Rat race “The Wall” Carlisle-Newcastle (16-Junio-2018)

Desde hace tiempo venimos realizando una salida turístico-deportiva anual para participar en un algún reto propuesto y organizado por el amigo Julián.

Este año decidimos acudir a la mítica carrera de 69 millas “Rat race-The Wall”, que transcurre siguiendo el Muro de Adriano, situado al norte de Inglaterra, entre el golfo de Solway y la desembocadura del río Tyne. Al sur Inglaterra y al norte Escocia, 118 kilómetros de longitud con más de 300 torres, 17 castillos y 80 fortines, alcanzaba una altura de 3 a 4 metros y una anchura de 2 a 3 metros construido en el siglo II como fortificación fronteriza del Imperio romano.

Actualmente ya solo quedan tramos y vestigios de tan impresionante edificación al ser desmontada gran parte de ella piedra a piedra por las diversas generaciones que han habitado estas verdes tierras, utilizándolas para delimitar prados y edificar casas y granjas cercanas, hasta que en el año 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La hazaña prevista a realizar en esta ocasión estaba destinada para un grupo formado por tres componentes hermanando así a dos equipos: “A To Trapo”, con Lisardo y Julián y al primo conquense de éste, un tipo excelente, José Miguel de “El trote Gorrinero” fusionándose en “Three in one running team” para esta ocasión, confeccionándose una equipación exclusiva para los tres, diseñada por Julián para tal evento, mostrando los logos de los dos equipos uno en cada manga de la camiseta, luciendo también nombre y eslogan, además de camiseta de paseo y sudadera.

El día 15 de junio y después de recoger  el dorsal y pasar el control del material obligatorio exigido por la organización, visitamos  la ciudad de Carlisle que al día siguiente muy temprano iba a vernos partir. Se respiraba ambiente de prólogo de una carrera importante, con corredores inquietos y expectantes por emprender un recorrido de 111 kilómetros de ida sin retorno, desde el Oeste hasta el Este en Newcastle UponTyne.

Con auténtica puntualidad inglesa, el día 16 se dio la salida desde el precioso castillo de Carlisle a las 6:00 am, en una desapacible mañana lluviosa que no por ello deslució el acto ni nos redujo el ánimo ni las ganas de emprender tan larga andadura que tanto tiempo atrás veníamos preparando. Demasiados kilómetros en nuestras piernas los últimos meses como para rendirse en ese momento tan ilusionante por las inclemencias climatológicas.

La carrera transcurrió en un principio por las anchas avenidas que dan salida a la ciudad, para luego trotar por carreteras secundarias entre frondosos bosques que son utilizados como parques con senderos deportivos y carriles bici. Al poco, aldeas entre campiñas unidas por caminos asfaltados, carreteras entre pueblos donde son su calle principal. Enormes mansiones quedaban a ambos lados de la ruta allá en lo alto de las lomas, la campiña verde, húmeda y fría nos observaba indiferente. Atravesamos  prados cercados entre ganados que abonaban generosamente los caminos hasta el punto que en algunos tramos generábamos un chapoteo bajo nuestros pies que se fundía con el del barro persistente, animales bien alimentados, sin duda. Verjas, muros de piedra caliza, puertas de madera que separaban terrenos, en fin, un continuo vaivén, un constante sube y baja que por ameno nos hacía olvidar sufrimientos y kilómetros transcurridos y soñar con los venideros, saltábamos linderos y paredes de piedra campo a través: Lanercost, Walltown Quarry, Crawfield,  para llegar por fin al punto más elevado y casi céntrico de la ruta, Hexam donde se puede apreciar claramente los cortes en la roca debido a la explotación de sus canteras, dejando desmontes en el terreno de extracción de las piedras con las cuales sin duda, se construyó tan gran obra de ingeniería para la época.

Así avanzábamos con lluvia, casi permanente compañera de viaje, que de vez en cuando despejaba y dejaba salir algún rayo de sol que brillaba y no calentaba y  que al instante volvía a desaparecer entre las nubes y de nuevo, la lluvia y el tiempo desapacible. De esta forma no acertábamos con qué prendas dejarnos sobre el pellejo.

Afortunadamente para mí, soy hombre de poco enfermar y no suelo tener problemas digestivos salvo la excepción de aquel día hace tiempo que por error me tomé un gel de esos que hacen en los laboratorios y yo que soy más de fruta y buenas viandas, aquel potingue vino a revolverme hasta los cimientos. Pues bien, esa mañana sin motivo que lo avalase me puse en marcha con molestias gástricas tenía mis intestinos más ligeros que las piernas, estaba como el día: descompuesto, aunque me iba controlando para prevenir y para que eso no fuera a más no comí nada que me pudiera producir incontinencia sólida. Evité geles, barritas energéticas,  frutas frescas y bebidas azucaradas, no tomé más que frutos secos y frutas deshidratadas que yo portaba en la mochila. Lo cual me mantuvo entre dos aguas (literalmente).

Julián también lo pasó mal en el primer tercio de la carrera al acentuársele la sobrecarga muscular que sufre hace meses en su vasto interno amén de los problemas crónicos que arrastra en su rodilla derecha. El dolor era mucho pero la voluntad era mayor y así fue superando sin quejarse el suplicio que suponía cada paso que daba hasta que poco a poco le fue desapareciendo la dolencia y le permitió por ello, disfrutar en mayor medida del resto del recorrido.

