Sueños. 24.

No estaba tan cerca como para que me vieran desnudo al pasar en coche por una de las rotondas que rodean los alrededores del pueblo. Además había una ducha allí instalada. Y ¿para qué es una ducha sino para ducharse? Normalmente se ducha uno desnudo, lo de Gary Grant en Charada no es más que una broma cinematográfica. Porque ¿quién, si no, se ducha vestido? Pues ni por esas. Ya los vi acercarse con malas intenciones. El caso es que no sé en qué se nota lo de las malas intenciones porque en principio eran cuatro hombres uniformados que se acercaban a una velocidad superior a la de paseo. Uniformados y mirando insistentemente. No era un uniforme que yo identificara ni como de la policía municipal ni de la nacional. El tono era más bien azul. Cuando llegaron hasta mí ya había cerrado yo el grifo de la ducha.

–Acompáñenos, por favor.

–No tengo por qué acompañarles. Estaba dándome una ducha tranquilamente sin molestar a nadie.

–Eso lo dirá usted. ¿No sabe que está desnudo en un lugar público?

–¿Acaso no es esto una ducha pública?

–Recibirá usted todo tipo de explicaciones de la autoridad competente. Pero ahora acompáñenos.

–¿Y si no quiero acompañarles?

Dos de los cuatro uniformados que habían hecho ademán de marcharse regresaron al escuchar mi última intervención.

–Pues entonces lo llevaremos a la fuerza.

–No, no les voy a ofrecer resistencia, descuiden. Me parece algo tan ridículo que les acompañaré, pero no entiendo en qué puede consistir la infracción.

Los dos uniformados que regresaron volvieron otra vez a alejarse y yo recordé entonces una situación parecida vivida bastante tiempo atrás cuando de madrugada me sorprendieron con una joven extranjera, ambos sin pantalones y cobijados junto a una barcaza en la arena de la playa, mientras nos enfocaban con la linterna.

–¡Vístanse inmediatamente!

–Haga usted el favor de retirar la linterna mientras nos vestimos.

–¿Saben ustedes que se les puede denunciar por escándalo público?

–¿En qué está el escándalo y dónde está el público? Ustedes son el único público y han tenido que buscarnos con la linterna. ¿Acaso se han escandalizado?

Era la guardia civil y tomó nota de nuestros nombres pero nunca recibimos ninguna multa. Pero esto era otra historia. Ahora iba caminando entre los dos uniformados. Me acordé de las películas y les dije que acudiría después de llamar a mi abogado. Jamás había pasado yo por la circunstancia de verme obligado a llamar a un abogado. Ni yo lo tenía propiamente. ¿A quién podría yo recurrir? Entonces me acordé de un antiguo alumno, Javier, ya varios años abogado, especialista en accidentes de tráfico, derecho penal, civil…Cuando me dijeron el punto al que me llevaban entendí más el nombre del tribunal que llamaban de la santa cruz y estaba instalado en la plaza de la cruz. Claro, se trataba de un tribunal de moral pública como los que funcionan en los países islámicos para condenar a las mujeres sin velo o sorprendidas en adulterio y castigarlas con una cantidad siempre arbitraria de latigazos o con la lapidación directamente. Justo cuando llamaba a mi antiguo alumno, y ahora abogado, sonó el despertador.

San Juan, 31 de mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara.

El ruedo ibérico. 5.

Un pistolero se pasea por el Oeste1.

Al matón solo le faltan las pistolas. En otro tiempo las llevaba. Con esos ademanes, casi perdonando la vida, se pasea por los saloons de ese territorio donde se encuentra como pez en el agua porque está volviendo a funcionar la ley de la selva, la ley del más fuerte, la ley bajo cuya protección han estado dando licencias de vida o condenas de muerte durante los casi 40 años de vida democrática en este país, territorio donde ellos decidían sin necesidad de tribunales el linchamiento de sus adversarios aunque es cierto que algunos de los caciques de aquellas grandes manadas de ganado, como el inefable Carod Rovira, había conseguido patente de corso para sus leales cuando en un irrepetible esfuerzo de pureza democrática o de limpieza étnica consiguió excluir a sus cuatreros de la diana etarra, porque ya tenían bastante ganado con el que entrenar su puntería en el resto de la llanura.

