Mi primera maratón – Estocolmo – Jordi Jimeno

Tras haberme iniciado el año pasado en la media de Madrid y tras una lúdico-festiva media maratón de Puente Genil –podríamos decir mejor “Puente Genial” porque fue un viaje estupendo-, llegó el momento de tomarse las cosas un poco más en serio y afrontar el reto al que, sinceramente, nunca pensé enfrentarme: correr una Maratón. Qué mejor compañía para esta primera aventura que Borja, Manolo, mi hermano Vicente y…¡sorpresa! Ignacio como fichaje de última hora –Manolo no sabía nada-. Así que el viernes por la tarde ya estábamos todos reunidos en Estocolmo, una ciudad a priori asequible para realizar una primera maratón.

He de confesar que el viernes por la noche, aunque costase, no salimos. Lo difícil, por tanto, estaba hecho. A las 00.00 ya estábamos en la cama –cada uno en la suya- y yo soñé con que las suecas que habíamos visto por la tarde estarían animándome por la mañana.

Tras un generoso desayuno compuesto de pastazo, tostadas, frutos secos y café, nos dirigimos al Estadio, lugar donde comenzaría la carrera. Ante la amenaza de lluvia, Ignacio, buen meterólogo pero sin duda mejor persona, me tranquilizó comparándome la climatología sueca con la bilbaína: “Tranquilo Jordi, aquí no llueve, si acaso un poco de txiri-miri”. Decidimos dividirnos en dos grupos: Borja, Vicente y yo por un lado e Ignacio y Manolo por otro. Y comenzó la carrera.

Los primeros 15 km fueron una maravilla. Hacía una temperatura perfecta, íbamos los tres de palique e intentando chocar la mano a todos los niños que nos jaleaban con la palabra “heja”, que debía significar algo así como“venga chavales que lo estáis petando” –al final la acabé odiando, lo reconozco-. En el Km 18 todo cambió. Me di cuenta que estaba corriendo al ritmo de un iron man –Borja- y un maratoniano consagrado –mi hermano Vicente- y la rodilla izquierda se me empezó a cargar. Para colmo el tiempo cambió radicalmente y, aunque Ignacio fuese del mismo Bilbao, el txirimiri se tornó en una lluvia intensa que encharcó las calles de Estocolmo. Más o menos a la altura del Km 21 (lo hicimos en 1h 40min, ojo piojo!) dispensé a Borja para que fuese a su ritmo –no quería frenar su potencial- y Vicente hizo de liebre hasta el final de la carrera. Piano a piano si arriva lontano, pensé, así que, a pesar de los contratiempos físicos y las inclemencias meteorológicas, sabía que si corría con cabeza podía alcanzar la meta.

Pero la cabeza no lo es todo, también el “body” hace lo suyo y tenía que echarle algo para no quedarme a mitad de fuelle. Así que recurrí a los puestos de avituallamiento. Quizás era por gula pero pillé en todos. Pepinillo, plátanos, nueces, barritas energéticas,…sin darme cuenta no sabía si estaba corriendo una maratón o me había ido de tapeo bajo la lluvia por las calles de Estocolmo.

A partir del km 30 llegaron los calambres pero tenía claro que no quería pararme por nada del mundo. Me acordé de las palabras que dijo Chema Martinez en una entrevista hace poco en la prensa: “A partir del Km 30, el muro, no pienses, sólo corre”. Y eso hice. Con la ayuda inestimable de mi hermano intenté controlar la pisada en las subidas y luego descargar las piernas en las bajadas –por cierto, lo de que Estocolmo es llano habría que verlo-. Mi único objetivo era llegar. Ahora no me podía parar a mirar suecas ni a chocar la mano con los niños suecos, de hecho, si alguna se hubiera cruzado en mi camino se la hubiera amputado.

Hacía un frío del carajo, llovía a mares y tenía las manos para rallar parmesano pero daba igual. Por fin estaba entrando al estadio, cantando flamenco y adelantando al personal como si no hubiera mañana. Me sentí como Abel Antón en Barcelona 92. Y así fue, primera maratón completada.

