El ruedo ibérico. 7.

La avaricia rompe el saco.

Todos coincidían en lo negativo que había sido el gobierno del partido popular y en sus proyectos de desbancarlo para dar carpetazo definitivo a la inacabable trama de corrupción que ya parecía institucional y para llevar a cabo otras políticas. Y ya en este punto las propuestas comenzaban a ser distintas pero, digamos que al menos había algunos puntos mínimos de coincidencia entre esas distintas fuerzas de oposición que podían servir de base para posibles alianzas aunque sólo fuera con el objetivo común de librarse del adversario político en el gobierno ya en funciones y cuyas promesas de regeneración eran muy poco creíbles puesto que habían dispuesto de todos los resortes del poder para llevarlas a cabo durante 4 años y apenas habían dado tímidas muestras de cumplir sus promesas, teniendo en cuenta además que seguían apareciendo nuevos escándalos de corrupción y que en algunos casos, como el de la exalcaldesa de Valencia, no sólo no se la había expulsado del partido sino que intentaban protegerla con su aforamiento en el Senado.

Mariano Rajoy, líder del partido más votado, rehúye la responsabilidad de intentar formar gobierno, es verdad que no lo tenía fácil por su escasa práctica de acuerdos con el resto de fuerzas políticas, y Pedro Sánchez, líder emergente del PSOE, debilitado por su escaso respaldo electoral, se aventura a buscar apoyos para presidir un gobierno de coalición después de recibir el encargo del Rey. Pablo Iglesias lo primero que reivindica, antes de hablar con Pedro Sánchez, es la vicepresidencia del gobierno y, ya olvidadas las reivindicaciones del 15 M, y recientes los ataques a la casta, pide las palancas del poder policial y judicial, no los ministerios sociales.

Pedro Sánchez llega a acuerdos con Ciudadanos, a pesar de que sus respectivos programas son bastante diferentes. Como la suma de sus diputados sigue siendo insuficiente, a pesar de la oposición de miembros influyentes de su ejecutiva y a propuesta de Izquierda Unida intenta ampliar ese acuerdo de mínimos a Podemos a pesar de las bravuconerías de Pablo Iglesias. Es cierto que hay líneas rojas por parte de todos estos grupos políticos que dificultan el acuerdo, pero también es cierto que hay posibilidad de unos mínimos para evitar que el PP siga gobernando.

Iniciados los contactos Podemos se levanta de la mesa. Rompe la negociación. Era, a mi juicio, el momento de que Izquierda Unida abandonara la órbita de Podemos en cuya zona de influencia se iba poco a poco deslizando y apostara por el acuerdo de mínimos con PSOE y Ciudadanos. Esto hubiera mostrado a I. U. como el partido sereno y sensato que, sin renunciar a sus principios, ha sido a lo largo de estos años, y quizá hubiera obligado a Podemos a vincularse al acuerdo.

Pero no fue así. Podemos consigue incluir a Izquierda Unida, con fuerte rechazo de sus respectivas bases, en la variada coalición plurinacional y, adulados por cantos de sirena han creído poder superar al PSOE e incluso al PP y, teniendo en sus manos la posibilidad de formar un gobierno de progreso, han preferido mantener en el poder al que, al decir de sus voceros, avasalla, humilla y sume en la miseria al pueblo. Habría que pensar si los objetivos de Podemos eran más bien devorar a I. U. y después al PSOE, que ha resultado más duro de roer. Porque lo que sí han conseguido, aunque no lo pretendieran, ha sido reforzar al que decían querer descabalgar del caballo del Cid.

Querían asaltar los cielos y helos aquí en el puro suelo.

San Juan, 29 de junio de 2016.
José Luis Simón Cámara.

El ruedo ibérico. 6.

“Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época”.1

Conducida por el lúcido y preclaro neandertal Nigel Farage, la pragmática Inglaterra está dando los pasos para volver a la prehistoria, a la tribu, a la lucha con el vecino por la supervivencia. Con lo que ha costado a Europa cicatrizar las profundas heridas de millones de muertos en las dos guerras mundiales y en su epílogo de los Balcanes para poner un broche de oro a tan brillante siglo XX.

