43th New York City Marathon (3-Noviembre-2013)

En Santa Pola 2012 conseguí, lo que nunca me hubiera esperado, una marca que me permitiría tener acceso a una entrada “garantizada” para el maratón de Nueva York. Tuve muchísima suerte, ya que sería el último año que el baremo que me correspondía sería alcanzable para el ser humano normal que soy.

Así que tanta suerte no se puede desperdiciar, y menos cuando se trata de correr Nueva York. Pero pasaría otro año hasta que vendría a la Gran Manzana, ya que en 2012 el huracán Sandy obligó a la cancelación de la carrera. Gracias a Pili ya con anterioridad había decidido posponer mi estreno neoyorquino hasta el 2013 y así no me encontré entre los miles de corredores que se presentaron en 2012 sin poder correr al final.

Me fui sola en esta ocasión, aunque bien acompañada de los buenos deseos y consejos de A To Trapo. Como en otras ocasiones había seguido el plan de entrenamiento de Pili, con lo cual sabía que había hecho mis deberes. Por gran suerte mía, cuento con unos amigos fabulosos en Nueva York, así que no necesitaba hotel y podía alojarme en sus casas y disfrutar de su compañía.

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La feria del corredor es espectacular, grande y bien organizada, y como todo el evento, contando con un despliegue de seguridad impresionante. Recojo mi dorsal, pero cuán grande es mi sorpresa cuando además me entregan la medalla del 2012 en reconocimiento de la doble inscripción.

El sábado queda el último flequillo de preparación: trotar unos 30 minutos. ¿Dónde mejor que en Central Park? Así que cojo el subway y para arriba voy, donde me encuentro con otros tantos centenares de corredores que han tenido la misma idea. Me pongo en la meta para sacarme la foto y aquí es donde unos minutos más tarde entrarían los corredores apuntados en una carrera de calentamiento de 5km (dash to the finish line). El parque brinda los colores del otoño y un cielo azul y limpio que se refleja en el lago.

Con esto ya está todo y no queda nada más que acostarse pronto y asegurar que toda la indumentaria (que es mucha) está lista para salir de casa a las 5h00 (esto sí que duele) de la mañana. Esta noche cambian la hora, así que al menos nos regalan una hora. Dicho y hecho, salgo de noche de casa con mi ropa traída de España para dejarla después en la salida. Me había inscrito para ir en Ferry desde la punta de Manhattan, así que voy en busca de un taxi, que finalmente comparto con dos chicos ingleses (su primer maratón).

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La travesía a Staten Island es preciosa. Salimos aun de noche, pero se ve perfectamente la Estatua de la Libertad y la silueta de Downtown. En la llegada nos esperan los autobuses que nos llevan a los Villages de la salida. Son las 6 y media cuando llego allí, así que quedan 3 horas y media de espera. Hace un frío que pela y hay gente tiritando durante un par de horas. Por fin nos llaman para meternos en los cajones (corrals), y tengo que quitarme mis capas adicionales y esperar la última media hora con un frío del demonio en el cuerpo. Así es como he conocido a Monica, una chica americana con la que finalmente compartiría la carrera.

Para la salida nos ponen a Frank Sinatra, y por fin salimos por el Puente de Verazzano, y con el cuerpo aún tan frío, y el viento que pela. Salimos con un ritmo bastante rápido para entrar en calor, sabiendo que vamos por encima del ritmo que nos habíamos propuesto. Pero cuesta frenar en el grupo en el que vamos, así que nos dejamos llevar. Monica y yo nos acoplamos muy bien, y así puedo disfrutar de su compañía súper simpática: Siempre con una sonrisa, y como había tenido la genial idea de ponerse el nombre delante en su camiseta, la gente va animándola por todo el recorrido y es fácil no perderla: siempre está por donde la aclaman con “Monica you are great, Monica go, Monica you can do it…..Monica, Monica…”

Los barrios de Brooklyn son una auténtica fiesta, y hay gente que nos anima en todas partes. Subimos toda la Cuarta Avenida de Brooklyn que parece eterna hasta arriba donde finalmente entramos en Queens. Sólo hay tramos tranquilos en los puentes donde no hay gente. En uno de ellos pierdo a Mónica, (ya que falta la gente para animar), y la echo de menos.

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De Queens a Manhattan entramos por el puente de Queensboro. Subimos la Primera Avenida hasta arriba para llegar al quinto barrio, que es el Bronx, donde pasamos una milla y pico para luego dar la vuelta y volver a entrar en Manhattan. Hace viento, y Manhattan se me hace bastante cuesta arriba, como luego se puede apreciar en los ritmos de cada milla. Pero ya no importa porque nos estamos acercando por la Quinta Avenida al Central Park con todo el mundo aplaudiendo. ¡Qué baño de aplausos y gente saludando a amigos, familiares y desconocidos por igual! Y así nos llevan en volandas hasta la meta, que está dentro del parque mismo.

Cuando llegas a la meta la emoción es total, es alegría, exaltación, relax y triunfo. Enseguida nos ponen la medalla y una manta de calentamiento, que aún así nuevamente hace frío. Los que hemos optado por no “facturar” equipaje también recibimos un poncho precioso naranja. Y es así como Monica y yo nos volvemos a encontrar y pedimos una foto juntas para guardar el recuerdo de nuestro NYC Marathon.

Como premio adicional, me invito por la tarde a un masaje chino (de los que trabajan 7 días a la semana) que me relaja el cuerpo entero, seguida por una cena en Chinatown. Gracias a la buena preparación y el masaje, al día siguiente estoy como nueva.

Después me lanzo a la segunda parte de este viaje: me quedan 5 días para descubrir rincones de la ciudad aún desconocidos o reencontrarme con lugares del pasado. Aprovecho cada momento en esta maravillosa ciudad y me empapo de la energía positiva disfrutando de la compañía de unos maravillosos amigos, y pateando las calles de Brooklyn y Manhattan.

Gracias a todos que me habéis animado a mantener mi plan de ir a Nueva York, y ante todo a Pili por haberme preparado tan bien para esta carrera dura, emocionante y preciosa. Desde luego, un fuerte abrazo a Daniela, Pietro, Pat y su familia por brindarme el calor de vuestra amistad y permitirme vivir esta aventura desde vuestros hogares.

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Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Martina 51F 4:01:03 16338 207

35th PZU Warsaw Marathon (29-Septiembre-2013)

Maratón de Varsovia, camino al 25.

El planteamiento de este maratón fue sin planteamiento. En noviembre quería correr mi 25 maratón en Atenas, así que antes tenía que correr el 24. ¿Dónde? Daba igual, Aranda de Duero o algún otro.

El año pasado había quedado con Pablo en correr en Varsovia, ciudad que lo ha acogido con los brazos abiertos, pero el billete salía carísimo así que me lo pensé y mucho, pero al final yo le había dicho que este año corría seguro, así que a Varsovia.

Debo reconocer que Polonia no me llamaba nada la atención, había estado en 2010 con el equipo junior y no era un país que a priori quisiera repetir, supongo que por cosas que pasaron allí, aunque tras esta visita me ha encantado.

Así que venga a por el maratón… los previos pues como siempre aunque esta vez con un plus. Pablo tiene un restaurante en Varsovia así que las comidas de antes del maratón muy muy cuidadas, arroz, pasta, quínoa, todo ello aderezado con una familia que me ha hecho sentir parte integrante de la misma, muchas gracias Rafa, Elena, Luli, y Sasi, faltó José que al final no pudo ir, y claro gracias a Grace y Pablo.