Después del kilómetro 50 más o menos, mi cuerpo iba en la reserva al no haberle aportado alimentos contundentes y por culpa sin duda de una inadecuada hidratación. Yo no iba, me arrastraba, no dejaba de correr pero sentía que no avanzaba, no tenía fuerzas, solo deseaba caminar pero no podía permitirme andar y menos parar, los compañeros que llevaba eran rehenes de mi torpeza y  no quería decepcionarles, aunque no podía luchaba conmigo mismo, me esforzaba por seguir sin perder el ritmo y no podía permitir que nos adelantaran otros corredores a quienes ya habíamos, con mucho esfuerzo, pasado kilómetros atrás.

Recuerdo los ánimos que me daba José Miguel, como si por falta de ponerle ganas fuera, y de los silencios sobre ese particular de Julián que este más discretamente disimulaba con otro tipo de conversación a sabiendas de conocerme mejor y sabía que si no iba más deprisa es porque algo me pasaba. Así recorrí casi una veintena de kilómetros hasta que llegando a un copioso avituallamiento kilómetros antes de Newburn y ya sintiéndome reconfortado, cargué mi estómago con diferentes variedades de alimentos sólidos reponiendo fuerzas. Paré, comí y descansé muy brevemente, inmediatamente me di cuenta de que era otro ya, cuando apenas llevábamos escasos cinco minutos para mí era suficiente, les dije “yo me voy,  ya me pillareis”, en mí interior tenía que resarcirme con ellos tratando de recuperar todo el tiempo posible del que les había hecho perder por mi lentitud. Pues me encontraba bien, con fuerzas y con ganas, “ellos ya me alcanzarán cuando quieran”, pensaba yo.

En ese momento faltaba más o menos lo equivalente a un maratón. El recorrido descendía muy ligeramente después de haber quedado ya bastante atrás la mitad de la carrera que tenía multitud de repechos hacia arriba. Me sentía ágil y fuerte, no notaba dolor alguno, no estaba fatigado y marcaba un ritmo vivo acercándome a otros corredores que no tardaba en dejar atrás sin emplear demasiado esfuerzo. Transcurridas poco más de dos millas fui alcanzado por los dos primos que notaron claramente la reactivación tan espectacular que había experimentado y que a mí mismo me había sorprendido y así continúe con ese cambio hasta el final permitiéndonos recortar tiempo en esta última parte mejorando la media total del recorrido.

El tramo final nos encontró haciendo la carrera en positivo, corrimos la segunda parte más rápida que la precedente y comenzamos a adelantar en un goteo constante a corredores que lo estaban pasando realmente mal. Antes de empezar la jornada, como equipo que éramos acordamos que el plan sería administrarnos el esfuerzo e intentar terminar juntos y a pesar de las adversidades el plan surtió efecto. El castigo de los kilómetros, las cuestas interminables, el barro y el chapoteo, las piedras, el viento, la lluvia y el frío no lograron hacernos mella y nuestra única limitación fuimos nosotros mismos. Nos sentíamos felices, grandes, sabedores ya de que somos capaces de atravesar una isla y casi poder sobrevolarla.

Caía la noche en la costa este de la isla y las farolas nos guiaban ya en la cercanía de Newcastle que nos esperaba bostezando, como ese amante que paciente espera la vuelta de su pareja después de un largo día de trabajo. En este último tramo corrimos senderos entre variada vegetación exuberante de árboles con frutos, arbustos y flores, entre casas en torno a riachuelos y seguimos finalmente el curso del Tyne majestuoso que nos acompañaba acelerando su ritmo pues me pareció que le costaba seguir nuestro paso. Al fondo,  el luminoso puente colgante del milenio, símbolo representativo de esta bonita ciudad, donde nos esperaba por fin la meta.

Íbamos corriendo como levitando sobre el suelo, con la mente puesta en el objetivo como misión cumplida, eso nos daba alas para mantener un ritmo que quizás nunca antes llegamos a alcanzar y mantener más que aquí. No había dolor, no había frío, no sentíamos ya  los cuerpos mojados por la lluvia. No parecíamos cansados, solo veíamos la posibilidad de ir adelantado uno tras otro a los dispersos compañeros de ruta que nos precedían y encontrábamos por el camino con un progresar cansado y lento, con pasos titubeantes, en cambio nosotros nos acercábamos pisando fuerte. Cruzamos por fin el Tyne desfilando el puente como si este fuera una alfombra roja de una pasarela, abrimos orgullosos nuestra bandera como pavos reales desplegando su bello plumaje henchidos de emoción y allí entramos los tres españoles juntos después de 16 horas y 4 minutos en meta rememorando la historia aquel romano Adriano que nació en la capital bética, que fuera hombre de otro tiempo y que para bien o para mal fue el artífice principal de una obra arquitectónica tan impresionante hace ya casi 20 siglos.

Minutos después todo había terminado, ya en el anexo recinto  moderno de acero y cristal junto al Baltic Centre for Contemporary Art nos íbamos congregando guareciéndonos de la fresca, después de darnos una confortable ducha y restablecernos del esfuerzo con comida caliente, sentados en torno a una mesa a la vez que describíamos nuestras sensaciones, veíamos como iban llegando más y más corredores con los que en algunos casos  habíamos coincidido en parte del recorrido adelantándoles en varias ocasiones y en otras tantas adelantándonos ellos a nosotros. En especial vimos llegar a uno que con mucha alegría para él y con admiración para nosotros, se acercó y nos dio un abrazo de agradecimiento que le devolvimos con mucho gusto ya que fuimos participes en gran medida de su triunfo al haberle ayudado socorriéndolo en sus heridas muchos kilómetros atrás, cuando sentado en la cuneta, sangraba por las llagas que tenía en la planta de los pies que no le permitían caminar.