Lo peor, todo hay que decirlo, fueron los momentos posteriores al final de la carrera. Seguía lloviendo a mares y comenzaron los síntomas de hipotermia. No podía ni quitarme el chip, ni cambiarme, ni caminar ni nada y llegar así al apartamento parecía complicado. Aprovechando que estaba más amarillo que los Simpson, sabiamente, fui con mi hermano a la enfermería. Allí unas suecas muy amables me cubrieron en mantas y me dieron agua caliente con azúcar hasta que entré en calor y ya conseguimos volver a casa.

Ahora, frente al ordenador, empiezo a ser consciente de que he superado un reto para el que quizás no estaba bien preparado. Estoy seguro de que, con la ayuda de la familia de Atotrapo, será el primero de muchos.

Un abrazo fuerte a todos

Jordi

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También puedes leer la crónica de Naxete en “memorias garcia rato”.

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Una maratón es una maratón. Se celebre donde se celebre, participe quien participe y gane quien gane. Siempre es lo mismo, unos 180 pasos por minuto si eres rápido y 42.195 m por delante, bueno corrijo, no siempre es igual, a veces la distancia a recorrer se puede convertir en 46.112 yardas o lo que es lo mismo, 26,2 millas.

Alguien habría narrado esta crónica poniéndole un título muy fácil, el cual podría ser “Robin, Marian y Little John” o mejor aun: “tres maratonianos”. Pero lo sencillo suele ser amigo de lo breve y lo breve no siempre es compañero de quien se alimenta de tiempo, acaricia el asfalto con fruición con la planta de sus pies, escucha el crujir de sus huesos y se entretiene contando sus pasos intentando llegar a esos inalcanzables 180, así que cogeremos el camino largo y lo llamaremos de otro modo.

Tres maratonianas.

Nuestro viaje empezó ya entrada largamente la noche del jueves. La cosa pintaba bien para cinco aventureros de andar por casa, cinco personas corrientes que no buscaban protagonismo ni alcanzar retos con que engordar presuntuosamente su ego. Si bien éste finalmente se terminó convirtiendo casi en un ejercicio terapéutico, en un reencuentro o encuentro de cinco personas diferentes pero iguales en su esencia.

Una vez nuestros pies en tierras inglesas y tras un breve sueño reparador nos dispusimos a alquilar un vehículo con que desplazarnos dirección norte a través de la M1, que como una enorme arteria alimenta los ramales que de ella fluyen antes de desangrase en la city, es decir, tráfico denso aunque razonablemente fluido a cincuenta millas por hora hasta la pequeña población de Ecton, en Northamptonshire. Allí aguardaba Maggie, una vieja amiga que se alegró de vernos.

Primera maratoniana.

Maggie Mulvey me acompañó, llevó y auxilió en mi primera maratón, en Benidorm hace ya unos cuantos años. Con ella siempre estaré en deuda. El azar caprichoso me colocó a su izquierda una fresca mañana de otoño y la utilicé en mi torpe vanidad como “pace” como dicen los anglófonos o “práctico” como decimos por aquí y así anduve pegado a ella hasta que un mazazo me dejó fuera de mí. En realidad para mí aquello supuso un suicidio ya que la inglesa corría con letras mayúsculas y terminó su carrera rozando las 3 horas mientras yo acababa pagando mi osadía con un sufrimiento que no conocía hasta entonces. El viernes pasado Maggie, como siempre, se mostró amable, gentil, feliz y generosa, compartimos una comida con ella en un rato breve pero intenso tras el que continuamos nuestro camino. Aunque la he visto varias veces desde aquel afortunado, que no fatídico noviembre, un turbio presentimiento parece barruntarme que ésta sea quizás la última vez que la vea…

Al cabo de un rato largo en camino, por fin llegamos a Wakebridge, paraje donde se hallaba la granja donde nos alojamos, en la cercanía de Matlock, a los pies de White Peak, primer parque nacional del Reino Unido, nombrado allá por los 50, donde al día siguiente disfrutaríamos de lo que nos gusta. Una vez deshechas las maletas, decidimos acercarnos a la zona de meta y recogida de dorsales para así ir a tiro cierto al día siguiente, aunque Pili se quedó recostada con una cefalea de las que hacen afición. Aunque a veces no lo parezca, es humana.