El sábado fuimos a la feria del corredor, sita en donde será la salida: el estadio de fútbol construido para la ocasión del europeo creo. La feria pequeña, el dorsal se recoge rápidamente y la bolsa una camiseta (que no es Adidas aunque es la marca que patrocina la carrera) y poco más, y hay un detalle que me ha encantado, en vez de hacer un muro con un papel donde la gente escribe su nombre, han hecho un mural donde han puesto el nombre de todas las personas.

La meta estará dentro del estadio, nos harán atravesarlo en diagonal y la verdad es que hace ilusión.

Día de la carrera, duermo bien pues nervios ninguno, supongo que llegar llego, pues fondo tengo (aunque últimamente creo que me falta). Estoy en un apartamento en el centro de negocios de Varsovia, la meta y la salida están al otro lado del río Wisla, así que hay como unos 2,5 km, pero Pablo me pasa a recoger y llegamos en nada. Estamos por allí un ratillo y ya vamos a dejar las bolsas y de ahí cada uno para su sitio.

Yo este maratón la verdad no tengo ni idea de como va a salir, la semana anterior con gripe en cama con fiebre, que me ha dejado para el arrastre y con una tos que no me deja casi respirar, y para colmo tengo un pie bastante chuchurrío. El lunes de esa semana Noe decidió que de perdidos al río, me hace la EPI confiando que algo arregle, pero vamos que molestar molesta. Así que consigna de salida, procurar que no me de mucho ataque de tos, con lo que respiraciones muy superficiales y llevar controlado el pie, por lo que zapatilla a medio atar 🙁 …

Parque SaskiParque Saski

Parque Saski

 

Para mí hace frío, pero Pablo hizo una camiseta de manga larga por lo que espero no pasar ni frío ni calor…

La salida por dorsales, muy bien organizada, dicen que hay 15.000 personas pero a mí me parecen muchas menos, porque en ningún momento tengo sensación de mucha gente. Salida desde arriba del puente a las 9 en punto, y se atraviesa el puente Józefa o algo así, puente por el que volveremos al estadio, pero entonces será en bajada.

Los primeros kilómetros pasan por el centro de la ciudad, por la estatua de Charles de Gaulle, por una palmera de plástico (que no me he enterado muy bien que hace ahí), al lado centro cultural, cerca del parque Saski donde vivió Chopin (aunque luego visitando la ciudad te das cuenta que Chopin vivió en todos sitios)… dando la vuelta a la parte vieja (Stare Miasto) y a la Nueva (Nowe Miasto) … voy fijándome en todo ya que este maratón se que va a tocar sufrir, prefiero entretenerme.

Stare MiastoStare Miasto

Stare Miasto

 

En el km 7 Plac Krasinskich se pasa por debajo de los arcos de los juzgados, una zona de adoquín donde se ve que piso mal y aviso y fuerte del pie, así que toca correr con el pie ligeramente en tensión evitando que se “descuelgue” que si no duele… 3-4 veces tuve que parar en carrera a ponerme bien la lengüeta de la zapatilla, es lo que toca… en mi primera parada me encuentro incluida dentro del grupo de 3:15 y voy pensando que como me pisen por detrás me quedo sin zapatilla así que intento descolgarme para no ir en grupo… luego me encontraré a algunos del grupo…

Centro culturalCentro cultural

Centro cultural

 

Del km 8 al 13 recorremos paralelamente el río, pasando por el museo de Ciencia de Copérnico y luego divisamos el estadio a través del puente construido por Calatrava y que me hace recordar a Rotterdam.

Por ahora voy bien pero lo de no poder respirar bien, me esta fastidiando bastante.

En el km 14 entramos en, para mi la zona más bonita de la carrera, el parque de Lazienki, pasamos unos 2 km dentro por caminos y asfalto y una de las avenidas nos deleitamos con unos farolillos rojos que hacen que me acelere… y no estoy para esto. La salida del parque viene el trocillo malo de la carrera, una cuestecilla que se las trae, pero bueno solo hay que bajar el ritmo y subirla como se pueda, aquí pienso como irá Pablo. En este parque aunque en la carrera no se pasa está una muy famosa estatua de Chopin y el castillo de Belwedere.

No tengo muy claro los tiempos de paso, porque hoy el reloj hizo de las suyas, de repente se paraba así que más o menos sé que voy a 4:35-4:40 pero exactamente el tiempo de carrera ni idea, creo que la media fue sobre 1:38 o algo así, quizás un poco rápido, pero como sabéis lo del efecto dorsal me puede.

A partir del km 17 es una carretera en la que no me doy cuenta por donde se pasa, porque me parece todos los edificios más o menos iguales, excepto uno que supongo que será algo del estado… nos sacan del centro y nos llevan por los alrededores de Varsovia, km 26 pasamos por la Universidad y yo ya no voy bien,  que mal se lleva esto de correr sin poder respirar bien, ufff, pienso incluso en que qué hago ahí si es mejor dejarlo y ya está. Pero habrá que terminar aunque sea andando, que Atenas tiene que ser la 25.

Así poco a poco volvemos otra vez a la zona del centro, pasamos al lado del parque Ujazdowski, y nos encaramos hacía el estadio. En una de las calles veo al cuñado de Pablo y eso me anima un montón, algún km se me va por encima de 5, tengo el cuadriceps hecho fosfatina, supongo que de no pisar bien o de que no llega el oxígeno a los músculos, pero me da igual, solo quiero llegar sin que el pie me de más la lata… Hasta ahora casi no he visto chicas en carrera, y de repente pasado el km 39 me pasa una chica como una gacela (creo que no corrió el maratón porque 30’ después de cruzar la meta todavía la vi corriendo con la misma ropa en los alrededores del estadio), hacía un par de kilómetros alguien me dijo que iba la 20, así que bueno pues la 21, pero veo una chica y otra y las voy adelantando sin acelerar, sino que el cansancio parece que es para todos, por lo que supongo que entraré entre las 20 primeras, ni en mis mejores sueños…

En el km 40 se ve perfectamente el estadio, pero sé lo que falta y me acuerdo de Moncho y sus indicaciones en el Veleta de “en la siguiente curva” y me da la risa (y la tos), y aunque sé perfectamente que faltan 2 km, digo venga este por Moncho y sale bastante bien, así que muy muerta no estoy. Ya llegando nos hacen dar una vueltecilla por los alrededores observando perfectamente el Skyline de Varsovia…

Y ya solo queda entrar, voy bien y oigo Pili, Pili y es la familia de Pablo a pie de pista, entro bien en 3:18 y algo, así que súper contenta, pero nos hacen salir enseguida, gracias familia de verdad… ya en los túneles nos cuelgan la medalla.

Este es el único punto que no me ha gustado del maratón, hay avituallamientos cada 2,5 km que está genial, muchos voluntarios súper amables que gritan Bravo Bravo, muchísimo público efusivo por todas las calles, cosa que me ha sorprendido muy agradablemente, pero llegas a la meta y no hay nada… rápidamente fuera del estadio, te hacen pasar por los aparcamientos y cuando vas a recoger la bolsa te dan una botella de agua, y ya cuando ha pasado un buen rato, cuando ya sales del estadio, es cuando te dan un plato de pasta y una manzana… Hay gente que llega mal y necesita algo de comer, así que si alguien va a ir a correrlo que lo prevea y lo meta en la mochila, porque este servicio sí que funcionó a las mil maravillas.

Luego a buscar a Pablo a ver como le fue, y aunque sufrió de lo lindo y  no hizo la marca que merece si que consiguió MMP y eso hay que celebrarlo, que cada vez son más difíciles…

Bueno esta vez ha sido más turismo que carrera, pero la ciudad merece la pena.