Allí permanecíamos sin prisa, como si el tiempo ya no importara y a las pocas horas, entre remembranzas,  nos sorprendió el nuevo amanecer lindando las tres de la madrugada. Fue entonces cuando entre brindis y risas comenzó a fraguarse al hilo de los órdagos el próximo reto…¡quién sabe, tal vez terminemos cruzando otra isla, aunque esta vez en territorio español!, pero esto es otra historia…¡esperemos que los alisios nos acompañen.

Quiero agradecer a Julián y a José Miguel el empeño que han tenido en realizar la totalidad de la prueba juntos, pero que sin mí hubiesen terminado haciendo un tiempo mejor pudiendo acabar entre los cien primeros.

Gracias Julián por organizar este viaje que me ha permitido conocer y recorrer un lugar que jamás hubiese imaginado.

Lisardo

Enlaces sobre esta prueba

Media maratón

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Julián Male 16:04:38 168 144
Lisardo Male 16:04:38 169 145
José Miguel Male 16:04:38 170 146

Bournemouth Marathon (6-Octubre-2018)

Soy vuestro amigo Trapero Mark y nací hace 53 años en una ciudad costera del sur de Inglaterra llamada Bournemouth. Hace medio año cuando vi que me estaba acercando a mis 100 medias-maratones, también vi que siempre hago las mismas por la provincia. Qué mejor para arreglar esto que ir a mi ciudad natal.

Llevo 38 años aquí en España y he vuelto varias veces a Bournemouth, pero nunca para correr, de hecho nunca he corrido ni un kilómetro en mi país. Iba a ser un viaje familiar y empezamos a organizarlo, pero luego mis hijos de 29 y 20, me dijeron que no podrían ir. Entonces mis grandes amigos Jorge López y Juan Enrique Garrigós se apuntaron conmigo para acompañarme en este gran momento de mi vida.

Conozco a Fernando Pérez desde que llegué a España con 15 años y quería realmente que viniera él también pero no podía por la peluquería. Decidimos pasarle por encima y le regalamos el viaje para su cumpleaños, fue una encerrona.

Este viaje para mí ha sido muy grande y no puedo expresar con detalle todos los sentimientos y recuerdos que he vivido de mi infancia. Siempre estaré agradecido a mis tres amigos por acompañarme en este, para mí, sentimental viaje. Gracias AMIGOS.

Bueno, vamos con la carrera. Juan Enrique, Fernando y yo decidimos hacer la media maratón y Jorge la maratón entera (¡qué grande!). El sábado fuimos a recoger el dorsal, no había mucha gente porque los ingleses lo reciben por correo y pensamos que era una carrera pequeña pero el domingo nos sorprendimos al ver cuatro mil personas para la media. Creo que en Inglaterra las carreras son mucho más populares que aquí. En España siempre me suelo quedar por la mitad de la gente apuntada, en Inglaterra quedé el 992 de 4000, nunca he tenido tantas personas detrás de mí.

Puntualidad británica con la salida. A Fernando y Juan Enrique les tocaba en el cajón de  delante de mí, pero no estaban por una emergencia de Fernando y salieron dos o tres minutos después de la salida, me cogieron en el kilómetro tres y a remontar haciendo sus tiempos habituales de GATOPARDOS.

Para mí la carrera era especial, no quería ir con nadie y sin música, sólo para disfrutar del paisaje y mis recuerdos de pequeño. He visto parques y playas que llevo 38 años sin ver y encima he corrido por ellas, reconozco que durante la carrera he llorado mucho de alegría y añoranza.

Me salió la carrera a 1’48’’ mi mejor tiempo en los últimos cinco años de muchas lesiones y dolencias, con tantos recuerdos no había ningún dolor.

Algo raro de la carrera era que la media maratón salía a las 8:00 y la maratón a las 10:00 con lo cual nosotros ya habíamos terminado antes de que Jorge hubiera empezado. Cuatro horas teníamos para ducharnos y descansar antes de ir a recoger a Jorge a la meta. El pobre solo todo el día, pero le hicimos mucha fiesta a su llegada.

Bueno esto se está alargando, solo hay una palabra para terminar:

VOLVEREMOS. Os quiero amigos.

Mark Knaggs Trapo.

Enlaces sobre esta prueba

Media maratón

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Juan Enrique Over45:Male 1:31:24 205
Fernando Over50:Male 1:34:28 301
Mark Over50:Male 1:48:23 994

 

Maratón

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Jorge Over40:Male 4:25:55 1185

Chisinau Marathon (30-Septiembre-2018)

Me ha dicho Jesús que escriba un resumen del maratón de Chisinau, aunque no creo que sea un maratón que vaya a ir nadie, pero voy a volver a retomar la costumbre de escribirlos para si alguien le apetece.

En Navidad del año pasado mi amigo Chuli me propuso ir a Chisinau, su grupo había votado y había salido este… por fechas va a ser que no, porque dos semanas antes corro Berlín, y este año quería correr dentro de mis posibilidades (o sea estar por mi marca entre 3:19 y 3:22), pero me puse a pensar… si no es por esto yo nunca voy a ir a Moldavia, así que es una oportunidad de conocer otro sitio… objetivo rodarla…

Curiosamente hablando con Juanma resulta que el sí conocía la ciudad, pues había ido hacía muchos años.

Es una ciudad que antes pertenecía a la URSS, que tiene la etiqueta de ser el país más pobre de Europa, con la renta per cápita más baja (unos 100€) … que una chica me dijo que incluso menos. Como centro de ciudad tiene una calle donde está el parlamento, el arco de triunfo y el ayuntamiento, así como la estatua de Esteban el grande. Una vez que sales de esta calle, las aceras en muchos sitios son inexistentes, o muy rotas, la calzada esta agrietada y en mal estado, con agujeros, edificios en ruinas, y en permanente construcción (por lo que me dijo esta chica, llevan toda la vida en obras y nunca avanzan nada) … y con mucho parque y árboles, así que tiene su cosa.