El amanecer del sábado fue fresco aunque soleado, la temperatura agradable para correr y viento nulo. El autobús nos llevó así hasta la partida allá en lo alto donde de un plumazo se esfumó todo lo dicho. Una bajada inesperada de temperatura nos mantuvo ateridos hasta el momento de la salida y a partir de la misma un viento tenaz nos golpeaba furioso habitualmente de costado. Un paisaje inmenso de verdes prados se extendía a nuestros pies. Una inmensidad de océano esmeralda ondeaba a nuestro alrededor hasta donde la vista alcanzaba.

Segunda maratoniana.

Pili es muy fácil de catalogar, es fiable, rápida y resistente, es dura aunque con una estructura castigada que se está siempre a punto gracias a un buen mantenimiento. Tiene un metabolismo interno que engrasa y lubrica cada engranaje de su rodado motor turbo diésel para que jamás se gripe. Nunca está fuera de punto. Es como aquel elegante deportivo clásico que hace girar nuestras cabezas cuando lo vemos pasar, grácil. Pili me pasó como una bala cuando me dolía de la lesión que arrastro y me hallaba lamiendo mis heridas de viejo chacal.

Nuestra amiga volvió a pisar podium mientras Lisardo y yo nos limitamos a grabar otra muesca en nuestras culatas. Otra maratón al saco de los buenos recuerdos.

La tarde del sábado fue de celebración. Pasamos un buen rato compartiendo experiencias mientras refrescábamos bien merecidamente nuestros gaznates.

El domingo era día de asueto y por eso decidimos acercarnos a la ciudad de Nottingham y disfrutar de sus calles y ambiente asombrosamente denso para ser festivo. El castillo de la ciudad bien mereció la visita. El viejo ayuntamiento resultó ser un edificio arquitectónicamente precioso, con una generosa carga de historia de la cual nos empapamos ampliamente gracias a la amabilidad de sus empleados que nos obsequiaron con una improvisada visita guiada. Tras esto nos costó creer que el antaño sheriff de Nottingham fuera tan malo como lo pintan en las películas. De todos modos para cerciorarnos de ello decidimos cotejar datos visitando el bosque de Sherwood, allá donde de aquél se ocultaban Robin Hood y su alegre pandilla.

El bosque de Sherwood es magnífico, sobrecogedor y los robles que lo pueblan enormes cuerpos rugosos que cuesta creer que estén vivas. Miles de años de historia latente nos observaban altivos hasta que por fin caímos rendidos ante la majestuosidad del “the major oak”, un árbol de dimensiones descomunales cuya hueca estructura otrora sirviera quizás de cobijo de bandidos según cuentan las leyendas. Pues bien, deshaciendo ya nuestros pasos nos dispusimos a regresar al cottage a descansar cuando…¡sorpresa mayúscula!, nos encontramos el coche bloqueado entre las barreras cerradas del parking. Mi sospecha era cierta, ni el sheriff de Nottingham era tan malo como dicen ni los ladrones buenos eran tan generosos como nos cuentan. Los muy bandidos, ataviados en el siglo XXI con trajes reflectantes en lugar de las túnicas y capuchas que usaran antaño no nos advirtieron del cierre inminente del aparcamiento a nuestra llegada y eso es jugar sucio. Pues bien, os diré, ¡que les den!, ¡aun se estarán rascando la coronilla perplejos preguntándose cómo demonios sacamos el coche de allí! ¡Si en su día Felipe II hubiera mandado una flota de maratonianos en lugar de marineros habríamos podido hasta con los elementos!

Último día. Para terminar, el lunes era el día de vuelta, pero antes teníamos que ir a recoger el premio de Pili a una tienda de running en Spondon, Derby, ya que esa fue su presea, un vale de cincuenta libras que generosamente compartió con nosotros.

Tercera maratoniana.

La tienda es de lo más singular, está toda forrada de dorsales de maratones de todo el mundo. Autógrafos de atletas ilustres de todos los tiempos tapizan sus paredes, fotos, imágenes inéditas, objetos irremplazables y auténticos fetiches por los que muchos pagarían bastante adornaban la estancia. Pero entre todos esos artículos destacaba uno, una zapatilla con la que Paula Radcliffe batió uno de sus récords del mundo de maratón. Tenerla en nuestras manos fue como conectarse a una bomba de energía, fue como inyectarse un chute de uranio enriquecido directamente en las femorales o sumergir la cabeza en la marmita de Panoramix. La carita de Pili pareció iluminarse brevemente mientras sostenía la zapatilla y aunque no se lo dije a nadie pude ver nítidamente como un aura la envolvió para fundirse lentamente con su cuerpo.

