Galería de personajes. 30.

Torero de salón.

Acabo de aparcar junto al Mercado Central de Alicante a las 8 de la tarde, lugar reservado hasta esa hora a los vehículos del mercado. La ciudad parece en reposo tras la agitación de las fiestas de San Juan. Subo al barrio de Santa Cruz. Apenas algunos habituales por la plaza del Carmen o sentados en la puerta de los bares. Entro al Centro Social donde algunos clientes, 3 ó 4, miran desganadamente un reportaje de la televisión con una cerveza encima de la mesa. Le pregunto a Paco, un viejo amigo del barrio, por la operación del bulto entre mandíbula y garganta.

— Otra vez lo han retrasado. Me han citado el 19 de julio.

— ¿Cuándo te lo detectaron?

— Hace ya dos años. Era como una almendra y ahora ha crecido como una manzana. Mira, me dice, abarcándolo con la mano.

Entra una mujer de unos 40 y tantos años y comienza a hablar con el camarero y regente del bar.

— Vengo de limpiar en dos casas, después del trabajo en el Hospital. Creo que tengo derecho a una cerveza. Antes de ayer me dicen: “Te doy 100 euros si te quedas en casa de 8 de la tarde a 8 de la mañana”. ¡Vamos! como para decir que no. Ojalá me avisaran muchos días. Estoy en siquiatría y hoy cuando abría la puerta para sacar la basura una interna ha puesto el pie para que no se cerrara y he tenido que echarle el guante porque se escapaba. ¡Eso faltaba que me echaran porque se me ha escapado alguien!

— ¿Hay mucha gente interna?

— ¡Uf! Aquello está lleno. Y no es que estén locos, lo que pasa es que muchos se han pasado con las drogas y están más pallá que pacá. Yo, por eso, de drogas nada. Una cervecita y a la cama porque estoy hecha polvo.

Su único interlocutor el camarero y yo junto a la barra. Con el bote de cerveza en la mano se despide y sale del bar. Poco después el camarero, como sin querer decir nada y a media lengua dice que en lugar de trabajar en el psiquiátrico quizá debería estar internada. Todo esto acompañado de gestos con el dedo en la sien. Mientras me bebo un quinto con dos boquerones muy avinagrados le pregunto cómo fue la corrida de toros de Roca Rey en Hogueras. Y comenzó a gesticular elogiando al torero.

— ¡6 orejas cortaron! Dos cada uno, porque también le dieron a Manzanares, pero porque estaba en “su” plaza, aunque no se las merecía. Una, sí, la otra fue regalada.

Mientras decía esto iba saliendo de la barra al centro del local, como si fuera el ruedo y entonces, cogiéndose la barriga y adoptando poses toreras trató de imitar al peruano.

— Mira, salió el toro del burladero y Roca Rey estaba aquí quieto. El toro comenzó la carrera y justo se para ahí donde tú estás. A tres metros del torero. Entonces con la muleta para un lado y para otro, el toro arranca y todos pensábamos que se lo iba a llevar por delante. Le pasó a un dedo y lo burló. Toda la plaza se levantó en un aplauso. Son cosas que solo se ven una vez en la vida. Ese chico es un filigrana. Y le quedan muchos años porque solo tiene 24 ó 25. ¡Y mira que aquí queremos a Manzanares! Ahí tenemos su traje de alternativa en la vitrina. Pero este Roca Rey es un fenómeno. Va a dar mucho que hablar.

Mi amigo Paco regresó del sahumerio, se tomó una cerveza conmigo y regresé a casa. En la calle se había animado algo el cotarro.

San Juan, 9 de julio de 2019.
José Luis Simón Cámara.

Todos eran culpables.

Sin duda y en la medida de sus fuerzas. Habría quizá por tanto que pensar que desde el PSOE hasta el “disputado” voto del cántabro y proporcionalmente a sus resultados, todos han contribuido al fracaso en el intento de formar gobierno. Resulta sin embargo curioso que hayan sido precisamente los partidos centrífugos, entiéndase especialmente Esquerra Republicana, PNV y Bildu, los que más fuerza han hecho para que se consolidara un gobierno de PSOE y UP.