Me huele muy mal tanta confluencia en la búsqueda de la libertad y la independencia por parte del citado neandertal, de Marine Le Pen, del rubio holandés, de los rufianes que quieren echar al Estado de Cataluña a patadas, de los penes vascos, de líderes de la liga norte y hasta del loco que faltaba, Trump, que se pasea por Escocia felicitando a los ganadores del referéndum. Todos quieren quitarse el yugo que los oprime y levantar murallas, llámese España, que vive el más largo período de libertad de su historia, o llámese Europa, que desde que la impulsaron sus padres fundadores, hace más de medio siglo, han tratado, horrorizados por sus consecuencias, de mitigar los nacionalismos para que nunca más otra guerra la desgarre y para hacerla más fuerte y así defender y ampliar los derechos ya conquistados.

“He visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo que envenena la flor de nuestra cultura europea” (pág. 13).

Como decía Jorge Semprún en una de sus últimas entrevistas, “¿quién podría imaginarse que en una de las naciones más cultas de Europa podría surgir la bestia que sumiría al mundo en una de las mayores catástrofes de la historia?”.

“¿Podría imponer nada por la fuerza a un Estado en que el derecho estaba firmemente arraigado, en que tenía en contra a la mayoría del Parlamento y en que todos los ciudadanos creían tener aseguradas la libertad y la igualdad de derechos, de acuerdo con la Constitución solemnemente jurada?” (pág. 458).

“Nosotros, que en el nuevo siglo hemos aprendido a no sorprendernos ante cualquier nuevo brote de brutalidad colectiva….. tuvimos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y en nuestra civilización tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras del infierno; hemos tenido que acostumbrarnos poco a poco a vivir sin el suelo bajo nuestros pies, sin derechos, sin libertad, sin seguridad” (pág. 21).

Inglaterra no sólo ha abierto la caja de Pandora animando a otros partidos nada solidarios a seguir sus pasos para desmantelar Europa como futura unidad supranacional sino que ha dado razones en su propio país para la disgregación de las zonas donde las fuerzas centrífugas ya han intentado salir del Reino Unido. Posiblemente aquellos que han ondeado las banderas de la libertad y la independencia de su gran país no hayan hecho más que aislarlo de este mundo global, debilitarlo y dividirlo. Ésa es su victoria.

San Juan, 25 de junio de 2016.
José Luis Simón Cámara.

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[1] El mundo de ayer. Memorias de un europeo, pág. 451. De Stefan Zweig. Todas las citas son de esta obra.

Galería de personajes. 20.

Hace ya muchos años que nos reuníamos para intentar mejorar el mundo. Los pocos resultados, el cansancio, las circunstancias, los cambios de opinión, fueron separándonos poco a poco, en muchos casos casi sin darnos cuenta, hasta que con el paso del tiempo aquella relación tan estrecha desapareció totalmente y la antigua camaradería se limitó a un tímido saludo cuando por casualidad nos encontrábamos por la calle. A uno de ellos lo veo con relativa frecuencia, la mayoría de las veces a lo lejos. Cuando nos cruzamos de cerca nos saludamos a secas, sin pararnos ni una sola vez. Sé que se separó hace tiempo y creo haberlo visto con otra chica a lo largo de estos años. También me he encontrado alguna vez con su ex mujer que asistía a aquellas reuniones del grupo político al que pertenecíamos. Él se deja ver mucho más que ella, al menos por los lugares por los que suelo moverme. En la barra de un bar o en sus proximidades por la acera conversando con alguien. Cuando se acercan las fiestas, con el pañuelo que identifica a algunas peñas y el pequeño bolso o mochila que han dado en llevar ahora para colocarse la cartera, el tabaco, los pañuelos, el móvil, y todos esos artilugios de los que no se puede prescindir. También suele llevar sombrero de un tiempo a esta parte. Estos últimos años lo he visto pasear con sus amigos, conocidos míos, por el pueblo y por la playa. Hasta hace unos meses con Edmundo, antiguo alcalde de la ciudad, muerto de un tumor cerebral galopante. Alguna vez con Rubio, muerto hace una semana, de un desarreglo generalizado del metabolismo y con cuyo hermano había compartido militancia. Era amigo común, sobre todo tiempo atrás, de Chimo el panadero, muerto hace unos meses de cáncer de colon.