Esta carrera es de las que hace el grupo de Chuli, Marisa, Ana, Jorge, Rafa, Toli, Enzo, Carlos y Miriam… y en Jaén, Antonio me dice si se puede unir pues es de esas maratones raras que si no va con alguien no va a ir…

Llegamos viernes por la tarde, y nos recoge Igor que nos indica cual es la oficina de cambio mejor (en la salida del aeropuerto la que está a la derecha) y nos lleva al apartamento, donde un chico encantador, Sergeih, nos espera. Aunque estamos en el centro la calle parece bastante tétrica, pero como ya he dicho si sales de la avenida principal todo tiene pinta decadente. El sábado quedamos con el grupo, yo quedo a rodar un poquillo con Marisa y Chuli y nos acercamos a la zona de la salida donde esta la feria del corredor, muchísima gente pues hay carreras de niños y niñas… y la calle cortada al tráfico desde el sábado por la mañana… luego ya todo el grupo nos vamos a recoger el dorsal, recogida rápida y a visitar la feria del corredor, que extrañamente tiene los mismos precios de aquí (la pregunte e como puede para la gente de allí esos precios… la respuesta, la mayoría no pueden L)… y luego nos vamos a hacer una visita por la ciudad que Chuli nos ha preparado, visitando el mercado de las flores o bebiendo la cerveza Chisinau… para comer en un lugar de comida tradicional, seguimos de visita y al hotel a descansar para quedar a cenar en Andy’s pizza del que hay un montón por la ciudad…

Nos despertamos a eso de las 6, yo, Antonio más tarde, y habíamos quedado a las 8, ya que la salida esta a 2 km de donde estamos. Se viene Marisa con nosotros y la dejamos cargada de mochilas, pues la salida con tanta gente es un poco caos… juntan una carrera de 1,5 km, con la de 5, la de 10, la media y la entera… una chica nos dice a Chuli y a mí que nos pongamos en un sitio, así que salimos bastante delante, con mucha puntualidad, dan la salida desde frente el parlamento, junto al Arco de Triunfo… nos esperan 4 vueltas de 10 km, que son baja, sube, bajas, sube curva a la derecha, subes, bajas, subes mucho, bajas mucho, curva a la izquierda, subes, bajas, subes y una vuelta completada… circuito pues lo dicho, cuando vas por la avenida bien (aunque a partir de la 3ª vuelta la gente empieza a salir y no tienen otra cosa que pasear por en medio del circuito)… pasas por el Parlamento, la estatua de Esteban el Grande, y una Iglesia Ortodoxa que durante 3 vueltas dan misa (espero que fueran diferentes)…

Nada más salir escucho a Ana, ¡Vamos que os queda poco!, y llevamos 200 metros, esta frase me acompaña toda la carrera y me río…

Yo en el primer giro cuento que voy 3ª (Chuli me había dicho que daban premio a las 6 primeras), bajando me adelanta una chica como un tiro, así que 4 pero en el segundo giro veo que voy 7ª, aunque 3 van andando supongo que les han dado el dorsal del maratón aunque vayan a hacer los 5km (o los 10)… pero las de delante van muy delante… yo con mi pie y mi pubis estropeado tengo que regular. El pubis en el km 10 me empieza a doler, así que con tranquilidad (aunque voy más rápido que hacía dos semanas en Berlín)… en la segunda vuelta en la bajada veo que las tengo a unos 400/500 metros así que pienso ya no las pillo, pero la que va detrás va también a esa distancia así que no creo que me pille… pero antes de la media adelanto a la que me había pasado como un cohete… pues ya soy 3ª. Paso la media en1:37:51 un poco rápido para mi estado de forma, pero bueno voy bien … en todas las vueltas los gritos y ánimos del grupo ponen la piel de gallina y hacen que aceleremos el ritmo un poquillo… y en esta 3ª vuelta adelanto a la que iba 2ª… y veo que no lleva buena cara, así que a controlar el ritmo y mantener posición… Chuli me pasa como una bala, y me pongo a su lado (aunque yo no he bajado el ritmo), pero va a 4:18 y yo no tengo necesidad, que en el km 32 el pubis me dio un aviso de que hoy no me dejaba llegar (dejé de hacerle caso) y empiezo a pensar “esta llegas bien por este grupo tan maravilloso que se esta dejando la garganta en cada vuelta”… llegada en 3:13:50 muyyyy contenta, y segunda de la general, que hace que luego vayamos a la entrega de premios y me venga super cargada…

Y luego a visitar el monumento a las victima de la Segunda guerra Mundial, a los deportados… casi todo lo que tienen tiene que ver con alguna guerra

Al día siguiente turismo a la Bodega Cricova, con cata de vino, 120 km de bodega con vinos de colecciones particulares (en esta bodega tienen la enoteca nacional) que no entiendo como se tiene vino de hace 200 años si no se puede beber…y nosotros que nos quedamos hasta el martes aprovechamos para ir al Parque Valea Morilor, que es chulísimo y para correr genial.