¿Por qué razón?

A nadie se le escapa que la razón principal es porque un gobierno de estas características, a pesar de las reiteradas declaraciones de Pedro Sánchez de mantener la integridad territorial y defender la Constitución, les parece más proclive a “entender” sus aspiraciones y “suavizar” al menos las consecuencias de sus continuos envites al ordenamiento jurídico constitucional. Ésta y no otras son las razones. Porque nadie se cree que sus apoyos se deban a las políticas “presuntamente” de izquierdas que pueda llevar a cabo el gobierno. Primero porque desde el punto de vista de la teoría política histórica y contrastada, ningún partido nacionalista, (que obviamente tiene como objetivo final la independencia), de un país democrático, libre por tanto de colonialismo y opresión, es de izquierdas por más que lo digan sus siglas o sus programas, porque la izquierda se caracteriza por el internacionalismo y la generalización de los derechos a todo el mundo y siempre ha tenido como base de su defensa la unidad de acción y no la fragmentación ni territorial ni de clase. Luego tenemos el bloque de la derecha.

No voy a sucumbir a la tentación de bautizarla con apelativos equivalentes a los que ha utilizado Rivera para referirse a la “banda” de populistas, separatistas y terroristas, entre los que incluye al partido socialista, líder de esa banda.

Lo que es obvio y muestra de gran insensatez es tirarse piedras sobre su propio tejado cuando se siente satisfecho de crear eslóganes como “La banda no se ha puesto de acuerdo para repartirse el botín, que es España”, porque el señor Rivera debe saber, supongo, que siguiendo su gracioso eslogan, él se está repartiendo el mismo botín en todos aquellos lugares donde ha llegado a acuerdos con sus socios del PP o de Vox. Una contribución bastante miserable a la dignificación de la cuestionada actividad política.

Han pasado los tiempos en que Ciudadanos fue un rayo de esperanza en la renovación de la política española, como desde otro lado, Podemos. Y ambos se han apropiado bien pronto de los peores “tics” y vicios de los llamados partidos tradicionales que, ya vacunados, los soportan mejor. No hay más que ver el mucho más digno y sensato comportamiento del señor Casado en sus posicionamientos, tan críticos o más que los del señor Rivera, pero mucho más responsables.

Como ya han expresado algunos de sus fundadores y mentores, Ciudadanos ha sido un espejismo en el desierto. Sedientos de regeneración y racionalismo, hemos sido muchos las víctimas de esa ilusión frustrada.

En qué poco tiempo unos partidos que desde la izquierda o desde la derecha habían despertado tantas esperanzas entre los ciudadanos, han acabado defraudándolas tanto por sus excluyentes métodos de funcionamiento interno como por sus demagógicas declaraciones programáticas que parecen ocultar inconfesables intereses personales.

Acabo hoy con un refrán, no sé si hijo de la sabiduría o del pesimismo:

“Más vale malo conocido que bueno por conocer”.

San Juan, 27 de julio de 2019.
José Luis Simón Cámara.

Salidas a la escabrosa senda catalana.

A lo largo de mi vida política, desde antes de la democracia, a cuyo advenimiento contribuí humildemente en la medida de mis posibilidades, me he considerado un hombre de izquierdas, posicionamiento al que atribuía casi en exclusiva la defensa de los intereses de los más desfavorecidos de la fortuna frente a los opresores poderes económicos favorecidos por la dictadura y complacientes con ella.

El paso del tiempo, la observación de la realidad, la experiencia en suma, me ha ido enseñando que la racionalidad no es exclusiva de ninguna fuerza política. En cualquiera de ellas he observado y vivido posicionamientos que nada tenían que ver con esa racionalidad que todos reivindican. Más bien, justamente lo contrario: motivaciones y posicionamientos al servicio de intereses personales ajenos o contrarios a los que se decía defender al servicio del bien público.

