La avaricia rompe el saco.
Todos coincidían en lo negativo que había sido el gobierno del partido popular y en sus proyectos de desbancarlo para dar carpetazo definitivo a la inacabable trama de corrupción que ya parecía institucional y para llevar a cabo otras políticas. Y ya en este punto las propuestas comenzaban a ser distintas pero, digamos que al menos había algunos puntos mínimos de coincidencia entre esas distintas fuerzas de oposición que podían servir de base para posibles alianzas aunque sólo fuera con el objetivo común de librarse del adversario político en el gobierno ya en funciones y cuyas promesas de regeneración eran muy poco creíbles puesto que habían dispuesto de todos los resortes del poder para llevarlas a cabo durante 4 años y apenas habían dado tímidas muestras de cumplir sus promesas, teniendo en cuenta además que seguían apareciendo nuevos escándalos de corrupción y que en algunos casos, como el de la exalcaldesa de Valencia, no sólo no se la había expulsado del partido sino que intentaban protegerla con su aforamiento en el Senado.
Mariano Rajoy, líder del partido más votado, rehúye la responsabilidad de intentar formar gobierno, es verdad que no lo tenía fácil por su escasa práctica de acuerdos con el resto de fuerzas políticas, y Pedro Sánchez, líder emergente del PSOE, debilitado por su escaso respaldo electoral, se aventura a buscar apoyos para presidir un gobierno de coalición después de recibir el encargo del Rey. Pablo Iglesias lo primero que reivindica, antes de hablar con Pedro Sánchez, es la vicepresidencia del gobierno y, ya olvidadas las reivindicaciones del 15 M, y recientes los ataques a la casta, pide las palancas del poder policial y judicial, no los ministerios sociales.
Pedro Sánchez llega a acuerdos con Ciudadanos, a pesar de que sus respectivos programas son bastante diferentes. Como la suma de sus diputados sigue siendo insuficiente, a pesar de la oposición de miembros influyentes de su ejecutiva y a propuesta de Izquierda Unida intenta ampliar ese acuerdo de mínimos a Podemos a pesar de las bravuconerías de Pablo Iglesias. Es cierto que hay líneas rojas por parte de todos estos grupos políticos que dificultan el acuerdo, pero también es cierto que hay posibilidad de unos mínimos para evitar que el PP siga gobernando.
Iniciados los contactos Podemos se levanta de la mesa. Rompe la negociación. Era, a mi juicio, el momento de que Izquierda Unida abandonara la órbita de Podemos en cuya zona de influencia se iba poco a poco deslizando y apostara por el acuerdo de mínimos con PSOE y Ciudadanos. Esto hubiera mostrado a I. U. como el partido sereno y sensato que, sin renunciar a sus principios, ha sido a lo largo de estos años, y quizá hubiera obligado a Podemos a vincularse al acuerdo.
Pero no fue así. Podemos consigue incluir a Izquierda Unida, con fuerte rechazo de sus respectivas bases, en la variada coalición plurinacional y, adulados por cantos de sirena han creído poder superar al PSOE e incluso al PP y, teniendo en sus manos la posibilidad de formar un gobierno de progreso, han preferido mantener en el poder al que, al decir de sus voceros, avasalla, humilla y sume en la miseria al pueblo. Habría que pensar si los objetivos de Podemos eran más bien devorar a I. U. y después al PSOE, que ha resultado más duro de roer. Porque lo que sí han conseguido, aunque no lo pretendieran, ha sido reforzar al que decían querer descabalgar del caballo del Cid.
Querían asaltar los cielos y helos aquí en el puro suelo.
San Juan, 29 de junio de 2016.
José Luis Simón Cámara.