Hoy en casa, días después, tengo la absoluta certeza de que a partir de ahora las tres maratonianas que más he admirado se han transformado en una sola. A la primera quizás no vuelva a verla, con la tercera jamás llegaré a hablar siquiera, eso está claro, pero si algo me enorgullece es saber que a la segunda la tengo ahí, a un tiro de piedra y eso es mucho más que de sobra.

Tras ese momento casi mágico lo que queda por contar casi no tiene interés si por interesante se cuenta lo sucedido. Bueno, quizás quede decir que para rematar el viaje visitamos Oxford por unas horas y que sí, es una ciudad mágica, impresionante. Habrá que volver con más tiempo quizás. Ahora sólo me queda reiterar mi agradecimiento a Pili, Margarita, Maricarmen y Lisardo por haberme dado tanto.

La carrera.

White Peak Marathon es una carrera un tanto atípica que se desarrolla casi en su totalidad en el parque nacional de los picos, una isla forestal en plena campiña inglesa y siguiendo el trazado de una antigua vía férrea de suelo de tierra firmemente compactada. Una preciosidad. La salida fue a las 11:10 h. ya que nos advirtieron que una barcaza debía cruzar el canal y eso provocaría un retraso de diez minutos. Con puntualidad inglesa partimos simultáneamente con la media maratón que también se celebraba desde otro punto, en un suave ascenso hasta el km. 10 más o menos y acompañados por un viento de los que te hacen mucho daño. Desde allí en leves llaneos-subidas-bajadas casi imperceptibles nos acercamos al 30 aproximadamente donde el descenso nos llevó a Comford Mills donde, en el campo de su equipo de rugby estaba la meta. Allí, en el club social, rodeado de prados con centenares de ovejas pastando y un partido de cricket en sus aledaños, de los que la gente juega por esos lares, es lo que tiene ir a sitios donde no te hacen el teatro que suele hacerse a los guiris.

Se trata esta de una maratón de “andar por casa”, de las de “yo me lo guiso y yo me lo como” con ese toque rancio y popular y mucho encanto pero con muchas carencias si la saboreamos desde nuestros ojos acostumbrados a comer con cubiertos de plata.

Lo mejor, sin duda, la compañía.

Julián

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Siguiendo la tradición miré un maratón en Europa para aprovechar esos días del principio de primavera que tenemos de fiesta. Las posibilidades eran semana santa (que quedó descartada por coincidir en fechas con algo que quería estar, y que luego fue un nunca más 🙁 ) y las fiestas de San Vicente… así que mirando calendario las posibilidades eran París, Rotterdam (ya las he hecho), Milán (ya he estado) y Viena… pues Viena la elegida para mi 34 maratón (o la 33 de mi personal reto).

Por casualidades de la vida, en enero cuando iba con mi amigo Chuli a Marrakech me dijo que el iba a ir con la familia, así que genial, pues su familia y él son geniales.

Rápidamente arreglo todo, dorsal (86 euros, bastante caro creo yo), vuelos desde Madrid y hotel cerca de la meta (que viene mi madre y hay que facilitar las cosas)…

El cuerpo esta pidiendo descanso, primero la semana anterior he estado con un trancazo considerable y empiezan a acumularse molestias, a mi rodilla y cadera perpetua se ha unido el tobillo pero Noe (mi hada madrina) me ha dicho que no parece que haya nada, así que para adelante…

Salimos jueves rumbo a Madrid, paseo por el Retiro y cena con Chuli y Marisa. Viernes por la mañana rodajillo por el Retiro y al aeropuerto donde, casualidades de la vida, en el avión coincido con un compañero de trabajo (Carlos) que también va a pasar unos días a Viena… Llegamos a Viena y el mismo viernes vamos a la feria del corredor a recoger el dorsal que está en la Messe Wien cerca del Prater … y eso el dorsal porque en la bolsa del corredor no hay nada más (bueno si una revista). Junto con mi madre, Chuli, Marisa y Ángela, recorremos la feria del corredor viendo y comprando algunas cosillas, para terminar tomando una cerveza Erdinger sin alcohol (me acuerdo de Martina).