Quiero decir con estos preámbulos que en esta época de mi vida y en absoluto desacuerdo con aquella frase atribuida a Churchil y Willy Brandt “Quien de joven no es comunista es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista es que no tiene cabeza”, me importa bien poco que se me asigne o sitúe en uno u otro bando y creo que lo más honesto, quizá lo único honesto, es seguir el rigor del raciocinio atendiendo a los criterios de siempre: el bien general y, dentro de él, el particular.

Y sé muy bien por la larga experiencia de la historia que todo aquel que introduce elementos críticos o se aparta de la línea marcada por los dirigentes del momento de cualquier partido político, es en cualquier bando tachado de disidente, revisionista o traidor.

Aunque disponemos de muchos ejemplos recientes de abandono, expulsión o transfuguismo quiero recordar como ejemplo destacado de esta realidad el agrio debate escenificado por Jean Paul Sartre y Albert Camus en la revista francesa “Los Tiempos Modernos”, dirigida por el primero, en los años 50.

Los partidos comunistas de la época, recién acabada la 2ª guerra mundial, defendían a ultranza a Stalin, uno de los bastiones en la guerra contra Hitler, en una época en que Stalin estaba emulando al alemán en la URSS. Camus denunció el genocidio de Stalin y la falta de libertad. Sartre decía que esa denuncia era aprovechada por las fuerzas capitalistas contra la clase obrera. Por otra parte, ya en la época de la guerra de independencia de Argelia, Sartre defendía el uso de la violencia en la consecución de los objetivos de clase (“Las manos sucias”). A Camus, nacido en Argelia, le reprochó su posicionamiento reflejado en aquella frase: “En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la justicia es eso, elijo a mi madre”.

Más allá de que sus discrepancias políticas enfriaran sus relaciones de amistad, ¿fue justo contemplado desde la historia el ostracismo al que la denominada izquierda condenó a Camus que tuvo el atrevimiento de enfrentarse a sus antiguos camaradas reivindicando el derecho a decir no ante hechos inaceptables desde todo punto de vista?

El hombre no puede ser esclavo de nada. Ni de un partido, ni de una ideología, ni de una religión.

Solo la razón, libre de condicionamientos (si es que esto es posible) debe guiarlo.

Pero la manada no suele obedecer los designios de la razón sino los de la pasión. Y es muy difícil e ingrato enfrentarse a la manada desbocada. Siempre debe ser la ley el único y último criterio de convivencia, pero especialmente en tiempos convulsos, en tiempos difíciles. Entonces hay que extremar el respeto a la ley como única forma de no caer en la ley de la selva, en la ley del más fuerte. Porque entonces es el imperio de los matones. Y esos se creen los reyes del mambo. Esos se creen los dueños de lo que creen su terreno, de lo que creen su cortijo. Y allí no puede arrimarse nadie. Eso es lo que durante muchos años ha pasado en el país vasco. Con sangre por las calles. Y ahora sin sangre pero sigue pasando.

Eso es lo que también está pasando desde hace un tiempo en Cataluña, sin mucha sangre hasta el momento, aunque ya hay algunas gotas.

Porque ni el país vasco ni Cataluña ni cualquier otro terreno es de nadie en concreto y menos en exclusiva.

Como dice Benoit Pellistrandi, autor de “El laberinto catalán”, en su entrevista en El Periódico de Cataluña el lunes 22/04/2019:

“La deriva racista la veo como una consecuencia lógica de la genealogía del nacionalismo catalán. Empieza con un nacionalismo cultural (es catalán el que habla catalán, que es lo que dijo Herder con el alemán) y al final llegamos a una visión racista. Leer algunos textos de Quim Torra pone los pelos de punta porque menosprecia a los que no son catalanes. Hacer soñar con un discurso de liberación es populismo. Es simplificar los problemas, no enfrentarse a la realidad”.