El detalle, yo entré y salí del estadio y no me enteré de nada, por la noche al ver las clasificaciones vi que había quedado la 14 chica, 2ª de mi categoría, pero claro no recogí el trofeo. Pero gracias al crak de Pablo y Grace que persiguió a la organización, ya lo tengo… Muchas gracias Pablo.

Y quizás soy muy pesada dando siempre las gracias, como dice mi tío hay mucha gente ahí, pero es que es verdad, desde mi entrenador el gran José Luis Mareca, que se preocupa y me aguanta mis “ahora corro este maratón”… también están siempre ahí, mi madre, Marian, José Luis, Aurora y Eugenia, mi tío Antonio, a mis amigos que se preocupan de como voy o como fue, Lita, Aless, Viky, mis amigos del foro Antonio, Lobo, Sergio o Jaime (que corrían en Zaragoza y aún así me mandaron un mensaje) y muchos más, Juanma que siempre está para todos, al grupo A To Trapo: Jesús, Martina, etc., Silvia, Mª Jesús, las personas del trabajo que se preocupan, Mónica, Isabel, Natalia, Oto, Demo, Maribel, Ana… Noe, que se preocupa más allá de ser fisio, muchas muchas personas de la que esto no sería lo mismo sin vosotros/as, pero esta vez quiero tener una especial referencia a una persona especial Raki que me acorde muchísimo de ella porque cuando, yo corría en Varsovia ella expulsaba sus fantasmas en Berlín, y ya sabes que en Chicago dejaremos a todos esos fantasmas detrás…

Muchas gracias de corazón… ahora a por la 25 Atenas donde se celebró el primero.

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Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Pili K40 3:18:27 595 2

La verdadera historia del descubrimiento de América.

Cuando llegué a Nueva York y vi todo lo que voy a contar, aunque  me deje algunas cosas en el tintero, entonces comprendí todo lo que había pasado a lo largo y ancho de estos años hacia delante y hacia atrás.

No pasaron muchos días, aún deslumbrado por la inmensidad de los ríos que rodean la ciudad y por la osadía de sus rascacielos, y ya me había tropezado con gente que me era familiar desde las pantallas del cine de mi pueblo. A algunos como Al Pacino o Robert de Niro, a cuyo restaurante aún no he ido, los veía en distintos lugares de la ciudad, la primera vez en un bar de Broadway junto a Times  Square y el Both Theatre, sentado en una mesa solo, con la gabardina rozando el suelo humedecido y levantando una copa de Jak Daniels con los ojos semicerrados, como tratando de recordar el diálogo que acababa de representar en el teatro de al lado. No sé exactamente si era más viejo de lo que parecía o parecía más viejo de lo que era. Quizá por la costumbre de verlo casi nadie se fijaba en él. A mí, en cambio, me tuvo embelesado un buen rato.

Pocos días después lo encontré nuevamente, pero esta vez en la Little Italy y acompañado de Robert de Niro. Eran los dos mucho más jóvenes e iban saltando por las azoteas de los pequeños edificios del barrio. Parecía como si guardaran algo en los tubos de la calefacción que sobresalían por los tejados.

– ¿Dónde vas ahora Al? Le decía Robert de Niro a su compinche con una voz de agua de fuego.

– No sé, me perderé por los billares de la Quinta.

– No conviene que nos veamos en unos días.

– No, no conviene.

Y mientras se alejaban iban limpiándose unas gotas de sangre salpicadas en el brazo y los zapatos.

Continué mi paseo por Chinatown, barrio más tranquilo, dicen, pero la casualidad me hizo tropezar con un alboroto de ambulancias y coches de policía. Al acercarme reconocí a Jack Nicholson y John Houston discutiendo. Estaban esposando a alguno de ellos mientras un coche desbocado corría  hasta chocar con una farola.

No todos los días eran tan intensos. Pasear por la 5ª avenida y Central Park se convirtió en una costumbre recurrente. Cuando mis sentidos estaban saciados de bullicio, de altísimos edificios, del humo que escapa por la alcantarillas, de escaparates inimaginables, me cobijaba en la acogedora Biblioteca Pública de la 5ª con la 42 o iba a pasear por el parque y me distraía observando a las ardillas, tan ágiles en sus movimientos.

No podía creerlo, pero fue allí donde me encontré, junto al conjunto escultórico de “Alicia en el país de las maravillas” a un anciano Kirk Douglas, aún con su agujerito en la barbilla. ¡Qué emoción poder saludar al amigo de Wyat Earp!

Pero no solo a él. También me encontré en aquel inmenso y sorprendente parque, adonde solían ir, a Toro Loco y Caballo Sentado. ¡Cuántas historias! Algunas, como la que sigue, no me importa contarlas ya a los amigos. Pues sí, Caballo Loco (lo de Caballo Sentado y Toro Loco fue una broma que no les disgustó e incluso les arrancó una sonrisa de su curtido rostro), era hijo de un jefe indio pero quiso librarse del peso de la tradición y se marchó a Washington, a una universidad que había en el barrio de la Ciudad de Jorge, donde no sólo estudiaban indios sino otros muchos a los que gustaba hacer el indio, como aquel bigotudo José Mari, ávido de medallas. Caballo Loco, feliz e independiente, lejos de su pueblo, se vio obligado a volver a la tribu, la fuerza de la sangre, por la muerte de su padre. Los ancianos le preguntaban si el invierno sería severo y él, poco experto en el conocimiento de las previsiones meteorológicas de su tribu, telefoneó al servicio de meteorología de Washington, donde le dijeron que seguramente haría mucho frío.  Él comunicó a su tribu que haría mucho frío y todos se afanaron recogiendo leña para el duro invierno que se avecinaba. En varias ocasiones Caballo Loco volvió a llamar a Washington y la última vez preguntó en qué criterios se basaban para vaticinar que habría un invierno muy frío. Desde Washington le respondieron que una prueba evidente era que las tribus indias no habían parado de recoger leña durante todo el otoño.

Toro Sentado movía mecánicamente la cabeza escuchando aquella vieja historia mientras se liaba un cigarrillo sentado en cuclillas.

Fui tomando nota de ésta y otras historias que, en su momento, cuando las haya rumiado, escribiré para distracción de mis amigos, pero estos anticipos que os he ofrecido bastan, como comprenderéis, para que Marco Polo, aquel viajero veneciano, se los contara a  Colón, sí, sí, a Cristóbal Colón, y éste se desviviera por venir a esta tierra y pusiera todo su empeño, recorriendo cortes, elaborando mapas, sobornando monjes, al confesor de la reina, hasta conseguir su objetivo. No era para menos. A fe que merecía la pena.


José Luis Simón Cámara.

San Juan, 24 de enero de 2013

Viaje a Nueva York (Diciembre de 2012)

Por el deseo de ir a NY, nunca visto, y por la insistencia de nuestro hijo Luis, que se encuentra allí por motivos de trabajo, nos decidimos hace ya unos meses a visitar la ciudad de los rascacielos. Lo dijimos a parientes y amigos y finalmente se vinieron Loli, hermana de Inma, con su familia y mis primos MªAsunción y el Gilillo. En total, 8 viajeros.