Agradecer a los que siempre estáis, Pepe mi entrenador, que no me manda a esparragar y con una paciencia infinita me sigue llevando por el buen camino… Noe que hace que, aunque las tuercas estén oxidadas sigan funcionando… Jaime muchas gracias por hacerme un hueco en tu apretado horario y arreglarme el maltrecho pie… mi madre por supuesto que siempre siempre me apoya… Al maravilloso grupo de A To Trapo: Juanma, Jesús, Martina, Jorge, Ernesto, José Pablo, Jorge que me mandaron mensajes de ánimo… a mi amiga Aless de la que aprendo siempre mucho… a Arancha, Ana, Demo, Juanjo, Maribel, Liana, Damián, José Luis, etc… bueno a todos/as los que hacéis que esto sea muyyyyy fácil GRACIAS…

Perdón por el ladrillo…

Nombre Categoría Tiempo Puesto General Puesto Categoría
Pili Fem 3:13:49 28 2

Buscando mi chanclo

Viaje a Escocia (Edimburgo, Stirling, Glasgow). 25-29 de Mayo de 2018.

Viernes, 25 de Mayo.

Larga espera en el aeropuerto de Alicante de toda la comitiva viajera a Edimburgo, suavizada por algunas tapas, cañas y refrescos. Dispersos por el avión llegamos a las 2.30 (1.30, hora local a partir de ahora). Frío, por lo poco abrigados, algunos. En laberínticos pasillos mostramos el pasaporte o carnet y enseguida encontramos tres taxis para nuestros respectivos apartamentos. El grupo más numeroso, de 8, formado por las parejas de Mariángeles-Jesús, MºJesús-Pepe, Martina-Uwe y Lola-Rafa, se marcha en una dirección y el otro grupo, Julia, Juanma, Pinki y yo, hacia Melville Terrace, 17. 20 libras. En la pared, junto a la puerta, un número cifrado nos abre una caja metálica donde está la llave. Casa de planta baja, fría. Juanma encuentra la caldera y la pone en funcionamiento. Salón, cocina, aseo, dos habitaciones, una con cama de matrimonio y otra con dos camas. Además dos habitáculos para utensilios de la casa. El día anterior había llegado la avanzadilla de la familia Mufy, es decir, Juan Carlos-Patri, sus respectivas madres, Quique y su sobrino Marco, que se alojan en otro apartamento muy cerca del de los del primer grupo.

Sábado, 26 de Mayo.

Frente a nuestro apartamento, Melville Terrace, 17, el parque Meadows, un pulmón cubierto de césped y todo tipo de árboles: tilos, avellanos, castaños… y cientos de niños jugando en equipos, jóvenes corriendo, otros sentados al escaso sol. Lo atravesamos en dirección al centro histórico. Allí hemos quedado con un guía a las 10.30. Viene del país vasco y nos lleva por lo más típico inoculándonos la poca simpatía de lo escocés por los ingleses a base de datos, anécdotas. Pronuncia tan aceleradamente que se traga muchas sílabas y, a veces, se hace casi incomprensible. Visitamos la superficie de la tumba de Knok, el corazón de piedra sobre el que se puede escupir, las guerras fratricidas de religión entre católicos y Covenants (palabra escocesa que significa “promesa solemne”: eran los protestantes reformados presbiterianos o puritanos que se unieron contra los católicos). Ya sin el guía, hemos paseado en grupo y finalmente, a últimas horas de la mañana, rodeando el impresionante castillo sobre la negra roca volcánica, como hormigas diminutas por la falda del peñasco, hemos entrado a un pub donde han tardado una larguísima hora en darnos de comer. Eso sí, nos hemos bebido lo indecible, sobre todo el amigo Pinki, que no cesaba de hacer viajes a la barra en busca de pintas de cerveza o chupitos de wisky y a los servicios a desbeber.

Acabada la comida un grupo ha ido en busca de los dorsales y otros han deambulado, como hacía Horacio por Roma, “entre la engañosa multitud”, tomando café y escuchando el “parakalós” (gracias) griego en esta ciudad donde se pueden escuchar todas las lenguas imaginables y ver atuendos de todas las religiones y barbas de todos los muslimes. Incluso jóvenes con las orejas, no ya con el piercing tradicional, sino con aros que han horadado y adaptado a su forma, como en las antiguas tribus africanas, la oreja totalmente deformada. Aún no hemos visto por aquí el labio prolongado para albergar un plato, como la bolsa del cormorán para guardar la caza marina.

No encontraba el grupo de los dorsales el del llamado Josele, por más que se empeñaban en su búsqueda. Ante la insistencia de los colegas y la dedicación de la chica, que ha sido merecedora de un aplauso, le han conseguido otro dorsal. Pero ¿cómo iban a encontrarlo si el buscado dorsal estaba en poder del susodicho hacía ya casi un mes y dormía en el fondo de su maleta? Le había sido enviado por correo a San Juan.

Entre unos y otros quehaceres, el tiempo ha pasado volando y apenas hemos tenido ya tiempo de acercarnos a casa unos minutos y ponernos otra vez en camino para la cena en la pizzería “Ciao Roma” de el 64 de la calle South Bridge, repleta de gente en las distintas dependencias que se asoman a dos calles. El camarero italiano, a pesar de la demora en el servicio a algunos de los comensales, ha hecho alarde del carácter latino bromeando con unos y con otros, en especial con el políglota Andrés Basso Romero de Hoyos, abreviado, Pinki, en permanente puya futbolística además con Felete, Rafa Olivares, irreconciliables defensores de los mayores rivales del fútbol hispano. Justamente a la hora de la cena se jugaba la final de la Champion entre el Liverpool y el Madrid en Kiev. Hemos salido del restaurant y nos hemos dirigido al punto de salida de la carrera para su reconocimiento. Mañana, Domingo, unos a las 8 y otros a las 10 comenzamos en Potterrow las respectivas carreras. A las 8 la Media Maratón y a las 10 la Maratón.

Domingo, 27 de Mayo.