Ya hemos visto, estamos viendo, los resultados de las transferencias de educación a las autonomías y más concretamente su administración por los partidos nacionalistas en el país vasco y Cataluña.

Ya hemos visto la orientación de los medios de comunicación públicos. Los han convertido en instrumentos de ideologización, de tergiversación o falseamiento de la historia, en elemento de rechazo al diferente, de distanciamiento de España a la que se ha presentado con la visión sesgada de la leyenda negra, elaborada falseando la realidad por los países históricamente envidiosos y rivales de España.

En la comunidad valenciana se ha dejado atrás afortunadamente el largo gobierno de un partido líder en corrupción. Ahora hemos sufrido otro gobierno, por el momento sin corruptelas conocidas, pero que, por la influencia de algunos de sus socios, va siguiendo los pasos de los nacionalistas catalanes que extienden hasta aquí su larga mano y que ya exigen la consejería de educación de forma innegociable.

Ya conocemos los resultados disolventes que sobre los ciudadanos, sobre todo en edad educativa, ha supuesto la política lingüística y educativa de los partido nacionalistas y cómo han dinamitado la convivencia en sus respectivos ámbitos de influencia.

Ese espectro tan halagüeño, ya instalado en país vasco y Cataluña, pretende extenderse a Galicia, comunidad valenciana y Baleares por el momento.

Si no se soluciona este problema España, que ha sobrevivido a mil conflictos, acabará siendo un país fallido que se deshará en reinos de Taifas y acabará empobreciendo y borrando del concierto internacional a sus ciudadanos, dueños entonces cada uno de su pequeño territorio, de su pequeña lengua, de sus pequeños o, eso sí, grandes privilegios dentro de su territorio.

Pero sus gobernantes estarán muy satisfechos por haberse convertido finalmente, ese era su proyecto, en cabeza de ratón y abandonar su humillante condición de cola de león.

Durante muchos años han abusado de la confianza del Estado de derecho y, como representantes de ese mismo Estado en su ámbito territorial, han traicionado su confianza diseñando y llevando a cabo un plan, aparentemente inocuo, cultural y lingüístico para ir distanciando de la historia común a los niños y jóvenes en las instituciones culturales, tanto desde la enseñanza primaria y secundaria como desde la universitaria, falseando o tergiversando la historia para conseguir, con una actitud victimista, alejar y aborrecer la historia común, poniendo como principal elemento de distanciamiento la lengua y la cultura, destacando los elementos diferenciadores frente a los comunes con el fin de romper lazos de unión y abrir simas que distancien cada vez más a una sociedad de otra introduciendo factores de disolución dentro de la propia sociedad catalana, civilmente dividida y enfrentada, una sociedad que hasta la irrupción primero del nacionalismo y después del independentismo había sido un modelo de convivencia, tolerancia, cosmopolitismo: valores todos ellos desaparecidos de la provinciana sociedad catalana actual, fracturada de forma irreversible por la polarización entre partidarios de la independencia y partidarios de la constitución votada por todos los españoles, incluidos los catalanes.

Polarización mucho más agresiva que la más relajada y tradicional lucha de clases clásica que ha pasado a un ultimísimo plano dada la virulencia y enconamiento entre independentistas y constitucionalistas. Han crispado más los enfrentamientos identitarios que los sociales. Si ya la clásica división de clases entre proletariado y burguesía se ha difuminado mucho en las sociedades actuales, el fenómeno identitario recorre transversalmente las clases sociales creando extraños compañeros de viaje entre antiguos enemigos de clase.

Es verdad que los posicionamientos ambiguos, pretendidamente buenistas, como los de Podemos con su propuesta de Referéndum, o los de algunos socialistas catalanes pidiendo ya el indulto para los políticos presos aún sin condenar, en lugar de ayudar complican todavía más el panorama porque lo que hace falta son propuestas claras, precisas y realistas.