Hoy nos hemos cruzado por la Rambla y, como habitualmente, nos hemos saludado. He comprado el periódico en el kiosco y mientras lo ojeaba de regreso lo he vuelto a ver, esta vez sentado en un banco frente al colegio público Cristo de la Paz. Desde hacía mucho tiempo no me había detenido a hablar con él y lo he hecho hoy.

–¡Vaya racha, Rafa, de amigos muertos: Chimo, Edmundo, Rubio…!

Él se ha incorporado del banco, me ha estrechado la mano y, asintiendo con el gesto a lo que acababa de decirle, me ha espetado.

–Ya lo creo, y no es eso lo peor, a los cuatro días de enterrar a Edmundo murió mi hija.

–Pero ¡qué me estás diciendo! ¿Cómo ha sido eso?

–Una enfermedad rarísima de la que apenas hay computadas unas sesenta en todo el mundo, una especie de tumor en los ovarios acabó con ella.

–¿Qué edad tenía?

–Treinta y cinco años.

Quedé enmudecido. Yo había intentado consolarlo y que me sintiera próximo por la pérdida de sus amigos, pero ahora no sabía qué decirle. Me dejó anonadado. Como si lo terrible de la noticia hubiera borrado de golpe tantos años de frialdad y distancia. Lo agarré fuerte por el brazo y dándole un apretón le dije que fuera fuerte. ¿Qué otra cosa podía decirle? Un día después lo he vuelto a ver, esta vez cogido de la mano de una niña minutos antes de entrar al cole. Seguramente será su nieta, un recuerdo vivo de su hija. Su rostro parece cruzado por una zigzagueante mueca de consuelo y amargura.

San Juan, 21 de abril de 2016.
José Luis Simón Cámara.

Marineras. 1.

Jesús camina de nuevo sobre las aguas.

Después de saciar a la multitud que se había congregado para escucharle en las proximidades de Betsaida les dijo a sus apóstoles que le precedieran mientras él se retiraba al monte a orar. Los apóstoles subieron a un barco, no olvidemos que algunos de ellos eran pescadores, y se adentraron en el lago de Genesaret para pasar a la otra orilla donde se encuentra Cafarnaún. Un gran viento se levantó e hizo zozobrar la barca poniendo nerviosos a los discípulos, a pesar de su experiencia. Bastante entrada ya la noche y con la fantasmagórica visión que les proporcionó un rayo vieron a alguien caminando sobre las aguas. Pensaron que se trataba de un fantasma, pero entonces escucharon una voz en medio de la tormenta:

–No temáis, soy yo.

Entonces Pedro, el más experimentado marinero de todos ellos, tomando la palabra dijo:

–Señor, si eres tú mándame ir a ti sobre las aguas.

Jesús le dijo:

–Ven.

Bajando de la barca anduvo Pedro sobre las aguas y vino hacia Jesús. Pero viendo el viento arreciar temió y comenzando a hundirse gritó:

–Señor, sálvame.

Al instante Jesús le tendió la mano y le cogió diciéndole:

–Hombre de poca fe ¿por qué has dudado?

Y subiendo a la barca se calmó el viento. Los que en ella estaban se postraron ante él, diciendo:

–Verdaderamente, tú eres el hijo de Dios.

–Sí, yo soy el hijo de Dios y vosotros sois todos un hatajo de gilipollas. ¿Acaso no habéis visto que camino sobre una plancha de madera de las que me enseñó a hacer mi padre en la carpintería en los períodos de crisis, también llamados de vacas flacas, cuando no teníamos encargos de los vecinos y él, ya de pequeño, se dedicaba a hacerme juguetes para que me entretuviera en el mar?

¿Cuántas veces, sobre todo los días de viento, aprovechaba para dejarme llevar por el impulso de las olas e ir cabalgando sobre su cresta?

