistas europeos y no en aquellos que coinciden contigo en la valoración política de los encausados. No se refugian en Rusia ni en Venezuela ni en Cuba. Ya he sugerido en alguna ocasión que deberían ser revisados los títulos y diplomas universitarios del señor Iglesias porque su desconocimiento de la historia del siglo XX y más reciente se muestra palmario, su ausencia de contrastes notable, aún parece no haberse enterado del discurso secreto de Jrushchov en el año 56 denunciando los crímenes de Stalin, parece que no haya leído las crónicas de los últimos años de la dictadura franquista ni las más recientes de la Transición. Ya sabemos, no hace falta que él nos lo diga, que toda democracia es mejorable, pero denostar la imagen pública de nuestro país ante el mundo ¿a qué intereses sirve? Quizá a los mismos de los que desde otros países nos atacan hoy para justificar sus vergüenzas, como lo han hecho tantos a lo largo de la historia. Los trapos sucios, si los hay, se lavan en casa. No hay por qué ir pregonándolos a los cuatro vientos. Te reúnes todas las semanas con el resto de ministros y con el presidente. Puedes hacerlo con más frecuencia si quieres. ¿No es ése el lugar donde plantear tus discrepancias, donde presentar tus sugerencias? ¿Tiene que ser siempre rodeado de focos y altavoces? Muchas veces, las más, el trabajo discreto y silencioso es más efectivo que las estridencias de cara a la galería. La altanería se puede tolerar en los oprimidos, porque poco más les queda, pero no en los poderosos, y ahora, tú, lo quieras o no, perteneces a estos últimos, no a aquellos de donde dices proceder y a los que dices defender. Una pequeña dosis de humildad no te vendría mal, señor vicepresidente.

San Juan, 13 de febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

[1] En recuerdo del “Elogio de la estulticia” (locura) de Erasmo de Róterdam.

Cumpleaños

Hoy, como dos o tres días a la semana, todavía oscuro, nos encontramos en el pequeño parque triangular de María Muntaner a las 7 de la mañana. Intentamos bailar con los dedos alguna cápsula del eucalipto gigante que domina el jardín.

¡Cuántas veces les he dicho ya a mis amigos la etimología de “eucalipto”, “bien guardada”, porque su semilla está protegida por la dura corteza del fruto. De casi los cuatro puntos cardinales vamos llegando al punto de encuentro. Martina del Oeste, Jesús del Sur, Rafa y yo del Norte; hoy no ha aparecido Franc, el generoso padre de acogida con su perro, sin duda entretenido con Andrea. Antes de las 7.05 iniciamos la carrera por esa estrecha senda llena de obstáculos que conocemos con los ojos cerrados. 12 de Febrero. 14 grados, sin viento. Pasado mañana, San Valentín, estaba yo pasando el día en Albacete en el cumpleaños de mi amigo Pinki. Con el Mejías, ¿no?. Sí, con el Mejías. ¡Ah, dice Martina, hoy es tu cumpleaños, mirando a Jesús. ¡Es cierto! ¡Felicidades!, de las tres gargantas al unísono. Comienza a clarear por el Este, en dirección al mar hacia donde nos dirigimos. Destellos de luces en el Manhattan de Campello. Junto al encendido almendro en flor a la izquierda del camino a nuestro paso comienzan los saludos de los perros correteando al otro lado de la valla. Un camión de la limpieza casi obstruye el camino y, burlado, aparece una furgoneta flanqueada por podadores de uniforme que civilizan un seto vegetal semisalvaje. Ya enfilamos casi oliendo la proximidad del mar, con horizontales pinceladas de luz a lo lejos. Atravesamos carretera, vías, paseo y llegamos a la arena. Ni nos preguntamos si hay baño. La tela de las banderas está tan callada que parece inexistente. Comenzamos a descalzarnos y Rafa, con sorna, os aviso de que no hay agua. Se refiere al grifo-ducha junto al paseo donde solemos quitarnos la arena tras el baño. Nos dirigimos, casi siempre en el mismo orden, hacia el mar. Martina, yo mismo, Rafa y Jesús. Nos vamos desprendiendo de ropajes, Jesús disponiendo la cámara del móvil y uno a uno, como si no hubiera mar para entrar en él todos a la vez, vamos sintiendo en las piernas sus cristales hasta que, convencidos de que hacen falta muchos metros para que nos cubra, nos zambullimos, damos cuatro o cinco brazadas, no más, apresuradas y recobramos la verticalidad, celebrando que no nos azote el viento.