No estoy hablando de un inculto gudari forjado tras el rústico arado, sino de un pistolero recién salido de la cárcel por delitos de secuestro y pertenencia a banda armada, licenciado en esa Ciencia que debe de estar avergonzada de tener entre sus estudiosos a un carnicero, Filosofía y Letras, lo que nos hace suponer que ha leído a Tomás de Aquino, a Kant o a Sartre, autores entre otros muchos a los que se atribuye la famosa frase “Mi libertad acaba donde empieza la de los otros”.

Claro que incluso en el Oeste había una pequeña diferencia. No era lo mismo Billy el Niño o Lucky Luke que los hermanos Dalton. Unos mataban en defensa propia y en igualdad de condiciones. La astucia y la rapidez eran sus habilidades. Otros matones, los de este Oeste, mataban a ciudadanos indefensos a traición, con un tiro en la nuca, mientras se tomaban un café o jugaban al dominó con sus amigos o llevaban a sus hijos a la escuela.

Que nadie se confunda. Aquellos pistoleros del lejano Oeste se enfrentaban en medio de la calle, en igualdad de condiciones y, en muchos casos luchaban contra los poderosos dueños del ferrocarril o los banqueros o los rancheros que se protegían con una selecta pandilla de pistoleros para hacer frente a aquellos llaneros solitarios. Nada que ver aquel Oeste con éste. Aquí ha sido una pandilla de matones al servicio de la oligarquía y desprovistos del romanticismo o heroísmo de aquellos que se enfrentaban cara a cara, a pecho descubierto, con su enemigo, y no a escondidas y armados hasta los dientes frente a gente indefensa que ni siquiera se sabía objeto de persecución porque no había ninguna razón objetiva para perseguirlos. Eran una banda de asesinos a sueldo. Lo más alejado del honor y la valentía. Lo más cobarde y deleznable.

Pues bien, ese torturador y, al menos, cómplice, encubridor y, quizá, promotor de asesinatos, ese pistolero que habla de los asesinos presos condenados por la justicia como de “presos políticos” y de los fugados de la justicia como de “refugiados”, no solo se pasea por el polvoriento Oeste donde la Tramontana llena los ojos y la mente de polvo y nieve hasta hacer enloquecer a los que más ataca sino que es recibido con todos los honores por la presidenta del parlamento catalán en el Saloon donde los próceres reparten certificados de ciudadanía en nombre de ese pueblo , quizá, espero, avergonzado de que los pistoleros se paseen por su tierra como si fuera un saloon más del Oeste sin ley.

San Juan, 19 de mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara

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[1] También llamado “Hombre de paz”. Si vis pacem, parabellum.

El ruedo ibérico. 4. (La duda metódica 2).

Las sabias reflexiones de algunos amigos en respuesta a mi escrito anterior y el contraste de las mismas con la realidad van despejando las dudas originales.

Paso a incluir algunas de sus opiniones. En cuanto a la OTAN dice uno de ellos (AGA): “Creo que toda nuestra vida llevaremos dentro aquel “OTAN no. Bases fuera”. Y aquellos carteles que pegamos por las paredes. Y aquella desilusión inesperada de la noche del referéndum. Pero también tengo duda sobre este asunto. No sobre la alternativa de otro bloque del Este, sino sobre la actitud de un Ejército Español que sin compromisos internacionales volviera a las andadas y a sus vicios antidemocráticos de condicionar la política nacional. No creo que fuera posible ahora un golpe de Estado como el del 36 o como el intento del 81, pero sí podrían condicionar la política nacional con pronunciamientos, no en las plazas, pero sí a través de los medios de comunicación o en las llamadas “redes sociales”. Dada la práctica inviabilidad de un desarme unilateral sería deseable un organismo de defensa europeo que hoy por hoy está todavía muy lejos en opinión de muchos, Luis entre ellos. Como ves también yo me muevo entre la nostalgia del “OTAN NO” y el “será mejor no menear el arroz, aunque se pegue”.