25 de diciembre

Nos presentamos en el aeropuerto hacia las 7´30 porque el avión tiene la salida a las 9´15, pero la intensa niebla, primero pospone el viaje y después lo cancela. Eso quiere decir que seguramente perderemos el enlace con Chicago, que sale de Madrid a las 11.50 y llega a las 4.40 de la tarde para llegar al aeropuerto de Newark en Nueva Jersey a las 19.45, desde donde nos traslada el transfer hasta Nueva York. Carreras por las oficinas de Iberia y colas interminables hasta que finalmente, casi a la hora de embarcar nos dan un vuelo a las 13.30 hasta Madrid que enlaza con uno directo a Nueva York, sin pasar por Chicago. Hasta el último momento nos atormentaba la zozobra porque no había billete para todos. Algunas lágrimas corrieron por las mejillas de Carolina rebelde ante el destino casi inevitable. Al Gilillo lo colocaron en clase business porque no había plaza en la clase turista que llevábamos todos. Finalmente pudimos volar directo Madrid- Nueva York, al aeropuerto JFK, que se encuentra en el barrio neoyorquino de Queens, situado en Long Island. Dispersos por el vientre de aquella gran ballena pasamos entre sueño, comidas y algún paseo el largo viaje en arco por el Atlántico. A nuestro lado una pareja de judíos con su uniforme identitario, sombrero, barba, bucles el caballero y perlas y diamantes la mujer. Ambos mayores pero sin una sola mancha en las blancas manos. Llegamos al aeropuerto hacia las 7 de la tarde hora americana. Una larguísima espera para pasar el control policial y con dificultades para José Antonio y MªAsunción, no sabemos si por el nombre compuesto o por el azar aleatorio que fijan cada número de visitantes o porque figura en su pasaporte un viaje a Túnez. Después de un rato y, mientras esperamos las maletas, salen Mariasunción y José Antonio del despacho donde no se les ha preguntado nada. Pero resulta que las maletas no habían llegado. Me habían dicho en la agencia de viajes que era conveniente mezclar, cuando se trata de una pareja, la ropa en las dos maletas por si una se extravía tener algo los dos en la otra. En varias ocasiones bromeamos con la posibilidad de la pérdida de las maletas porque nosotros precisamente, que les habíamos dicho lo de mezclarla, no lo habíamos hecho. Aunque para el resultado final fue prácticamente lo mismo porque no fueron una o tres las maletas que se extraviaron sino todas, las 8 maletas. De modo que llegamos a Nueva York sólo con lo puesto y alguna bufanda o gorro en el maletín de mano, donde ni siquiera se podían llevar los útiles de afeitar y colonias. Luis, que ha ido a esperarnos, llama a la empresa que debía trasladarnos desde el aeropuerto de Newark para notificarle el cambio de aeropuerto, a la vez que Julia reclama en la oficina la no aparición de las maletas. Ya llegamos al hotel Bentley en la calle 62 del Este con York Avenue hacia las 10 de la noche. Afortunadamente estas pequeñas adversidades no consiguieron quitarnos el buen humor y las encajábamos incluso con bromas y risas.

26 de diciembre

El primer día Inma y yo nos levantamos muy temprano y dando un paseo descubrimos un bar acogedor, con restaurante francés al lado, donde además había un chico, Marci, hijo de mejicano y valenciana que lógicamente hablaba español y nos facilitaba pedir el desayuno a nuestro gusto. Tomamos la costumbre de vernos así todos para desayunar, excepto Julia y Carolina que solían ir a tomar unos “nagels” en un lugar cercano. Regresamos al hotel de donde salimos todo el grupo. Nos abrigamos lo mejor que podemos, teniendo en cuenta que apenas llevamos nada en la bolsa de mano, y nos dirigimos andando hasta el sur de Central Park, junto a la 5ª avenida, y a unos metros del famoso hotel Plaza, edificio antiguo rodeado de otros más modernos y descomunales. Con un frío que pela, entramos a Sarabeth´s, una antigua y famosa cafetería, dulcería, cervecería donde desayunamos abundantemente a base de exquisiteces. Pasamos por el hotel Plaza, nos asomamos a sus hermosos salones llenos de arañas colgantes y seguimos por la 5ª Avenida, llena de escaparates deslumbrantes, tiendas carísimas, edificios inmensos que emparedan iglesias, la catedral de San Patricio, descomunal. Uno de los complejos de los Rockefeller, donde originariamente estuvo situada la CIA y la sucursal británica del MI16. Poco después la hermosísima biblioteca pública de la ciudad de Nueva York que ocupa toda una manzana y desde cuyo silencioso interior se ve a través de los ventanales el perfil de la ciudad erizado de altísimos edificios. El sosiego, el silencio, los amplios y sobrios salones invitan al descanso y la lectura. Parece sorprendente encontrar ese clima tan cálido rodeados de la vorágine vertiginosa de la ciudad y de un frío glaciar. La biblioteca se encuentra en la confluencia de la 5ª avenida con la calle 42, por donde nos dirigimos al vistoso Chrysler Building pasando por la estación de tren Grand Central Terminal, nave sorprendente por su grandiosidad y con un mercado completísimo con los mejores vinos, quesos, mariscos, panes y todo tipo de alimentos. Todo un lujo para la vista culinaria, saciada ya de tanta piedra. Se ha hecho la hora de comer y como hemos tomado un desayuno tardío y abundante, queremos limitarnos a una hamburguesa en un establecimiento de la 5ª avenida donde hay que guardar cola para entrar, Shake Shack, y ya dentro, estar a la caza de una mesa o barra para poder sentarte. No es muy agradable observar por encima del hombro cómo están al acecho esperando que acabes para ganar el trofeo de una mesa o una silla. Lo cierto es que las hamburguesas y acompañamiento estaban muy bien. Después de la comida regresamos al hotel en taxi. Llegamos ya de noche. El equipo de Loli hizo algunas compras de primera necesidad, sobre todo de aseo, como cepillos de dientes, maquinillas de afeitar y espuma, bragas, calzoncillos, calcetines…

27 de diciembre

Hasta las 12.30 nos dimos de tiempo para ir de compras por la zona de Lexington y la calle 59, donde se encuentran Diesel, Republica Banana, Gap y otras tiendas de ropa. Aunque el equipo de Loli ya había hecho acopio de artículos de primera necesidad, aún no habían llegado las maletas y había que reponer porque el frío no cesaba. Además algunos miembros del equipo necesitaron reponer medicinas, guardadas en las maletas, para la barriga, la artritis y otras pequeñas miserias que nos aquejan a los humanos. Para todo se encontró solución. Cuando regresamos al hotel fuimos caminando por la 1ª avenida hacia el edificio de las Naciones Unidas, bastante rodeado de policía y grandes bloques de cemento que suponemos colocan cuando hay asamblea plenaria y acuden jefes de Estado a las sesiones. Desde Naciones Unidas bajamos por la 1ª Avenida hasta la calle 42, que nos llevó a Grand Central Terminal en la intersección de la calle 42 con Park Avenue. Esta zona está rodeada de barrios elegantes, edificios modernos, oficinas y restaurantes de lujo, entre los que se encuentra Cipriani, frecuentado por Michael Bloomberg, el actual alcalde de la ciudad. Cogemos el metro hasta Brooklyn, donde Luis ha reservado en el restaurante Peter Luger, la mejor brassería de Nueva York, según atestiguan los premios acumulados desde hace más de treinta años, colgados en la pared. Allí comimos Angus a la brasa. Una variedad de vaca escocesa muy preciada. La comida fue excelente. La ternera buenísima pero no se quedaba a la zaga la hamburguesa que seguramente está hecha de la misma carne. La cerveza, el vino, las salsas, la mantequilla. Todo estaba de rechupete. Volvimos a coger el metro, en este caso aéreo y chirriante que, cruzando el puente de Williamsburg, nos llevó de nuevo a Manhattan. Paseamos por Union Square y bajamos hacia Washington Square tratando de cobijarnos del intenso frío y viento hasta cruzar a Broadway y subir al East Village, donde pasamos a ver una de las pastelerías más antiguas y famosas. Desde allí tomamos taxis para regresar al hotel.