Luego una vuelta por el Prater, donde está la noria Wiener Riesenrad, uno de los iconos de la ciudad inaugurada en 1857 cuyas cabinas son vagonetas de tren y desde donde se puede ver todo Viena.

Al día siguiente voy a rodar por el Rathauspark donde hay una feria de la bici gigante, así que después de desayunar nos vamos a ver que hay de bicis, y darme cuenta que en España estamos a años de llegar donde está Europa con el tema bici. Y seguimos haciendo un poco más de turismo en el parque de Freud, la Universidad, la catedral de san Stefan, el mercado, el palacio Hofburg, (en cuyo interior esta la meta), ver que el Danubio no es azul 😉 …

Luego hemos quedado para ir a la comida de la pasta que se celebra en los salones del Ayuntamiento, un lugar espectacular (sobre todo de noche). La comida, digamos más bien escasa, 10 euros por un plato de pasta en el que se ve el fondo y 3,5 si quieres beber lo que sea… pero bueno por ver los salones y el curso de vals que se apuntan Chuli y Marisa merece mucho la pena. Luego nos vamos a comer la famosa tarta Sacher al Café Sacher, muy rica (aunque a mi me gustó después más la del Demel). Luego seguimos por el centro hasta la hora de cenar que vamos a un sitio típico donde desde luego muy simpáticos no puedo decir que sean…

Venga a la faena… domingo día del maratón. La carrera es a las 9, así que tampoco hay que madrugar más de lo normal, ducha (lo de la ducha del hotel es bastante curioso), desayuno (que en el hotel es fantástico) y para la Ópera donde he quedado con Chuli… pues la salida esta como a 7/8 km de la meta, cruzando el Danubio en la zona nueva. Una vez llegados con el metro (el desplazamiento no está incluido en el dorsal) junto con cientos de personas que nos dirigimos a lo mismo, todo bastante bien organizado… hacia la zona donde están los camiones guardarropa, los aseos… son esos momentos donde lo normal es estar nervioso por lo que viene después, donde te asaltan preguntas de llegaré o no, y aunque llevo unas cuantas maratones el puntito de nerviosismo no se pasa, porque no estoy bien del todo … y de repente en la música suena Hijo de la Luna de Mecano, a ver que estoy en Viena y me ponen una canción de Mecano? Pues ale fuera nervios que solo por esto seguro que sale bien (que poderosa es la mente)… Junto a Chuli hablando esperamos que den la salida, mientras nos observan unos edificios altísimos (naciones Unidas, el Tech Gate, etc) y el puente, donde aunque en la salida parece que estamos muy delante, en realidad no lo estamos en absoluto.

Disparo de salida y dejo que Chuli vaya para delante porque el quiere hacer mejor marca que yo, pero lo veo muy pronto así que me acerco y vamos juntos un rato… en 5/6 km hemos adelantado por lo menos a 2000 personas, entre ellas a un señor que iba con un andador (recuerdo una discusión de Internet sobre si se debe permitir esto en un maratón) y pienso esto es una promesa, así que cuando lo adelanto miro y uff un señor todo quemado, así que qué más da que tengamos algún dolorcillo, si el está ahí y puede nosotros también…

Este es el punto negativo de la carrera. Como en muchas otras parece que lo que prima ahora es meter a mucha gente… en Viena el día de antes en el periódico lo que hablaban era del récord de participación de mas de 42000 personas, pero claro no son corredores de maratón, sino que juntan una media maratón, con un maratón por relevos, y el maratón… eso hace que en la salida haya montón de personas, que si se colocaran por marca no pasaría nada, pero no es así 🙁 … el resto muy bien organizado con avituallamientos de agua e isotónico (plátano y uno de gel, pero solo tomo agua), lo malo que el vaso es de plástico así que me toca parar para no ahogarme en cada avituallamiento 🙁 , y aseos cada 5 km.