En cuanto al derecho a decidir dice: “Me da escalofríos y no puedo dejar de pensar en lo ocurrido en la guerra de Yugoslavia. Quizá no sea probable que se repita esa tragedia aquí y ahora, pero lo que dejan entrever los corifeos de esa futura Cataluña independiente no es precisamente un modelo de respeto a los derechos de las personas. No sé si soy demasiado simplista al suponer que se encuentran incómodos junto a quienes consideran más pobres que ellos, pero algo de eso hay. El “Espanya ens roba”, además de ser inexacto, es un rechazo frontal a compartir con quienes tienen menos. Así es que promover desde la izquierda esa dichosa consulta es caer en el nacionalismo que de izquierdas no tiene nada. Cuando la izquierda de 1914 se hizo nacionalista, abandonando el “internacionalismo proletario”, Europa estalló en pedazos.”

“Respecto a los Derechos Humanos creo que nunca es una postura progresista mirar hacia otro lado cuando en alguna parte del mundo no se respetan. Es verdad que durante un tiempo esa denuncia era una excusa de Occidente para justificar sus propios atropellos. Acusando a Cuba ocultaban el infierno de Somoza o el de Pinochet o el apartheid, pero lo correcto es denunciar a unos y a otros.”

“Y también me parece un insulto la forma como “Podemos” trata a “Izquierda Unida”. Creo que la historia del partido y ese millón de votos que lo sigue apoyando merecían un poco más de respeto. Un quinto puesto en Madrid… Me duele. Y no por Alberto Garzón, a quien veo demasiado fascinado por Julio Anguita, sino por lo que representa IU”

“Por otra parte, siempre me ha chirriado ese punto nacionalista de EU en la Comunidad Valenciana. Pero esta vez las poses histriónicas del líder de “Podemos” y su concepción de la política como un permanente plató es algo que me repele. Al principio el asunto me hacía gracia. Repetía la música de algo que nos gustaba y que siempre había defendido la izquierda, pero a medida que se ha ido consolidando ha ido añadiendo retales a su discurso según le interesaba espigar votos en uno u otro granero. Antes despreció a IU y sus banderas rojas porque no le era útil; ahora pacta porque es muy goloso ese millón de votos. La utilidad electoral para conseguir el poder. Quizás estoy equivocado, pero creo que a lo que aspira únicamente es a formar un partido “vanguardia” que anule cualquier otro que le pueda hacer la competencia. Así es que me parece que esta vez no me voy a tragar ese sapo. Decía Julián Andúgar que ser marxista es como entrar en religión. Así se lo dijo a mi mujer un día que vino a comer a mi casa. Y desde luego no es necesario tanto, pero de ahí al circo de los de Podemos va mucho trecho. Les tengo mucho más respeto a Llamazares o al nada televisivo Cayo Lara que a quienes andan tan pendientes del marketing”.

Y enlazo esta opinión del poeta Julián Andúgar, que apenas pudo disfrutar unos meses de su condición de Senador del pueblo en las primeras elecciones democráticas, con la de otro amigo(JR) que ha terciado en el debate que, aparte de sesudas consideraciones como ante mi afirmación de que “espero que , aun con tantas discrepancias, la senda general del movimiento vaya en la buena dirección”, decir que le parece “un ejemplo de esperanza inmotivada o, si prefieres, de fe, que, como aprendimos en nuestra infancia, consiste en creer en lo que no se ve. Creo que era Tertuliano el que decía aquello de “credo quia absurdum” (Creo porque es absurdo). Pues eso. Y después añade: “Estás en desacuerdo en casi todo lo importante. Si a eso le añades que la coalición haría una política económica, digamos bolivariana, con los resultados que ya se sabe que produce, pues tú mismo. Con lo cual creo que aparte de la nostalgia del tiempo pasado, no te une casi nada a izquierda unida. De lo poco que te une, supongo, forma parte algo que también me pasa a mí, o sea, que me siento más próximo al tipo humano del militante de IU que a los de los otros partidos. Pero eso no sé si debe contar mucho”. Y además hace una consideración de la que no quiero privar a mis amigos, posibles lectores de estas reflexiones: “Cuando tengo ocasión hago propaganda de un rasgo que contenían las normativas para elegir abad de algunos monasterios medievales. A saber, que no sólo se podía votar a favor de alguien, sino también en contra de alguien, y entonces ese voto se le restaba de los votos a favor. Eso hacía que los aspirantes a abad tuvieran que preocuparse no sólo de tener partidarios, sino también de no tener gente radicalmente en contra. Pues bien, creo que el voto negativo es lo único que tipos como nosotros podrían emitir a gusto ahora. Yo preferiría votar simplemente contra el PP, y que mi voto se le restase y no verme obligado, para participar, a votar a favor de alguien”