De lo contrario no se va a solucionar nunca el problema. Como tampoco solucionará nada la reforma de la Constitución. ¿Para qué? Los independentistas no quieren la Constitución ni reformada. Ellos quieren “su” Constitución, de cuyas virtudes ya conocemos algunas perlas.

¿Diálogo? Claro que sí, pero de lo que se puede hablar. Y sin pistolas encima de la mesa.

Hay muchos que piensan que, revestidos de piel de cordero bajo el manto de ostentosas creencias religiosas, como ya hicieron muchos curas en el país vasco, acogiendo, ocultando y bendiciendo a los del tiro en la nuca, pueden ocultar sus intenciones lobunas. Es obligación de todo demócrata que antepone la libertad y la democracia desenmascararlos. Porque todos ellos son, aunque no quiera ponerme bíblico, “sepulcros blanqueados”.

Queda quizá la esperanza de que, desenmascarados estos descerebrados dirigentes que han llevado a muchos ciudadanos al callejón sin salida en el que nos encontramos, les vuelvan las espaldas ante su cada ve más clara actitud suicida y reaccionen favorablemente a las sensatas propuestas de diálogo y convivencia ofrecidas por fuerzas políticas integradoras que incorporan a ciudadanos de esa sociedad a las altas Instituciones del Estado, cada vez más descentralizado y presente a su vez de múltiples formas en todos sus territorios, incluidos aquellos más levantiscos guiados por imaginarias visiones de la historia, inventada por mentes calenturientas y corrosivas llenas de complejos de superioridad que, o bien rayan en el racismo o son llanamente racistas.

Puede ser que la solución a todos los desafíos presentes y futuros en los conflictos territoriales de una nación muy rica y variada en su composición venga, por un lado, de una mayor presencia de ciudadanos de esos territorios en las instituciones del Estado y, por otro, de una mayor presencia del Estado en esas comunidades.

Estado de la cuestión.

Veamos cuál es la posición actual de las distintas fuerzas políticas en el tablero nacional.

Algunos partidos políticos presentan como única solución la aplicación de la ley y la vuelta al artículo 155 de la Constitución.

Otros partidos presentan como posible solución una actitud más dialogante, siempre también dentro de la Constitución.

Estos últimos son acusados por los primeros de sucumbir a los planteamientos de los independentistas.

Por otra parte y para completar el tablero, los independentistas que no paran de invocar el diálogo para llegar a “su” solución, están rechazando de facto con sus posicionamientos, las ofertas de diálogo.

¿Hay alguna alternativa ante esta situación?

Quizá algunos movimientos ya iniciados presentan nuevas posibilidades.

1º Más presencia de representantes de esas comunidades en las instituciones del gobierno central.

2º Más presencia del gobierno central y de las instituciones del Estado en esas comunidades.

3º No se puede abdicar de la obligación de homogeneizar desde las instituciones educativas y culturales del Estado una información histórica contrastada y veraz, lo más objetiva posible y libre de prejuicios.

4º Hay además que hacer pedagogía de los superiores beneficios económicos, políticos, sociales y culturales de la pertenencia a una nación que por su historia, desarrollo, convivencia en libertad y peso específico tanto histórico como geográfico en el Nuevo Mundo está llamada a desempeñar un papel importante en el concierto europeo y mundial.

5º Cuanto más que las llamadas Comunidades históricas se han destacado a lo largo de la historia como una avanzadilla en la apertura de horizontes de España tanto hacia el Mediterráneo con la aportación de la Corona de Aragón no solo a la toma de Granada sino también en la aventura americana, como en el descubrimiento de nuevas vías de navegación con la inigualable hazaña de Juan Sebastián Elcano, o la masiva presencia de Galicia en Sudamérica hasta el punto de llamar a todos los españoles gallegos y finalmente ¡quién pondría en duda la contribución de Castilla, Extremadura y Andalucía en el descubrimiento y aventura de América!

Es, creo, precisamente esta proyección universalista la que conviene estimular y desarrollar ayudados por la inestimable herramienta de la lengua común que nos abre horizontes casi ilimitados.