Bueno la carrera en el km 1 atravesamos el Danubio y en esta zona si que es más azul y desde donde se ve un castillo precioso, una iglesia llamada Heiliger Franz von Assisi. Nos dirigimos hacía el Prater y de ahí a su bosque, donde le digo a Chuli oye por aquí volvemos a pasar y me dice que no, pero a la postre es que sí. Del Km 6 al 9 más o menos bordeamos el Danubio, y la carrera es preciosa, Chuli me dijo que los isquios le iban tirando y se queda detrás, así que a seguir disfrutando del camino, por el Km 10 pasamos por la Universidad de Arte… Viena ha sobrevivido a la guerra guardando una majestuosidad en los edificios espectacular.

Bordeamos Stadpark, y pasado el km 11 donde está la Ópera, veo a mi madre y Marisa con las pancartas de ánimo (muchas gracias chicas, que paliza se metieron para vernos en varios puntos) y luego seguimos por una carretera ancha que parece como una radial hasta que llegamos a la zona del Castillo de Schönbrünn (otra de las residencias de Francisco José y Sisi), volviendo otra vez para el centro de la ciudad y pasando la media cerca de donde estará la meta en Heldenplatz, el tiempo de la media 1:36, vamos que las sensaciones más o menos buenas…

Recorremos el Parlamento, el ayuntamiento, el Burgtheater, la universidad… y sigo bien, pero en el km 24 noto que mi gemelo derecho se está hinchando, llevo las compresoras y nunca me las he notado puestas, pero hoy las estoy notando, aunque no le hago mucho caso, ahí está … Atravesamos el Danubio y volvemos a bordearlo, dirigiéndonos otra vez al Prater y su bosquecillo, que a mí me encantan, pero pienso que Chuli me dijo que no le gustaban, y es un buen trozo que nos metemos más o menos en el km 28 y salimos en el 37. En esta zona adelanto a un chico español (hay muchos en carrera), Emilio creo recordar, que me cuenta que es el primer español que ha hecho las 6 majors (a ver si en algún momento puedo ir a Londres y Tokio), y con la sorpresa de ver al club de fans en el 31 cerca del Ernst Happel Stadium y en una de las rectas de ir y volver ver que no llevo mucho a Chuli, es así que me pienso dar la vuelta, pero al final decido que seguro me pilla, estamos en el km 33 y no estoy para mucha fiesta, me molesta bastante el tobillo 🙁 , así que yo pensaba acelerar pero va a ser que me quedo con ritmo de crucero …

Km 39 volvemos a travesar el Danubio y aquí ya sabes que llegas a meta sí o sí, miro el reloj y voy mejor de lo que pensaba así que en este momento a disfrutar de Viena, cruzamos el Wienfluss, bordeamos el Stadpark, pasamos por la Ópera (el edificio es precioso) y de ahí a la Heldenplatz (la plaza de los héroes que hoy tiene el nombre por otra cosa que no es la guerra)… la meta es espectacular, un Castillo del Imperio Austríaco, donde una alfombra azul nos recibe… tiempo en meta 3:13 que me dejan muy muy contenta, me ponen mi medalla y me espero a que llegue Chuli, y me quito mi compresora y zasss ahí está, tengo rotura de fibras sí o sí, noto como un bocado que me acuerdo de Juanma y Jorge cuando me han contado su lesión, pero bueno ya está hecho… al día siguiente no puedo doblar la pierna, pero ya esta…

Luego al hotel una ducha (donde mirando la clasificación me entero de que me he quedado primera de mi categoría 🙂 ) y a comer, visitar la opera y reponer fuerzas en el Café Mozart donde hay que probar el Apfelsrudel y el Kaiserschmarren. Y nos despedimos de Chuli y familia que ya se van…

A nosotras nos quedan 4 días de visitar esta ciudad. El lunes como manda la tradición (aunque mi gemelo no estaba para ello) a subir los 400 escalones de la catedral. Visita al cementerio donde rendimos tributo a como dice mi madre alguien que nos ha alegrado la vida como es Beethoven, recorrer una de las zonas mas chulas de la ciudad el Hunderwasserhaus, que es totalmente diferente a los edificios majestuosos, y donde nos encontramos a un grupo de Castellón que estuvieron animando. Ver el castillo de Sisi con sus vajillas y cuberterías y aposentos (mal no vivían), y la biblioteca del castillo. Y como guinda al viaje el Castillo de Belvedere donde por fin puedo ver el cuadro Der Kuss de Klint.