Además de todas estas consideraciones me he planteado algunas preguntas.

¿Quién se va a beneficiar del esfuerzo de mi trabajo, de mi (mucho o poco) poder de convicción, de mi presencia como interventor controlando la limpieza de todo el proceso electoral y el escrutinio a lo largo del larguísimo día y en última instancia de mi voto? ¿Va a ser acaso la fuerza política con la que mantengo una compleja relación, de debate, distanciamiento, nostalgia, como si se tratara de un salto en el vacío (por eso algún amigo lo equipara a la fe), la que se va a beneficiar? Porque si fuera ella aún podría tener sentido todo el esfuerzo. Pero no. He estudiado el panorama político de la provincia en la que vivo, Alicante, y nos corresponden 12 diputados para el Congreso. La distribución de los mismos en las pasadas elecciones del 20 de Diciembre fue la siguiente: Partido Popular = 4, Compromís-Podemos = 3, Partido Socialista = 3 y Ciudadanos = 2.

Izquierda Unida tuvo unos 33.000 votos que, unidos a los de sus actuales socios o confluencia, es decir, Compromís-Podemos, podrían, en el mejor de los casos subir a 4 el número de diputados de la coalición. Pero resulta que en el “generoso” acuerdo suscrito por los tres partidos, el primer puesto asignado a Izquierda Unida es el nº 6, es decir, que en ningún caso podría ser elegido diputado el representante de Izquierda Unida.

Eso quiere decir, lisa y llanamente, que mi esfuerzo, mi dedicación, mi poder de convicción, mi presencia en el colegio electoral y mi voto, serían para los tres o cuatro mejor posicionados de la coalición que son de Compromís y de Podemos, grupos o partidos con los que no sólo no tengo pocas coincidencias sino a los que tengo poca o ninguna simpatía, política claro está, por un buen número de razones manifestadas en este ya largo debate.

Y, para concluir el debate, de momento, y con las dudas bastante más despejadas, acabo con la declaración de uno de mis amigos: “Como puedes comprender, no escribo nada de esto con satisfacción sino con gran tristeza. No creo que mi actitud de fondo sea muy diferente de la tuya. Y tampoco yo tengo mucha gente con la que poder hablar con franqueza, sabiendo que me entienden. Un abrazo”

Al menos nos quedan los abrazos.

San Juan, 18 de mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara.

El ruedo ibérico. 3.

La duda metódica se me replantea, lógicamente, una y otra vez.

Hace no muchas fechas ironizaba sobre el referéndum que Podemos planteaba a sus afiliados y simpatizantes, considerándolos poco menos que subnormales, por la simpleza y disyuntiva de sus preguntas. Pocos días después un referéndum similar era planteado por Izquierda Unida para ver si las bases estaban de acuerdo en la confluencia con Podemos de cara a las elecciones.

Los resultados fueron mayoritariamente favorables a la dirección de ambas organizaciones políticas que los tomaron como un plebiscito a su favor a pesar de que eran conscientes del bajo nivel de participación que, en este tipo de organizaciones, no suele deberse a descuido o desgana sino más bien a una actitud de rechazo activo a los planteamientos tan poco respetuosos políticamente.

