Hace ya mucho tiempo que he disfrutado del trato escaso pero intenso de un insólito amigo. Digo insólito porque alguna vez me lo encontré por la calle más bulliciosa de Murcia, La Trapería, ataviado con su sombrero de hoja ancha y un largo pañuelo de colores anudado al cuello, casi rozando sus largas patillas, como los bandoleros de Sierra Morena. Sólo le faltaba el látigo y un hacha al cinto, que llevaba cuando pasturaba su ganado. El Chalao. Digo amigo porque es esta una de las relaciones entre humanos que, desde la antigüedad conocida, al menos desde la época de Gilgamesh y Enkidu, 5.000 años atrás, hace menos insoportable este mundo que habitamos. Este insólito amigo, como Yavé arrebató a Elías en su carro de fuego, un día me arrebató en su furgoneta a orillas de la carretera, y me llevó a la montaña de caza. Nos aprovisionamos de pan, vino, tomates y bacalao, pero olvidamos la munición, de modo que perdices y conejos campaban a sus anchas a nuestro alrededor mientras nosotros conversábamos caminando entre matorrales. Y allí en la montaña, viendo pasar un águila me dijo que su vida había sido como la de aquella ave que iba buscando donde lo hubiera alimento para sus polluelos. Así había hecho él durante años llegando cada vez más lejos para poder atender las necesidades de sus hijos. Y luego me hablaba de su incultura, por no tener estudios como yo. Tratando de sacarlo de su error yo le decía que todo lo escrito en los libros está sacado de la naturaleza, de la observación, de la experiencia. Unos lo aprenden en los libros y otros, como él, lo leen en las montañas, las estaciones, los pájaros, el fuego. El esbozo de una sonrisa escéptica era toda su respuesta.
Por aquellas fechas, Luis, mi hijo, de pocos años, ya empezaba, como tantos niños, a organizar su mundo con algunos personajes de ficción que para los niños son su realidad.
Era capaz de pasar horas solo jugando con aquellas figuras de plástico, He-Man y los Masters del Universo. He-Man, elegido para proteger al planeta Eternia ayudado por los heroicos Master del Universo, como Stratos o Cringer, el tigre guerrero o Man-At-Arms o la chica que nunca puede faltar en una historia, como Sheila, adiestrada en el arte de la guerra y que parece sentir algo más que amistad por He-Man. Todos ellos luchan con la Espada del Poder frente a las temibles y malvadas fuerzas de Skeletor. Los He-man aparecían nuevos de tiempo en tiempo e íbamos en su busca, ya fuera en la capital, donde se agotaban de inmediato, o en otros pueblos, como la Vila, donde había menos fiebre y un día de regreso de la montaña encontramos en una tienda próxima a la carretera a Ram-Man, el hombre volador, el hombre con cabeza de ariete, personaje sencillo y rudo, reproducción de los clásicos Hércules o Sansón. “Nihil novum sub sole”.
Otra de las historias que le apasionaron fue la de Lucky Luke, “más rápido que su propia sombra”. Es un vaquero que, siempre ayudado por Jolly Jumper, “el caballo más listo del mundo”, se enfrenta al crimen y la injusticia, deteniendo forajidos, entre los que destacan los hermanos Dalton, cuatro tipos con pinta estúpida y malvada. ¿Recordáis que el cowboy siempre llevaba un cigarrillo entre los labios? Morris, el autor belga, lo reemplazó por una pajita en 1983, lo que le valió el aplauso de la Organización Mundial de la Salud.
Pero quizá la historia que más ha marcado e influido a Luis haya sido “La Vuelta al mundo de Willy Fog”, basada como sabéis en “La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne.
Ésta ha sido sin duda una de las historias más premonitorias de tu vida, de vuestra vida, porque ambos sois viajeros empedernidos.
Es también una serie de dibujos animados que te comprábamos por doquier. Buscando el siguiente número de Willy Fog llegábamos cada día a aquel kiosco cutre de la playa de Garrucha en Almería, junto a la pequeña lonja del pescado no lejos del puerto pesquero todo al alcance de la vista, como aquel bar, con bolsas de red llenas de caracoles, colgadas de las paredes, la arena negra abajo, visible desde la terraza sobre el mar, cuando pasamos allí unos días con los tíos. Willy Fog, el león, apuesta en el selecto Reform Club de Londres con el director del banco de Inglaterra y sus socios que consigue dar la vuelta al mundo en 80 días partiendo de Londres y regresando allí mismo. Acompañado de su mayordomo Rigodón, un gato con acento francés, y de Tico, su amigo, un ratón de Cádiz con acento andaluz, emprenden el largo viaje donde viven muchas aventuras, especialmente notable es el encuentro con Romy, princesa india rescatada cuando iba a ser quemada viva junto al cadáver de su difunto esposo. Romy, dulce y fiel, acaba enamorada de Willy Fog. Por otra parte sus enemigos que quieren torpedear la apuesta: Mister Sullivan, el director del banco británico, es un lobo que se sirve de Transfer, un chacal, maestro del disfraz, siempre poniéndole zancadillas, planeando fechorías para sabotear el viaje de Willy Fog que, tras muchas dificultades, consigue llegar a tiempo a Londres y gana la apuesta.
Siempre en las historias de ficción la lucha del bien contra el mal. Siempre en la historia real, en la que vivimos cada día, la lucha del bien contra el mal, y no ya en países imaginarios o aunque reales lejanos, no, muy cerca de nosotros se reproducen esas luchas de poder entre las fuerzas del bien, de la convivencia, de la tolerancia y las fuerzas de la intolerancia, del odio, de la destrucción por los motivos que sea, ninguno razonable.
Cuando mi hijo me decía en su adolescencia que quería irse muy lejos, yo, acordándome de mi insólito amigo le decía que primero hiciera, como las aves, vuelos cortos y después, con el tiempo y la experiencia, vuelos largos. Y como tú mismo has constatado, has tenido tiempo de unos y de otros. Tras Alicante, Madrid, dos años; después Londres, tres o cuatro años, París, Berlín, ya desde Bruselas, Nueva York, Washington, China, Japón. Ahora ya tan largos y frecuentes que vas desde la vieja Europa, donde vives, al Nuevo Mundo y desde allí a la tierra del Sol Naciente como si de una estación a otra del metro se tratara.
Ahora vas a emprender otro vuelo con un ave a tu lado. Espero y deseo que las inevitables turbulencias de este complejo mundo no perturben vuestro vuelo y cada vez os lleven más lejos en la búsqueda de la difícil felicidad que a veces se encuentra escondida, después de tanto buscarla, detrás de la puerta de tu casa, como ocurrió a aquel navegante que abandonó su tierra buscando la felicidad en tierras lejanas y después de muchos avatares las corrientes y su sabiduría lo llevaron a instalarse en el lugar que había abandonado años atrás.
(Leído en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de San Juan de Alicante en la ceremonia de matrimonio civil de mi hijo Luis y Caterina. 2 de mayo de 2015)
José Luis Simón Cámara.