Un viaje muy chulo, aunque tengo que decir que Viena es una ciudad muy bonita pero a nivel turístico muy cara, ya que en todos sitios cobran entrada (o varias) y desde luego baratas no son…

Agradecer a las personas que saben que siempre llevo en mi corazón, mi familia, mi madre que me acompaña, mis sobrinas que siempre me sacan la sonrisa, mi tío que siempre esta pendiente de que hago por ahí, mis compañeros y amigos de afición A To trapo, Juanma (que le toca arregla esto jajaja), Conchi, Martina, Juan Enrique, Fernando, Jesús, Tomás Jorge, Julián… los cuales llegas y encuentras mensajillos de ánimos que suben la moral, los compis del foro (Lobo, Jaime, Saúl, Beto, Alex, Raki, Mario, Antonio…), Chuli y Marisa (que suerte he tenido de encontraros en mi camino), Lita, Aless, Viky, Idoia, gracias sobre todo a José Luis que sigo diciendo que tiene mas paciencia que un santo, Noe que me sigue haciendo hueco cuando no lo tiene para arreglar lo que no tiene arreglo, los compis de trabajo Oto, Demo (te aseguro que no tengo Excel de resultados), Natalia, Maribel, María, Juanjo… que me ayudan a que los días sean mejores… y ahora al grupo de Mutxamel que vamos a ver si las cosas se pueden cambiar: Loreto contigo ganamos los vecinos del pueblo así que fuerza…

Siguiente maratón… en Inglaterra (pero no Londres ;))…

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PUENTE GENIL 7/8-Febrero-2015

Hace cinco años, dieciséis miembros del grupo “A to trapo” fuimos a Puente Genil, pueblo natal de nuestro Presi Jesús, con motivo de la XX Media Maratón, fue una experiencia inolvidable.

A finales del año pasado, Jesús lanzó una nueva convocatoria para rememorar aquel evento, con motivo de la celebración de la XXV edición. Nos inscribimos veintiuno de los cuales ocho repetíamos.

El sábado 7 a las 6,45 h y con puntualidad suiza salimos distribuidos en tres furgonetas, desde nuestro punto de encuentro en San Juan. La primera parada la hicimos pasadas dos horas en Venta Quemada; allí rodeados ya de nieve y frío tomamos un desayuno-almuerzo mezclando café con leche con cerveza tostadas, jamón, longanizas y morcillas. Después continuamos viaje hasta Fuente Piedra en Málaga, donde nos esperaba Diego, embajador del Club en Andalucía, y anfitrión de la visita, que había recogido previamente de la estación del Ave en Antequera a Borja y Jorge que procedían de Madrid.

A escasos kilómetros de allí visitamos la Reserva Natural de la Laguna, la más grande de Andalucía y la segunda de Europa, clasificada como “endorreica” ya que no recibe aguas de ningún rio, sino que se abastece exclusivamente de las precipitaciones, las escorrentías y las aguas subterráneas, lo que provoca que sea muy estacional y por ende que alterne periodos de encharcamiento con otros de sequía; es un importante humedal, ideal para la estancia en invierno y la nidificación de muchas aves acuáticas, en especial flamencos; lamentablemente en esta época del año, solo pudimos ver cigüeñuelas y gaviotas reidoras. Nos recomendaron que lo visitáramos en mayo/ junio, asegurando que disfrutaríamos de unas magníficas vistas rosáceas al mirar el horizonte, provocadas por el color de los flamencos.

Muy cerca de allí, visitamos las bodegas de Málaga Virgen, abiertas el sábado exclusivamente para nosotros; tras explicarnos el proceso de elaboración y crianza de las diversas especialidades tuvimos la ocasión de catar tres variedades diferentes “Los Tres Leones” “Trajinero” y “Fino Lagar de Benavides” el vino nos alegró y nos dio calor al final de una mañana que había sido fría. Nos sorprendió la arquitectura de las naves, verdaderos templos del vino, con derroche de madera, desde los esbeltos artesonados hasta la innumerable colección de barricas de roble, algunas centenarias y ennegrecidas por el tiempo, otras nuevas, jóvenes, del color de la madera. Entre las barricas o toneles, las telarañas tejen una maraña que pensábamos resultado del descuido, nos dijeron que era la forma natural de luchar contra la cochinilla. Los barriles superpuestos van pasando parte del preciado líquido de arriba abajo de modo que el barril del suelo o solera era el más envejecido y el más valioso. De naves más luminosas, con suelo de cemento íbamos pasando a otras con menos luz para no deslumbrar los vinos y con suelo de tierra que mantiene más la humedad y el calor.