Aún en la orilla vamos recuperando los ropajes hasta completar el rito con las zapatillas junto a los grifos del paseo. A veces, como hoy, desde el tranvía, ojos incrédulos abrigados contemplan el espectáculo de estos locos que salen del mar a estas horas. No tenemos tiempo de enfriarnos. Cuesta arriba seguimos corriendo y charlando. ¡Vaya año de celebraciones! No os quejaréis. El cielo empezaba a mostrar desgarrones rojizos. Os he invitado al primer baño del día, todo el mar para vosotros. Vendrán tiempos mejores. Enseguida los brócolis, ayer patrullas, sin duda de marroquíes, recogiéndolos para el mercado. Poco después el almendro en flor a la derecha, míralo Martina. Un coche se salta el stop en cuatro caminos. Jesús, 64 años hoy, se para detrás de las palmeras para encuadrar la sangrienta proximidad de la salida del sol. Los cerdos vietnamitas. Una pareja, los padres, y varios tamaños de hijos, casi todos negros menos uno, veteado de blanco. ¡Ah, cómo se nos va a olvidar el cumple, celebrado juntos del trío, el facundo Roberto y el parco Juan Manuel! ¡Hurra por ellos! Saludos a la oficinista de Golden Car, subida al puente de la carretera desde donde volvemos a mirar hacia el Este. Tras la senda, ya iluminada, nos despedimos en el jardín donde el eucalipto cobija al resto de plantas como la gallina a sus polluelos.

San Juan, 12 de febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

Migraciones

Como granos de arena que, sentados en la playa contemplando el horizonte, caen sin ruido, suavemente, de la mano, así se nos van cayendo por el camino los amigos sin que se rasguen los velos del templo ni se abran los cielos dejando caer enfurecidas cortinas de agua. Van cayendo los amigos uno tras otro, como si no pasara nada. Aun teniendo aún muchos, amigos nunca se tiene demasiados, cuento ya más entre los muertos que entre los vivos. Ahora entiendo aquellos paseos solitarios de mi padre, ya con todos sus amigos muertos. Ahora entiendo su escepticismo ante los políticos de cualquier signo. Ahora entiendo que sus lágrimas fueran cada vez menos, secada la fuente del llanto de ver alejarse a tanta gente querida.

No lo he olvidado todavía, pero casi, en cuántos pueblos me sacudí el polvo del camino sin ganas de volver a pisarlos porque habían desaparecido de ellos las razones más importantes para seguir visitándolos.

¿Qué se me ha perdido en Valencia si mi amigo Alfredo, el inquieto, hace ya más de tres lustros entregó allí su último aliento?

¿Qué se me ha perdido en Orihuela, por otra parte con tantos recuerdos desde la infancia y con pocos pero aún algún amigo del alma, desde la muerte de aquel irrepetible y libertino Santi?

¿Qué se me ha perdido en Madrid, palpitante y acogedor corazón de España, tras contemplar el esquelético y jibarizado cuerpo de mi amigo Muñoz que aún llegué a tocar caliente?

¿Qué se me ha perdido en el Siscar, después de todo el pueblo donde nací, donde he vivido algunos años, donde tengo a mi hermano, primos y amigos, donde conozco cada rincón de sus calles, cada piedra de sus veredas, donde quiero seguir viviendo, aun así, después de la muerte del Torero, de mi primo Pepe y ¡cómo no de mis padres, de tantos tíos y primos y amigos?

¿Qué se me ha perdido en Elche, último refugio de aquel eterno huido de la justicia y de la injusticia, de aquel hombre tan generoso, Manolo, al que se le escapaba el dinero entre los dedos de la mano con que lo ganaba?

¿Qué se me ha perdido en el barrio de Santa Cruz de Alicante, tras la sorpresiva, imprevista e intrigante muerte de mi amigo Paco, aquel entrometido jumillano venido en su adolescencia a esta tierra?

¿Para qué voy a seguir nombrando pueblos donde he perdido algún amigo?

Valgan éstos como muestra, y no me olvido de Ada, Paco, Miguel Ángel, Damián, Juan de Dios, porque está aún muy caliente la sangre y el recuerdo de Mercedes, de Pepe, de María, de…

Tanto trabajo en mis años de estudiante aprendiendo geografía para memorizar nombres de pueblos y ciudades que no me decían nada para ahora querer casi borrarlos del mapa porque cada uno de ellos me abre una herida.

Nunca se cierran esas heridas. Ni hay alcohol que las desinfecta ni consiga adormecer el recuerdo.

Como si dispusieran de alas inician, casi siempre sin aviso previo, y en estos tiempos menos, un vuelo que los aleja y se pierden en la lejanía como las nubes a capricho del viento. Si al menos hubiera tiempo de despedirse. Y si es mucho hacer el amor, alguna caricia, algún piropo, alguna palabra cariñosa.

Los amigos.

San Juan, 8 de Febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

Despedida[1]

Reducida a cenizas aquella humanidad tan grande, que no cabía en un cuerpo pequeño, ahí estás ante nosotros, rodeado de nosotros, como tantas veces, pero ahora inerte, en una pequeña urna en la que apenas cabría tu puño dentro de una bolsa colgada de la mano de tu hija, inagotable fuente de lágrimas y suspiros, tú tan amigo de abrazos, con tus eternas gafas de culo de vaso, ¡qué poco tiempo has disfrutado de tu operación de cataratas de la que te sentías tan ufano! Y cómo te vamos a echar de menos en todos los sitios a los que acudíamos juntos, la mayoría de las veces por ti convocados, fuera la Residencia o el Susarón o el Salt, el lugar era lo de menos, lo importante era juntarnos, mantener los lazos creados a lo largo de tantos años. En los últimos tiempos ya con aquel coche furgona, capaz de llevar el carrito de tu amada, si no la más una de las mujeres más queridas por su andante caballero que cambió la espada, la armadura y la montaña por su entrega y sus desvelos en esa amorosa gruta empapelada de libros, de historias, de versos,, pálido reflejo de aquella otra historia de verdad, la que vosotros vivíais y escenificábais cada día en el escenario de vuestra vida.

Quizá no nos dimos cuenta nunca de que aquellas tardes que pasamos juntos en vuestra casa, algún día dejarían de repetirse. Quizá no nos dimos cuenta nunca de que aquellos besos, aquellos abrazos, aquellas caricias a la vista o a escondidas, aprovechando una visita a la cocina o la estrechez entre la pared y la mesa de los manjares, aquellas canciones para todos pero mirando unos ojos. Todo aquello acabaría algún día y jamás lo habíamos pensado. Como los juguetes de un niño siempre a su disposición. ¡Cuántas veces nos adentrábamos en los pantanosos terrenos de la política argumentando ardorosamente de uno y otro lado sin que jamás enfriara nuestras cálidas relaciones! ¡Qué lejos y fútiles han quedado todas aquellas disputas ante tu cuerpo quemado, ante el pocos meses antes quemado cuerpo de nuestra querida musa común, de la extremadura, afilada y extremablanda Mercedes.! ¡En qué poco tiempo os habéis marchitado árboles con raíces tan profundas y ramaje tan frondoso, cobijo de hijos que han emprendido el vuelo! ¡Qué frágil es el cuerpo más vigoroso! De un solo golpe ¡zás! Todo por tierra. “¡Qué solos se quedan los muertos!”, dijo el poeta, pero ¡qué solos se quedan los vivos!

Y qué decir de Lillian que, como de Pepe, no sepamos. Si no tuviera alguna de las virtudes que adornaban, ¡ay!, usando ya el pasado, a este santo laico, aunque todo se pega, hay otras muchas, su entereza, su esperanza, su sinceridad, a veces inquietante por la falta de pelos en la lengua, para piropos y afrentas, su ánimo inquebrantable, ya más de 30 años enfrentándose a esa abominable enfermedad, arterioesclerosis múltiple, sin cejar un solo momento, pero, ¡ay!, su fuerza, su apoyo, su sostén se ha marchado y ella sabe muy bien en su inconsciencia que “sin ti no soy nada”. No quieran el cielo ni el infierno que se la lleve la Parca, pero mucho me temo que, de conocer la historia, de saber que su amado la ha precedido en el último viaje, su deseo sería, como nueva Julieta, encontrarse donde fuera con los brazos de su amado. Nunca sabremos lo que nos depara el destino. Quizá sea mejor no saberlo. Ojalá el nuestro, como el suyo, esté entre los mejores posibles.

San Juan, 5 de febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

[1] Para Pepe Satorre, Lillian, su hija, familia y amigos.

Pepe ha muerto1

Levanto airados mis ojos al cielo, aún lo haría más si no fuera por respeto a tus creencias, a ese cielo inmisericorde capaz de arrebatarte la vida cuando aún saboreabas sus mieles, capaz de arrancar cruelmente el imprescindible apoyo a esa mujer desvalida que se miraba en tus ojos.

Ya sé que su hija y su familia la van a cuidar como se merece.

Ya sé que su hija y su familia la van a querer como siempre la han querido.

Ya sé que le va a faltar nada de lo que necesite.

Pero nadie podrá reemplazar a ese hombre de una dureza quebradiza, acrisolada por el amor y la adversidad, capaz de hacer girar toda su vida en torno a esa mujer a la que ha dado las mayores muestras de amor de que es capaz un ser humano.

Pepe ha muerto. No voy a decir que viva porque eso no está a nuestro alcance.

¡Ay, si estuviera!

Pero es seguro que su imagen, que su entrega, que su generosidad, que su insaciable ansia de juntar a los compañeros de tantos años, gracias a la cual hemos seguido manteniendo estos envidiables encuentros de los viernes a las 11, malogrados por el bicho que ha acabado arrebatándonoslo, todo él, digo, va a sobrevivir en nosotros mientras vivamos. Nadie ni nada podrá borrar de nuestras retinas ese ritual de tantos años en el que Noviembre tras Noviembre nos abríais la casa de par en par, símbolo de vuestro corazón, para pasar allí, en el cumpleaños de Lillian, horas de besos, horas de abrazos, horas de cantos en serio y en broma, horas de brindis con selectos vinos, con los mejores manjares y donde nunca faltaban tus palabras de amor para todos, pero siempre y especialmente para tu querida Lillian. Ése ha sido precisamente, quizá premonitoriamente, tu último regalo a tus amigos y a tus amigas, a los que a lo largo de los años y sin más razón que el cariño has ido obsequiando con detalles que te sacabas de la manga, fuera un collar, un pendiente, un pañuelo o una flor. Cualquier cosa en tus manos se convertía en un amuleto de tu cariño. Por no hablar de los libros del momento, o de facsímiles del pasado y de cuasi primeras ediciones. Y mezclados con esos objetos tan valiosos, una cerveza artesanal del cervecero de Carlos V, un wisky Bourbon, los aperos de disfraces para el grupo de saltimbanquis, para el coro de cantores, para el elenco de músicos.

Aquel hombre, en apariencia duro de los primeros años, se fue moldeando tan sutilmente con el paso del tiempo, como quizá todos imperceptiblemente, que al final formábamos un engranaje casi perfecto funcionando como un todo homogéneo en la heterogeneidad. Pero ¡ay! se nos va una pieza irreemplazable.

Ya lo sabéis, pero os lo recuerdo, Lillian madre y Lillian hija, hermanos y nietos de Pepe, que podéis estar orgullosos de ese esposo, de ese padre, de ese abuelo, de ese hermano, como lo estamos nosotros sus muchos amigos, porque como pocos ha pasado por esta vida haciendo el bien y derramando su inmensa cultura en esas historias que, insaciable, nos contaba boquiabiertos, y que siempre nos sorprendían por su gracia y por su ingenio.

Pepe ha muerto. ¡Viva Pepe!

San Juan, 1 de Febrero de 2021.
José Luis Simón Cámara.

[1] Palabras de urgencia para Pepe Satorre Grau.

Nota del editor: Pepe Satorre, catedrático de Lengua y Literatura Españolas del Instituto de San Juan, Jefe y compañero de Josele durante 35 años. Persona entrañable.