28 de diciembre

A las 7 de la mañana, tapado hasta los ojos, con guantes, gorro, bragas, sudadera y chándal salgo a correr a orillas del East River que está a 100 metros escasos del hotel Bentley, donde nos alojamos. Mientras accedo por una pasarela a la orilla del río veo ya brillar, el sol está a punto de salir, charcos de agua hecha hielo. Al otro lado del río, Brooklyn, con una pequeña isla que se interpone, llena de viejas naves de metal y al fondo inmensas chimeneas de blanco y rojo echando humo al cielo. Es como una mezcla de lo más moderno, los edificios que hay en Manhattan, la Rockefeller University, el Presbiterian Hospital (donde internarán dos días después a Hillary Clinton) y esas muestras de la sociedad industrial del siglo XIX. Hago unas fotos al sol que sale al otro lado del río y comienzo a correr con el río inmenso, bravo y silencioso a un lado y la incesante y ruidosa autopista del este a otro lado. Naturaleza salvaje en ambos casos, una natural y otra civilizada. Unas gaviotas hacen piruetas por el aire y de vez en cuando planean sobre el agua. Otros corredores me adelantan o se cruzan en el camino. Alucinado entre coches, río, sol, gaviotas, humo y gente que corre o camina, llego hasta la altura de la calle 81. En el camino de regreso me encuentro a una chica que camina con un perro afgano con las patas traseras escayoladas y apoyadas sobre un artilugio con dos ruedas que le permiten desplazarse.

Este viernes había sugerido Luis, nuestro guía, ir a pasear por la punta de la isla. Tomamos el metro hasta Brooklyn Bridge y bajamos junto al Ayuntamiento, rodeado de edificios simbólicos de las instituciones americanas, como la corte suprema de Nueva York, el Tribunal Supremo Federal, último recurso de los derechos de los ciudadanos. A pesar del frío nos dirigimos hacia el famoso puente de Brooklyn para caminar un trecho aunque no lo recorriéramos entero por el viento. De finales del siglo XIX, la exhibición de cuerdas de acero es impresionante. Desde allí se ve Manhattan a un lado y Brooklyn al otro. Muy cerca de allí la zona cero, aún acordonada y tapada con telas opacas. Sólo se ve emerger el nuevo edificio que va a reemplazar a las torres gemelas y que desde abajo no parece superar mucho la altura de los edificios que lo rodean, aunque la verdad es que, visto desde lejos, casi dobla la altura de lo que hay a su alrededor. Por allí la gente se para, se agolpa, tratando de pensar lo que ocurriría allí el 11 de septiembre de 2001. Porque toda la zona es como un bosque lleno de edificios, en muchos casos oficiales. Y justamente golpearon en el centro del poder económico americano. El frío, me había protegido menos este día, me atenazaba y me compré calcetines y jersey. Al otro lado del edificio ya el río Hudson, aún más impresionante que el East river, y al otro lado del Hudson, Nueva Jersey, con su silueta de modernos y esbeltos edificios, más allá la estatua de la Libertad. No hacía falta acercarnos más a ella, bastaba con verla a lo lejos, más cerca del mar abierto. Abajo, en el río, unas lanchas de la policía con una ametralladora plantada en la proa, para que no haya confusión. En la cabeza y las conversaciones se iba desgranando el vaivén de las ideas sobre el país, durante tanto tiempo considerado imperialista y violador de los derechos humanos en el mundo y en su misma tierra y por otra parte defensor de las libertades, con una constitución, surgida de su lucha contra la metrópoli inglesa, que fue admirada por el propio Ho Chi Min. Fuimos bordeando la isla por Battery Park, lleno de empalizadas de troncos que emergen del agua y sirven de protección y embarcadero. Nos acercamos a Wall Street (la calle del muro, porque sirvió como defensa en la lucha primero entre indios y holandeses y luego entre holandeses e ingleses). Edificios que enloquecen a las aves de verse reflejadas en el cristal. De camino a Wall Street encontramos la estatua del toro gigante, símbolo de la fuerza del dinero. Aquí jura el cargo Washington como presidente en 1791. Vamos caminando hacia el Pier (muelle) 17, antiguo mercado, con sabor a viejo. Caminamos sobre suelo de madera, vemos el embarcadero y subimos al edificio que parece volado sobre el río, en este caso el East river. Desde la 3ª planta, espaciosa y luminosa, la vista es espectacular. Hacia un lado Manhattan, por otro lado el puente de Brooklyn y por otro lado el barrio de Brooklyn. Nos sentimos borrachos de paisaje. Sentados en una mesa rústica, junto a los cristales que nos permiten ver todo el panorama, comenzamos a traer cervezas, agua, coca-cola, pizzas, fish and chips, ensaladillas (qué pena que no quedaran ostras ni mejillones). Reconciliados con el mundo, aún hubo tiempo de algunas compras y luego continuamos a pie por el West Willage, Chinatown, Little Italy, Soho. Parece mentira cómo van cambiando los barrios, tan próximos y tan distintos. Las formas, los colores, los anuncios, los bares y restaurantes, la gente. En Little Italy parecía que en cualquier momento podíamos ver una procesión con santo por la calle y a Corleone joven saltando de tejado en tejado para dejar la pistola en el tubo de una chimenea. Ese humo que sale de las alcantarillas y de tubos por la calle en las películas es tan real como la vida misma. Como si los gases de miles de tuberías y conducciones necesitaran escaparse por las rendijas para que el subsuelo de la ciudad no estalle. Paramos a ver una de las pastelerías más antiguas y famosas de Little Italy y probamos unos pasteles. Hacia las 6.30 Luis se marchó a esperar a Caterina al aeropuerto y nosotros, ya cansados, nos fuimos poco después al hotel.

29 de diciembre

Como Luis se había marchado con Caterina a su casa en Harlem, habíamos quedado a las 10 en la confluencia de la calle 68 con Lexington Avenue. Mientras llegan vemos echar unas bolitas azules por las aceras, especialmente en la salida del metro, en previsión de la nieve. Hace, como todos los días, frío. Unos se cobijan bajo una salida del metro, otros pasean, yo me acerco a ver un gran edificio rojo próximo, el 7º regimiento militar; casi enfrente la iglesia de San Vicente Ferrer. Hacia las 10.10 llegan Luis y Caterina, una siciliana delgada, de sonrisa abierta que deja ver sus dientes bien alineados. No nos la imaginábamos. Nos encaminamos hacia Central Park y fuimos recorriendo sus senderos, rodeados de ardillas y árboles centenarios por los que ellas correteaban como por su casa. Los nombres de los árboles puestos en latín e inglés en pequeñas placas colgadas. Llegamos a la primera laguna, pequeña y toda ella con placas de hielo. Seguimos el paseo, comentando cuánto silencio y paz son posibles en el corazón de la gran ciudad. El ramaje de los árboles, a pesar de estar desnudos de hojas por el otoño, apenas dejan ver el cinturón lejano de los edificios que rodean el inmenso parque (de 6 kilómetros de norte a sur y 8oo metros de este a oeste). Por cualquier senda aparecen y desaparecen corredores a cualquier hora. Central Park es el pulmón de NY. Junto a otro estanque la escultura de Alicia en el País de las Maravillas, donde muchos visitantes se hacen fotos. Finalmente llegamos al gran lago (430.000 mts2), viento frío y oleaje. Los patos impertérritos sobre el agua. Lo bordeamos un poco para salir por la 8ª avenida o Central Park West cuando empezaban a caer los primeros copos de nieve. Seguimos hacia abajo hasta llegar al museo de Historia Natural. Apenas nos asomamos a ver los ejemplares de dinosaurio y tiranosaurio que hay en la entrada porque el gentío abarrotaba la entrada. Cuando salimos del hall del museo, la estatua de Roosevelt a caballo, escoltado por un negro y un indio está cubriéndose de nieve.