Con el rocío de la noche chorreando por las tiernas hojas de los árboles me he ido acercando sin necesidad de guía, solo siguiendo a gentes que confluían de todas las calles de las proximidades, a Poterrow Place, desde donde salía la carrera. Unos enormes tráilers numerados recogían las bolsas con el número de identificación de los corredores, distinguidos también por colores y número según su categoría, tiempo aproximado y edad. Me he encontrado en el punto de cita con los amigos: Pepe, Rafa, Juan Carlos y Quique. No lejos una imponente mezquita, hasta aquí han llegado los seguidores de Mahoma desde el desierto a este paraíso vegetal. La gente no para de moverse. 8 grados, altísima humedad, niebla pegajosa y nosotros con pantalón y camiseta de manga corta. A las 8.05 ha comenzado a moverse la multitud. Hemos pasado 7 minutos después por debajo del arco de salida. Primeras millas, así lo cuentan aquí, por la ciudad con toboganes y bajadas pronunciadas hasta llegar casi al nivel del mar. Alejándonos de la ciudad va aumentando la arboleda, los jardines, unos cerros vestidos de amarillo chillón y abajo en una zona lacustre unos inmensos y blanco cisnes hundiendo su largo cuello entre el plumaje o navegando altivamente con su cuello de interrogación. El frío ha desaparecido. Únicamente algo entumecidas las manos y, de momento, entre la bruma, el sordo sonido del mar, ese mar envuelto en bruma bajo cuya protección se cobijaban los barcos piratas, las naves vikingas que sorprendían a los asustados pescadores, secuestraban a sus mujeres, violaban a sus doncellas y se llevaban en las bodegas de sus naves el preciado licor que los nativos destilaban de sus cereales.

Kilómetros viendo el mar, la arena, las rocas, pájaros, el oleaje se confundía con la niebla espesa, por la orilla derecha de la carretera esas casas con jardín lleno de flores sin necesidad de riego, gentes aplaudiendo, niñas ofreciendo en cuencos gominolas, allá en un balcón una estelada y la consiguiente peineta de Rafa observada por un corredor local que le hace notar lo poco que le ha gustado al hispano, música y poco a poco vamos dejando el mar y adentrándonos entre la vegetación y más casitas con terraza. La observación de lo que nos rodeaba, de la gente, la conversación sobre mil asuntos que pasan por la cabeza para distraer del duro e interminable movimiento alternativo de las piernas, los avituallamientos, normalmente limitados a agua, con un gel en dos ocasiones. Ya a las 10 llevábamos casi vencida la carrera, apenas nos quedaban dos millas. Encontramos en uno de los giros a Pepe que nos había adelantado una milla larga y, animados por la proximidad del fin, el agua, los geles, las gominolas, la música, los ánimos de la gente, encaramos los últimos cientos de metros hasta ver ya los colores rojos de alfombras y el arco de paso de meta al alcance de los ojos. Pasamos bajo el arco cuando el reloj marca las 2.26 horas de comenzada la carrera, si bien es verdad que habíamos pasado 7 minutos después por el punto de salida. Los cuatro juntos atravesamos la meta. Relajación, medallas, bolsita de camiseta y recuerdos. Agua, estiramientos, recogida de bolsas, cambio de ropa y camino hacia los autobuses. Nos encontramos con los corredores de la Maratón. 25 minutos nos costó llegar hasta los autobuses que tardaron una hora en llevarnos a la zona universitaria próxima al punto de salida en Edimburgo. Larga ducha de agua caliente para reconfortar el cuerpo sometido al frío y el esfuerzo. Quedo con Pinki delante del “dedo de Hume”, la estatua del famoso filósofo que se encuentra en la confluencia de George IV Street y Royal Mille. Nos tomamos una caña en la barra de un bar donde se hace trizas una copa de cristal a nuestras espaldas. De allí bajamos en dirección al Grassmarket y pedimos un bocadillo pequeño de cochinillo riquísimo que devoramos junto al punto del Last Drop, donde los condenados a la horca se tomaban de verdad el último golpe. Nada que envidiar al cochinillo de Segovia, sobre todo la corteza, crujiente y sabrosa. Nos sentamos en la terraza del Pub The Beehive Inn no. 18—20 a beber una pinta cuando vimos venir a lo lejos al teutón de la blanca cabellera al viento. Uwe se sentó con nosotros a tomarse una negra enterita y después siguió rumbo a la búsqueda de la bufanda para su heredero. Apareció la familia Mufy y entre bromas y tragos nos despedimos, Pinki a gandulear por la calle y yo a descansar un rato al apartamento. Cuando nos preparábamos para salir a la cena llegó Pinki hecho polvo.

–¿A estas horas a cenar? Uf.. Tengo la barriga…! Diles que estoy vomitando. ¿Les sentará mal? ¿Es hoy la cena que encargamos o mañana? Creo que es mañana.

–Tío, haz lo que quieras. No va a pasar nada. ¿Cómo les va a sentar mal?

Finalmente se quedó en casa y nos marchamos Julia, Juanma y yo al encuentro del grupo. Autobús de línea hacia The Stable Bar en las afueras de la ciudad. Una estrecha carretera entre prados nos deja en una parada bajo los árboles y desde allí nos adentramos por un solitario camino que nos conduce a una especie de “cortijo” con un gran patio central. En otro tiempo hubo cuadras. Ahora los caballos pastan por los alrededores. Construcción sólida de piedra y en la esquina del fondo izquierda una acogedora venta con varios salones. Tenemos preparada una larga mesa en la zona elevada de un salón donde otros clientes se distribuyen en distintas mesas. El menú de ensaladas, pescado y carne ya está encargado. Todo abundante, quizá excesivo incluso para cuerpos agotados por el esfuerzo de la carrera. Evidentemente regado con el dorado líquido de la mies o de la uva, también de la lluvia. Regresamos al autobús, el primero se nos escapa, disfrutando de los hermosísimos árboles de proporciones casi descomunales que nos protegen con sus altísimas ramas.

Lunes, 28 de Mayo.
Excursión por Escocia.

En un autobús de dos pisos, lo que nos permitía bastante movilidad interna y nos la restaba en algunos lugares estrechos, salimos a las 7.30 en dirección a Stirling. En el camino hacemos dos paradas breves: una junto al canal de Forth y Clyde, en Falkirk, donde aparecen dos gigantescas cabezas de caballo, obra del escultor Andy Scott, hecha con láminas de acero. Rinden homenaje al caballo, tan importante en la historia militar y agrícola de Escocia; pero no son caballos, son Kelpies, una criatura sobrenatural de la mitología escocesa que ronda lagos y ríos, cambiante de forma para atraer a sus víctimas que son arrastradas al fondo del lago y devoradas. La siguiente parada es para visitar la rueda de Falkirk, un ascensor giratorio de barcos. Se utiliza para salvar un desnivel de 24 metros. En 5 minutos la rueda gira 180 grados y eleva las embarcaciones hasta el nivel del canal para continuar su viaje. Fue inaugurado por la reina Isabel el 24 de Mayo de 2002 en el marco del festejo de sus bodas de oro en la Corona. Pero las primeras esclusas fueron construidas en 1790 y permitían navegar a los barcos. Con el tiempo quedaron en desuso y ahora cumplen una función turística.

Llegamos a Stirling, ciudad importante en la convulsa historia de las relaciones entre Inglaterra y Escocia. La primera parada fue junto al Puente de Stirling donde el reducido ejército del rebelde William Wallace consiguió con tretas imponerse al ejército inglés de Enrique I. Fue allí también donde otro luchador escocés, Robert de Bruce, consiguió años después, en 1314, ganar otra batalla contra Inglaterra. Subimos con dificultad, por lo estrecho del acceso, hasta la explanada al pie del castillo de Stirling, donde fue coronada a los pocos días de nacer la hija de Jacobo V, María Estuardo, el año 1542. Pasamos la zona de los fosos y accedimos a la entrada libre donde pudimos ver todos los objetos de recuerdo que hay en casi todos los lugares históricos: figuras, gorros, wisky, ….

Lago de Lomond.

Por unas estrechas carreteras con excesiva circulación e incluso colas, tratándose de un lunes, llegamos al mayor lago de Escocia donde se baña la gente hacinada sobre la escasa arena o haciendo equilibrios sobre las piedras. El lago Lomond tiene varias islas, hay deportes acuáticos, incluidas las atronadoras motos de agua que deben asustar a la fauna de los bosques circundantes que, como una espesa barba, rodean los alrededores de la boca. Sorprendente el cambio en unas horas de esa espesa bruma que humedece árboles y caminos y se mete hasta los huesos a este sol que atraviesa los árboles más frondosos y desnuda a los nativos que van desprendiéndose de las sucesivas capas de cebolla, como nuestro inefable y silencioso Pepe Gil, también caracterizado por su, a pesar de negarlo, inevitable distanciamiento permanente en las carreras.

Hoy nos prometíamos un día de descanso, relajado, viajando en autobús despreocupadamente por los alrededores y hasta las faldas de las “Highlands” tierras altas, sin llegar a pisarlas. Ver los inventos, equivalentes a la noria siria, para elevar el agua no sólo a través de esclusas, la arquitectura en honor a los caballos, soporte de la guerra y la agricultura en otros tiempos, Stirling, ciudad histórica por las muchas y decisivas batallas y finalmente Glasgow.

Ése era el objetivo. Hemos llegado a todos sitios, pero con tanto retraso que algunos de los lugares que pensábamos visitar estaban ya cerrados.

A lo largo del camino, el guía y conductor, dos personas en un mismo dios, nos ha dado por la mañana un breve aperitivo histórico. Pero no podíamos imaginarnos lo que nos esperaba por la tarde. Se le ha desatado una diarrea histórico-biográfica imparable que nos hacía escalar desde la planta baja al 2º piso del autobús y había un trasiego de subidas y bajadas tratando de huir de aquella inagotable voz que nos perseguía a golpe de datos, no sabemos si inventados o mezclados. Era tal el embale que llevaba, solo lo interrumpía unos segundos para revisar el GPS que, por fuerza, lo confundía, o para atender alguna complicación de tráfico que requería toda su atención, especialmente dedicada a su discurso. Aunque nos decía, por las largas colas en la carretera, que podía tratarse de un “bank holiday” o día de fiesta de la banca que prácticamente paralizaba toda actividad comercial, razón por la que en todas partes había mucha gente y en la carretera mucho tráfico, lo ha comprobado Martina, y mucho nos tememos que el conductor y guía lo sabía positivamente, lo que le permitiría explayarse a sus anchas sin posibilidad alguna de escapar a sus designios, atrapados como estábamos en un embotellamiento de varias horas que nos ha restado la posibilidad de ver el museo del transporte en Glasgow, cerrado a las 5 de la tarde.

Llegada a Glasgow.

Aparcó el autobús por el centro de la ciudad y nos dirigimos a la plaza del Ayuntamiento. Monumento a los escoceses muertos en la gran guerra o 1ª mundial y gran columna que emula a la de Trafalgar Square en Londres. Por la George Street nos encaminamos hacia la zona universitaria, edificios mastodónticos, algunos más modernos con grafittis que cubren toda la pared y retratos de personajes relacionados con el mundo universitario. Llegamos al entorno de la catedral gótica con estatuas de hombres ilustres, desde Livingstone a Thomas Campbelll, siempre al lado el cementerio y a lo lejos, tras el perfil de la catedral, en la lejana colina un erizado muestrario de cruces y monumentos funerarios. Regresamos al autobús repartiéndonos el cansancio de Marco, el niño de la excursión, y reiniciamos el viaje a Edimburgo.