San Juan, 22 de mayo de 2019.
José Luis Simón Cámara.

Abril, elecciones mil.

Casi en todas las épocas de la historia se ha dicho en alguna parte, me refiero especialmente al mundo occidental, que se viven tiempos convulsos.

No creo que haga falta recurrir para demostrarlo a la interminable y cruel lista de guerras y conflictos que en muchos casos nos han ayudado a ubicar a cantidad de países desconocidos hasta ese momento en el mapa de la Tierra.

Por limitarnos a nuestro pequeño mundo, ni siquiera a Europa sino a España, podemos decir a pesar de todo que desde el siglo XV estamos viviendo el más largo período de paz estos últimos 40 años.

Bueno, de paz relativa porque dentro de ese marco general de convivencia la aparición del nacionalismo ha creado monstruos que bajo distintas siglas han llevado la marginación social, la extorsión, la violencia y la muerte a nuestra sociedad.

Ya parecía que se había dormido la bestia nacionalista en el País Vasco y ha sido reemplazada por la catalana que se presentaba inofensiva comparada con la de las pistolas en la nuca, pero que genera tanto veneno que está emponzoñando a toda Cataluña, otrora ejemplo de universalidad y tolerancia.

En cuanto al País Vasco digo que parecía que se había dormido pero la vemos renacer en esas palabras de desprecio y odio: “nazis, fascistas, asquerosos”, vertidas por Julen Arzuaga hace unos días en el Parlamento Vasco, donde si sus palabras fueran balas hubieran fulminado a los representantes de la policía y guardia civil presentes en el Parlamento.

En Cataluña, afortunadamente no se ha llegado tan lejos como en el País Vasco por el momento, pero ya ha habido muchos episodios que recuerdan la tristemente famosa noche de los cristales rotos en la Alemania nazi.

Estamos en período electoral y es tal la confusión entre ofertas, promesas y mezclas políticas que intento con estas reflexiones tratar de orientarme para votar a unos u otros partidos atendiendo, claro está, no solo a lo que dicen sino también y principalmente a lo que hacen, porque todos sabemos que no es lo mismo predicar que dar trigo.

Ni siquiera podemos estar seguros, salvada esta incógnita, de los posibles pactos postelectorales que en muchos casos pueden resultar imprevisibles.

Mezclando todos estos factores podría darse la situación de que tu meditado voto fuera a dar apoyo a una fuerza política de la que te sientes muy lejano.

No en todos los momentos históricos son siempre los mismos temas los más importantes. Está bastante claro, por ejemplo, que durante la guerra civil española las luchas internas dentro del bando republicano contribuyeron a su derrota militar.

¿Era en aquellos años más importante invertir las energías en la búsqueda de la justicia social, es decir, en la distribución de la riqueza o en luchar contra el levantamiento militar? La experiencia lo dejó bien claro.

Ahora en España se ha vuelto a plantear con crudeza el problema territorial. El social es permanente. Y éste es el que ha diferenciado tradicionalmente a la izquierda de la derecha, aunque muchas veces y en los últimos años los perfiles diferenciadores se han difuminado tanto que esa denominación no tiene referentes objetivos sólidos ni claros.

Ahora el conflicto que se dirime está salpicado de elementos económicos que junto con otros lingüísticos y étnicos, todos ellos mezclados en una espiral de subvenciones y control de los medios de comunicación, crean una barrera social en la que a un lado están los beneficiarios de esa situación y a otro todos los demás, a los que se considera adversarios y traidores a la causa. Además, los que controlan los mecanismos de dominación social y mediática y avasallan al resto, se consideran oprimidos por el gobierno del Estado que, haciendo dejación de su obligación, permiten que en esa zona del territorio la mayoría de los ciudadanos vean pisoteados sus derechos y reducidas sus libertades.