Seguimos calle abajo, disfrutando de la nieve, hasta llegar al Dakota Building, en cuya acera cayó muerto John Lennon. Los grandes copos de nieve se hacen más intensos. Nos acercamos hacia Broadway por donde bajamos hasta la calle 63 frente al Lincoln Center. Nos cobijamos en un gran bar, muy acogedor, en la barra, que casi llenamos y donde un camarero muy simpático nos atiende y tomamos cañas y alguna tapa, como aceitunas o patatas de bolsa. No se puede pedir más tan lejos de nuestra tierra. Seguimos caminando, ya reconfortados y cuando arrecia la nieve decidimos tomar unos taxis para ir a comer a Ravagh, un restaurante iraní que Luis ha reservado en la calle 30, unas 40 calles más abajo. Nos dejamos asesorar por el anfitrión y todo está exquisito, algunas viandas muy especiadas y algo picantes, pero esa especie de leche o yogourt líquido elimina el efecto del picante. Las salsas riquísimas, también la ternera y el cordero. Algunos tomamos un café turco, terroso. Después de la copiosa y exótica comida bajamos por Broadway hacia Madison Square Park y nos encontramos de frente con el primer rascacielos de Nueva York, el Flatiron (la plancha), así llamado por su original forma triangular. Construido en 1902 fue una proeza arquitectónica con una estructura de acero revestida de caliza y terracota, ornadas con motivos del Renacimiento italiano. Hasta 1909 fue el edificio más alto del mundo. A pesar de estar rodeado de gigantes sigue destacando por su originalidad y belleza. Como solo habíamos tomado café turco JM y yo, subimos a un rooftop (o terraza en el tejado) en el nº 350 de Broadway, desde donde, a pesar de la niebla, había una impresionante vista del Empire State. Subimos por la 5ª avenida hasta pasar por debajo del monstruo (el Empire State) y dirigirnos a Macy´s, un almacén de 100.000 mts2 donde es imposible no perderse. Allí se sació algo el ansia de compras, únicamente acabada por el cansancio. Luis se adelantó con M.A. y JA. Para intentar sacar una entrada para un musical. Allí nos encontramos con ellos sin resultado porque los precios eran prohibitivos (180 dólares la entrada). Nos vemos en el Marriot, uno de los edificios de Times Square, que está preparándose para la noche vieja. El gentío es incontable, las luces, la algarabía, el montaje de cámaras y focos, la aglomeración de gente en torno a la cantante Rihanna, que no se ve pero se siente. Subimos a la plataforma giratoria del Marriot en la planta 48. Parece que hay mesas libres pero es una ilusión óptica porque los camareros van dando asiento a una gran cola. La plataforma se mueve a una velocidad inapreciable pero da la vuelta de 360 grados, de modo que se ve todo lo que hay al alcance desde esa altura en NY. Cansados y cargados de bolsas de compra regresamos al hotel ya casi a las 9 de la noche. Mis primos e Inma y yo salimos a tomar un bocado y entramos al restaurant francés. Unas sopas de verduras y una tabla de quesos con cerveza y vino. Otras noches hemos comprado algo en el supermercado más próximo para tomarlo en la habitación del hotel.

30 de diciembre

Tras el desayuno tomamos el metro en la calle 59 y nos vemos con Luis y Caterina a las 9.15 en la confluencia de Lexington y la calle 125, pleno Harlem. Como es el norte de Manhattan, la nieve está congelada y hay que cuidar los resbalones. No hace falta ver escrito el nombre del barrio en las paredes, no hace falta leer el nombre de la avenida, Martin Luther King, basta con mirar a la gente que pasa por la calle, su color, sus andares, sus ropajes, para saber que estamos en el famoso y en otras épocas peligroso barrio negro de Harlem. Vamos a visitar el famoso Apollo Theater, reservado al público blanco (Whites only escrito a la entrada) al inaugurarse en 1913. El Apollo se convierte a partir de 1934 en la primera sala de jazz abierta a los negros. Allí se dan a conocer Bessie Smith, Billie Holliday, Ella Fitzgerald, elevando el rango del local a templo del jazz neoyorkino. También cantaron y tocaron ahí Miles Davis y Michael Jackson. En la acera de la entrada al local está escrito en losetas metálicas el nombre de todos estos personajes. Los visitantes, llegados en autobuses, a pie o en metro, como nosotros, se agolpan haciéndose fotos delante del Apollo. La nieve, más abundante que al sur de Manhattan está helada y tenemos que llevar cuidado con los resbalones. Vamos caminando por las espaciosas calles de edificios bajos, esto es otra imagen de Nueva York, y llegamos a otro lugar emblemático del jazz, el Lenox Loung, por donde también pasaban los músicos citados. Como se acercaban las 11, hora de comienzo de las ceremonias de Gospel, buscamos una iglesia para escucharlo. Pasamos por delante de una con una larga cola para entrar y buscamos otra donde apenas había nadie: unos pocos autóctonos y varios grupos de turistas entre los que predominaban los españoles. Al fondo de la nave, bastante deteriorada, junto al altar, una sacerdotisa en calcetines y con unos dedos larguísimos habla con la naturalidad de un amigo por la calle dirigiéndose a unos y otros y preguntando por la procedencia del personal. Todos apagamos los móviles y para nuestra sorpresa ella saca un Ipod y comienza a utilizarlo. Una canción apenas balbuceada y se acaba la ceremonia con besos y abrazos y despedida. Nos marchamos un poco decepcionados porque no íbamos a escuchar góspel, pero yendo por la calle hacia la universidad de Columbia, donde trabaja Luis, escuchamos una música que salía de un local y MªAsunción se asomó al cristal y le abrieron. Nos invitaron a entrar y sentarnos. Era como un pequeño almacén con 8 ó 10 personas. Había hacia el centro de la nave dos mujeres con micrófonos cantando y a la izquierda otra mujer tocando el piano y un chico en la batería. Al fondo, sentados en tres sillones junto a la pared había un señor maduro con traje negro, otro con traje blanco al otro lado y en medio una mujer mayor. En la parte de la entrada había un señor mayor sentado en un banco y en el pasillo, junto a los servicios para hombres y mujeres, una mujer de unos cincuenta años, más bien gruesa. Todos eran negros. Iban cantando sucesivamente unos y otros, y a veces hablaban declarándose pecadores y dichosos de haber encontrado la salvación en Cristo, sin el cual no son nada. Ese ritual, repetido una y otra vez con música, palmas y movimientos rítmicos de los que nosotros nos contagiábamos. A veces parecían en trance. Estuvimos allí algo más de media hora, extasiados y sorprendidos. Cuando nos marchamos, ellos seguían con sus cánticos, nos daban parabienes, saludos y, deseándonos feliz año nos mostraban su esperanza de que volviéramos por allí. Era como un almacén convertido en iglesia metodista. Sin salir de nuestro asombro y después del inesperado número, paramos en un bar a tomar un refresco a pesar de que la mañana estaba bastante fresca. Nos vamos adentrando en el campus de la universidad de Columbia pero antes pasamos por la iglesia neogótica protestante que está levantada sobre una loma que da al río Hudson. El espacio entre la iglesia y el río está a varios grados bajo cero, con una nevada de varios centímetros donde se nos hunden los pies y una ventisca que azota la cara y apenas nos permite ver. Ateridos de frío nos cobijamos en la iglesia y durante unos minutos tratamos de entrar en calor. Es una imitación del gótico europeo con vidrieras e imágenes de todas las religiones, incluido el Islám, aunque a los islamistas no les hace mucha gracia eso de estar reflejados en una imagen, como todos sabemos por la ridícula historia de las caricaturas de Mahoma. Seguimos protegidos por los edificios adentrándonos en la universidad y vamos viendo algunos de sus edificios, la biblioteca, la facultad de derecho donde Obama hizo su máster y nos acercamos a la catedral católica de San Juan el divino, de medidas descomunales por su altura y por su longitud. La nave central tiene 183 mts. y es la más grande iglesia gótica del mundo. Se hace la hora de comer y Luis quiere llevarnos a una hamburguesería donde solía comer Obama en su época de estudiante, pero hay tal cola que desistimos y vamos a otro local cercano, acogedor y más amplio, el Mel´s burger. Allí pedimos hamburguesas, tacos de pescado… Hasta ahora no hemos comido nunca mal. Caterina se empeña en invitarnos a un café y cruzamos para tomarlo con unos pastelitos. Regresamos hacia el centro, Luis y Caterina al hotel y el resto de compras porque ya van quedando pocas horas. Llegamos al hotel y poco después Luis y Caterina, algo constipados, se marchan a su casa en la calle 110 sobre Central Park.