Sancho, no el del Quijote, con mucho más sentido de la oportunidad y de la medida que el que nos tocó en suerte como guía y conductor, volvió a las andadas o “volantadas”, porque a la vez que hablaba, movía los brazos y manos gesticulando como si tuviera el público delante, aunque estaba solo y aislado en su cabina. Cuando se le acabaron los temas propiamente turísticos, como las repetidas historias sobre Fleming y Churchil o loas reiteradas en versión ampliada de William Wallace o de Robert de Bruce, entonces echó mano al repertorio de sus experiencias personales que, mientras se limitaron por la mañana a una ligera y oportuna referencia a sus primeros pasos en la emigración, se trataba de un joven mallorquín hijo de emigrante rusa y padre francés, tuvo cierta lógica pues hacía referencia a la cuantiosa población española que hay en la zona de Edimburgo. Sólo en la fábrica de galletas de Edimburgo, que abastece a medio Reino Unido, la mitad de la plantilla, unos 600, son españoles. Él comenzó en la construcción y sufrió una caída que le fracturó la pierna dejándolo inútil. Después de mucha pelea, pues querían que se marchara a España, consiguió que lo atendieran y vive desde entonces en el piso 12 y último de un edificio en las afueras de la ciudad. Hasta ahí bien, por la mañana. Pero luego, por la tarde, en el viaje de regreso, inexplicablemente comenzó a explayarse en historias personales y de amigos, algo sin interés alguno para la tripulación, cuando además había comenzado el viaje de regreso diciendo que tras unas breves palabras iba a pasarle el micrófono a uno de los excursionistas que pensaba contar la sorprendente y trágica historia de María Estuardo, una de las reinas de Escocia en una de sus épocas más convulsas que coincidió con el reinado de su prima Isabel I de Inglaterra, corona a la que también ella aspiraba y quizá con más derecho que la propia Isabel si nos atenemos a la legalidad de los derechos dinásticos en el siglo XVI durante el que se desarrollaron sus reinados.

Martes, 29 de Mayo.

Sin prisas ni citas ni horarios nos hemos levantado esta mañana, última de estancia en Escocia. Ninguno de los habitantes de Melville Terrace teníamos la tarjeta de embarque para el vuelo impresa. El hábil y silencioso Juan Manuel, se podría decir lo mismo de su discretísima y, según mi amigo Pinki, sabia compañera, consiguió hacérnosla visible en el móvil y supusimos que esa modalidad sería suficiente para el vuelo de regreso. Hechas las maletas hemos salido de casa unos y otros. Tras el luminoso y caluroso paréntesis de ayer, la niebla ha vuelto a colgarse de los árboles y edificios. Una ligerísima llovizna, lo que por nuestra tierra llamamos chirimiri, nos caía al principio del paseo. Buscando calles alternativas a las habituales hemos dado con el Museo Nacional de Escocia donde hemos visitado algunas salas: los primeros aeroplanos, colgados del techo, la impresionante mandíbula de ballena, la oveja Dolly… Hemos comprado algunos regalos y vuelta a la calle, otra vez humedad condensada. Rincón donde se encuentra el museo de los escritores, entrada a la catedral de St. Giles, gótica, de hermosas y luminosas vidrieras, sin imágenes porque es protestante, excepto la sombría estatua de tamaño humano, aunque él fuera inhumano, junto a la que se ha hecho una foto mi amigo Pinki. Se trataba de Jhon Knox, uno de los más intransigentes presbiterianos de inspiración calvinista que fustigó lo que consideró vicios de María Estuardo y no eran más que juegos infantiles de diversión o distracción, aunque él gustaba para sí disfrutar de jóvenes mozas. Frente a la catedral una estatua de Walter Scott y a la espalda unas tumbas entre las que se encuentra la del fanático Knox, bajo la piedra nº 23. Hacemos algunas compras más de regalo y algo para comer en casa antes de llamar al taxi que nos llevaría al aeropuerto, tema del que se ocupó Juan Manuel con tanta eficacia que cuando montábamos en el taxi se presentó un segundo taxi y ya en el aeropuerto se nos ofrecía un tercero. Las tarjetas de embarque en el móvil han cumplido su función y luego, tras algún despiste de correas y líquidos no introducidos en bolsas de plástico transparentes, con los pies descalzos sin bolsa de protección, hemos cruzado los largos pasillos de supermercados con intentos fructíferos e infructuosos en la compra de distintos objetos y wiskys escoceses. Poco antes de subir al avión ya hemos visto un ruidoso grupo de jóvenes que como se ha confirmado después iban de despedida de solteros con un nivel alcohólico bastante elevado porque no han parado de vociferar a lo largo de todo el vuelo. Curiosamente parece que llegamos a Alicante envueltos en niebla, como si nos hubiera acompañado desde las lejanas tierras del norte.

Ya en la cinta que escupe las maletas, despedida, besos, abrazos. Eran las 9.30 de la noche.

Hay, sin duda, muchos detalles, percances, anécdotas, curiosidades que me escapan por olvido o por no haber sido testigo de los mismos. Animo al que quiera hacerlos inolvidables a que los escriba. Quiero dejar constancia también de lo mucho que este viaje debe al esfuerzo y dedicación de nuestros amigos y guías Martina y Jesús, sin cuya entrega y cariño nada hubiera sido igual.

San Juan, 3 de junio de 2018.
José Luis Simón Cámara.