Ahora, ultimado ya el pre-acuerdo, y por presiones de sus bases, nos consultan en un nuevo referéndum si concurrimos a las elecciones con Podemos y otras fuerzas. Y eso significa congelar asuntos como la reivindicación de la República, o la salida de la OTAN, pero ahí siguen el derecho a decidir o los apoyos a Otegui en el Parlamento Europeo y otros asuntos.

En el terreno de los principios ¿cómo no voy a estar de acuerdo con la República cuando la Monarquía es una vieja y anacrónica institución medieval anterior a la existencia de los ciudadanos con derecho a elegir al jefe del Estado? Ahora bien, ¿es este el momento más adecuado para replanteárselo?¿Vale la pena gastar en este tema las energías que requieren otros mucho más importantes relacionados con el bienestar de los ciudadanos? ¿Y la salida de la OTAN? ¿vamos a desconectarnos del mundo occidental?¿vamos a entrar en el pacto de Varsovia para volver a la experiencia del gulag? En cuanto al cacareado derecho a decidir, del que tenemos recientes experiencias de intolerancia y de sangre en el territorio europeo, introducido en la jerga política por los líderes independentistas catalanes que buscan exclusivamente, como ya ha demostrado sobradamente la ex honorable familia Puyol, su enriquecimiento personal o su predominio y control económico, social y político sobre la masa de votantes ilusionados con promesas del paraíso en la tierra aunque sea a costa de levantar muros de incomprensión, de segregación, de exclusión de todos aquellos que son partidarios de seguir manteniendo las relaciones existentes desde hace cientos de años en un espacio, libre ahora, de convivencia donde caben diversidad de posicionamientos de todo tipo. ¿Qué se oculta realmente tras ese teórico, inocuo y abstracto referéndum consultivo sobre la independencia de Cataluña? No hace falta tener mucha imaginación para suponer lo que ocurriría, por ejemplo, a nivel lingüístico cuando ahora, con la cooficialidad de las dos lenguas, muchos castellanohablantes se sienten discriminados. O qué serían capaces de hacer esos hipotéticos tribunales de justicia emanados de la ruptura con la legalidad constitucional, con Jordi Puyol, padre de la patria catalana, y toda su camada biológica y política.

Y la duda reaparece.

Si estoy en desacuerdo con la urgencia en debatir sobre la forma de Estado.

Si estoy en desacuerdo con la salida de la OTAN.

Si estoy en desacuerdo con el derecho a decidir.

Si estoy en desacuerdo con la cobertura a Otegui, hombre de paz, en el Parlamento Europeo.

Si estoy en desacuerdo con el silencio o la ambigüedad, sobre la falta de respeto a los derechos humanos en Cuba, Venezuela o dondequiera que sea.

¿Qué me sigue uniendo a Izquierda Unida, y coyunturalmente sus confluencias, aparte de la nostalgia del tiempo pasado?

Quizá el mayor vínculo de unión sea la lejanía aún mayor del resto de partidos del espectro político español.

Porque si nos pusiéramos estrictos, realmente cada ciudadano español querría tener su propio partido para estar absolutamente de acuerdo con él, con lo cual el patio parlamentario habría que ampliarlo a toda la geografía nacional, algo así como aquel libro de geografía del que hablaba Borges en el Aleph, que sería una copia en la medida de lo posible de las dimensiones del país en cuestión, libro por el que podríamos caminar para seguir el curso de los ríos, de los valles, de las montañas.

Hasta que no consigamos un ágora como los griegos, pero que incluya incluso a los esclavos, quizá algún día posible a través de la tecnología, que nos permitirá un parlamento sin representación porque todos estaremos presentes, tendremos que conformarnos con la representación de que disfrutamos aunque diste de satisfacernos plenamente.

Y, ya en este terreno, no me parece nada respetuoso que al representante, aunque joven, de una coalición en cuyo seno uno de los ahora denostados y viejos partidos ha luchado como ninguno por la recuperación de las libertades democráticas y sigue teniendo un apoyo popular que no se corresponde con el parlamentario, se le posponga en la elaboración de las listas electorales a posiciones que, con el pretexto de las ridículas cremalleras sexuales, lo abocan a quedarse sin escaño.