Creo que en este momento lo más importante es salvaguardar la igualdad de todos los ciudadanos de cualquier parte del país y para ello hay que parar los pies a quienes encabezan la rebelión contra el Estado, único defensor de la igualdad de todos ante la ley, y a quienes están poniendo las bases en otros territorios para seguir los mismos pasos.

Los dos movimientos nacionalistas más virulentos han pasado de la justa reivindicación lingüística autóctona a convertirla en un elemento diferenciador y en un requisito que impide el libre ejercicio de los mismos derechos a todos los ciudadanos del Estado. (Cuando yo hice oposiciones para ser agregado de lengua y literatura españolas pude presentarme y elegir plaza en todo el territorio nacional. Ahora, 40 años después, es imposible presentarse a oposiciones y menos aún solicitar plaza en algunas partes del territorio español donde existe el requisito lingüístico. ¿Parece razonable que con el paso de los años se reduzcan los derechos en lugar de acrecentarlos?). Esta práctica se ha convertido además en un trampolín para erradicar, si pudieran, la lengua común, marginándola como elemento de unidad y convivencia.

No se trata de recentralizar ni tampoco de convertir las metrópolis de los distintos reinos de Taifas en cobijo y entramado de privilegios multiplicados por mil. Una sabia y prudente norma general estatal puede ser más clara y limpia que mil diferenciadas y sujetas a intereses tan particulares que no sabemos a quién benefician, si al legislador o al legislado.

Aún no sé, después de tantos años ya, tantos como tiene la democracia española, cuál va a ser la orientación de mi voto. Aunque conozco los cuatro puntos cardinales.

Pero no pienso darlo, desde luego, a aquel o aquellos partidos que antepongan los intereses de un territorio o grupo humano o sector social al de todos los ciudadanos, cualquiera que sea su origen, raza o condición, como dice nuestra Constitución, única capaz por el momento, de mantenernos como seres libres e iguales ante la ley.

Es bien posible que el voto, que hasta ahora ha sido normalmente unidireccional, es decir, al mismo partido en las distintas elecciones (municipales, autonómicas, generales y europeas), se diversifique y varíe dependiendo de las propuestas y los candidatos en las distintas citas electorales.

Nunca pensé verme en la tesitura presente. A este ritmo tendremos que hacer cursos acelerados de preparación electoral en las más prestigiosas universidades del mundo o bien regresar a la caverna de Platón para ver sobre los muros las sombras reflejadas de la realidad.

Volviendo al principio de la reflexión recuerdo aquellos conocidos versos de Bertold Brech

“A los que vendrán después”:

“Realmente vivo en tiempos sombríos.
La inocencia es locura. Una frente sin arrugas
denota insensibilidad. El que ríe
es porque todavía no ha oído
la terrible noticia.
¡Qué tiempos son estos, en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque implica silenciar tanta injusticia!…”
 

Y no es casualidad que sea otro escritor, también perseguido por el nacionalsocialismo, como Stéphan Zweig, el que en su testamento vital y literario “El mundo de ayer” decía:

“He visto las grandes ideologías de masas crecer y propagarse ante mis propios ojos: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que ha envenenado la flor de nuestra cultura europea”.

Lo más triste de citar a Zweig no es ya que escribiera el libro en 1941, no hace tanto tiempo, después de todo en la década en que nací, sino que muchos años después, hace solo 20 ó 25 años, haya tenido lugar la matanza de 800.000 personas en Ruanda (África) entre Hutus y Tutsis o la guerra de Los Balcanes que supuso la disolución de Yugoslavia y la formación de seis naciones con más de cuatro millones de desplazados, miles de violaciones y más de 200.000 muertos, todo esto entre 1991 y 2001, en la misma Europa de la primera y de la segunda guerra mundial. Los motivos de aquéllas y de éstas los de siempre:

Las etnias, las religiones, las lenguas, la riqueza, todos los ingredientes o variantes del nacionalismo al que alude Zweig.