31 de diciembre

Es el último día. No quiero despedirme de Nueva York sin una última carrera y salgo junto al East River variando un poco el recorrido. Las nubes no dejan salir al sol y el agua sigue su curso. Desayunamos y nos dirigimos hacia Lexington con la 59 donde habíamos quedado con Luis y Caterina si se encontraban bien. Aparecen poco después y nos dedicamos a las últimas compras. Echamos los últimos vistazos al Chrysler y sus colegas y volvemos al hotel para bajar las maletas ya hechas. Mientras esperamos en el hall probamos unos montaditos de sushi que Luis ha comprado para Julia, aunque parece que le gustan más a Carolina. Poco después llega el transfer que nos arrebata de Manhattan. Nos despedimos de Luis y Caterina (que nos ha parecido a todos espontánea, simpática y cariñosa) y vamos hacia el aeropuerto JFK. Atravesamos el Queensboro Bridge, junto a nuestro hotel, por encima de Roosevelt Island hasta llegar a Long Island y de allí al aeropuerto. Ahora desde la distancia sí que se aprecia la altura del nuevo edificio que están levantando para ocupar el espacio de las torres gemelas. Parece, desde lejos, que dobla la altura de los que lo rodean. Después de una larga espera y algunas dificultades, superadas como siempre (ahora la tarjeta de embarque de Inma), acabamos el sushi con fraternal disputa entre Julia, para quien Luis lo había comprado y Carolina a la que le gusta tanto como a su hermana y como a más de uno (todo hay que decirlo). Por cierto ambas hermanas son las autoras de un reportaje gráfico que, sin duda, nos quitará el hipo por los anticipos que ya vimos. Y ya sabéis, una imagen vale más que 1000 palabras. Sin duda será un imprescindible complemento para dar cuerpo a estas palabras que tratan de reproducir nuestro sorprendente viaje a Nueva York. A las 6 de la tarde nos metemos nuevamente en el vientre de la ballena que va a hacernos la travesía del atlántico. Vuelo impecable. Llegamos a Madrid a las 7.15 de la mañana. Desayunamos y a las 11.45 tomamos vuelo hacia Alicante donde llegamos a las 12.30. La familia se dispersa, cada mochuelo a su olivo, con el cansancio y la satisfacción de un viaje lleno de experiencias reflejadas en la cara.

San Juan, 3 de enero de 2013

José Luis Simón Cámara.

Reggae Marathon 2012 (1-Diciembre-2012)

Hace más o menos un año y medio viendo maratones curiosos por el mundo me encontré con éste, se anunciaba como la Pasta Party más grande del mundo, vamos que lo más importante era la fiesta, me hizo gracia y empecé a pensar en ello… y el año pasado en el maratón de New York nada más entrar en la feria del corredor el primer stand a la derecha era el de este maratón, así que como señal del destino dije que iría en el 2012, coincidiendo con los 50 años de la independencia de Jamaica.

Así que decidida a ir, ya fue cuestión de organizarlo, y gracias a que este mundo es muy pequeño me encontré con la gente que mejor me lo podían organizar, Jag Experience, que a la postre es una chica de Alicante… y ha ido todo perfecto (gracias Reyes, Alejandro y Carles).

Al final se apunto Martina una compañera del gran grupo A To Trapo, y para Jamaica partimos las dos…

El día siguiente de llegar nos fuimos a rodar un rato por las paradisíacas playas de Negril, para desentumecer los músculos tras la paliza de viaje, y nos dimos cuenta que fácil no iba a ser, calor y mucha humedad que hacía romper a sudar nada más empezar, pero bueno la carrera es a las 5.15 de la mañana así que bajaría un poco.

El jueves por la tarde vamos a recoger el dorsal, y desde luego que es una carrera diferente, como feria del corredor hay un solo stand, lo recoges muy rápido, las personas súper amables que solucionan ipso facto el que me he dejado el chip en España (siempre tengo que hacer alguna jaja).

Por la tarde noche del viernes nos vamos para la gran Pasta party y desde luego si que es grande, es una fiesta donde hay comida de todas clases y en abundante cantidad, donde puedes comer hasta reventar e incluso hay una barra libre con toda clase de bebidas (ron, vodka, etc), y que en un momento dado empieza una gran fiesta con grupos percusionistas, canciones y ritmos reggaes… pero al día siguiente hay que correr, y yo le tengo mucho respeto al maratón, que aunque es mi 20 no quita que son 42 km, así que sintiéndolo mucho, para mi plato de pasta con tomate (allí hasta lo que no pica, pica) y para el hotel que el despertador sonará a las 2.30.

Día de la carrera y empiezan las pequeñas cosillas que pueden pasar jaja… A las 3 de la mañana el hotel no nos ofrece el desayuno, así que hay que apañarse con lo que hay, frutos secos, una barrita una rebanada de pan de plátano… la ducha con agua fría, así que totalmente espabiladas nos vamos para la salida, hay que salir del hotel y pararse en la carretera donde pasan unos autobuses que les haces el alto y te llevan a la salida.

La carrera es muy muy monótona, es un circuito de una recta de 10,5 km así que recta arriba recta abajo y dos vueltas… Curiosamente es la carretera que bordea Jamaica así que la cortan sin problemas 🙂 … es Jamaica donde el We be Jammin es la contraseña 😉 … Dejamos las mochilas en la consigna, visita al aseo (es curioso, al juntar 10 km, media maratón y la maratón hay más mujeres que hombres de 23 países diferentes, por lo que la cola es muyyyyy larga jaja) y hacia la salida, donde sólo por seguir a la gente sabes donde está, colocación en la 4ª-5ª fila y a esperar el disparo.

Con mucha puntualidad y un poco de caos, se da la salida, a las 3 carreras juntas… mi objetivo como siempre llegar lo mejor posible, sin sufrir (cosa que no cumplí). La organización había previsto la llegada de la primera chica en unas 2:45-3 horas, y vi a una chica Jamaicana que quería hacer eso, así que me pongo detrás por lo menos al principio, pero le pregunté algo y me miro como diciendo que haces tu aquí… por lo que me dije bueno pues yo a mi ritmo y ya está… así que para delante.