A pesar de todas estas contradicciones y dudas y de haber votado no al acuerdo de concurrir conjuntamente en estas condiciones con Podemos a las elecciones, apoyaré con mi voto la decisión mayoritaria de los militantes de Izquierda Unida esperando que, aun con tantas discrepancias, la senda general del movimiento vaya en la buena dirección.

Pero ahí sigue la duda.

San Juan, 15 de mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara.

Retazos. 3.

Hoy, 1 de Mayo, como tantos años ya, he ido a la manifestación obrera, como una abeja más, en Alicante. Siempre el mismo recorrido hace bastante tiempo, desde la escalinata del Instituto Jorge Juan hasta la confluencia de Rambla y Explanada. Yo suelo esperar desde lo alto de Alfonso el Sabio, viendo el despliegue de banderas que se van acercando entre eslóganes y músicas. Van pasando racimos de gente precedidos cada uno por sus siglas y pancartas, desde los sindicatos clásicos a los nuevos movimientos surgidos con la crisis económica, unos más organizados, otros en desorden, repartiendo panfletos que reivindican de forma distinta y con métodos diferentes la liberación de la clase obrera de la explotación capitalista, todos ellos unidos, solo por el paraguas del 1 de Mayo en recuerdo de aquellos trabajadores muertos a finales del siglo XIX en Chicago reivindicando la jornada laboral de 8 horas. Otros años he acudido con amigos o los encontraba allí a lo largo de su desarrollo. Cada vez encuentro a menos, a algunos ya no los volveré a ver. Otros estaban sentados en un banco descansando para recuperarse o de un enfisema pulmonar o de lesiones en la rodilla. Antes tenía que seleccionar con quiénes caminaba un rato y ahora me cuesta localizar a algún viejo conocido entre los cada vez menos asistentes. Los cánticos, las consignas, los eslóganes, cada vez más vacíos, suenen como en la lejanía, como un eco del pasado. Cuando la manifestación llega a su fin y mientras suenan en los altavoces los monótonos discursos de los representantes sindicales, conversaba con un amigo. De allí se iban al barrio de Santa Cruz donde colocan cada año las tradicionales cruces de Mayo. Pensé en la posibilidad de hacer lo mismo después. El barrio, tantas veces visitado por mí solo y, sobre todo, con mis amigos, donde había pasado noches y madrugadas bebiendo, fumando, escuchando música, paseando, pillando costo, tocando algún culo y queriendo tocar muchos más, mezclando alcoholes y manoseos con ilusiones revolucionarias de cambio de esta anquilosada sociedad en ese barrio cuyas paredes y esquinas conocen bien el calor de mi espalda y la huella de mis zapatos, por primera vez voy a ver qué son exactamente las cruces de mayo, que nunca había visitado, por si me acerco después con mi familia.

Desde la plaza del Carmen subo por la calle del Mermelada, ya con dificultad por la aglomeración de mesas en la calle y gente de pie moviéndose de un lado para otro con el vaso en la mano, de gente bailando en medio de la calle al ritmo de una banda callejera que toca poco más arriba mientras les suministran no botellines sino litronas para refrescar. Clavada en la pared una gran cruz hecha de claveles blancos y poco más arriba, en aquella calle que sube hasta la ermita del barrio, otra de claveles rojos. Delante de ella, sentada, una señora con moño y un rojo clavel prendido. Parece, como la mayoría de los que allí viven, gitana. Siguen las flechas en la pared indicando otras cruces más arriba, una de ellas en la estrechísima y empinada calle Muchamiel. Cansado de cruces y escaleras voy descendiendo con cuidado por los resbaladizos escalones humedecidos por la cerveza que chorrea de los restos de botellas y vasos arrinconados junto a la pared, observando entre el humo de puros y canutos las voces arrastradas de gentes que llevan ya muchas horas comiendo y bebiendo sentados en la calle o bailando y cantando en medio de ella. Entre tanta gente, mucha con las bocas desdentadas y las uñas negras, incluidas las chicas, pero eso sí, el vaso en la mano, el puro en la boca y el clavel en el moño.

San Juan, 2 de Mayo de 2016.
José Luis Simón Cámara.