La conclusión no puede ser más triste. Nunca aprendemos de la historia. El hombre es el único animal que tropieza no una sino muchas veces en la misma piedra. Habría que empezar a poner en duda que el hombre es un animal racional. A pesar de sentirme un optimista visceral no veo razón para mantener el optimismo racional.

San Juan, 9 de abril de 2019.
José Luis Simón Cámara.

A una vieja dama.

Eres como una vieja amiga herida.

Cuando tanta gente pone el grito en el cielo, cuando tanta gente se conmueve, no solo del pueblo llano sino también de los grandes de la tierra, de los poderosos, de los que deciden el destino de la mayoría, cuando todos se lamentan por la pérdida o amputación de algo que consideras muy tuyo, es como si se te quitara la gana de sentir tú también dolor, tú que la has considerado tan tuya que parece dejar de serlo al pertenecer a todos.

¡Cuántas veces he merodeado por tus alrededores, por la gran explanada desde la que se contempla tu impresionante fachada, las dos torres truncadas, tan perfectas, tan sólidas que parecen eternas, vistas a todas horas del día y de la noche porque más de una vez he dormido en uno de sus bancos a tu sombra!

¡Cuántas veces he dormitado a la hora de la siesta en los jardines de tu espalda!

¡Cuántas veces he paseado por los pasadizos bajos de la ribera izquierda contemplando tu imponente figura de la que, como una cabellera, cuelgan sobre los muros del río esos largos adornos vegetales!

¡Cuántas veces he quedado extasiado observando tu techumbre tachonada de la luz de los rosetones mientras escuchaba la música de tu órgano escondiéndose por las bóvedas asustadas!

¡Cuántas veces, después de escuchar música de jazz por los concurridos tugurios de la cercana calle Saint Jacques me he refugiado en tu silencio buscando soledad!

¡Cuántas, si no tantas alguna, he arrancado besos contra tus si pétreas y duras columnas, blandas como algodón a mis envites!

Eras como una gallina clueca con sus polluelos cuando Pinki y yo con el largo y viejo abrigo marrón de mi padre íbamos a tu alrededor pidiendo una limosna por el amor de dios para después comprar una botella de vino y bebérnosla a tu sombra o bajo algún puente junto al río en el que descalzos nos refrescábamos los pies.

Eras lo primero que enseñábamos a los amigos recién llegados a París, mucho antes que la torre Eiffel, o Montparnasse con sus jardines o Montmatre y el blanco Sagrado Corazón con sus plazas donde aún siguen los pintores o Pigalle, atractivo, con sus Moulins Rouges y todo el arco iris de colores que deambulaba por las calles “faisant le trottoir” o los buquinistas, esos vendedores de libros viejos y postales junto al río que cerraban con llave sus tiendas chepadas de madera.

Sí, siempre eras la primera en enseñarte a todo el que llegaba por primera vez.

Has sobrevivido tantos siglos al paso del tiempo: guerras, hambrunas, tormentas, inundaciones, abandono, ataques, amores, odios, acosos,… y ahora, una sola chispa ha prendido la hoguera que casi acaba con tu larga vida.

Has cobijado a tanta gente, a tantas generaciones, sin mirar miseria ni grandeza, te daba igual realeza que plebeyos, aristócratas o vagabundos. A estos últimos has protegido sobre todo. Los otros tenían sus palacios, sus salones. Tú eras el palacio de los menestrosos que buscaban la protección del frío, de la lluvia, del calor y también de la intolerancia, ¡ah! el viejo derecho de asilo que protegía a los perseguidos por la justicia.

Eras como una puta, en el más cariñoso sentido de esa infame palabra, porque a todos acogías sin pedir explicaciones, a todos dabas el calor de tu amor por unas pocas monedas y, a veces, sin un centavo, porque sí.

¿Cómo podría yo no sentir dolor por tus heridas?

¿Quién podría alegrarse por ninguna razón de tus heridas que no fuera un miserable?

Sólo quien no te conoce.

Sólo quien no te conoce.

San Juan, 17 de abril de 2019.
José Luis Simón Cámara.