Y tú, Pedro, toda tu vida dedicado a la pesca, a las redes, a la barca, y ¿nunca se te había ocurrido desplazarte sobre una plancha de madera? ¿Cómo no te ibas a hundir sin apoyo ninguno? Esta tarde, cuando he multiplicado los panes y los peces para saciar el hambre de la gente que nos seguía he tenido que entregarme a fondo y desplegar todos mis conocimientos de hipnosis que, ayudados de la natural austeridad de los lugareños, han conseguido satisfacer sus necesidades.

Pero ahora, escuchadme, si no vosotros las generaciones futuras experimentarán el inmenso placer de jugar en una tabla sobre las olas e incluso de recorrer el cilíndrico túnel que en su progresión van describiendo hasta deshacerse contra las rocas o sobre la arena.

No seáis crédulos y observad la naturaleza donde los pajarillos encuentran sustento, las semillas aladas buscan tierra fértil con su vuelo y los ficus lanzan raíces aéreas para sostener sus largas ramas.

Ése es el milagro de la naturaleza.

San Juan, 6 de junio de 2016
José Luis Simón Cámara.

Retazos. 4.

Nada es igual después de un sueño profundo arrullado por el monótono susurro del oleaje.

Desde hace varios lustros, ¡cuántas veces nos ha serenado el mar! ¡De cuánta inquietud ha sido testigo su oleaje! Como si cada ola lamiera, curando, la herida del que se acerca a su orilla.

¡Tantos matices que aprender de las olas! Serenas, cuando se deslizan suavemente sobre la arena, violentas cuando se interponen obstáculos, insistentes, capaces de romper la roca de los arrecifes, devastadoras los días de tormenta cuando el mar desata su rabia contenida y las olas, como látigos retorciéndose, golpean sobre sus propias entrañas.

El mar, ese mar donde tienen cabida desde los más grandes cetáceos hasta los minúsculos pececillos inapreciables por el ojo de buey, ese mar donde los mejillones aplauden el concierto de los delfines, cabalgando a lomos de los caballitos, ese mar donde el temible pez espada se desliza rasgando las profundidades azules de las aguas mientras los peces aguja van cosiendo sus desgarrones y evitando así que se deshilache esa falda que rodea la cintura de la tierra para que no quede desnuda.

Ya sé que ahora rompe el embrujo decir que los peces espada atraviesan también los cadáveres de los refugiados ahogados, que buscando la vida encuentran la muerte en este mar, y que los bancos de tiburones se multiplican como en Wall Street.

Sí, ya sé que rompe el embrujo pero no por eso voy a dejar de decirlo.

El mar saca a su orilla después de la tormenta lo que nace en él o un día llegó de cualquier parte, troncos, algas, rizomas, jibias, cañas, algún pez descabezado, caracolas, piedras sin aristas, como las contracciones estomacales de un ser vivo arrojan al exterior todo lo que daña su organismo.

Como si la energía inagotable que se renueva periódicamente, no sabemos si por influjo o reflujo de la luna, y le sacude las entrañas y lo limpia de todas sus impurezas, se contagiara con su proximidad después de tantos años escuchando su rumor, rozándose o zambulléndose en él.

¿Tendrá algo que ver que en él esté el origen de la vida?

Como si la cadencia, el susurro, la violencia, el fragor del mar, todos esos cambios en su estado de ánimo adormecieran, relajaran, excitaran, atemperaran los flujos sanguíneos de quien junto a él pasea.

¿Será quizá ésa la razón por la que, desorientados, buscamos a su lado la renovación de la vida, del impulso para sobrellevar sus problemas, la búsqueda del empujón que a veces nos hace falta para seguir caminando y reponernos del cansancio de tanta monotonía?

Sea cualquiera la causa, el vaivén de su movimiento acuna, relaja, adormece, como si nos arrebatara el fardo que nos impide volar sobre las miserias y lo desmenuzara hasta volatilizarlo y liberarnos de su pesada carga.

Como la ola que se ondula y se repliega y regresa a los abismos abisales para volver con nueva energía como si fuera, tantas veces repetida, la primera vez que se asoma sorprendida a la arena.

San Juan, 26 de mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara.