Se me quitan las ganas de abordar algunos temas, especialmente los referidos a la actualidad política, con mis amigos. Suelen ser diálogos de sordos o monólogos sucesivos. Cada cual tiene un punto de vista cristalizado sobre la realidad que mira y habría que colocarse las gafas del otro para, viendo la misma realidad, valorarla de otra manera. Lo curioso del asunto es que la realidad que hay, la realidad que vemos, la realidad sobre la que hablamos, es la misma. Se basa en hechos, en discursos, en decretos, en leyes. Y todo eso está ahí. No es discutible. Son hechos reales. Tanto hechos como leyes, como discursos o discusiones públicas de los responsables políticos. ¿Cómo es posible que sobre esa misma realidad formada por todo ese conjunto de elementos, haya posiciones o visiones o puntos de vista o análisis no solo distintos o diferentes sino enfrentados, opuestos?
La única explicación que veo es el posicionamiento previo.
Tú estás en desacuerdo con este gobierno y vas encajando cualquier hecho, cualquier ley, cualquier manifestación, cualquier discurso, en la casilla adecuada para que el resultado coincida con tu posicionamiento previo.
El otro, el oponente, está de acuerdo con este gobierno y utiliza el mismo método de análisis. Irá ajustando toda la realidad a las casillas correspondientes para que le corroboren sus puntos de vista.
¿Cuáles pueden ser las causas, digamos a priori, por las que un ciudadano se posiciona contra el gobierno?
1ª Porque considera que ha tumbado al anterior gobierno con malas artes. Una moción de censura apoyada en discutibles decisiones judiciales de corrupción económica del partido del gobierno.
2ª Porque se ha apoyado esa nueva mayoría en la “traición” del PNV al partido del gobierno, con el que había llegado a acuerdos de legislatura.
3ª Porque el actual gobierno no sólo ha posibilitado y aceptado, a cambio de prebendas, la traición del PNV al gobierno derrocado, sino que se ha aliado con todo tipo de social-comunistas bolivarianos, filo-etarras e independentistas que pretenden saquear y desintegrar España para conseguir su único objetivo: la toma del poder.
Puede haber otras razones más pero creo que éstas son de suficiente peso como para justificar sus posicionamientos a priori sobre cualquier decisión que adopte ese gobierno, legal, porque formalmente cumple los requisitos legales, pero, ilegítimo, según ellos, porque éticamente ha hecho volar por los aires acuerdos tácitos comúnmente aceptados desde la transición democrática.
Y ¿cuáles serían las razones por las que un ciudadano se posicionaría a favor del gobierno?
1ª Porque, aunque judicialmente no haya habido resoluciones indiscutibles sobre la corrupción económica del partido en el gobierno, ha sido tal el número de casos por toda la geografía española, en muchas ocasiones evidentes pero desestimados por defectos de forma que, por salud democrática, hacían necesario un cambio de gobierno.
2ª Todos los gobiernos nacionales de cualquier signo desde la instauración de la democracia, han recurrido a los partidos minoritarios periféricos, siempre a cambio de concesiones más o menos confesables o inconfesables, para llevar a cabo sus políticas, conservadoras o progresistas, según unos u otros. En suma para mantenerse en el poder.
3ª Porque el actual gobierno, desde su óptica por el rechazo de Ciudadanos a formar mayoría con él y por la no abstención del PP a un gobierno en minoría o porque el PSOE no puso todos los medios para convencer a Ciudadanos en la formación de un gobierno de coalición ni tendió puentes para conseguir la abstención del PP, acabó abocado o prefirió un acuerdo con esas fuerzas nacionales o periféricas, tan legítimas como cualesquiera otras.
Cada cual tiene sus razones. Quizás ayude para llegar a alguna síntesis, tratar de mirar la misma realidad con las gafas del otro por si se observan matices que pongan en duda mis planteamientos.
Volvemos a Descartes. La duda metódica como forma de análisis. Conseguir alcanzar una verdad segura, de la que no se pueda dudar, para sobre ella cimentar otras verdades.
En cualquier caso, cambiando de gafas o mirando la realidad sólo con las propias, tendremos que admitir la posibilidad del error. Nadie tiene el monopolio de la verdad.
Lo que es de todo punto rechazable es el penoso espectáculo que algunos de nuestros políticos de cualquier signo están dando a los ciudadanos. Nunca, desde ningún posicionamiento, se debe faltar al respeto a nadie. Y, aunque ya muy repetida, creo que hay que volver a incidir en la famosa frase de Evelyn Beatrice Hall, biógrafa de Voltaire, al que se atribuye:
“Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.”
Lo que nunca podremos decir con seriedad, aunque se escucha, frustrados por el fracaso de nuestros proyectos, que consideramos los mejores, es que vivimos en tiempos que recuerdan los de aquella dictadura en la que no existían los derechos de opinión, de reunión, de asociación y de manifestación. Y si alguien se atrevía a ejercerlos pagaba con sus huesos en lo cárcel o, peor aún, en las comisarías, donde lo normal era la tortura y lo excepcional un bofetón.
Pues eso.
San Juan, 14 de junio de 2020.
José Luis Simón Cámara.