Comimos en el bar del pueblo platos típicos caseros, que se hicieron de rogar, debido a lo numeroso del grupo.

A las 6 de la tarde, nos esperaban en el cuartel del “Imperio Romano” una de las “corporaciones o hermandades” más importantes de Puente Genil, para mostrarnos las singularidades de su Semana Santa, donde desfilan más de 300 personajes representando a “figuras bíblicas” del Antiguo y Nuevo Testamento” agrupadas en Cofradías; podríamos definirlas como asociaciones cívico-religioso –masculinas, que se rigen por unos Estatutos, aprobados por el Obispado; la Semana Santa es el pretexto o la excusa para reunirse periódicamente un grupo de amigos o “hermanos” y charlar mientras se come y se bebe, algo similar a las típicas fiestas de moros y cristianos de Alcoy y otros pueblos alicantinos.

Finalmente llegamos al Hotel El Carmen, donde tras dejar los trastos en las habitaciones y poco más, salimos a tomar algunas cervezas y tapas a modo de cena; era noche de sábado y no fue fácil encontrar acomodo para tan numeroso grupo; al final pudimos saciar nuestra hambre y nuestra sed, bien es verdad que unos antes que otros.

El regreso al hotel fue escalonado, hasta casi cerrar el pueblo, en función inversa a las ganas de “marcha” o de la juventud de cada uno, incluyendo a nuestro incansable Antoñito. Hubo quienes cenaron más y quienes tuvimos oportunidad de tomar unos gin tonics en locales que recuerdan el barrio de Santa Cruz de Alicante, allí se alegró la vista con antiguas amistades de nuestro anfitrión.

Tras desayunar y guardar las aceitunas partidas para todos o el vino, membrillo o el aceite que cada uno había reservado, cargamos todo el equipaje en las furgonetas y nos dirigimos cerca del punto de salida y al lado de las Piscinas municipales.

El ambiente en la zona de salida muy animado; el día se presentaba ideal para correr, al principio fresco, después el sol se hizo notar y pudimos gozar de un día magnífico.

Más de 700 corredores tomamos la salida, y tras dar dos vueltas por el centro del pueblo nos dirigimos hacia el Canal, donde se corre junto al mismo en un ligero descenso de unos 7 km. y obviamente otros tantos en una suave pendiente de ascenso a la vuelta, por fin en el Km.19, volvemos al centro urbano y al final de una alargada calle con bastante publico llegamos al final.

Al cruzar la línea de meta todos esbozamos una sonrisa por la satisfacción de haber logrado el objetivo y haber disfrutado del esfuerzo. Las clasificaciones detalladas más abajo, reflejan las capacidades y nivel de entrenamiento de cada uno, Felicidades para Pili y Mari Paz que obtuvieron trofeo cada una en su categoría y a las que tuvimos ocasión de aplaudir cuando subieron al podio.

En el camino de vuelta, paramos para comer en “Hermanos Vergara!” de Gor, el mismo lugar que la vez anterior y donde nos saciamos con unos embutidos y con cordero y pescado a la plancha.

El viaje de unos 500 Km. en cada sentido, no se hizo nada pesado, tuvimos la suerte de un buen tiempo, nublado a la ida y soleado a la vuelta y disfrutamos de una gran diversidad de paisajes.

A las 8,15 h. llegamos a San Juan, sonrientes, con la satisfacción reflejada en nuestra rostro de haber pasado un excelente fin de semana, diferente, entre amigos con quien se comparte mucho más que la afición del correr.

Creo hablar en nombre de todos al subrayar que si todo ha salido perfecto y que guardaremos un buen sabor de boca cada vez que rememoremos este viaje, ha sido gracias a una buena planificación y previsión de todos los detalles por parte de Jesús, siempre pendiente de todos y cada uno de nosotros, asegurándose que todos quedáramos contentos, como ha sido.

Dentro de cinco años, volveremos a Puente Genil. ¡Seguro!
¡Jesús, muchas gracias!

Vicente Soriano y José Luis Simón.

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