Al ir las tres carreras juntas iban un montón de chicas que hasta que no adelantas no sabes a que carrera pertenecen, pero casi todas eran de los 10 km, por lo que debo ir bien si adelanto a las de los 10 km 🙂 … en la milla 2,9 se pasa por la plaza céntrica de Negril donde a esas horas hay un montón de animación, no sé si la gente sale ahora de fiesta o siguen en ella, pero el olor a marihuana impregna el ambiente 😉

Pasamos el río y queda una larga recta de 10,5 km que se hace bastante dura y más pensando en la segunda vuelta… yo voy pensando que prefiero el circuito de Lanzarote a 4 vueltas que éste, pero es lo que hay. Avituallamiento cada milla, un avituallamiento curioso pues te dan una especie de bolsa de plástico con agua o isotónico, y ha resultado ser el mejor avituallamiento que he tomado nunca, muerdes un poco la bolsa y te sale el agua justa, para no atragantarte como pasa a veces con la botella y casi siempre con el vaso.

En la milla 10 empiezan los problemas, no me encuentro nada a gusto, y no sé porque, tengo las piernas super cargadas desde la salida, pero eso no es, es que no voy bien, tampoco es que haga un calor excesivo (27ºC) ni muchísima humedad (75%) aunque tengo la camiseta pegada totalmente, pero bueno es lo que hay y las condiciones son iguales para todos, así que la jamaicana ya me pasará… Entre la milla 11 y la 12 se junta una chica con la bici, que va llamando a la organización por teléfono para decirle por donde voy, es super simpática pero entre que no me encuentro muy para allá que digamos y que queda mucho por delante no es que yo me prodigue mucho en palabras (Bienve no sabes lo que me acordé de ti)… Pasamos la línea de meta para los de la media, en 1:32 que no está mal, pero no iba bien, y la gente super amable y alegre me animan… a partir de ahí poco gente queda, o eso pensaba yo porque queda mucha gente de la media e incluso de los 10 km que han salido andando así que doblar muchísima gente… La chica iba anunciando mi paso y toda la gente animando así que iba entretenida y otra cosa que hizo era abrirme paso, porque al ser la única carretera de vez en cuando algún coche circulaba y sobre todos los autobuses de la carrera…

Dirección otra vez a la plaza del pueblo donde hacia arriba veo que a la segunda la llevo más o menos a 500 metros, por lo que supongo que ella ha regulado mejor que yo y me pasara de aquí a poco… Voy sin querer pensar en lo que queda, sino en que con lo bien que he entrenado da igual el resultado, hay que llegar si o si… así que a regular toca, aunque las millas en el reloj salían más o menos parejas, por lo que sensaciones malísimas pero aguantando… de repente me doy cuenta que un chico japonés que iba delante lo tengo muy cerca, lo paso y veo que va super mal, y me da un bajón de ufff, y entonces me doy cuenta que no tengo tampoco a mucho chico por delante, desde luego que esta carrera no es para hacer marca pues vas bastante solo, bueno no, vas con gente a la que doblas porque van andando y encima con caras de sufrir y eso hace que pinches más…  Encima desde la milla 17 mas o menos noto que llevo el pie derecho reventado, me duele un montón, y cuando termine comprobé porque en la vida, ampollas donde quieras y perderé todas las uñas, y la del dedo gordo con bastante problemillas los días siguientes… las heridas del maratón 😉

Bueno llegamos al último giro, el 4 ;-), queda un poco más de 5 millas y cuando pienso que tengo a la chica detrás, resulta que le saco más de 2 km, por lo que no creo que me pille, así que a intentar llegar lo mejor posible. De la milla 22 a la 24 madre mía lo que sufrí, le digo a la chica de la bici “voy KO” y ella me responde si quiero un gel le digo que no, que llego, y me tomo una de mis gominolas (esta vez creo que hubiera sido más inteligente llevar sales o algo así, pero no brillo yo por mi inteligencia) y me vengo arriba, paso de la 24 a la 25 en 7’ y de repente le digo a la chica “creo que gano” y ella me responde “claro que ganas”, así que cojo el ritmo y hasta la meta, donde me da por hacer el gesto de los Jamaicanos eso que hace Bolt, que resulta que es un gesto que hacen allí y Bolt lo ha internacionalizado…  Llegada y me ponen la medalla, muy chula por cierto.

Llego más entera de lo que creía que iba, y me dicen que me haga una foto con la ministra de yo que sé, y la tele de no se donde (al día siguiente uno me dijo que me había visto), entrevistas de no se qué, pues hay periódicos de todo el mundo (Argentina, Méjico, Polonia…) y yo que no estoy acostumbrada sólo quiero ir a pegarme un chapuzón en el Caribe… y allí mucha gente que si se pueden hacer una foto conmigo y a mi es que estas cosas me dan la risa, ya ves tu quien soy yo para que querer hacerse una foto conmigo y encima con lo que me gustan las fotos 🙁 …

Voy para la Meta a ver si veo llegar a Martina pues iba super bien y le pronosticaba unas 3:50 o así, pero tuvo problemas por en medio y no pudo ser, y me pierdo su llegada porque me llaman para la entrega de premios. Al primer chico le dan una estatua de Bob Marley y a mi una de Rita Marley, que son los símbolos de Jamaica (junto a Bolt), creo que es el trofeo más bonito que me han dado y por lo que me comentó una chica está hecho por el escultor más famoso de Jamaica, así que muy agradecida.

Luego ya nos quedaba una semana de disfrutar de una isla maravillosa, donde la gente es super amable, siempre con una sonrisa, donde se paran a hablar contigo, a venderte cosas, pero sin agobiar, donde tienen una cocina excelente (langostas a 12 euros ;-), y piñas y cocos exquisitos), y unos paisajes espectaculares donde te puedes bañar con cocodrilos amistosos… vamos que ha sido un descubrimiento… ahora la próxima aventura los 100 Km.

Y como sé que mucha gente lo que espera al ir a Jamaica es ver a Bolt, si que lo vimos jaja… y  he entendido porque se comporta como se comporta, ir a una pista a entrenar que se llama como tú, en donde en una curva hay una foto tuya de Puma y en la otra curva una foto tuya de Gatorade, donde la pista está rodeada de alambre de pinchos para que no entre nadie, con guardias y caseta de seguridad, donde llega él con su entrenador en un Hummer más grande que un tanque, pues eso que si no se le sube, aún así se baja de su coche se pone a hablar con un chico y se queda en calzoncillos antes de que el fisio que va sólo para él le de un masaje… lo que me impresionó fue la pista donde dicen que entrenan Asafa y la chicas (aunque no dudo que entrenen allí si que dudo que solo lo hagan allí).

Millón de gracias a todos, llegar a meta y ver el seguimiento del grupo de los maratonianos por el mundo me hizo llorar, ver que pones el en Facebook un comentario y mas de 120 personas se alegran por mi, de verdad que emociona. Gracias a Juanma porque siempre esta ahí, a Lita, a Aless, a Antonio, a mi familia (mi madre, Eugenia que dice que debía de echar de menos mi país de Muchamiel ;-), o Aurora que pregunta cuando puede ella ir a Jamaica (me la llevaré Barbados 2014 ;-)), a José Luis Mareca el entrenador que ha sabido llevarme hasta aquí, a Mónica, a Leticia. A Torroles, a mi nuevo club “A Gatas” y su presidente Alejandro, a los A To Trapo, a Noe que siempre me deja bien las paticas, a Fran que gracias a sus plantillas estoy segura que puedo correr ahora… a muchísima gente que vaya donde vaya saben que siempre van conmigo… Gracias de corazón a todos y todas vosotros, de verdad que estas cosas son especiales porque vosotros las hacéis especiales.

Enlaces sobre esta prueba

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Pili F40-49 3:09:07 3 1
Martina F50-59 4:23:41 63 6